Habían pasado 61 años. Arturo Frondizi, 83 años, que desde su juventud soñaba con ser profesor universitario, en 1992 tuvo el homenaje que le debían: en el aula magna de la Facultad de Derecho recibió su diploma de honor por haberse recibido de abogado con sobresalientes calificaciones en julio de 1930. Ocurrido el golpe militar del 6 de septiembre de 1930, el interventor le comunicó que sería el propio presidente de facto, general Uriburu, quien se lo entregaría en una ceremonia. Frondizi, de entonces 22 años, le respondió que “lo que he conquistado legítimamente no estoy dispuesto a recibirlo de manos ilegítimas”. Fue enviado, preso, a Villa Devoto. En su encierro comprendió que no podría ser docente universitario y entonces se volcó de lleno a la política, a la que dedicaría toda su vida. Y no paró hasta llegar a ser presidente.
Nació el 28 de octubre de 1908 en Paso de los Libres, de padres inmigrantes italianos que habían llegado de Gubbio, en Umbría. Tuvieron 14 hijos. La familia, luego de un paso por Concepción del Uruguay, se estableció en Buenos Aires.
De joven lo fanatizaban la práctica de dos deportes: era defensor en fútbol y peso pluma en boxeo, en el que había logrado un pulido jab de izquierda.
A pesar de su deseo, no pudo ingresar al al Colegio Militar y entonces su padre lo anotó en el Colegio Nacional Mariano Moreno, que quedaba cerca de la casa familiar de Villa del Parque.
Ingresó a Derecho de la UBA en 1927 y a los tres años se había recibido. Su papá se había afiliado al radicalismo en la circunscripción 15ª y el joven Arturo, cuando el 6 de septiembre de 1930 manifestó contra el golpe militar en un acto en Diagonal Norte y Florida, terminó en una celda de la comisaría 1ª.
Su mamá Isabel Ercoli fue la que más soñó con que Arturo se casase con Elena, ya que los Faggionato también eran de Gubbio. Elena le había enviado una carta cuando estuvo preso y él, cuando quedó en libertad, fue a agradecerle el gesto. Se casaron el 2 de enero de 1933, la noche de bodas fue en el City Hotel y la luna de miel en Ostende, donde en 1935 con ayuda de su familia, levantaría una casita de madera frente al mar, que hoy es una referencia histórica del lugar.
En 1937 nació Elena, su única hija. Frondizi mantenía el hogar ejerciendo la docencia en diversos establecimientos y con el ejercicio del derecho.
Comenzó su militancia política cuando el gobierno llamó a las elecciones de abril de 1931, que terminaría suspendiendo. Abrió un estudio junto a un colega en Tucumán 1621. Luego de pasar cinco años dedicándose a la defensa de compañeros presos, dejó el bufete. Su brillante alegato permitió la liberación de 176 procesados por el levantamiento del teniente coronel Bosch.
Desde entonces, bregó por la conformación de un frente popular democrático. Fue suya la idea de crear una comisión que debía estudiar la relación de su partido en el negociado de la CADE.
En el marco de la persecución del comunismo en América Latina, fue designado secretario del Comité pro amnistía a presos políticos y exiliados, y en una de sus primeras reuniones quedó conformada la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En 1941 fue presidente de la Asociación de Abogados de Buenos Aires e introdujo una innovación, la de tener un programa de radio sobre cuestiones jurídicas.
Dentro de la UCR, adhirió al Movimiento Orientador, creado en 1937. Con el correr del tiempo quedaría claro su enfrentamiento con la conducción unionista del partido y era contrario a que su partido integrase la Unión Democrática.
Siguió dedicado a la defensa de los presos políticos y, acusado de comunista por las autoridades de facto que gobernaban desde junio de 1943, fue nuevamente detenido en Villa Devoto.
El 4 de abril de 1945, cuando quedó formado el Movimiento de Intransigencia y Renovación, Frondizi estuvo en sus filas. Participó de la redacción de la famosa Declaración de Avellaneda, a la que describió como una profesión de fe doctrinaria.
Flaco, alto, de traje azul y camisa blanca, grandes anteojos, así asistía a su banca en la cámara de diputados, a partir de 1946. Sobresalió en los debates sobre política internacional, sobre cuestiones energéticas y los derechos del hombre. Intentó ser el presidente del bloque radical, integrado por 44 legisladores, pero debió conformarse con la vicepresidencia en la puja con Balbín. Por su conducta austera, sus propios compañeros lo apodaron “el obispo”. Adusto, inspiraba respeto y se tomaba el tiempo para escuchar a su interlocutor.
Tenía su estudio en Corrientes 1447, que compartía con su hermano Silvio. Allí escribió, en 1954, el libro Petróleo y Política, en el que sostuvo la defensa del recurso para el país.
