“Demasiado bien”, dice Angie Prieto. La frase es un regalo. La palabra “demasiado” es clásica en Paraguay en donde el énfasis se acentúa, como el calor o el mango que brota de los árboles, en la tropicalidad en demasía. América Latina no sufre por lo que le falta, sino por lo que le sobra, el castigo no es por ausencia, sino por presencia, la venganza no es por nada sino por la riqueza de sus suelos y de quienes lo habitan. La valentía de las mujeres latinoamericanas en dar voz a la voz de muchas es un valor. Por eso, se buscó castigar a una para que muchas callen. Y, por eso, Angie es la protagonista de un triunfo para las mujeres y periodistas de Paraguay, pero, sobre todo, para la libertad de expresión feminista en la región y el mundo.
“No es una victoria particular, es una victoria colectiva porque sienta un precedente en la lucha de las mujeres trabajadoras por espacios libres de violencia. Obtener justicia en un país tan difícil y en un momento en el que a nivel regional y mundial hablamos de retrocesos, de negacionismo y relativización de denuncias de acoso sexual y violencia hacía las mujeres”, dice y vuelva a enmarcar, remarcar y dejar claro que las victorias son con acento y orgullo local: “Es una victoria demasiado importante”.
Angie rescata que el fallo ya produce efectos para mejorar las condiciones laborales de las mujeres. La Ministra de Trabajo paraguaya -Mónica Recalde- se reunió con ella y abrió la puerta a instalar un protocolo contra la violencia en medios de comunicación que siempre fue el gran objetivo de las periodistas que no querían dejar pasar que se pasen con ellas sistemáticamente en sus tareas diarias al frente o detrás de cámaras.
El problema de la violencia sexual es un gran problema en Paraguay. Sin embargo, la justicia juzgó a la que lo denunció y no a los que lo ejercieron, toleraron o miraron para otro lado. En la película El escándalo -con Nicole Kidman, Charlize Theron y Margot Robbie- se reflejó como la insinuación, extorsión o incomodidad no fue una excepción, sino un modo de producción de las noticias en el canal Fox News, en Estados Unidos y en tantos más también. Es mucho más escandaloso que, en América Latina, no esté enjuiciado el acosador sino la que habla del acoso.
En Paraguay 8 de cada 10 comunicadoras sufrieron acoso sexual o una situación que ahora pueden vislumbrar como acoso sexual y que, casi en 7 de cada 10 casos, fue por parte de un jefe directo o indirecto. Las manos indebidas, las miradas intolerables, los pedidos extorsivos también existieron en un 48% de los casos de parte de un compañero y el 27% por parte de un entrevistado o fuente. La realidad es una noticia abrumadora. Trabajar es saltar obstáculos permanentes para conseguir información y para poder dar información sin quedar atrapada en la telaraña de hacerse chiquita para no ser mirada o de ser mirada y tener que soportar la agresión y la insistencia.
La trascendencia de la violencia sexual, sin embargo, no llega a la justicia ya que el 88% de los casos no fue denunciado. El 39% de las periodistas no denuncia porque, cuando ocurrió el hecho, no sabían si se trataba de acoso sexual, el 35% por miedo a quedar expuestas y ser estigmatizadas en su lugar de trabajo y el 30% por miedo a sufrir persecución de los jefes o jefas, según los resultados de la encuesta “Situación de las periodistas y comunicadoras” elaborada por la Red de Mujeres, Periodistas y Comunicadoras del Paraguay, con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
El caso de Angie Prieto es emblemático. Ni Una Menos en Argentina fue el primer paso, en el 2015, de la liberación de la palabra y el Me Too, en 2017, en Estados Unidos, fue el levantamiento global contra el acoso, el abuso y la violación. Pero, después de la ola en alto comenzó el backlash o la vengaza contra las que alzaron la voz. Si las mujeres se animaron a contar lo que siempre habían callado los que fueron señalados, denunciados, corridos, enjuiciados, interpelados o cercenados empezaron a callarlas, denunciarlas y amenazarlas.
La reacción machista se unificó en la pandemia (con el retroceso de las mujeres del espacio público) y se masificaron las amenazas, la violencia digital y la criminalización de las mujeres denunciantes y de las periodistas que escriben o alzan la voz contra el abuso sexual. El triunfo de Angie va más allá de Angie. Muestra que el miedo a ser penada por hablar no es una posibilidad, sino una realidad. Y también que la nueva era post Me Too ya llegó y que hay que desatar los hilos del silencio y mostrar que la libertad de expresión se defiende hablando.
El caso del periodista Carlos Granada, imputado por acoso sexual y coacción sexual o violación, fue el principio del levantamiento de las periodistas paraguayas. La Red de Comunicadoras y Periodistas de Paraguay pidió a la empresa Albavisión un protocolo para frenar la violencia machista. La solución no fue terminar con el acoso, sino terminar con las que denunciaban el acoso.
