Duro relato de cómo es vivir con atracones: “El infierno es estar todo el día obsesionado con la comida”

“Yo quería ser flaco para ser feliz” dice Gustavo Rodríguez, quien durante 20 años vivió bajo la tiranía de la imagen, la culpa y la vergüenza por comer de forma compulsiva. Hoy, recuperado, ayuda a otras personas a superar este trastorno de la alimentación

"Muchas veces he intentado comer para no suicidarme", asegura Gustavo Rodríguez

“Sin dietas es amor” es la frase que Gustavo Rodríguez elige para presentarse hoy luego de vivir 20 años de atracones, ayunos y haciendo dietas restrictivas. Hoy, a través de las redes sociales, su propósito es ayudar a otras personas a mejorar su vínculo con la comida, la relación con su cuerpo y principalmente a dejar de tener atracones.

La pérdida de un padre en plena adolescencia, más el combo de crecer en un hogar con una madre obsesionada con su imagen y con dietas, ayudaron, sin intención, a que Gustavo entrara al infierno del mundo de los trastornos alimentarios, en su caso más específico: el atracón.

En una charla honesta en los estudios de Infobae, Gustavo abandona todos los prejuicios y la vergüenza para contar su realidad.

¿Qué es un atracón? ¿Por qué surgen los atracones? ¿Qué pasa cuando termina el atracón? ¿Por qué considera que los nutricionistas debieran ser más empáticos?

¿Qué perdió por la comida? y ¿qué significa hoy la comida para él?

Al explicar lo vivido, Gustavo compara y reflexiona: “Hay gente que se droga, que le pasan cosas muy graves y yo solamente comía un montón. Parece que no pasa nada, pero realmente es gravísimo. Para mí está al nivel de cualquier consumo de droga o de cualquier sustancia”.

En primera persona; ¿cómo es vivir “tomado” por la comida?

Gustavo Rodríguez creó "Sin dietas es amor", un espacio para ayudar a quienes sufren de atracones y otros trastornos alimentarios. Instagram: @sindietasesamor

— ¿Quién es Gustavo Rodríguez?

—Soy una persona normal que a través de algo muy fuerte que le pasó en su vida se dedica hoy a ayudar a otros a que mejoren su relación con la comida, su relación con el cuerpo y, principalmente, que puedan dejar de tener atracones y ansiedad por comer.

— ¿Qué pasó en tu vida? ¿Cuál fue tu experiencia?

— Lo que me pasó, a mis 15 años, fue que mi papá se suicidó y mató a la pareja que tenía en ese momento, y a partir de ahí comencé a tener, justamente, atracones.

— ¿Qué es un atracón?

— Atracón es comer mucha cantidad de comida en un lapso de tiempo de dos horas por ejemplo.

— ¿Mucha cantidad de comida qué es?

— Te cuento uno personal, que es recurrente. Un kilo de helado, dos paquetes de galletitas de esas de medio kilo, cinco o seis sándwiches de jamón y queso, gaseosa y de ahí lo que quedara... si había más galletitas, si había algún chocolate.

— ¿Cuándo para el atracón?

— El atracón para cuando ya no queda más comida.

— ¿Y cómo se sigue después del atracón?

— Se sigue con una profunda depresión, tristeza, es mucha la culpa que te da.

— ¿Cuándo te das cuenta de que viene el atracón?

— Depende el caso, pero a mí cuando me quedaba solo, cuando vivía solo lo tenía bastante comúnmente, pero también estaba en pareja o viviendo con amigos, o ante una presión muy grande emocional, un estrés muy alto, una tristeza, una angustia, es ahí donde viene esa sensación.

Con los atracones te sentís muy culpable, miserable.

— ¿No hay una forma de controlarlo?

— Tu mente se queda literalmente tarada, se queda trabada en ese momento, y recién cuando dejás de comer, que no queda más comida, es ahí donde podés empezar a pensar en otra cosa.

