Eduardo Blusztein lleva muchos años fuera de la Argentina. Era muy joven cuando decidió dejar su barrio de Chacarita para comenzar una nueva vida en Estados Unidos. Fue pocos años antes del regreso de la democracia. “La situación en 1981 estaba bien difícil. Yo era muy joven. En la grifería donde trabajaba había mucho sindicalismo y mucho riesgo por la represión que había. Generalmente la gente joven era la más sospechosa. Aunque nunca me metí en nada, era una situación muy difícil. Así que tomé la decisión de irme”, explica el hombre que se había recibido de técnico químico y también había trabajado en varios laboratorios medicinales.
Llegó a Guayaquil en 1983 por una visita a unos amigos. Siempre le había gustado la idea de vivir en un lugar con clima cálido porque había sufrido el frío en Buenos Aires. “Me gustó el clima, el calorcito, andar de manga corta”, explica. Cerca de la línea del Ecuador la temperatura promedio anual oscila entre los 26 y 27 grados. En ese verano eterno, el porteño montó su primer negocio: “un cafetín de Buenos Aires con estilo tropical”. Ahí empezó a vender sus primeros choripanes cuando nadie en esa ciudad los conocía y los hacía de forma artesanal. “La gente los confundía con los panchos, los hot dogs”. Blusztein cree haber sido el pionero en difundir el producto en esas tierras y desde entonces, el éxito lo acompañó en todos sus emprendimientos.
Después de 27 años vendió el cafetín choripanero y tropical y empezó a trabajar con Fórmulas Argentinas, una marca de productos envasados al vacío que logró comercializar en la cadena de supermercados más grande del país, llamada Mi Comisariato, que cuenta con 140 puntos de venta. En las panaderías de esa cadena de supermercados, los choripanes se venden para comer al paso.
Para salir a conquistar los paladares ecuatorianos hizo degustaciones en esta misma cadena. El empresario no da cifras de la venta, pero asegura que es bastante. Cree que hoy es muy importante saber cómo introducir un producto en un mercado y que al vivir en un mundo globalizado todas las comidas están en todas partes del mundo. El choripan no podía ser menos, comparado al sushi o el shawarma. “Hicimos una preparación especial para que los chorizos sean compactos y no se destruyan en la parrilla. Aguanten hasta 45 días en un frío de 2 o 3 grados y hasta dos años congelados. La fábrica no es propia. Tengo una sociedad con una empresa colombiana, un lugar donde maquilan mis productos, con mis fórmulas y estándares de calidad que yo mismo controlo. La marca es mía. Trabajan con mis normas y soy la imagen del producto”, especifica.
La etiqueta lleva su cara con la camiseta de fútbol de la Selección argentina. Recuerda el día que posó para ser retratado. Estaban en el malecón del Río Guayas. “Malecón como decimos allá, la rambla, costanera. Es un malecón muy bonito, muy turístico de Guayaquil. Ahí hay retratistas que te hacen estas caricaturas. Mi mujer se sentó y dijo ‘quiero hacer una caricatura de mi esposo para una etiqueta’. Y salió eso: un poquito de camiseta argentina, de Obelisco detrás, y un poco de fileteado típico de Buenos Aires. Fue la primera etiqueta que hicieron. Ahora se puede ver la caricatura de Eduardo con la coronita de oro.
Además de construir su reinado, Eduardo conformó su familia. Tiene 3 hijos. Dos son abogadas y el otro es médico. “Una de ellas es Jueza Constitucional de la República. Fue jueza a los 27 años, la más joven de la Corte. Ahora tiene 39″, explica.
Antes de dar con su fórmula de chimichurri dice que tiró como 50 a la basura. Cree que es muy difícil encontrar una fórmula cuando se vende en un supermercado de forma masiva con la idea de gustarle a todos. Por otra parte, también está sorprendido que tratándose de productos que no son económicos, son adquiridos por gente de todos los niveles socioeconómicos. Confiesa que le da alegría ser pionero en algo. Especialmente cuando ve que antes de algún campeonato, partido de fútbol, observa a grupos de jóvenes yendo al supermercado a comprar 2 o 3 packs de cervezas con paquetes de chorizos.
El fútbol está siempre presente en su negocio. Se pueden ver gigantografías de Messi al lado de la gigantografía propia. La argentinidad y el fútbol está explotada al máximo en los puntos de venta o en las ferias que se presenta con sus elaboraciones. No tiene que hacer grandes esfuerzos. “Me encanta el fútbol. Soy socio e hincha de Atlanta, todavía. Ese es el único problema que tengo en la vida”, dice con humor.
La parte del restaurante ahora la lleva una de sus hijas. Se llama La espiga y allí cada miércoles funciona un club de tango. Asimismo, como parte de los servicios ofrecen un catering parrillero a domicilio y van a haciendas, empresas, clubes.
Cuenta que también colabora mucho con la Embajada Argentina en Ecuador. Tiene enmarcado un reconocimiento por su labor. “Inclusive doné para la Fragata Libertad que estuvo en septiembre último una cantidad de choripanes, que usaron para agasajar a los visitantes. La gente no sabía que eran chorizos hechos en Ecuador con su chimichurri y sin embargo, eran de la misma calidad con la que hubiesen comido en la Argentina”, cuenta satisfecho.
Con una vida adulta hecha en Ecuador, Eduardo recuerda el antes y después de la dolarización puesta en marcha el 10 de enero de 2000. “Creo que fue lo mejor que pudo haber pasado porque cuando estaba el sucre como moneda era invivible. Pasaba lo mismo que en la Argentina. Había devaluaciones, los políticos imprimían billetes para cubrir el déficit fiscal y la dolarización nos mantuvo. Imaginen que en los 12 años que trabajo con supermercados el producto aumentó solo una vez, igual que el chimichurri, apenas 50 o 60 centavos. Hay una estabilidad muy grande con el dólar”, enfatiza. Dice que eliminar el dólar sería una medida “súper impopular” para cualquier gobierno. “En los 10 años de Correísmo quiso sacar el dólar pero cada vez que hacía una encuesta era una medida antipopular que podía haber terminado con la caída del gobierno”, afirma. El empresario argentino cuenta que los aborígenes que llevan a la ciudad productos de la sierra ecuatoriana y manejan todo el rubro de frutas y legumbres no les interesa volver al sucre. “Mi mujer tiene la jubilación mínima de 460 dólares que son lo mismo hoy, mañana y dentro de diez años”, destaca.
Con las redes sociales está en su salsa. Eduardo aparece en los videos de promoción, poniendo la cara en el negocio, también genera contenidos para que ningún ecuatoriano se quede sin probar su producto. La música de fondo puede ser un tango u otras bandas que pisaron fuerte en el continente, como Soda Stéreo y Los Fabulosos Cadillacs. “Los argentinos tenemos que entender que el mundo está globalizado. Así como encontrás hamburguesas de la cadena más famosa en todos lados, también hay choripanes en todos lados. Y la gente va conociendo. Vivimos en un mundo globalizado y tenemos que insertarnos en eso”, reitera.