“Comete un chori mientras esperás que venga el bus”, trata de convencer Damo Naimad (40) a un turista estadounidense que no entiende absolutamente nada de español y sale apresurado de la playa de Tamarindo, una de las más paradisíacas de Guanacaste, Costa Rica. “Tengo el mejor chori con chimichurri o salsa criolla”, le ofrece a un automovilista que pasa por al lado de su puesto ambulante, donde montó una parrilla sobre su bicicleta. “También hay choripan diet para las chicas”, le aclara a un grupo de amigas que lo miran entre risas y desconfianza mientras él no pierde de vista la cocción de los chorizos.
Las estrategia de marketing que utiliza este argentino oriundo de la localidad bonaerense de San Justo, partido de La Matanza, son tan variadas como divertidas. Con la actitud desfachatada que lo caracteriza, su buen humor y carisma, Damo se las ingenia para que ese sánguche “bien argento” llegue al paladar de costarricenses y extranjeros que están de visita en el país considerado el más feliz de América Latina.
Si bien se trata de un oficio que improvisó y aprendió sobre la marcha, jamás hubiese imaginado hacerse conocido como “el argentino de la choricleta” ya que cuando emigró -a fines de 2021- lo hizo para ampliar sus horizontes como músico y productor musical.
Sin embargo, no todo salió como esperaba y hoy su presente lo encuentra vendiendo choripanes en la playa, en lo que antes era un pueblo de pescadores y ahora se convirtió en la zona más top de Guanacaste. “Empezó como algo random y hoy me gano la vida con esto”, admitió.
Su carrito negro y amarillo, ubicado sobre la calle Central (que está paralela al mar y tiene aproximadamente 10 cuadras de extensión), convive con una gran cantidad de tiendas, hoteles de lujo y restaurantes; donde muchos turistas amantes del surf llegan en busca de la ola perfecta. “Elegí esos colores porque soy fanático de Almirante Brown”, explicó Damo, quien adaptó su bicicleta para montar una parrilla sobre el manubrio y anexarle una sombrilla al mostrador del costado derecho.
La misma bicicleta que antes utilizaba para hacer los 7 kilómetros que separan a su casa, inmersa en la selva del pueblo de Santa Rosa, de la playa Tamarindo es la que ahora utiliza para trabajar. Tomar la decisión de cambiar de rumbo no fue fácil, pero sí necesaria.
“Llegué a Costa Rica con mi pareja y los hijos de ella porque su papá vive acá”, recordó. Como este hombre también es músico, le allanó el camino a Damo para que diera sus primeros pasos como DJ gracias a sus contactos. “Arranqué tocando música electrónica en cócteles, bares y restaurantes”, relató. Pero como no ganaba lo suficiente para mantenerse se volcó a producir videos para las redes sociales de esos emprendimientos gastronómicos.
A la inestable situación económica se le fueron sumando los problemas conyugales y finalmente Damo se separó. “Practicar surf me salvó la vida, fue como mi terapia. Ahí conocí amigos y empecé a trabajar en una escuela de surf alquilando tablas. Me la pasaba casi todo el tiempo en la playa. Eso fue mi cable a tierra y me sirvió para empezar a conocer cómo era el ambiente de los vendedores ambulantes”, señaló.
“Miraba cómo se movían los que venden comidas y bebidas, los que hacen masajes, los que ofrecen tours…Me interioricé sobre el control que ejerce el municipio sobre ellos, que prácticamente es nulo, así que me animé yo también. Solo tenía que buscar qué vender”, enfatizó Damo sobre su necesidad de contar con plata diaria para sustentarse.
“Fue así como se me ocurrió hacer esto, que es totalmente random. Acá, los costarricenses no comen mucho pan. Ellos están acostumbrados a la tortilla de maíz. Comen más sano; mucho arroz, frijoles y aguacate. Pero el choripán gustó enseguida”, admitió el creador de la “choricleta”, quien tuvo que suavizar un poco la mezcla del chimichurri para hacerla más digerible.
Damo contó que copió “la fórmula cordobesa del chimichurri, que lleva un poquito de mostaza”. Además, dijo que ahora solo lo prepara con perejil y ajo. “No le estoy poniendo orégano porque el orégano acá es distinto. Tiene un sabor fuerte que invade un montón su gusto y queda medio extraño”, advirtió sobre el cambio que tuvo que hacerle. “Y al servir el choripán le pongo una tira de lechuga para darle un toque especial y entregarlo un poco más colorido y elaborado”, agregó.
El argentino lleva dos temporadas trabajando en la playa de Tamarindo haciendo algo que jamás se hubiera imaginado, y mucho menos si siguiera viviendo en La Matanza. De a poco, fue incorporando hamburguesas y un sánguche de pollo asado que bautizó “phily chicken cheese”, que tiene cebolla caramelizada y queso cheddar.
“Salgo de mi casa todos los días a las 7:30 de la mañana y vuelvo a las 19:30. Pero no es que estoy con la ´choricleta´ todo el día. Me tomo unos mates frente al mar, surfeo un rato y también me voy a caminar por la playa”, detalló Damo, quien alterna el trabajo con un poco de descanso y diversión.
En una buena jornada puede llegar a vender hasta 15 choripanes por día y en una mala apenas 7. El valor de cada uno es de 6 dólares aproximadamente. “Soy el único que vende choripanes y si todo sigue como hasta ahora mi objetivo es crecer y tener más choricletas en otros puntos de la ciudad”, vaticino Damo. Por eso, a su puesto lo llama -en doble sentido- “el número 1″.
Más allá de que en un futuro le gustaría volver al ruedo como productor musical, Damo no reniega de su nuevo trabajo y reconoce que gracias a él, en menos de un año, pudo comprarse un auto y empezar a construir su propia casa. “A Argentina no vuelvo más, solo lo haría en plan de vacaciones o para visitar a mi familia y amigos”, concluyó.