Realidades es el nuevo ciclo de Infobae. Es un intento por visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza, inseguridad y prejuicios.
En este capítulo hablaremos de las fobias. ¿Qué son? ¿Cómo se tratan? ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Se puede morir por una fobia? ¿Cuál es la fobia de moda? ¿Son peligrosas? ¿Cuál es la diferencia entre fobia y miedo?
Para ello, entrevistamos al actual presidente de la Fundación Fobia Club, Gustavo Bustamante, quien ya lleva 10 años en ese cargo, pero que hace 27, de la mano de su ex presidente, el Dr. Oscar Carrión, crearon esta institución con el objetivo de dar información sobre esta patología y especialmente brindar tratamientos de calidad.
En una charla distendida en Realidades, Bustamante responde a todo y afirma con preocupación: “Las fobias siguen siendo olvidadas. La gente no las atiende porque demanda que el profesional tenga que salir del consultorio”.
En el actual contexto del país, relaciona a la incertidumbre con la ansiedad y sus consecuencias, sentenciando, como decía un colega: “La gente, a veces, no se muere se deja morir.”
¿Se curan las fobias?
La respuesta en Realidades
—¿Quién sos?
— Soy Gustavo Bustamante, presidente de la Fundación Fobia Club, psicólogo clínico, hace más de 25 años. Me dedico a los trastornos de ansiedad y pertenezco, también, a un par de asociaciones de ansiedad, sexualidad y demás.
— ¿Qué son las fobias?
— La fobia es un miedo irracional, desmedido, desproporcionado, que puede ser a un objeto, una situación, un animal...
— ¿Cuál es la diferencia entre fobia y miedo entonces?
— La fobia es irracional, el miedo es racional, es adaptativo. Tenemos miedo frente a un estímulo que nos genera riesgo, una amenaza real, ahora, cuando salimos corriendo porque vemos un insecto seguramente estamos teniendo miedo desmedido.
— Decís: “Salimos corriendo porque vemos un insecto”. ¿Hay gente que le teme a un insecto?
— Sí, a la cucaracha, a una pequeña araña. Sienten miedo, asco, rechazo, reaccionan desmedidamente, horror, terror, y necesitan evitarlo.
Pero puede pasar con un insecto como con un animal doméstico, también puede aparecer con una situación: en un ascensor, un auto, volar en avión; bueno, son muchas las posibilidades de desarrollar una fobia.
— ¿Cómo te das cuenta que tenés fobia?
— En general la persona se da cuenta porque dice: “No, la verdad nadie reacciona como yo, pierdo el control, se escapa de mis manos, siento que entorpezco, no puedo resolver las cosas, siento síntomas físicos muy desagradables, me ahogo, me asfixio, me quiero bajar del ascensor, me quiero bajar del avión, no lo tolero”.
— ¿Uno se puede morir por tener fobia?
— No se muere directamente por la fobia en si, aunque tiene consecuencias. Hay personas que tienen accidentes porque tienen una crisis en el auto manejando, porque se bajan a la calle porque ven un perro y quieren salir corriendo, porque se le sube mucho la presión, o sea, sí que puede tener consecuencias mortales un cuadro fóbico.
— Cuando llega un paciente a verte, ¿qué es lo que te pide? ¿cuál es el común denominador de todos?
— Me pide que le devolvamos un poco de calidad de vida porque han perdido muchísima en su funcionamiento. Hay gente que deja de trabajar, deja de salir, deja de estar con amigos, deja de buscar objetivos nuevos.
— En lo personal, ¿cuál fue la fobia que más te impactó, la que, como médico, dijiste “ah, mirá esto, no sabía”?
— Bueno, la realidad es que todos los cuadros te impactan, porque todos pierden mucha calidad de vida, pero hay personas que pasaron 40 años encerradas en su casa y vienen de la mano de un familiar que les busca ayuda.
Me pasó con una mujer que vino promediando los 40 años y había pasado más de 25, hasta se había casado con el vecino, haciendo toda su vida social en la cuadra, iba solamente al supermercado de la esquina acompañada y no salía ni siquiera a los turnos de los profesionales.
— ¿Y cuál sería el nombre de esa fobia?
