Leonardo Orlando ya no reconoce las instituciones en las cuales se formó, hoy ganadas por un espíritu anticientífico que lleva hasta a convertir el darwinismo en tabú, y a censurar y cancelar a todo el que ose contradecir el “terraplanismo de género” afirmando que la humanidad se compone de hombres y mujeres.
Emigrado a Francia en 2001, Orlando se doctoró en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en Sciences Po Paris, el mismo prestigioso Instituto que en 2022 canceló dos cursos que él iba a dictar allí, a días de iniciarse el ciclo. El caso tuvo mucha repercusión pública cuando varios medios se hicieron eco de este acto de censura en una de las instituciones más prestigiosas del mundo académico francés.
“Sciences Po” es la abreviatura del Instituto de Estudios Políticos de París, la “grande école” (gran escuela) que forma a la élite política francesa: cinco de los ocho presidentes de la Quinta República -de 1958 en adelante-, doce primeros ministros y más del 90% de los altos funcionarios galos son graduados de Sciences Po.
Orlando también se formó en Filosofía en la Sorbona y fue investigador posdoctoral en Ciencias Cognitivas y Psicología Evolucionista en la École Normale Supérieure de París. Fue esta orientación la que lo llevó a sufrir la censura en Sciences Po, hoy imbuida de un enfoque de las ciencias sociales que niega la biología y la teoría de la evolución en el estudio del comportamiento humano, y que cada vez cede más espacio curricular a los “estudios de género”.
En 2022 a Leonardo Orlando se le comunicó la suspensión de dos cursos que iba a dictar: “Biologie, évolution et genre”, en cooperación con la filósofa Peggy Sastre, y “Psychologie politique évolutionnaire”.
“Los cursos de género se han vuelto constitutivos de la política de la casa pero sin la menor diversidad de enfoques”, explicó Orlando a un medio francés cuando estalló la polémica por el cierre de sus seminarios. Más aun, desde Presage (Programa de Investigación y Enseñanza de Saberes sobre el Género), creado en 2010, pero que en los últimos años ha ganado enorme influencia, se ejerce una suerte de vigilancia sobre todos los cursos que abordan el concepto, y se impone una visión única, con la consiguiente “pérdida de libertad académica” y de “espíritu pedagógico”, en palabras de Orlando.
En el enfoque darwiniano que proponen Orlando y Sastre, las diferencias entre hombres y mujeres no pueden reducirse a constructos sociales como pretende la ideología de género, sino que responden a caracteres explicables por la evolución de la especie.
Pero en los últimos tiempos se ha producido lo que este investigador argentino llama giro intelectual, por el cual Sciences Po, al igual que la mayoría de las universidades francesas -y de otros países europeos también- “ya no funciona como una institución de enseñanza e investigación, sino como un comité político”.
Orlando se encuentra en Buenos Aires, como enviado especial del semanario francés Le Point, para realizar una serie de notas sobre la situación política y económica de nuestro país.
En esta entrevista con Infobae, afirma que la ideología de género se ha vuelto hegemónica en Occidente y no sólo en los ambientes universitarios sino también en el plano institucional y legal, con efectos preocupantes sobre las relaciones interpersonales, la educación y hasta la salud.
Un fenómeno del que no está exenta la Argentina, aunque muchos no tengan conciencia de ello. Aquí, de estas cosas no se habla. O se habla muy poco. Pero la ideología de género se ha ido introduciendo subrepticiamente, y hoy se manifiesta en los contenidos de la ESI en varios distritos, en la pretensión de las universidades de imponer el lenguaje inclusivo y empadronar a estudiantes y profesores según su identidad de género y, más grave todavía, en normas como el DNI no binario y la Ley Trans.
— Como doctor en Ciencia Política y profesor en París, protagonizaste un episodio de censura. ¿Cómo sucedió?