— Cuando empezás a pensar en otra cosa, ¿cómo sigue tu vida con el atracón incluido?

— Pasa que es una respuesta emocional. De alguna manera tu cerebro te recomienda eso, te recomienda comer para que vos puedas gestionar eso que no tenés ni idea de cómo gestionar ese dolor emocional.

— En tu caso alimentás ese dolor emocional con las comidas, ¿cómo sigue tu vida? ¿seguís pensando en el atracón o seguís como si nada?

— Seguís pensando en el atracón, incluso a veces pueden volver las ganas de seguir comiendo, te sentís muy culpable, te sentís miserable.

Gustavo Rodriguez y su relación por la comida: “Con los atracones te sentís muy culpable, miserable”.

— ¿Qué es seguir pensando en el atracón?

— Seguís pensando en por qué lo hiciste, que no tendrías que haberlo hecho si vos ya sabés que no tendrías que comer así, por qué seguís comiendo. Es un círculo de muchísima culpa que dura realmente hasta el otro día, incluso puede durar varios días.

— ¿Te acordás cuál fue tu primer atracón?

— No, el primero no lo recuerdo.

— ¿Y tu último?

— Mi último fue un día que estaba muy angustiado, ni siquiera recuerdo por qué, pero pasé por una panadería y compré 200 gramos de cinco o seis cosas, y me encontré en una plaza solo queriendo comer y no pudiendo comerlo del todo, como que empecé a comer las primeras cosas rápido, porque es como muy veloz, y de golpe me encontré preguntándome qué estaba haciendo, que ya no quería comportarme así.

— Cómo es ir a una panadería y comprar 200 gramos de galletitas, de bizcochos, sabiendo que después de comer todo eso llega la culpa.

— Es que en el momento te parece lo más coherente, es como que llegás al lugar, a un supermercado, a una panadería, y empezás a comprar como diciendo: “Yo soy un genio, esto es realmente lo que yo tengo que hacer”, inclusive a veces estás haciendo la cola y estás un rato esperando y vos decís: “Me tengo que quedar acá, tengo que comprar esto”. Hasta que terminás de comer y la cabeza te dice: “¿Qué hiciste?”. Es como si salieras de un sueño.

— ¿Qué te daba la comida que no encontrabas en otro lugar?

— Yo creo que me daba sensación de dulzura, principalmente, 20 años tuve atracones. Esto lo descubrí ya en el último tiempo. Lo que más me gustaba comer eran cosas dulces, entonces lo que yo sentía, que lo descubrí después, es esa sensación como de amor, de cariño, de comprensión, de seguridad que quizás yo no sabía cómo pedirla en otra persona o de otra manera.

Gustavo a los 23 años, con 20 kilos de más recién mudado de Buenos Aires a Neuquén.

— 20 años de atracones... ¿Cuándo decidiste contarlo? ¿Recurriste a algún nutricionista?

— Fui al nutricionista.

— ¿Y?

— No, nunca se lo conté, a ningún nutricionista.

— Ibas al nutricionista y ¿qué le decías?

— Que quería bajar de peso, que quería mejorar mi relación con la comida, comer mejor.

— ¿Nunca dijiste “tengo un atracón”?

— No.

— ¿Y nunca el nutricionista te preguntó si sufrías algún trastorno de alimentación?

— No, no. Mi experiencia y la de mucha gente que hoy acompaño es que va al nutricionista y el nutricionista está como muy cerrado en lo que estudió, en las calorías, en las proteínas, en los carbohidratos, en bajar de peso y en armarte esa planilla tan bonita que te dicen qué comer al mediodía, qué comer a la noche, pero nada más, en ningún momento me preguntaron si me pasaba algo. No está mal ir a un nutricionista, pero cuando uno tiene un trastorno que tiene que ver con la alimentación y con la parte emocional es importante ir a un lugar en donde te atienda una persona que te entienda, que tenga esa empatía y sea consciente de lo que el otro está viviendo. Tienen que tener desarrollada esa parte de no mandar a dejar de comer harina y azúcar a una persona que tiene un trastorno de ansiedad y que tiene atracones.