— Es agorafobia, es el miedo a salir. En general tienen miedo a salir a la calle o a un supermercado, a un lugar público, a un transporte público, por miedo a que les ocurra una crisis de pánico y que no puedan escapar de la situación.
— ¿Cómo llegó la paciente a vos?
— Vino con el marido, que había sido el vecino, y el él era muy consciente de que estaban limitados, de que no podía ir al colegio con los chicos, que no podía dejarla sola, que a veces él se tenía que volver corriendo de un partido de fútbol porque ella no se sentía cómoda y segura, porque necesitaba asistencia permanente. Buscó ayuda él porque sentía que eso no era normal.
— ¿Se curan las fobias?
— Las fobias se rehabilitan, o sea, el desempeño de una persona puede ser totalmente normal, pero tiene que ser consciente de que tiene que seguir entrenando para que esa habilidad, esa sensibilidad que tiene no vuelva a reaparecer.
— Si hacemos un listado de las fobias más comunes hoy en Argentina, ¿cuál serían los cinco primeros puestos?
— El primer puesto siempre se lo lleva la claustrofobia, la gente tiene miedo al encierro, ya sea en el ascensor, en el tomógrafo, en el avión; otro muy importante tiene que ver con el miedo a vomitar, que hay mucha gente que no lo manifiesta, no lo cuenta, pero son muchas las personas que tienen miedo a vomitar, personas que andan tomando medicamentos, que evitan alimentos, que no quieren tragar alimentos sólidos, se hacen papillas, batidos, cosas para sostenerse; también está el miedo a manejar: la amaxofobia, el miedo a manejar un auto, andar en autopistas, en rutas; la agorafobia, el no poder salir, no poder transitar por la calle, no poder quedarse en el supermercado, no poder estar en un lugar alejado de su hogar; también el miedo a sacarse sangre, miedo a las inyecciones, a las vacunas, que lo hemos visto con el tema de la pandemia, muchísimas personas que no se quisieron vacunar por ese temor. Esos serían algunos miedos generales y, como siempre, el miedo a los animales, los animales domésticos, silvestres, que hacen que permanentemente las personas tengan angustias cuando se los enfrentan.
— ¿Y los miedos a los elementos? Por ejemplo, una vecina mía dice “me dan miedo los botones”, ¿cómo te dan miedo los botones?
— Bueno, hay personas que tienen fobia a los botones, por ejemplo, ellos dicen que es irracional y es obvio que es irracional porque el botón no se mueve por sí mismo, no tiene ningún riesgo, pero probablemente a lo largo de la historia personal han tenido un alerta, una amenaza, miedo al atragantamiento, un padre al que le preocupó mucho el tema de los botones, le generó alguna situación de asco, rechazo.
— ¿Miedo al atragantamiento? Explicame eso.
— Sí, porque muchos padres en algún momento dicen “los chicos se ponen los botones en la boca y pueden tragárselo”, y están siempre preocupados, alarmados y atentos a eso que, por ahí, es poco frecuente. Pero hay muchos pacientes que tienen fobia a los botones.
— ¿Llegan y te dicen: “Doctor, me da miedo un botón”?
— Sí. “No lo puedo ver, no lo tolero, me da asco”…
— En el caso de ese paciente, ¿cómo sale a la calle, habiendo un montón de botones en la ropa de la gente?
— Evita, y cuando tiene contacto trata de no hacer contacto visual sobre eso. He tenido un paciente que me dijo: “Fui a la casa de una chica que invité a salir, que la conocí por las aplicaciones, llegué a la casa para pasarla a buscar para ir a tomar algo, cuando salió tenía una camisa y la camisa tenía botones, así que le dije ‘mejor no, lo dejamos para otro día, mi mamá está enferma’”. Busca una excusa ¿por qué? Porque la mayoría de las fobias se ocultan, porque sienten el rechazo público, rechazo social, siente vergüenza porque a la sociedad le cuesta aceptarlo y al paciente admitirlo.
— Cuando uno tiene determinada fobia que altera su vida, ¿no habría que contarla?
— Muchas veces habría que tratarlo más que decirlo y demás, pero muchas veces hay personas que ni siquiera su grupo familiar conoce su fobia, o a veces no ha sido tampoco tratado, ha sido subdiagnosticado, hay personas que dicen “hace diez años que estoy en tratamiento y este tema no lo traté nunca”.