— La universidad donde hice mi doctorado, Sciences Po, donde enseñé e investigué durante varios años, decidió en 2022 sacar, a horas de las inscripciones, dos clases que estaban plenamente confirmadas desde hacía meses. Ambas referidas a los enfoques biológicos y evolutivos del comportamiento político y de las cuestiones de género. Una la iba a dar yo solo y la otra con la filósofa Peggy Sastre que ha escrito mucho en Francia sobre este tema. Tiene varios libros de divulgación sobre la psicología evolucionista aplicada a las cuestiones de género. La realidad es que hubo un llamado de parte de los gender scholars, las personas que hacen estudios de género y tienen allí un centro de bastante importancia, para pedir expresamente que se sacaran estas clases. Esto está plenamente confirmado. Hubo una gran investigación del semanario L’Express, consultando documentos y fuentes que confirmó que fue así. La dirección decidió sacar estas dos clases por razones puramente ideológicas. Es importante señalar que eran dos clases opcionales para estudiantes de grado en ciencia política y que, en ese mismo semestre, había más de 80 clases sobre cuestiones de género, todas desde la perspectiva de la ideología de género, que niega la biología.
— ¿Cuál sería la contradicción central entre la ideología de género tan de moda hoy y que incluso se está volviendo hegemónica en las universidades occidentales y la biología?
— Bueno, es la misma que hay entre la teoría de la Tierra plana y la teoría de la Tierra redonda, que ésta es un hecho y la otra una ilusión, una quimera. La ideología de género, que como bien mencionas, se ha convertido en hegemónica no solo en las universidades, sino también desde un punto de vista institucional, porque ha copado todos los espacios, incluso la concepción y aplicación de leyes. Es una negación total, desinhibida, de las realidades biológicas. Si bien este imperio de los estudios de género es actual, esto se ha ido gestando desde hace décadas, no nace de un repollo, sino que tiene un antecedente. Y es que las ciencias sociales se han construido, como lo dice el biólogo Robert Trivers en su prefacio a “El gen egoísta” de Richard Dawkins, en un mundo pre darwiniano y pre mendeliano. Las ciencias sociales hacen como si la biología no existiera, como si la teoría de la evolución no existiera y como si la genética no existiera. Es lo que los psicólogos evolucionistas llaman la biofobia de las ciencias sociales. A partir de este momento todas las tonterías son posibles, empezando justamente por los estudios de género y la ideología de género, que afirman cosas que, desde un punto de vista biológico y de la teoría de la evolución, no tienen absolutamente ningún sentido.
— A propósito de eso, he escuchado en una charla TED a una chica preguntar quién nos metió en la cabeza esta idea del binarismo sexual. Pero nadie nos tiene que meter en la cabeza algo que está en la realidad...
— Eso tiene tanto sentido como preguntar quién nos metió en la cabeza la idea de que tenemos que tener hambre. Somos una especie sexuada, el principio de la vida en nuestra especie es la reproducción, venimos al mundo programados para hacer copias de nosotros mismos. Si lo concretamos o no, es otra historia, estamos hablando exclusivamente de cómo uno viene de fábrica. La sexualidad es binaria, macho y hembra, el sexo -macho o hembra- es claramente establecido en un 99,98% de las veces. Puede haber 0,02% de casos un tanto anómalos de un punto de vista médico, pero de una manera general se es macho o hembra. No hay un tercer género o un no género.
— El problema de la ideología de género es que niega que entre hombre y mujer exista otra diferencia que no sean los genitales. Hasta llegan a decir que los genitales que portamos -que portamos- no definen nuestra identidad...
— Bueno, esto es muy curioso. A ver, todo el mundo acepta que los ojos están para ver, el estómago para digerir, pero los genitales estarían allí de manera accesoria por un capricho de la naturaleza. Los genitales son inherentes a la sexualidad. El sexo se establece a nivel de los gametos. Es decir, espermatozoide u óvulo, múltiples gametos móviles o un único gameto fijo. Eso es básicamente cómo funciona y se está en una u otra categoría.
