Las fotos en blanco y negro que tapizan la pared del primer piso del Espacio de Arte de la AMIA extienden una escenografía inquietante, que ocultó el horror de las torturas y las desapariciones durante la dictadura. Edificios opacos, oficinas grises, pequeñas habitaciones y agujeros en el suelo que fueron cárceles clandestinas. Son el núcleo central, el magma que enciende la muestra “Evidencias”, compuesta por 176 imágenes que captó el fotógrafo Enrique Shore, de las que 83 fueron tomadas cuando trabajó para la CONADEP hace 40 años. El impresionante catálogo, cuya curaduría llevó adelante Elio Kapszuk (director de Arte y Producción de AMIA), se podrá ver desde este jueves 25 de abril a las 18 hs. en Pasteur 633. Pero la primera fotografía que aparece, la que abre ese tramos de los cuatro recorridos visuales de la muestra, produce un contraste brutal con el resto. Explota de colores y muestra la sonrisa pura de una adolescente, con los pelos al viento y un río marrón detrás. Impacta tanto como la historia de esa chica. Enrique tiene 67 años, y sus ojos todavía se llenan de lágrimas cuando la nombra: Franca Jarach. Era su novia, y fue desaparecida el 25 de junio de 1976 a los 18 años. “Muchos años después nos enteramos que estuvo en la ESMA y la arrojaron al río de la Plata en un vuelo de la muerte”, relata emocionado.
Enrique y Franca se conocieron en el Colegio Nacional de Buenos Aires. “Esa foto que yo le tomé en el Tigre es mi dedicatoria a ella en esta muestra. Yo soy un poquito mayor, estuvimos de novios dos años. Franca era la abanderada, le habían dado la medalla de oro. Era como todos en ese momento, jóvenes estudiantes progresistas, que no estábamos contentos con muchas cosas que pasaban en el mundo. Tenía un compromiso político contra los sectores reaccionarios de la sociedad. Pero no era una terrorista ni nada parecido. Era una chica de 18 años. Y un día desapareció. Eso marcó, de alguna manera, mi propio compromiso”.
La CONADEP
Shore, hoy de 67 años, hizo sus primeros trabajos como reportero gráfico durante el Mundial 78 para la agencia SIGLA. Cuando se jugó la final, cubrió los festejos. Mientras todo el país cantaba y sonreía, él lloraba. Hacía click y lloraba. Aquel partido contra Holanda se jugó un 25 de junio. Exactamente dos años después que arrancaron a Franca de su vida. Aunque nunca de su memoria.
Luego trabajó en Diario Popular, consiguió una beca de la Sociedad Interamericana de Prensa y viajó a los Estados Unidos para estudiar fotoperiodismo en la Universidad de Missouri. A su regreso a la Argentina fue fotógrafo freelance para la agencia Woodfin Camp de Nueva York. Sus trabajos se publicaron en las revistas Time, Newsweek y Fortune, y el periódico New York Times.
En enero de 1984 atendió el teléfono. El ofrecimiento que recibió lo conmovió. Era Raúl Aragón, que había sido rector del Nacional Buenos Aires. El mismo que le había dado la medalla de oro a Franca. “Él sabía perfectamente nuestra historia, y cuando lo nombraron Secretario de Procedimientos de la CONADEP, se dio cuenta que iba a necesitar un fotógrafo. Y me llamó porque me conocía, porque me tenía confianza. Era una responsabilidad impresionante. Yo dije que sí de inmediato, sin pensarlo y sin darme cuenta exactamente de dónde me estaba metiendo. Apenas había asumido Alfonsín y los militares todavía tenían un poder importante”.
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) fue creada el 15 de diciembre de 1983, a pocos días de comenzar el gobierno de Raúl Alfonsín, para investigar las violaciones de derechos humanos y la desaparición de personas de los oscuros años de la dictadura. La presidió el escritor Ernesto Sábato, reunió miles de testimonios de víctimas de la represión y su tarea produjo el informe conocido como “Nunca más”, que se utilizó como prueba en el Juicio a las Juntas Militares en 1985. Entre otros, participaron Graciela Fernandez Meijide, Magdalena Ruiz Guiñazú, Eduardo Rabossi, Santiago López, René Favaloro, Gregorio Klimovsky, Hilario Fernández Long, Monseñor Jaime de Nevares, Hugo Piucill, Horacio Huarte, Daniel Salvador, Ricardo Colombres, Leopoldo Silgueira, Raúl Aragón, Obispo Carlos Gattinoni, Susana de la Arena, Alberto Mansur y Carlos Ocampo.