— ¿Por qué no lo tratan?
— No lo tratan porque no le pareció pertinente al profesional, porque el paciente no lo puso como una prioridad, pero en el desempeño, en la vida social, en la vida pública está siempre afectado. Personas que, por ejemplo, tienen fobia a volar en avión, que no pueden viajar ni por trabajo, ni por placer, ni por salud, porque muchas veces hay gente que tiene que viajar por un tratamiento, muchas veces no se lo cuentan a nadie porque les da vergüenza. Y me ha pasado con un gerente de un banco que él rechazaba los ascensos y demás porque sabía que eso lo obligaba a tener que volar regionalmente y él evitaba volar.
Y tomó un puesto con la excusa de que en cualquier momento podía dejarlo porque tenía un familiar enfermo, entonces iba a probar, pero en realidad él iba a probar si realmente aguantaba un vuelo en avión.
“La mayoría de las fobias se ocultan por rechazo público, social y vergüenza”
— Como profesional y como psicólogo, si tuvieras que poner un caso en una charla magistral, ¿qué caso sería?
— Me impactan siempre los casos que tienen que ver con un desarrollo infantil, con cuestiones de traumas, de abuso, cuestiones que han ido apareciendo sintomáticamente en un momento de la vida pero que se relacionan con la historia personal, porque la mayoría de nuestros pacientes tienen una historia personal que sostiene muchas de estas fobias.
He tenido pacientes que una vez que se recuperaron, a los 70 años, no pararon de viajar y que me mandan postales o fotos viajando por el mundo, y para nosotros es un orgullo, una alegría profunda.
— ¿Se puede salir, entonces?
— Sí, sí. En general tiene muy buen pronóstico. Hay que hacer las cosas bien.
— ¿Qué es hacer las cosas bien?
— Bueno, los tratamientos requieren, a veces, tres pasos: primero, un buen diagnóstico para ver si es una fobia o no; segundo, un tratamiento que incluya exposiciones, nosotros llevamos a los pacientes a situaciones de exposición, los hacemos afrontar, confrontar con las situaciones que temen, vamos buscando habilidades, vamos trabajando diferentes tips y formas para que el paciente vaya confrontando desde un lugar seguro; y, por último, estar muy atento y pendiente a las recaídas porque pueden ser muy frecuentes.
— ¿Qué es una gran recaída?
— Por ejemplo un paciente que se acostumbra a volar en avión y de repente dice “me voy a vivir al campo” y durante cuatro o cinco años se queda en el campo, no vuela más y viene un día con la idea de que quiere irse de vacaciones y no se puede subir al avión; a ese paciente nosotros le recomendamos que por más de que esté en el campo, que esté disfrutando, no se olvide de su tendencia fóbica y que vuelva de vez en cuando a viajar en avión como un método preventivo para sostener su bienestar.
“La gente, a veces, no se muere se deja morir.”
— ¿Existe la fobia al sexo?
— Sí, hay muchas fobias sexuales. Hay fobias que tienen que ver con el temor al dolor, el temor al contacto, el rechazo a los olores, el rechazo a determinadas formas, a personas, a situaciones, a los genitales.
— ¿A los genitales?
— Sí, dentro de la fobia a los genitales es el ver genitales, en general uno dice “en realidad no les gusta el sexo”, no. El sexo les interesa, tienen intencionalidad sexual pero cuando tienen que afrontar lo hacen con mucho temor y a veces con horror, por eso existe el vaginismo, existen diferentes patologías que van apareciendo en función de este terror sexual.
— ¿Qué es “terror sexual”? ¿Miedo a qué?
— A veces la ansiedad tiene que ver con el desempeño, hay muchos pacientes que tienen ansiedad sexual porque tienen miedo. El varón, por el tema del cumplimiento, el tema de la eyaculación precoz, el tema de la disfunción eréctil. Lo mismo para las mujeres, esto de voy a poder sostener, voy a poder lograr un orgasmo, voy a ser hábil, no voy a ser hábil, cuestiones que tienen que ver con cómo van a ser evaluados. Pero muchas veces ni siquiera llegan al acto sexual porque tiene dismorfia corporal y entonces no se pueden desnudar, no toleran la mirada del otro cuando están desnudos, no toleran el contacto con el otro, siempre deseándolo y consintiéndolo. Pero no son hábiles y sienten terror, y eso los tiene en alerta.