— Cuando uno habla de estas cosas, enseguida acusan de transfobia, lesbofobia, homofobia, y así se cancela la discusión.
— Todas estas posiciones, la ideología de género, la cuestión trans, los embates del feminismo contra la realidad, como no tienen argumentos científicos, como es una ilusión todo lo que proponen, solamente pueden imponer esa ilusión sobre la realidad mediante dos vías. La primera es la censura, la cancelación, como ha pasado conmigo, como pasa con innumerables académicos, como sucede en la universidad. La otra vía es la moralización, es decir, si usted va por el camino de tratar de afirmar la biología, usted inmediatamente es una persona misógina, transfóbica, etcétera. Eso no solo es totalmente falso, sino que además esta ideología, que se presenta como progresista, en realidad es profundamente retrógrada por distintas razones. La primera porque hace del estereotipo la norma. A un varón que tiene, dentro del estereotipo, conductas que se podrían catalogar como femeninas o a la inversa para una nena, inmediatamente lo catalogan como del sexo contrario. Eso es hacer del estereotipo la norma, cuando no tiene nada que ver. Lo que puede suceder es que se trate de homosexualidad, y sabemos estadísticamente que los niños que de grandes tienen una orientación homosexual tienen comportamientos asociados con el estereotipo. Punto. No tiene nada que ver con su género en sí, con su sexo.
— Lo preocupante son las consecuencias de esta ideología que, por ejemplo, ha impregnado la universidad donde hoy hay un discurso único. Y luego está el tema del transgenerismo, transgenerismo para todo el mundo.
— Efectivamente. La universidad está totalmente perdida en Occidente. Eso hay que aceptarlo. No lo digo yo. Empieza a haber cada vez un mayor consenso. Por citar solamente a algunas personas, el filósofo americano Peter Boghossian, el filósofo francés Jean-François Braunstein, gente que ha escrito sobre estos temas. ¿Por qué la universidad está totalmente perdida? Porque hoy en día la universidad impide la ciencia. Parece paradójico, pero es la realidad. Hay un ejemplo que siempre evoco porque me parece bastante elocuente. Hay un biólogo americano que tuvo que dejar el mundo académico por haber afirmado en una nota en The Wall Street Journal que hay macho y hembra. Un biólogo que tiene que dejar su carrera académica, que es atosigado, perseguido, por decir la realidad. Él está desde fuera de la academia tratando de explicar esta realidad biológica, y al mismo tiempo, un primatólogo de la Universidad de Princeton utiliza su autoridad epistémica, su cátedra, para tratar de destruir estos conocimientos, decir que es todo arbitrario y que quien dice que hay macho y hembra es misógino y transfóbico. La universidad, sobre todo en las ciencias sociales, niega este tipo de realidades. Esto está totalmente ideologizado. Desde luego que hay adoctrinamiento, pero no es que a usted le van a lavar el cerebro. Lo que sucede es que el conocimiento que hay que repetir para obtener el diploma es este. Si le gusta o no le gusta es otra historia.
— Claro, así van condicionando los temas. Actualmente, si uno quiere que le vaya bien en la universidad, tiene que hablar de género, de la invisibilización de la mujer o de la raza negra. De otra forma es muy difícil prosperar, recibirse. Ni hablar de llegar a ser profesor.