La emoción detrás de la imagen
Detrás de cada una de las imágenes de la muestra hay una historia. Enrique elige una. Las fotografías no son enormes. La idea es que cada visitante debe romper el espacio y acercarse a la imagen. En la que escoge el fotógrafo se ve un lugar estrecho y oscuro en el Pozo de Quilmes. En primer plano se ven las dos manos de una misma persona. Una sostiene un cigarrillo. La otra un encendedor. “¿Leés?”, pregunta. Habrá que acercarse más. Sobre la pared, talladas para convertirse en en testimonio, hay tres palabras: “Dios mío ayudame”. La mano que las ilumina son las de Alberto Maly, sobreviviente de ese centro de detención, que falleció en 2006. Los ojos de Enrique se vuelven a llenar de lágrimas. “Es, lejos, la foto que más me emociona. Fuimos con la CONADEP y al entrar a la celda donde él estuvo como prisionero clandestino, que es oscura, sin luz, pequeña, como un agujero negro, se apoyó en una pared, encendió el mechero, buscó la pared opuesta y aunque habían pintado encima, encontró el relieve, lo que él escribió con una piedrita. Nos pusimos todos a llorar. Eso se incorporó al legajo de la CONADEP y al resultado de ese trabajo, que fueron los Juicios a las Juntas”.
La primera vez que Aragón lo llamó para trabajar, recuerda Shore, “me pidió mi dirección para mandarme un auto. Y apareció un Falcon Verde con dos policías para llevarme al Olimpo. Claro, eran los choferes que había. Imaginate el shock mío”.
Entonces, Enrique Shore tenía una cámara Nikon FM, usaba un flash Vivitar y un gran angular de 18 milímetros, “que permitía controlar el tema de la distorsión”. Ese fue su equipo para tomar las fotografías. Que no fueron demasiadas, tampoco. “Eran fotos enfocadas manualmente, nunca sacadas en una secuencia ni mucho menos. En total fueron, no sé, dos mil y pico de fotos con rollos de 36″.
-¿Cómo eran los procedimientos?
-Iba con gente de CONADEP y con los testigos. Se hacía una inspección ocular que servía para verificar lo que habían declarado los testigos que se habían acercado a Conadep. Uno decía ‘a mi me tuvieron secuestrado en tal lugar’ y hacía una serie de descripciones físicas, como bajar una escalera, o tener una ventana a la derecha. Ese tipo de cosas que constituyeron pruebas legales, la constatación de las evidencias.
-¿Podían trabajar tranquilos en esos lugares?
-Depende. En general, en los que eran de las Fuerzas Armadas la tensión era tremenda. Por ejemplo, en la ESMA fuimos con Magdalena Ruiz Guiñazú, Eduardo Rabossi y el diputado Santiago López. Nos recibían los marinos con una actitud claramente intimidatoria. Yo, después, encontré un cuadernito donde apuntaba algunas impresiones. Había cosas que no recordaba. Los marinos tenían un fotógrafo, alguien de video, otro que tomaba nota de cada cosa que hacíamos. En un momento, Magdalena se enfadó, porque era tremendo. Entonces dijo ‘¿quieren una foto nuestra? Vengan, vamos a posar todos. Nos sacan la foto, nos filman y se van’. Y así fue.
-¿Amenazas concretas tuvo?
-No particularmente. Pero en el caso de la ESMA, cunado volvimos a la sede de la CONADEP muchos testigos estaban muy nerviosos. Se habían sentido hostigados, habían tenido que dejar su documento. Así que como medida de seguridad, de protección, se decidió hacer pública un acta con los nombres de quienes habíamos ido. Eso se difundía a los medios como un comunicado. Ahí Sábato tuvo una reunión con nosotros, nos dijo que teníamos todo el apoyo del Ministerio del Interior.