— En los 20 años de atracones, ¿se lo contaste a alguien, a un amigo, a tu mamá?

— No. El atracón se vive en silencio completamente, es un trastorno, un trastorno alimenticio, como puede ser la bulimia o la anorexia, pero en este trastorno vos no estás induciendo un vómito o haciendo algo que puede llegar a notarse, se nota en que capaz que estás más gordito, pero no es algo que quizás alarme.

— En la actualidad, ¿cuál es tu estado civil? digamos ¿estás en pareja?

— Hoy estoy en pareja, pero esos 20 años he estado en diferentes parejas, y solo.

— ¿Qué es lo más difícil de ocultar de los atracones?

— Una de las cosas que más me cuesta es que a veces, como es algo que tenés que hacer solo y ocultarlo, quizás terminaste un atracón, volvió tu pareja y te dice: “¿comemos algo?” y, como tenés que ocultarlo, volvés a comer y seguís comiendo, y ya está llena la panza.

— ¿No podías decir “no, gracias, no tengo hambre”?

— Yo creo que sí podría haberlo dicho, pero yo sentía que eso me iba a delatar porque tenía que dar explicaciones, si no comiste nada en todo el día o no te vi comer por qué no tenés hambre. Entonces uno tiene que empezar a justificar y dar explicaciones, entonces es más fácil mantener todo oculto.

El atracón se vive en silencio completamente.

— ¿Cuándo decidiste contarlo?

— Hace unos cinco años, a mi pareja actual, cuando tuve mi último atracón, cuando fui a la panadería y comí en la plaza. Ahí me di cuenta de que no podía seguir viviendo solo con eso, que necesitaba contárselo a alguien para que sepa realmente lo que me estaba pasando.

— ¿Y? ¿Cómo lo tomó tu pareja? ¿Cómo se lo contaste?

— Paula es una genia…

Le dije que tenía que hablar de algo, yo creo que ella pensó que yo me quería separar u otra cosa. Le dije que tenía que hablar de algo, que era muy serio, que era algo que a mí me daba mucha vergüenza decir, que no sabía cómo decirlo, que se lo iba a decir como me saliera y ahí veíamos qué pasaba. Y ahí le dije que tenía atracones, que me pasaba que de golpe me encerraba a comer muchísima comida y que no sabía cómo lidiar con eso y que necesitaba ayuda.

— ¿Pediste ayuda?

— Sí, principalmente alguien que me escuche.

— ¿Y después de esa charla?

— Esa charla a mí me sirvió muchísimo, ahí entendí lo que decía antes, entendí que realmente necesitaba dulzura y comprensión.

— ¿Se lo contaste a mamá?

— A mi mamá nunca se lo conté… se va a enterar seguramente. Lo he hablado de alguna manera pero creo que nunca se lo conté así como se lo conté a mi pareja.

— Nunca lo charlaron.

— Nunca lo charlamos tan directamente. También ahí, un poco con mi mamá, lo que fui entendiendo con el tiempo que, además de lo que había pasado con mi papá, mi madre toda su vida había estado obsesionada con bajar de peso, toda su vida estuvo con miles de dietas y con muchas restricciones. Yo la amo, mi mamá es una mujer increíble, pero esa obsesión la ha llevado también a, de alguna manera, contagiar a sus hijos de eso de:”no podés comer esta comida”, “cuidate”, “estás muy flaquito”.

Gustavo junto a su mamá Leonor, a los 4 años.

— Gustavo, ¿por qué querías ser flaco?

— Yo quería ser flaco para ser feliz.

— ¿Cómo?

— Tenía la falsa idea de que si era flaco iba a ser feliz;que eso era lo que yo necesitaba para ser feliz.

“Yo quería ser flaco para ser felíz”

— ¿Por qué pensabas eso?