— No solamente es difícil, es imposible. En la Comisión Europea tienen distintos programas de financiación de la investigación, el Marie Curie, el Horizonte 2020 y otros fondos que para un académico son absolutamente fundamentales. Si usted no logra obtener ese dinero, usted no existe. Ahora bien, dentro de estos proyectos, no importa la disciplina que usted haga, tiene que escribir una declaración explicando cómo su investigación va a impactar en las cuestiones de género. El año pasado, por ejemplo, a una astrónoma le rechazaron su financiación porque no logró explicar cómo su estudio sobre las galaxias iba a impactar en la diversidad de hombres y mujeres y en la mejora de la situación de las mujeres. Básicamente eso es hoy la universidad. Hay distintas iniciativas, por ejemplo, en Estados Unidos, en Austin, donde se creó una nueva universidad que en su board tiene gente muy conocida como el biólogo Richard Dawkins, el historiador Niall Ferguson, el economista Larry Summers. No se sabe todavía cuál es el modelo que podemos seguir. No tenemos que olvidar que la universidad es una institución que tiene literalmente un milenio y se ha convertido en algo absolutamente fundamental en nuestras sociedades de la información. Pero es justamente por eso que se está creando un problema. La gente que viene de las ciencias sociales recibe una educación falaciosa, falsa. ¿Usted le diría a un médico que en lugar de formarse en microbiología se forme en curación chamánica astral? No. Entonces, ¿por qué aceptamos que esta gente con estos diplomas vaya a la función pública? ¿Por qué aceptamos que esta gente siga teniendo la autoridad epistémica de expertos? ¿A quienes consultamos? Necesitamos expertos. Pero esta gente no puede serlo. Es un problema verdaderamente urgente el de las universidades.
— Claro, van a la función pública. Estamos viendo ya las consecuencias en la vida pública, con leyes como las leyes trans. Lo estamos viendo en la ESI. Lo que se les está enseñando a los chicos no es educación sexual, es otra cosa.
— La ESI tal como está implementada actualmente es una aberración que debe ser modificada por completo. Basta consultar los programas de estudio que deben seguir quienes quieran certificarse como formadores de ESI para comprobarlo: de biología, nada; de ideología de género, todo. Estamos dejando entonces la educación sexual de niños y adolescentes en manos de personas formadas en una ideología tan falaz como dañina. El problema con este tema es que los ideólogos han sido exitosos en centrar el debate en una falsa dicotomía: o se está a favor de la ESI actual, o se está en contra de la educación sexual de los niños. Eso es una canallada en la que mucha gente cae de buena fe. Urge entonces desconocer estas formaciones en terraplanismo de género y reformular los contenidos de la ESI para centrarlos en lo que es verdaderamente importante transmitir: la sexualidad humana, en su dimensión biológica, psicológica y médica, desde una perspectiva estrictamente científica.
— Otra consecuencia la vemos en la transición de menores, la liberalidad con la cual se receta bloqueadores de pubertad a niños de 11 o 12 años y se hacen cirugías a adolescentes.
— Las consecuencias, digamos que hay un espectro -por usar el término que tanto aprecian quienes saben de cuestiones de género-, hay un espectro de consecuencias, desde las dañinas hasta las monstruosas. Si empezamos por las dañinas, algo muy sencillo, no he visto las estadísticas, pero estoy seguro de que gente que está dentro de cierto rango etario, los jóvenes, están teniendo problemas en lo que es el mundo del dating, de las relaciones entre hombres y mujeres. Bueno, esta negación de las realidades biológicas, estas mentiras, estas falsedades avanzadas institucionalmente también por la ideología de género, impactan en la manera en la cual nos relacionamos. Si las mujeres consideran que hay un patriarcado, que los hombres solo ejercen una relación de dominación, etcétera, bueno, no pueden tener un vínculo sano con el otro sexo. Eso está