Magallanes y Pampa. En los mapas, una intersección más de la localidad bonaerense de Ciudadela. Para los vecinos del barrio, “la esquina del terror”. Se trata de una zona que desde hace años está acaparada por una sensación de miedo constante, el cual provoca que tanto vehículos como transeúntes eviten su paso por ahí. Los responsables son una pareja uruguaya que durante mucho tiempo usurpó una histórica casa del lugar. A principios de este año finalmente la desalojaron. Pero, desde entonces, ambos mantienen bajo amenaza a todos los habitantes de esa cuadra.
Quienes conocen la situación la definen como un calvario. Todo comenzó en 2018, cuando falleció Miguel Vitale, el dueño del inmueble ubicado en Magallanes 780. Vivía junto a su hermana, Norma, quien meses antes se había enfermado de cáncer. Esa circunstancia motivó la contratación de Ester, una cuidadora que se hizo cargo de la señora hasta que ella murió.
Esa muerte fue un momento bisagra para el barrio. Es que, tras el fallecimiento de la mujer, la empleada llevó a su esposo Armando al hogar y juntos se instalaron en la casa de Miguel, con quien convivieron hasta que también perdió su vida. “No lo cuidaban, lo maltrataban. Él cada vez estaba peor, los vimos ponerlo al sol en pleno verano”, contó Cristina a Infobae, una vecina que habita la zona desde hace 35 años junto con su marido Jorge y que conoce la historia de la casa de principio a fin. Ella, como el resto de los vecinos, están desesperados por evitar que los uruguayos vuelvan al barrio.
Según su relato, incluso desde antes del deceso de Miguel, la pareja ya actuaba como si fuera propietaria de la vivienda. Pero fue a partir de la muerte del hombre que se terminaron de instalar completamente: se pusieron una parrilla sobre colectora, empezaron a reclutar gente de la calle y los hacían trabajar para ellos juntando cartones. “Pedían donaciones a la iglesia para los recicladores, pero no les daban absolutamente nada, ni un vaso de agua. Se manejaban mal con todos y tenían malas formas con los vecinos. No se podía pasar. Llenaron el pasaje de cartones, de basura, de malandras, de gente que te robaba y que te acosaba”, señalaron a este medio más personas de la vecindad.
En poco tiempo, Armando se volvió algo así como el dueño de la cuadra. Tenía cuchillos y armas que utilizaba para amenazar a cualquiera que lo molestara. “Se hicieron las denuncias pertinentes, pero jamás se les dio bola ni les prestaron atención. Al contrario, venía la policía, pasaban por su parrilla y le daban un sanguchito. Los dejaban estar ahí”, denunciaron al respecto.
En pandemia todo empeoró: la casa de Magallanes 780 se volvió el lugar donde los cartoneros dejaban los materiales que recolectaban. Y entonces, los conflictos se extendieron en toda la cuadra. Cristina, que vive enfrente y a 20 metros de la casa, describió ese momento: “La convirtieron en un galpón de reciclaje. No se podía pasar. Había cucarachas, ratas, pulgas. También peleas con cuchillos. A veces estaban muy alcoholizados y se peleaban entre ellos. Llegaba un momento del día en el que ocupaban toda la calle y no pasaba ni el camión de basura”.
Durante estos años, Armando tuvo peleas con sus propios trabajadores, infinitas discusiones con vecinos y amenazó de muerte a varios de ellos. Así siguió hasta enero, cuando se desató el último gran conflicto en el que uno de los cartoneros que trabajaba con él se enojó por falta de pagos y prendió fuego el material que estaba acumulado en el medio de la calle. En ese episodio, el hombre que usurpaba la vivienda salió con un arma de fuego y amenazó a los presentes. La Policía se lo llevó preso por portación de armas y, aunque más tarde lo liberaron, tanto él como la mujer dejaron el hogar.
A partir de este hecho fue que los vecinos decidieron ofrecerle la casa a Irma y su familia, quienes justo se habían quedado sin vivienda y necesitaban un techo. Ellos se encargaron de contactar a una persona que es intermediario con los herederos de Magallanes 780, con quien se entabló un acuerdo de palabra para que tanto la mujer como sus tres hijos menores y su papá se muden. Un hecho que significó un alivio para el barrio que quería evitar que la pareja anterior volviera a instalarse en el lugar.
Sin embargo, no fue el fin del problema. Por el contrario, ahí comenzó la pesadilla que actualmente viven los ahora habitantes del lugar. Irma dialogó con Infobae acerca de la situación y señaló: “No estamos tranquilos porque Armando y Ester tienen plata y arreglan y se mueven de esa manera. Pasaron durante un tiempo en diferentes autos y nos hicieron llegar sus amenazas. Nos dijeron que nos van a mandar sicarios si no nos vamos”. Y ejemplificó: “En la carnicería, por ejemplo, han ido a comprar y decir que me iban a matar a mí y a mis hijos”.
La casa, que se convirtió en un centro de tensión en Ciudadela, cuenta con una cocina, un comedor, un living, un baño, una habitación, un patio pequeño y una terraza. “En el comedor le hice el cuarto a mis hijos con mi papá y yo duermo con mi hija”, dijo la mujer que actualmente se encuentra en el domicilio.
En las últimas horas, Irma recibió una intimación diciendo que debía desalojar la vivienda este viernes si o si. La orden fue a partir de un pedido de Armando y Ester, los exusurpadores, que están poniendo todos sus esfuerzos para volver a la casa, aunque -aseguran en la zona- no tienen ningún papel sobre el inmueble que les dé el derecho.
“No queremos que vuelvan. La verdad que ahora cambió el barrio 100%, estamos tranquilos, no hay basura, se fueron las ratas. Ahora pasan coches. Yo tenía amigos que venían a comer y no querían estacionar el coche enfrente de mi casa, hasta me daba vergüenza invitar a gente a mi casa. Ahora estamos todos cómodos y vemos felices a Irma y a sus hijos. No pueden volver”, enfatizó una vecina en su pedido.
La orden de desalojo finamente logró ser frenada. No obstante, tanto Irma como el resto de la vecindad deberán aguardar al proceso legal correspondiente para saber cómo continuará su situación. Mientras tanto, piden la acción de las autoridades municipales de Tres de Febrero para que impidan que la pareja anterior vuelva a instalarse.
Fotos: Luciano González