— Y yo creo que un poco por la herencia cultural, social, también por esto que te contaba de mi mamá, que creía que a través de ser flaco uno es más aceptado. Yo adelgazo 20 kilos y todo el mundo me dice “qué lindo que estás, se te ve muy bien, estás radiante”, pero cuando tenés 20 kilos de más nadie te dice nada o te dicen “estás gordito”, entonces de alguna manera es como si uno no se sintiera aceptado del todo.

— ¿Qué fue lo más loco que hiciste o lo más irracional para bajar de peso?

— He hecho varios ayunos de jugos de un mes, por ejemplo.

— ¿Por ejemplo?

— Sólo tomar jugos por 30 días.

— ¿Y cómo te sentías? ¿cómo hacías con tu vida social?

— Sí, o no iba directamente, ese mes no salí a ningún lado, estaba encerrado tomando jugos.

— El día 31 termina el ayuno de jugos, ¿y, qué pasaba?

—El día 31 me di un atracón inmenso, inmenso. Durante los 30 días parecía que todo estaba bien y que yo podía seguir toda mi vida así.

— Durante el periodo de ayuno ¿cuál era tu propósito o motivación diaria?

— En ese momento yo tenía mucha energía, me sentía muy bien, es como que mientras uno está en una restricción, en una dieta, en un ayuno, en el momento te sentís bien, pero llega un punto que a veces es insostenible porque sucede algo emocional que te saca y te requiere, el cuerpo te empieza a pedir comer, y es ahí donde empieza el infierno.

— ¿Qué es el infierno?

— Y el infierno es estar desde que te levantás hasta que te acostás pensando “esto engorda, esto no engorda, esto lo puedo comer, esto no lo puedo comer, si como esto voy a querer comer esto”. Es el infierno de estar todo el día obsesionado con la comida, es un estrés grandísimo.

Gustavo Rodriguez: “El cuerpo te empieza a pedir comer, y es ahí donde empieza el infierno”.

— ¿Y ese infierno hoy es pasado?

— Sí, sí. Es pasado en el sentido de que yo nunca más me di un atracón, pero constantemente tengo que estar vigilante de mis pensamientos, de mis emociones, para no caer de vuelta en uno.

— Saliste del infierno y empezaste a utilizar tus redes para compartir tu experiencia personal. ¿Con que respuesta te encontraste de la gente?

— Y explotó. Lo primero que pasó es que me di cuenta de que no era el único, porque yo creí que lo era, el único en el mundo. Y cuando hice mis primeros videos me di cuenta de que me decían: “A mí me pasa eso, a mí me pasa eso”; dije “bueno, acá hay algo importante y evidentemente nadie está hablando de esto”.

— ¿Qué perdiste por los atracones?

Principalmente paz. Creo que el estrés que vivía diariamente me impidió ser más eficiente en muchas otras áreas: en el trabajo, no es que perdí personas o ese tipo de cosas, pero sí creo que perdí mucho tiempo, mucho tiempo de poder disfrutar mi vida. Porque estar 24 horas pensando en que vas a tener una conducta que te puede traer consecuencias es muy duro.

— Dijiste mucho estrés, ¿qué era lo que más estrés te daba?

— Estar todo el día pensando en comida, todo el día. Incluso estaba feliz y quería comer, estaba triste quería comer, cualquier tipo de emoción que yo sintiera lo primero que venía a la cabeza era “necesito comer”. Entonces me escapaba, me escapaba para comer.

— ¿Qué fue lo peor que te pasó con el atracón? ¿Nunca tuviste miedo de morirte?

— No de morirme, pero creo que a raíz de lo que le pasó a mi papá, del suicidio de mi papá, muchas veces he intentado comer para no suicidarme, nunca he llegado al acto de decir “voy a hacerlo”, pero creo que muchas veces es esto de decir: “Voy a calmarme comiendo lo más que pueda para no tener ese tipo de pensamientos y no llevarlo a cabo”.

