La cultura popular está repleta de besos icónicos. Románticos o eróticos, claro, pero también algunos que fueron la antesala de una traición o de una venganza. Se besan, gracias a la pluma de Shakespeare, Romeo y Julieta. Se besan también el joven y la joven que, con sus cuerpos casi superpuestos, pintó Gustav Klimt con óleo y finas láminas de oro entre 1907 y 1908.
Un marinero besó a una enfermera en pleno Times Square, Nueva York, delante del lente de Alfred Eisenstaedt. Los rodeaba la euforia por el triunfo de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y, con el correr de las décadas, la escena fue revisada y se leyó el arrebato de él como un acoso hacia ella. Un perro callejero y una cocker compartieron un spaghetti y, de repente, se les encontraron los morros y convirtieron esa escena animada de La dama y el vagabundo en un beso histórico.
Spiderman colgado cabeza abajo y Mary Jane se besaron debajo de la lluvia, encarnados por Toby Maguire y Kirsten Dunst. En la historia del cine, ningún otro superhéroe dio un beso tan famoso. A pesar de sus propios prejuicios, desesperados por evitarlo pero más desesperados por la atracción que sentían por el otro, se besaron Jack Twist y Ennis Del Mar, interpretados por Jake Gyllenhaal y Heath Ledger en Secreto en la montaña. En vivo, en un teatro repleto y para sorpresa del mundo entero, Madonna besó primero a Britney Spears y a Christina Aguilera en la entrega de los MTV Awards de 2003.
Judas besó a Jesús y en ese beso radica su traición. Michael Corleone, encarnado por Al Pacino, besó a su hermano Fredo, que lo había traicionado, y le dijo: “Me rompiste el corazón”. Y después de eso lo mandó a matar.
Y sin embargo, por ninguno de esos es que este sábado es el Día Internacional del Beso. Los responsables de la celebración global son la pareja de tailandeses que en 2011, justamente un 13 de abril, establecieron un récord mundial: se besaron durante 46 horas, 24 minutos y 9 segundos. Dos años después, fueron por más y respetaron el calendario: el 13 de abril de 2013 sellaron una nueva marca, de 58 horas, 25 minutos y 58 segundos.
¿De dónde viene eso de besarnos?
Nobleza obliga: es imposible saber cuál fue el primer beso de la historia de la humanidad. Y el motivo es sencillo. ¿Por qué confiar en que, apenas esas dos (o tal vez más) personas se besaron, decidieron dejar un registro para que miles y miles de años después supiéramos que ahí había empezado esta costumbre asociada al romance, al cariño, a la ternura y también al erotismo?
Lo que sí se sabe con certeza es cuál es el registro más antiguo que da cuenta de un beso entre dos personas. Y ese beso se encuentra en una tabla de arcilla de hace más de 4.000 años: el Cilindro de Barton, que es del año 2400 a.C. y fue hallada en 1899 en la ciudad sumeria de Nippur, en el actual territorio de Irak.
La investigación que encontró en esa tabla el registro más antiguo de un beso es reciente: la presentaron en mayo de 2023 los científicos daneses Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll, que además de ser científicos son pareja. Publicado en la revista Science, el hallazgo fue a partir de una especie de “zoom” al Cilindro de Barton, que lleva ese nombre porque fue traducido a principio del siglo XX por George Barton.
Sophie, ecóloga especialista en vida silvestre, y Troels, dedicado a la Asiriología -la ciencia que estudia la escritura, la lengua y la historia de Asiria y Babilonia-, empezaron a tirar de la punta del ovillo a través de una conversación más vinculada a la salud que al amor: un estudio genético situaba ciertas variantes del herpes relacionadas a los besos en la boca entre los años 3300 y 1200 a.C. Y algo de eso les hizo sonar una alarma: tenía que haber un beso registrado más antiguo del que se conocía hasta ese momento, situado hacia el año 1500 a.C.
Un beso antiguo, pero no tanto
Hasta hace no mucho, la marca de mayor antigüedad se la llevaba un beso registrado hacia el año 1500 a.C. Se situaba en el territorio de lo que hoy es India, en textos escritos en sánscrito védico. Allí se hablaba de “lamer la humedad de los labios”. Faltaban unos catorce siglos para que en ese mismo territorio se creara el Kamasutra, que dedica todo un capítulo a dar cuenta de las distintas formas de besar.