en el rango de lo dañino. En el otro extremo vamos a lo monstruoso, que es la cuestión de los menores trans. Estamos en presencia del peor escándalo médico en la historia y no ha habido pocos escándalos médicos. Hace un siglo había un psiquiatra, Henry Cotton, en los años 1910, 1920, que dirigía un hospital psiquiátrico en New Jersey. Y él tenía la teoría de que todas las enfermedades mentales se causaban por infecciones dentales. Entonces usted iba con una depresión y la cura era sacarle todos los dientes. Y si eso no funcionaba, continuaban extrayendo cosas. Normalmente el colon. Obviamente fue una aberración total, pero en una época en la cual no había tanta información. La penicilina es de 1928. Pero lo que está sucediendo hoy con los niños trans es aún peor porque hay muchísima más información. Lo que hay también es una cobardía monstruosa de parte de los académicos. Médicos e investigadores son en su inmensa mayoría cobardes. Hay, desde luego, gente que tiene muchísimo coraje, son muy pocos y están pagando un precio personal terrible. Pero poco a poco se va viendo la luz. Acaba de salir esta misma semana el informe Cass en Reino Unido. Hilary Cass es la pediatra que lo lideró, un gran informe que ha establecido que, sobre 100 supuestos estudios acerca de los beneficios de las terapias hormonales, apenas dos son pasables. A ver si se entiende, porque esto es crucial. Se están aplicando en niños terapias hormonales que les generan cambios irreversibles, esterilidad, anorgasmia, o sea que no van a poder experimentar un orgasmo en su vida, generan osteoporosis en niñas de 16 años. Y eso sin hablar de las mutilaciones. Si bien en algunos países todavía para las castraciones se requiere mayoría de 18 años, las mastectomías que ellos llaman “torsoplastías” se están aplicando en niñas tan jóvenes como de 13 años. A los 13 años están decidiendo si quieren tener hijos o no, si quieren experimentar un orgasmo o no. Todo esto es verdaderamente monstruoso. Seamos claros, la disforia de género existe, es una realidad, nadie está negando eso. Pero siempre tuvo una incidencia extremadamente baja, del 0,002% con respecto al total de la población. Y ahora estamos viendo aumentos en Cataluña por ejemplo del 5.000%. En otros países hay aumentos de 2.000, 3.000%. En una sola escuela aumentos de 1.000 por ciento.
— Hay casos de una sola clase en la que 3 ó 4 chicas supuestamente se sienten varones. En una sola clase.
— O en una misma familia, como se vio ahora con el hijo de Ben Affleck y el de su pareja, Jennifer López. Se trata de otro fenómeno, y aquí es cuando viene lo de la moralización. Si uno pone esto sobre el tapete y dice aquí hay un problema, le dicen que es un transfóbico que no quiere que las personas sean quien quieran ser. Bueno, hay dos problemas graves con eso. Si yo tengo un familiar que tiene una enfermedad grave y lo único que le digo es que siga rezando, es que no quiero su cura, sólo quiero hacer avanzar mi ideología. Si verdaderamente me intereso en su bienestar, quiero la mejor información científica sobre la enfermedad que tiene y sus tratamientos. Entonces aquí no hay una voluntad de ayudar a los niños que podrían eventualmente tener disforia de género real, sino una voluntad de avanzar con una ideología.
— Acá tenemos a la madre de Luana, una niña trans cuyo caso se usó para crear el clima propicio a la ley trans. Y hace dos o tres años esta mujer dijo en una entrevista que cuando Luana cumplió 12 años decidieron no darle bloqueadores de pubertad -lo cual celebro- porque endocrinólogos que consultó le explicaron todas las consecuencias: poco crecimiento, descalcificación, atrofia de los órganos genitales, etcétera. Es increíble la contradicción de no aplicar a su hija lo que preconiza una ley a cuya promoción contribuyó, y justamente porque tuvo la suerte de encontrar endocrinólogos que le advirtieron. Ahora, si uno lo dice, si un periodista escribe o entrevista a alguien y dice ojo, cuidado, enseguida salen con la transfobia, la homofobia, el discurso de odio...