La periodista Angie Prieto fue despedida por formar parte del grupo de Whatsapp “Yo te creo”, en el que participaban 15 trabajadoras. Angie empezó a trabajar a los 18 años y fue reportera, redactora y conductora de televisión del grupo Albavisión. En el 2022, con dos hijos y 33 años, la dejaron sin trabajo. El disciplinamiento estaba claro para ella y para las demás. El sueldo se compra con silencio. La demanda se paga con el despido.
Pero no solo eso. En septiembre del 2022 la querellaron. ¿La acusación? Redactar una nota que consideraban injuriosa. Se investigó la redacción de un pedido para que no haya encubrimiento de acosadores como si se tratara de una prueba de corrupción, de asesinato, tráfico de drogas o blanqueamiento bancario. Raro. Además, se llevo a juicio comentarios realizados por Whatsapp de forma privada a otras compañeras. Angie escribió en un chat que “no estaba de acuerdo con el manejo de la crisis interna”. El abogado defensor, Juan Sosa Bareiro, dijo que eso no constituye injuria y que se trata de criticas reazonables realizadas en privado.
¿Qué pasaría si se criminaliza la protesta social, la organización sindical y la comunicación privada? Ya no sería la vuelta al silencio, sino incluso la criminalización de la conversación o la organización entre compañeras y amigas. ¿Se puede llegar a tener inmovilizado el contacto social y hasta los dedos de la mano?. La voz de las mujeres no se puede callar, ni las periodistas quedar amorzadas de reclamar condiciones laborales dignas y sin violencia sexual en sus lugares de trabajo.
En los tribunales, Marcelo Fleitas, Director de la Red “Albavisión” citó a la película “El Escándalo” y describió que “Fox perdió más de 800 millones de dólares entre indemnizaciones y juicios que tuvo que afrontar por el escándalo sexual de su CEO”. La jueza le preguntó si él había perdido su trabajo y dijo que no y -ante otra pregunta de la magistrada- que tampoco sufrió pérdidas económicas, pero que la imagen del canal se vio lesionada. No es que un canal tiene que cerrar o que -ni siquiera- pagó juicios, sino que el efecto post Me Too se ensaña con las trabajadores a las que despide y no quiere, ni siquiera, pagar indemnización.
Es increíble que una película que demuestra la cosificación del cuerpo, el ascenso a cambio de sexo no consentido ni deseado, el acoso sistemático sea citada para demostrar que una trabajadora es culpable de injuriar a una persona por pedir un protocolo laboral contra la violencia de género. El escándalo es el abuso, no denunciar el abuso. La exhibición de la violencia sexual debe servir para frenar la violencia sexual y no para frenar a las periodistas que interpelan a los violentos.
Finalmente, la jueza Mesalina Fernández sentenció a favor de Angie Prieto y dijo que hubo “imposibilidad de probar que haya dicho o escrito algo injurioso” y que “la querellada queda libre de reproche y pena”. Angie salió del Palacio de Justicia de Asunción con un triunfo para ella y para la libertad de expresión de muchas otras víctimas y periodistas feministas. La acompañaron las integrantes de la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay con un grito: “¡Las periodistas ya no se callan!”.
“Le gané al Director de la Red Albavisión, Marcelo Fleitas, de una multinacional de medios, a nivel de Latinoamérica, en la que siempre hubo una asimetría y una lucha de una David contra un Goliath gigante. Fue una lucha de una mujer contra una multinacional con poder económico y político e influencia. Y eso me fortalece para continuar y poder incidir en políticas públicas y se puedan plantear verdaderos cambios”, resalta.
Flavia Borja, integrante de la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay detalla: “Siento que estoy presenciando un momento que va a quedar escrito en la historia de la lucha de las mujeres y del periodismo paraguayo. Siento que, sobre el dolor y la impotencia por el daño que les han hecho a nuestras compañeras, se está construyendo un camino en el que los acosadores se sienten cada vez menos cómodos. Pero es clave para que ese camino se consolide, que la Fiscalía logre una condena contra Carlos Granada”.
Noelia Diaz Esquivel, periodista e integrante de la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay contextualiza: “El caso de Angie Prieto es una clara muestra de los intentos por silenciar a las y los trabajadores que reclaman espacios laborales dignos, pero sobre todo a las mujeres trabajadoras, porque después de las denuncias masivas de acoso sexual contra Carlos Granada, la alta gerencia del grupo Albavisión no persiguió a los hombres, sino que fueron nuevamente las mujeres, que apoyaron a sus compañeras, quienes recibieron las mayores represalias por hablar”.
Noelia detalla: “Fueron despedidas al menos seis trabajadoras de manera injustificada, entre ellas Angie, quien además contaba con estabilidad laboral según el Código del Trabajo vigente en Paraguay. Ella trabajó 13 años en los medios de Albavisión. Entonces lograr la absolución tras el juicio por supuesta injuria es una victoria histórica que demuestra cómo la empresa instrumentalizó la justicia con la intención de no pagar la indemnización que corresponde a la trabajadora, además de un mensaje aleccionador para las mujeres que rompen el silencio. Pero Angie también les dio una lección de lucha, defendió a capa y espada sus derechos y su voz de protesta”.