En un poema sagrado hindú, el Atharva Veda, se hablaba también hacia el 1500 a.C. de “oler con los labios”. Sin embargo, el hallazgo de los científicos daneses situaría unos mil años antes al primer beso registrado de la humanidad.
Historia de un hallazgo
Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll siguieron las pistas del contagio de una variante del herpes para ver si encontraban un beso más antiguo que el que se había registrado en los poemas hindúes. Para eso, revisaron textos arcadios y sumerios bien antiguos y también tablas repletas de textos cuneiformes de Egipto y la Mesopotamia, situada en el actual territorio de Irak y Siria.
Pero fueron más allá: se negaron a creer que el beso había surgido en una sola región y desde allí se había expandido, y prefirieron, para darse aliento y buscar lejos de lo que hoy es India, creer que se trataba de una costumbre que varias culturas practicaban en simultáneo.
Tenían un antecedente que les hacía sentir que podían estar en lo cierto: los chimpancés, especie cercana a los humanos, se besan. “Eso puede sugerir que la práctica de besar es un comportamiento fundamental en los humanos, y puede explicar por qué esa práctica se puede encontrar en muchas culturas”, publican en su investigación.
El Cilindro de Barton fue lo que les permitió hallar el beso más antiguo que haya registrado la humanidad. La tabla describe una situación amorosa entre dos dioses y, como ocurre hasta hoy, la culminación de ese amor llega en la narración a través de un beso.
“Aquellos días son ciertamente días lejanos. Aquellas noches son en verdad noches lejanas. Aquellos años son ciertamente años lejanos. La tormenta rugió, los relámpagos destellaron. En la zona sagrada de la ciudad de Nippur, la tormenta rugía, los relámpagos centelleaban. El Cielo habló con la Tierra. La Tierra habló con el Cielo. Con la diosa ‘Gran-Buena-Señora-del-Cielo’, la hermana mayor del dios Enlil, con Ninhursag, con la ‘Gran-Buena-Señora-del-Cielo’, la hermana mayor de Enlil, con Ninhursag, tuvo relaciones sexuales. Él la besó. El semen de siete mellizos él embarazó en su vientre”, describe la narración.
Romance, ternura y herpes
Más allá de lo encontrado en el Cilindro de Barton, la investigación encontró varios otros textos situados en la Mesopotamia que contienen “ejemplos claros de que besarse se consideraba parte de la intimidad romántica en la antigûedad, al igual que besarse podría ser parte de las amistades y las relaciones familiares”. Cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia: de ahí venimos.
Pero más allá de los “usos” del beso -que los investigadores atribuyen sobre todo a lo romántico en aquellos años-, también dieron cuenta de otra arista vinculada a ese intercambio. Según Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll, también hay “literatura” antigua que permite confirmar que los besos de hace miles de años propagaban virus muy similares al herpes que hasta hoy se transmite por esa vía.
“Existe un corpus sustancial de textos médicos de Mesopotamia, algunos de los cuales mencionan una enfermedad con síntomas que recuerdan al virus del herpes simple 1″, explican en Science los autores de la investigación. Y suman: “Es interesante notar algunas similitudes entre la enfermedad conocida como ‘bu’shanu’ en los textos médicos antiguos de Mesopotamia y los síntomas causados por las infecciones por herpes simple 1. La enfermedad de ‘bu’shanu’ se localizaba de modo principal en o alrededor de la boca y la garganta, y los síntomas incluían vesículas dentro o alrededor de la boca, que es uno de los signos dominantes de infección por herpes”.
Demuestra amor, deseo, cariño, ternura. Puede también transmitir algún patógeno. Y puede ser la antesala de una traición. Está en el centro de nuestra(s) cultura(s) y, probablemente, sea la demostración afectiva más popular entre los seres humanos. Ahí está el beso: nadie sabe quiénes lo inventaron, ni cuándo empezó. Pero pasan los años, los siglos y los milenios y la humanidad lo sostiene como parte de su idioma más primario. De generación en generación. Y de boca en boca.