Los diputados opositores quedaron a merced de una mayoría peronista, que no dudó en votar el desafuero de varios legisladores, como Ernesto Sammartino, Agustín Rodríguez Araya, Ricardo Balbín y Atilio Cattáneo. Junto a Emir Mercader, asumió la defensa de Balbín. Se sospechó que Perón decidió encarcelar a Balbín para ponerlo en el centro de la escena y opacar la figura ascendente de Frondizi, a quien veía como su principal competidor.
En agosto de 1951 fue candidato a vicepresidente, en una fórmula que encabezó Balbín. Cuando estallaron sendas bombas en la plaza de mayo el 15 de abril de 1953, que desencadenó los incendios de la Casa del Pueblo y del Jockey Club, Frondizi junto a otros terminó preso. Luego de diez años de no poder acceder a la radio, el gobierno le abrió los micrófonos a la oposición, en lo que constituyó la primera comunicación masiva de un opositor. Fue el 27 de julio de 1955 a las nueve de la noche, por Radio Belgrano. Allí afirmó que al radicalismo no lo movía el rencor ni el deseo de revancha, hizo un llamado a la pacificación y reconciliación y aseguró que la oposición de su partido se fundaba en un profundo sentido democrático. Los católicos quedaron molestos porque no hizo ninguna referencia al conflicto con la iglesia. No todos comprendieron que buscaba una restauración democrática, lejos de revanchas y venganzas.
El violento discurso de Perón del 30 de agosto llevó todo nuevamente a foja cero. Apoyó a la autodenominada Revolución Libertadora, pero con una visión crítica, defendiendo los derechos a huelga y a la libertad sindical. Muchas de sus ideas que llevaría a la práctica en su gobierno pueden encontrarse en los tres discursos por radio que dio en mayo, octubre y diciembre de 1956.
Para Frondizi, la fecha de nacimiento del desarrollismo fue la tarde del 6 de enero de 1956 cuando le presentaron a Rogelio Frigerio, y enseguida se dieron cuenta que pensaban lo mismo. Armaron un equipo de investigación y manifestaban sus ideas en la revista Qué, del propio Frigerio. Pronto marcaron sus diferencias con el gobierno de Aramburu, en contraposición del apoyo que éste recibía de Balbín.
Mientras tanto, había sido reelecto presidente del Comité Nacional de la UCR en marzo de 1956 y la semilla de la ruptura empezó a germinar cuando Aramburu le comunicó a Balbín y a él la idea de reformar la constitución. Frondizi se opuso y reclamó públicamente la celebración de elecciones nacionales, en la que la convención nacional lo consagró candidato junto a Alejandro Gómez, como vice.
Sin embargo, el comité provincia declaró inexistente el comité nacional, desconoció la fórmula y reclamó una reorganización partidaria. No había vuelta atrás. Frondizi dijo sobre los balbinistas, que eran cosas distintas, que hablaban dos idiomas, que sentían pasiones diferentes. Los balbinistas quedarían con la UCR del Pueblo y Frondizi con la UCR Intransigente. La UCR se había partido irremediablemente.
Cuando en enero de 1957 el gobierno de facto reordenó su gabinete, con algunos hombres provenientes del balbinismo, Frondizi se ubicó en la vereda de enfrente.
En las elecciones a convencionales constituyentes, la UCR del Pueblo apoyó al gobierno, mientras que los peronistas -proscriptos- votaron en blanco. Los frondicistas salieron terceros. Pero serían los primeros.
Porque Frondizi, al interpretar que los votos en blanco eran peronistas, pactó con Perón. Luego de un encuentro entre Frigerio y Perón, éste llamó a votar por Frondizi, quien llegó a la presidencia casi doblando en votos a su antiguo compañero Balbín, para quien la derrota fue un duro golpe.
Cuando asumió, el 1 de mayo de 1958, anunció un programa industrialista que entusiasmaba especialmente a los jóvenes. Sostenía que debían integrarse el campo, la industria y la minería, y buscar el autoabastecimiento energético; insistía en una central única de trabajadores, en la libertad de enseñanza y en un claro alineamiento con occidente.
Tenía 49 años cuando fue presidente y una sólida formación intelectual, que incluía diversas áreas del conocimiento, como la historia, economía, política internacional y filosofía. Se había formado para llegar a dónde lo había hecho. Lo vieron como un político moderno, moderado, inteligente, dispuesto a escuchar y que sus colabores debieron aprender a seguirle el ritmo.
Con los dos tercios en diputados y el total del senado. Frigerio se ocuparía de las cuestiones económica y social, mientras que Alfredo Vítolo, ministro del Interior, de las políticas.
Su obsesión fue la industrialización del país y buscó crear las condiciones para las inversiones públicas y privadas, en un intento de desregulación de la economía y reducción del gasto público.
El presidente sorprendió cuando, en la cuestión del petróleo, anunció que se recurriría a la cooperación del capital privado para la explotación, desdiciéndose de lo que había sostenido hasta entonces. Eso minó su credibilidad.
Promovió la ley de asociaciones profesionales, que garantizaba un solo sindicato por cada rama de la producción y la enseñanza libre, que desencadenó profundos debates. Estas tres cuestiones fueron un cocktail explosivo que provocaron serias protestas que, según Frondizi, conspiraban contra la marcha del gobierno.