Fotos inéditas
Los lugares que debieron revivir los testigos para demostrar que sí existieron y que sí, también hubo un terrorismo de Estado, pasaron frente a la lente y la memoria de Enrique Shore. Algunas imágenes -sobre todo las de la ESMA- se conocen bien. Otras no. De pronto aparecen capturas de las ruinas de La Cacha -donde estuvo el desaparecido en democracia Jorge Julio López-; o del Departamento de Policía de Mendoza: “estábamos con gente que había estado detenida ahí. Mirábamos los calabozos y de repente abrieron una puerta y había un montón de libros apilados. Eran los que habían saqueado en los procedimientos junto con la gente detenida ahí. Una chica, que había sido desaparecida un tiempo en ese lugar, se acercó, dijo ‘a ver…’ y halló un libro suyo, Las venas abiertas de América Latina, de Galeano, con una dedicatoria de su hermano”. También, entre otras, hay una curiosa imagen dentro de la Jefatura de Policía de Tucumán: “Dentro del museo policial había un contorno que representaba a la provincia. Y dentro de ella una maqueta de una escuelita en Famaillá, donde mataron a mucha gente. El cartel dice ‘Cuerpo Antisubversivo’”.
Luego de ir a los lugares designados y tomar las imágenes, Shore revelaba los rollos -casi siempre eran fotografías en blanco y negro-, las editaba y enviaba el material a la Secretaría de Procedimientos. Ese trabajo, cuando terminó la labor de la CONADEP el 20 de septiembre de 1984, se trasladó a la Secretaría de Derechos Humanos, que estuvo a cargo del Dr. Rabossi. “Había sido uno de los miembros de la Conadep y entonces, al muy poco tiempo, me llamó y me dijo’ Enrique, necesitamos todo el material’. Fui a su oficina y entregué absolutamente todo, incluyendo los negativos”. Y luego, con el paso del tiempo, se perdió. No una, sino dos veces.
Shore supo más tarde el derrotero del material que había tomado en 1984: “Nadie sabía dónde estaba todo aquello. Pero en un momento, alguien de la organización Memoria Abierta, en coordinación con un reportero gráfico muy famoso llamado Pablo Lasanky, las pudieron recuperar y las escanearon. Estaban en un armario. Y la segunda vez, cuando se creó el Archivo Nacional de la Memoria y el responsable del archivo audiovisual fue el fotógrafo Julio Menajovsky (Nota: conocido por su impresionante trabajo sobre el atentado a la AMIA), empezó a rastrear de nuevo las fotos. En un momento, alguien abrió un cajón y le dijo ‘¿esto es lo que buscás?’. Y ahí estaban todos tirados los negativos del trabajo de la CONADEP”.
Algunas de esas fotografías se incluyeron en el “Nunca más”. Las que sí son absolutamente inéditas en esta muestra de la AMIA pertenecen a la noche anterior a la entrega, por parte de la CONADEP, del informe final. Cuenta Shore: “En un momento, cuando estaba buscando material para esta muestra. encontré unos negativos que había olvidado. Estaban por presentar el informe final, que fue el día 20 de septiembre del 84 en un acto en Casa de Gobierno, y todos los miembros se habían reunido para repasar el texto en un búnker del segundo piso del Centro Cultural San Martín. Gente que no durmió y pasó la noche ahí. No entraba nadie ajeno. Como había mucha confianza, pedí fotografiarlos a título personal, no para publicar. Había un diario Clarín en una foto, y me fije en la fecha en la hemeroteca para chequear bien el día. Traje las imágenes, también, como homenaje a toda la gente que trabajó para que ese informe fuera posible en forma anónima. Porque la comisión tenía diez miembros ilustres, pero detrás había un montón de gente que trabajó duro tomando denuncias”.