— Te escucho y siento que la persona que tiene fobia vive en un alerta constante por las dudas, ¿cómo se vive un día a día y cómo se desactiva esa alerta?
— Los pacientes dicen “me saqué el casco de la cabeza”; “tenía un casco, un peso, una cosa que me frenaba, que no me dejaba ni escuchar, ni mirar, ni sentirme relajado porque siempre estoy a la defensiva”, entonces a partir de ahí realiza mecanismos compensatorios, dice “bueno, como me da miedo ir solo, voy a llamar a mi vecino para que me acompañe”, “como me da miedo subir al ascensor voy por la escalera”, y siempre está compensando, haciendo un montón de estrategias compensatorias, que tarda el doble, gasta el triple, hace un montón de cosas que son innecesarias.
— Mencionaste la palabra “gastos”, ¿es muy caro rehabilitarse?
— No tanto, pensando en la calidad de vida no es caro, pero la realidad es que tiene un costo porque la mayoría de las veces requiere tratamientos más artesanales, más idiosincráticos, cuando uno dice “tiene fobia a los perros”, bueno, hay que trabajar con un perro en un lugar disponible, con un perro que esté amaestrado, con cosas que ayudan a que ese paciente sienta la seguridad inicial para después rehabilitarse en todo contexto.
“Hay muchas fobias sexuales y hasta existe el ‘terror sexual’”
— ¿Cuál es la fobia del 2024? La última fobia, la de estos tiempos.
— Hay mucha gente que está preocupada por la tecnología, la Inteligencia Artificial, el perder el puesto de trabajo, el perderse algo, perder el celular, estar desconectado, no tener señal, no tener carga. Hay mucha gente que pasa horas preocupada por eso y viven una alerta que realmente es incómoda.
— Hablaste del celular, por ejemplo yo me olvido el celular en algún lugar de mi casa y cuando no lo encuentro me agarra desesperación, ¿quiere decir que tengo fobia a la tecnología?
— Bueno, vos sos periodista y podríamos pensar que tenés como una distorsión, un defecto profesional, porque vos necesitás estar siempre informada, pero sí depende el nivel de consecuencias que genere en tu calidad de vida, habría que medirlo, habría que medir cuánto te preocupa eso. En realidad tiene que ver con lo que nosotros tenemos que hacer, el desgaste que nos genera una conducta que no es necesaria, porque si vos estás en tu casa y dejaste el celular en tu casa va a estar ahí, va a aparecer, y nuestra vida real no depende del celular. Las amenazas básicas a las que tenemos que enfrentarnos son: si aparece un león, si aparece un arma de fuego, estas no se solucionan con un celular, se solucionan saliendo, teniendo buena destreza física, teniendo algún elemento defensivo como un palo, pero no se soluciona con el celular, entonces muchas veces le ponemos la seguridad a objetos, situaciones, personas, elementos, que no son la verdadera solución de nuestro conflicto inmediato.
Mucha gente se ha quedado con la creencia de ser obsoleto porque no pueden acostumbrarse a manejar la tecnología. Hay muchas personas que están en un determinado rango de edad que empiezan a pensar que sus trabajos podrían ser, de alguna manera, no necesarios y les costaría mucho entrar en otro tipo de trabajo donde estén más vinculados o a la programación o a cuestiones que tienen que ver más con la tecnología, y se encuentran preocupados.
Hay algunas personas que directamente sienten que es inmediato, que mañana los van a despedir, y eso es casi imposible porque el avance tecnológico, si bien va rápido, no es tan fácil en ningún contexto.
Por otro lado, nuestra idea es que siempre el paciente encuentre otros recursos y, como decimos, encuentre una alternativa.
Para mí la enfermedad es no tener alternativas, cuando una persona dice “me quedo en este vínculo porque a pesar de que me pegan tengo a alguien”, eso es creer que no tiene alternativa y eso es lo patológico.
— Tu teléfono ¿está habilitado para todos tus pacientes a cualquier hora?