— Efectivamente, el único argumento que tienen es el de la transfobia, la moralización. ¿Y el problema es que la gente es lo que los psicólogos españoles José Errasti y Marino Pérez Álvarez llaman la “transfobo-fobia”, es decir, la gente está aterrorizada de ser tratada de tránsfoba. Y como esta es una minoría muy vocal que avanza este tipo de cosas con mucha, no voy a decir fuerza, sino violencia, la gente está aterrada y eso hace que acepte cualquier tipo de cosa. Pero cuando uno comienza verdaderamente a interiorizarse del tema descubre que uno no está ayudando a ningún menor, porque la adolescencia es el período de la vida más tumultuoso, uno empieza con cambios corporales, hormonales. Uno está también en esta búsqueda de identidad.. Con el agravante de que actualmente hay una epidemia de enfermedades mentales, potenciada, como lo muestra Jonathan Haidt en su último libro, por las redes sociales. El informe Cass se centró en menores y ya prohibió la transición hormonal en Reino Unido, lo cual es comprensible porque la transición hormonal es experimental. La hormona que se utiliza, por ejemplo, como bloqueador de pubertad es algo que se usa para el cáncer de próstata y en casos de pubertad verdaderamente temprana. También se la utiliza en Estados Unidos para la castración química de violadores. No había ningún estudio que probase el supuesto beneficio. Ahora volvió la razón. Pero lo interesante es que el próximo paso en Reino Unido será analizar el tema en los mayores, porque también entre ellos se está viendo hoy los efectos negativos. La cuestión es ver qué casos son verdaderamente disforia de género y qué casos no.
— Hay algo contradictorio: por un lado quieren despatologizar la disforia, es decir, que se pueda transicionar con la sola palabra, pero a la vez quieren que su transición sea financiada por la Seguridad Social. ¿Entonces es o no es un tema de salud?
— Eso pone sobre la mesa la cuestión de los distintos intereses que convergen en este tema. Por un lado, claramente el lobby farmacéutico. No hay que olvidar que una persona que inicia un tratamiento hormonal va a mantener ese tratamiento por el resto de su vida, costando, sea que lo pague él o el Estado, alrededor de 50.000 dólares anuales. Hagan las cuentas de cuánto es eso en una vida. Y por otro lado, el lobby sencillamente de los ideólogos del género. Todo esto tiene ya muchas décadas. A finales de los años 60, tenemos a John Money, uno de los grandes iniciadores de esta aberración, y está el caso famoso del niño que a los pocos meses por una circuncisión fallida perdió el pene y los padres fueron a ver a John Money y él dijo “no hay ningún problema, lo hacemos una nena”. Eso terminó en una catástrofe porque el chico, por más que hicieron todo tipo de terapias, era un varón; terminó suicidándose a los 38 años. Verdaderamente una aberración. La biología es el muro contra el que vienen a estrellarse todas estas tonterías. Todas estas sandeces se estrellan allí porque es la realidad. Darwin. La teoría de la evolución es la que nos dice cosas con respecto a nosotros mismos, qué características nos gustan en el otro sexo, por qué las mujeres prefieren hombres con espalda en ve. Los hombres ¿por qué prefieren mujeres jóvenes y con piel brillante? Todas estas cosas son literalmente millones de años de evolución que han moldeado nuestros cerebros y esos gustos. Pero esta gente hace lo que algunos denominan creacionismo cognitivo. Nuestro cerebro es una página en blanco que se puede moldear a gusto. Eso es tan falso como la Tierra Plana.
— Voy a hacer LA pregunta: ¿por qué tiene tanto éxito esta teoría? ¿Por qué se difunde tan rápido y la acepta todo el mundo como si fuera algo bueno?