El exilio
En 1989, cuando era jefe de fotografía de la agencia Reuters para Argentina, Uruguay y Paraguay, Shore se fue del país. “Fue después de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Tenía desilusión por muchas cosas y me surgió una oportunidad de trabajo afuera”. Continuó en Reuters en España, como editor gráfico. Cubrió desde la Primera Guerra del Golfo hasta Juegos Olímpicos y Mundiales de Fútbol. Y en 2013, se radicó en Nueva York, donde es fotógrafo y videógrafo free lance. En la actualidad se dedica a fotografiar la naturaleza, en especial, pájaros. Con una selección maravillosa de esas imágenes, ubicada casi al margen del eje central, finaliza -o comienza, depende de la intención que tenga cada uno- el recorrido de la muestra en la AMIA. “Hubo un momento terrible para todos, que fue la pandemia. Yo vivía en Manhattan, en un departamento chiquito, junto a mi esposa y dos de mis tres hijos. Fue invivible estar meses sin poder salir de ahí. Entonces empezamos a buscar y encontramos un lugar a dos horas, en la mitad de la nada en Connecticut. En el fondo de casa hay un bosque y empecé a tomar fotos de pájaros en vuelo, que es también un símbolo de libertad, lo opuesto a la opresión…”, explica Shore.
A 40 años de su participación en la CONADEP, lo único que lamenta Shore es “no haber tenido más experiencia para hacer un mejor trabajo, con más fotos. Pero lo que me parece muy importante es mostrar esto, que es bastante irrefutable, en un momento donde hay gente que lo pone en duda. Por eso quiero dejar manifiesto mi agradecimiento a la AMIA por hacer esto posible.
-Es cierto que hay un revisionismo de toda esa época, hasta se discute el número de 30 mil desaparecidos. ¿Cómo lo ve a la distancia?
-Desde luego, no tengo intención de meterme en ningún tema político. Pero esto va más allá. Es un tema de lesa humanidad, como demostró Argentina en el Juicio a las Juntas, un ejemplo para el mundo. Y sobre el número me parece ridículo el cuestionamiento. Son 30 mil, como son 6 millones los judíos muertos en la SHOA. Cuestionar eso es cuestionar todo lo que pasó.
Cuándo visitar la muestra
La muestra Evidencias se podrá visitar en AMIA (Pasteur 633) de lunes a jueves de 10 a 19 horas, y los viernes de 10 a 16 horas hasta el 31 de mayo. La entrada es libre y sólo se requiere de la presentación del DNI. Su curador, Elio Kapszuk (director de Arte y Producción de AMIA), explica que el nombre de Evidencias se puede rastrear en el Diccionario de la Lengua Española: “Significa que es una certeza de la cual no se puede dudar”. Y añade que, 40 años después de ser tomadas, “las imágenes, gracias al trabajo de muchos, perduraron, y hoy nos toca poner la lupa también en la persona, en el fotógrafo que estuvo detrás de cada una de ellas. Este es el punto de vista curatorial que planteamos para esta exhibición. Enrique Shore es un notable reportero gráfico pero sobre todo una maravillosa persona. Quizás esto suene a lugar común, a hablar de la buena gente que es determinado profesional, o a otros les puede resultar meloso e inapropiado, ya que esa cualidad no debería adjetivar las fotografías. Pero en realidad, la profunda humanidad de Enrique se revela en toda su carrera periodística pero también en cada movimiento quirúrgico que adoptó para despersonalizar cada una de las imágenes que hizo para la CONADEP, despojándolas de cualquier tipo de protagonismo personal para darles su lugar como testimonio, como evidencia”.
Pero además, Kapszuk señala la importancia de que este material se exponga en el marco de los 130 años de la AMIA: “La memoria es una de nuestras misiones institucionales. La identidad de cada pueblo es lo que elige recordar. Nosotros venimos trabajando en la memoria, en lo que pasó el 18 de julio de 1994. Y venimos trabajando también muchísimo en el tema de la última dictadura. En la Plaza Seca de AMIA hay tres recordatorios: el del 17 de marzo del 92, la bomba a la Embajada de Israel; el del 18 de julio del 94, el atentado a la AMIA. Y hay un altorrrelieve que hizo Sara Brodsky recordando a los 30000 desaparecidos, de los cuales 1900 eran de origen judío. Pero aparte, me parecía que faltaba una mirada sobre esto, la que solamente se puede dar con el paso del tiempo, que era recuperar la mirada de quién lo había hecho. Quizás hace 30 años ni siquiera valía la pena hacer esto, pero ahora era una injusticia no hacerlo”.