— No. En los teléfonos uno tiene grados de urgencias, yo lo hablo con mis pacientes, las urgencias psicológicas lo primero que les decimos es que hay una derivación a un centro médico cercano, un centro de urgencia…
— Pero ¿un llamado de un fóbico?
— Y a un fóbico por ahí lo atiendo, por ahí le digo “¿Qué pasó?”, y por ahí me dice “estoy encerrado en el ascensor”, y bueno, vamos a trabajar un poquito, a ver qué hiciste, vamos a hacer los recursos básicos; primero, vamos a llamar a que nos vengan a sacar del ascensor, todos los ascensores tienen un sticker con el teléfono del emergencia, a ese teléfono hay que llamar, después hay que gritar fuerte porque alguien en el edificio te va a ayudar.
“Mucha gente está preocupada por la tecnología, la Inteligencia Artificial, perder el puesto de trabajo y perder el celular”
— Hablaste de ansiedad ¿cómo está la ansiedad hoy en la Argentina?
— Vivimos un momento de mucha incertidumbre y eso produce mucha ansiedad. Tenemos muchas personas que están muy afectadas por esta ansiedad. Yo creo que como toda crisis social, política, económica, como nos pasó en el 2001, nos genera un degaste porque ¿qué produce? Produce mucho estrés, al sentirnos tan amenazados estamos en alerta permanente, pero el estrés nos demanda mucha energía, claro que al principio la podemos sostener pero después nos agotamos, y cuando te agotás empieza el conflicto. Ahí empiezan las alteraciones en el sueño, alteraciones en el peso, alteraciones en el estado de ánimo, alteraciones en los vínculos, alteraciones en cuestiones vitrales, como ir a un control médico, bueno, la gente a veces, como decía un colega: no se muere, se deja morir.
— ¿Tenés alguna fobia?
— Creo que de momento no. Pero sí he tenido miedo al agua y he trabajado sobre eso, he aprendido a nadar y me he defendido, y hoy donde veo un charquito de agua me meto porque es un entrenamiento para mí.
— ¿Te acordás cómo eran las fobias en ese momento y como son las fobias hoy?
— Sí, me acuerdo. En aquel momento hablábamos de ataques de pánico, de crisis de pánico, nadie conocía, nadie hablaba, era como bastante novedoso para la Argentina, para el mundo, casi, hablar de fobias. Hoy yo diría que se habla menos, si bien se habla mucho de las crisis de pánico, hoy muchos llegan autodiagnosticados, con un tratamiento inicial, a veces están mal tratados y por eso vienen a nuestro centro, porque no encontraron la solución, pero tuvieron por lo menos un parche, una solución de emergencia. Pero las fobias siguen siendo olvidadas. A las fobias la gente no las atiende tanto porque demanda que el profesional a veces tenga que salir del consultorio, tenga que manejar otras habilidades, tenga que tener cierto estilo, que tenga que animarse también, porque muchas de las sesiones las hacemos en la calle.
— ¿Son peligrosas las fobias hoy?
— Van a ser peligrosas en la medida que no se traten, porque cada vez necesitamos más desempañarnos en múltiples tareas. Hoy una persona podría decir “puedo vivir en una casa y no necesito subirme a un ascensor”; sí, pero vas a tener que ir a un centro médico, a un organismo del Estado, que vas a tener que subir a un ascensor, porque a veces hay muchos de estos lugares que, por seguridad, la única puerta de acceso es el ascensor.
— Hay que estar atentos a las fobias entonces.
— Muy atentos porque la fobia, yo no diría que es un tsunami porque no viene así tan violento, pero sí es una sudestada, va subiendo el agua de a poco, de a poco, de a poco, y cuando te querés acordar tenés los pies en el agua y es importante entenderlo, porque te empieza a limitar y vas perdiendo progresivamente muchas áreas de tu vida.
— Para finalizar, ¿qué le decimos a la gente que tiene fobia y que todavía no se anima a enfrentarla?
— Que es fundamental que entienda que hay esperanza, que de esto se sale, que realmente hay posibilidades. Muy difícil es que una fobia no tenga solución. Hay casos crónicos, hay otros casos que tienen otras complejidades, pero la fobia por sí misma tiene solución.
Mirá la entrevista completa:
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