Para colmo, entró en conflicto con su vice, Alejandro Gómez, opositor a la ley de asociaciones profesionales y a la de enseñanza libre. Frondizi intentó enviarlo a Europa en una misión diplomática pero prefirió quedarse. Terminó involucrado en una supuesta conspiración contra el gobierno, la UCRI pidió su expulsión y terminó renunciando, comprobando que el presidente cada vez más se alejaba de lo que había prometido en su campaña.
Mantuvo una cordial relación con el periodismo, y solo se molestó cuando en una caricatura incluyeron a su hija Elena.
Durante su gobierno hubo aumento de la producción petrolera e industrial, subió el consumo del acero y la energía eléctrica y redujo drásticamente el número de empleados públicos.
Hubo un fuerte plan de lucha de los sindicatos y los militares lo miraban mal desde el momento que había pactado con Perón, al que ellos mismos habían desalojado del poder, y encima lo veían como muy volcado hacia la izquierda. Para colmo, en junio de 1959 Perón denunció el pacto que había firmado, que cayó como un baldazo de agua fría, y obligó al gobierno a desmentirlo, ya que sostenía que no existía ningún papel con su firma.
A meses de haber comenzado su gestión, debió implementar el Plan Conintes para hacer frente a las protestas sociales y a disturbios. Quisieron calmar el descontento militar con la incorporación de Alvaro Alsogaray al gobierno, que era bien visto por las Fuerzas Armadas. Fue ministro de Economía y de Trabajo por 18 meses y quedó para la historia su frase de que “hay que pasar el invierno”, que pronunció en su discurso de asunción. Pero los conflictos no terminaban. Cuando en Punta del Este hubo una reunión de ministros de Economía latinoamericanos, a la que asistió Ernesto “El Che” Guevara, éste voló en secreto a Buenos Aires y se reunió en Olivos con Frondizi el 18 de agosto de 1961, quien intentó convencerlo de que Cuba volviese al bloque americano. Quedó en el anecdotario de la quinta de Olivos el churrasco que Elena Faggionato le hizo servir a Guevara.
Tuvo buena sintonía con John Kennedy, el presidente norteamericano, con quien se reunió en dos oportunidades; para él, Kennedy y De Gaulle fueron los dos grandes estadistas del siglo XX.
Las elecciones de marzo de 1962 fueron la mecha que encendió la bomba del golpe militar. El triunfo de los candidatos peronistas hizo que los militares pidiesen la anulación de los comicios, la intervención de las provincias donde hubiese ganado el peronismo y su proscripción. Hubo un cambio de gabinete, se anunciaron intervenciones pero no se anularon las elecciones. Frondizi buscaba tiempo para poder controlar la situación, pero los partidos políticos le habían quitado el apoyo.
Soportó en su gestión 33 levantamientos militares. El 29 de marzo de 1962 lo desalojaron del poder y se lo llevaron detenido. En una carta insistió en que no se suicidaría, que no se iría del país y que no cedería. Cuando los militares se preparaban para asumir la presidencia, fue la oportuna intervención de Julio Oyhanarte que convocó a la Corte Suprema y le tomó juramento a José María Guido, presidente provisional del Senado.
Al principio estuvo detenido en la isla Martín García y luego alojado en Bariloche, primero en un chalet en la zona de la laguna El Trébol, en el Circuito Chico y después en un hotel. Fue liberado a fines de julio de 1963 cuando se conoció el triunfo de Arturo Illia.
De nuevo en libertad, fundó el Movimiento de Integración y Desarrollo, con el propósito de encontrar fórmulas para el crecimiento del país, con el concurso de todos los sectores de la sociedad.
En 1973 apoyó a la fórmula Cámpora-Solano Lima. Fue la Triple A la que asesinó a su hermano Silvio, de militancia en la izquierda troskista por quien siempre sintió una especial predilección. Solicitó a la dictadura militar de 1976 que diera explicaciones sobre las personas que permanecían desaparecidas y criticó duramente al gobierno por su política económica.
En las elecciones de 1983, se asoció a Herminio Iglesias, quien manejaba el partido Peronista y Raúl Alfonsín, al imponerse en los comicios, le ofreció el cargo de embajador itinerante, que rechazó.
Su esposa falleció el 25 de abril de 1991 y debió soportar la muerte de su hija Elena, de 37 años. En 1992 el Ejército lo condecoró por sus servicios distinguidos, que muchos leyeron como un mea culpa por su derrocamiento treinta años atrás.
Por esos tiempos volvió a la Casa Rosada para donar el bastón, la banda presidencial y algunas fotografías.
Los últimos tiempos los pasó recluido y falleció el 18 de abril de 1995. Amigos y adversarios coincidieron en que fue un verdadero estadista para quien su prioridad no era la democracia, sino la patria. Es tarea de los historiadores desentrañar la trayectoria de quien había jurado no renunciar, ni suicidarse ni irse del país.