— Eso es un misterio. Pero hay una convergencia de factores. Para empezar, que cada vez se recurre más a la autoridad epistémica de los académicos. Y, como dije, los académicos son mayoritariamente cobardes. No defienden la realidad. Son muy pocos quienes se atreven a hacerlo. Entonces prosperan los ideólogos. También puede haber factores que tienen que ver con el no aceptar la naturaleza humana. Es lo que lo que el economista Thomas Sowell y después Steven Pinker llaman la visión utópica de la humanidad. Esto de decir que los humanos podemos moldearnos a nosotros mismos como queramos, lo cual obviamente es una fantasía. Camille Paglia, la filósofa americana, dice que siempre en los periodos de ansiedad, de crisis, de transición civilizacional, hay una fijación con la cuestión del sexo y del género. Tampoco hay que olvidar lo que está sucediendo. El hecho de que hoy en día hombres y mujeres estemos en igualdad de condiciones, que las mujeres puedan controlar su fertilidad, que trabajen en lo que quieran a la par de los hombres, es algo totalmente nuevo en la historia evolutiva humana. O sea, esto tiene medio siglo en 300.000 años de Homo sapiens y ni hablar de todos los millones anteriores de otros homínidos. Esto es muy nuevo. Por otro lado, se presenta a las jovencitas la realidad de la mujer como algo terrorífico, lo cual obviamente no tiene nada que ver con las estadísticas, al menos en los países desarrollados. Entonces, puede ser lógico que en las nenas haya aprehensión hacia la condición femenina y al mismo tiempo, en el otro extremo, gente que nunca tuvo ningún signo de disforia de género, que a los 50 años se autodefine mujer y quiere ingresar en un vestuario de mujeres. Tiene que ver con otras razones, narcisismo, miseria sexual, vaya uno a saber. Es multifacético este problema.
— Errasti y Pérez Álvarez, que vos mencionaste, apuntan a un individualismo o una subjetivización exacerbada.
— Efectivamente, ellos mencionan el narcisismo y nuestra sociedad, que de alguna manera satisface inmediatamente todas las necesidades del consumidor. Nuevamente recordando que la disforia de género es una realidad, pero puede haber muchos otros casos en los que sencillamente sea un capricho. Aquí es interesante ver el rol de los padres en el tema de los menores trans. Errasti y Pérez Álvarez dicen que hay dos tipos de padres. Padres que están aterrados porque les dicen la mentira del suicidio, que ya está totalmente probado que es falso, punto. Pero los atemorizan. Es un chantaje afectivo. Son predadores de nuestra empatía, de la empatía del padre, pero también de la empatía general. Después hay otros padres que ven esto como lo más progresista que puede haber: tener un hijo trans. Lo que mencionábamos de Ben Affleck y Jennifer López, lo sienten como un orgullo. Ellos utilizan la frase de que es maravilloso tener un hijo tocado por los dioses. Entonces, inmediatamente, mañana a la mañana, hay que transicionar. Esos padres están cometiendo un grave error.
— Me gustaría terminar con una nota optimista, esperanzadora. ¿Empieza una reacción contra todo esto? ¿Qué estás viendo?
— Sí. Hay un movimiento que se está dando en muchas partes del mundo. Para empezar, como en todo momento oscuro de la historia, siempre aparecen los valientes. J. K. Rowling no tenía nada que hacer en esto. Podría estar tranquila en su castillo. Sin embargo está dando esta batalla con todo el costo que eso tiene. También mucha gente que no es conocida. Quizás se despertaron un día, vieron lo que estaba pasando, y empezaron a oponerse a toda esta locura. Académicos que empiezan a hablar, con un altísimo costo personal y profesional. Eso es esperanzador y la realidad está empezando a darles la razón. Mencionábamos el informe Cass. Pero yo creo también, para terminar con una nota optimista, más allá de la cuestión trans, está la cuestión de género de una manera general: cada vez más gente se empieza a dar cuenta de que es una estafa. Las primeras, las mujeres, porque son ellas las que están sufriendo más con las distintas mentiras del feminismo, con la negación de la realidad de parte del feminismo. Y esto, desde luego, va a generar un cambio. Va a ser todavía una batalla larga, pero que en muchos países estamos dando. Y para terminar también con una nota, creo yo, esperanzadora: en Argentina durante mucho tiempo tuvimos el espejo de Venezuela, viendo lo que pasaba allí, la gente empezó a decir esto tenemos que pararlo o vamos a terminar donde llegaron ellos. Y lo mismo sucede por ejemplo en Francia respecto de Estados Unidos, viendo la locura que se está dando en Estados Unidos y en Canadá, muchos en Francia ya estamos comenzando a alzarnos contra esto.
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