Durante muchos años el refugio de la comida me sirvió para no profundizar en el dolor que realmente tenía, el vacío que tenía, porque también cuando una persona se suicida vos te sentís culpable de eso aunque no tengas nada que ver…

— ¿Se supera el suicidio de un familiar cercano y lo de los atracones?

— Yo creo que sí. No sé si se supera la muerte en sí, se aprende a vivir. A mí me llevó unos 15 años abrir la puerta del suicidio de mi papá. De los 20 años de atracones, 15 estuvo lo de mi papá medio encapsulado, obviamente que hablaba de mi papá, yo a todo el mundo le contaba, pero como “mi papá se suicidó, yo estoy bien” y en realidad no estaba bien por dentro. Entonces creo que se supera en el sentido de que,siempre y cuando, vos puedas abrirte emocionalmente a lo que realmente está pasando adentro tuyo. Igual que los atracones, en la medida en que yo pude expresar lo que sentía y lo que me pasaba fue ahí también donde pude abrirme a decir: “Me están viniendo ganas de un atracón ¿qué es lo que realmente estoy necesitando?”.

He intentado comer para no suicidarme.

— Cuando te vienen ganas de un atracón ¿qué haces? ¿tenés algún mecanismo ya establecido?

— Intento salir del patrón, porque es tan automático, es como que yo de golpe me encuentro que estoy abriendo la alacena para agarrar una galletita, pero hoy tengo la herramienta para decir “¿por qué tengo esta galletita?”. A veces te la querés llevar a la boca.

— ¿Y qué haces?

— Es algo que reflexiono y me pregunto “¿qué es lo que realmente estoy necesitando?”, porque cuando vos tenés atracones todos los días es automático. Si tenés estrés todos los días o tenés una conducta todos los días es algo que no te cuestionás, porque es tu estilo de vida; y es ahí donde quizás digo “bueno, pero entonces “¿qué es lo que necesito?”. Normalmente es un abrazo, normalmente es salir a caminar un rato, meditar, hacer algún ejercicio de respiración, llamar a algún amigo, reír un rato, normalmente se resuelve de esa manera, pasa que no somos conscientes de que podemos a través de eso. En el momento tu cabeza sólo quiere comer.

Es que la comida es como una pastilla emocional. Es tanto el dolor emocional que tenés, que necesitás calmarlo con algo,

— ¿Qué te gustaría decirles a todas aquellas personas que hoy están sufriendo de atracones en silencio?

— Decirles que el primer paso es dejar de culparse, dejar de creer que vos tenés la culpa por eso, es entender que hay un mecanismo dentro de tu cerebro que te lleva a eso para protegerte, el primer paso es eso: dejar de culparte. El segundo paso es intentar buscar a algún, puede ser un profesional o puede ser una persona de confianza al que puedas decirle “necesito que hablemos esto, que no te rías, que me escuches con atención y que no quieras opinar nada, solamente escucharme.

“La comida es como una pastilla emocional”

— ¿Por qué pensás que la gente se puede llegar a reír?

— Porque todas las personas comen mucho. Vos vas a un cumpleaños y ves a la gente comiendo rápido, comiendo mucho, entonces no parece que lo tuyo fuera algo grave, eso da más culpa, decís “bueno, hay gente que le está pasando de todo, que se droga, que le pasan cosas muy graves y yo solamente como un montón”, entonces parece que no pasa nada, pero realmente es gravísimo. Para mí está al nivel de cualquier consumo de droga o de cualquier sustancia.

— Para terminar, ¿qué significa hoy la comida para vos?

— Es un momento de placer, de disfrute. Antes era una condena, eran unas pastillas para calmarme, hoy la comida es placer, hoy puedo disfrutar de comer absolutamente lo que quiera y no me castigo, no me lo cuestiono, simplemente lo disfruto.

La entrevista completa:

* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com

Fotos de la entrevista: Maximiliano Luna