Hasta hace pocos años llegar a Santa Elena no era fácil. Había que viajar cinco días para pisar este remoto territorio ubicado en Atlántico Sur, bajo dominio británico, a 900 kilómetros de África y a 2.800 de América del Sur, entre Angola y Brasil.
Por ese entonces el aeropuerto de Santa Elena era catalogado como el más inútil del mundo, ya que solo se podía acceder a la isla por el mar y debido a los fuertes vientos la precaria terminal aérea quedó inhabilitada durante un año. Luego se realizaron vuelos de prueba, que fueron aprobados y de esa manera pasaron a ser seguros y cortos. Ya no se tarda más cinco días en llegar a la isla, lo que renueva el destino como atractivo para los turistas.
De hecho, Matthew Joshua, el Jefe de servicios de información al visitante del Gobierno de Santa Elena, cuenta orgulloso que ya comenzaron a recibir un aumento de consultas.
Actualmente, la isla posee vuelos chárter de Titan Airways cada tres semanas desde el aeropuerto de Londres Stansted.
En este islote habitan alrededor de 4.000 personas, de los cuales el 50% son descendientes de africanos, 25%, de europeos y el resto de origen chino. Su idioma principal es inglés y la capital es Jamestown.
El turismo es una actividad importante para Santa Elena, el año pasado alojó a 2.100 viajeros que querían visitar este famoso territorio. Pero, ¿qué se puede realizar allí?
Para empezar, uno de sus mayores atractivos son los 699 escalones de Jacob. Construida en 1800, esta escalera era la única vía que garantizaba el abastecimiento de mercadería entre la ciudad y los acantilados.
Otra parte para explorar es la vinculada a la fauna. Los viajeros pueden visitar el jardín Plantation House en el cual habita Jonathan, la tortuga más longeva del mundo con 192 años, condecorada con el récord mundial Guinness. Este verdadero tesoro nacional vive aquí desde 1882 y tiene una pareja desde hace 26 años.
Jonathan ya está ciego, no tiene olfato y, debido a su vejez, tiene poco movimiento, pero sigue siendo el “habitante” más consentido de la isla.
Otro de sus grandes atractivos es su historia: Napoleón Bonaparte vivió sus últimos años confinado en Santa Elena.
Hasta allí llegó el ex emperador francés, acompañado por un reducido grupo de seguidores, luego de que el gobierno británico ordenara su destierro, con la intención de que un lugar como Santa Elena lo aleje definitivamente de la ajetreada vida política del viejo continente, tan marcada por su influencia por aquellos años. Al principio, cuentan los historiadores, su supervivencia no fue fácil: sufrió mucho la humedad y las condiciones de vida.
Es que en Santa Elena, por ese entonces, solo había 15 personas que, como habían sido enviados allí también por órdenes del imperio británico, lo trataban de manera hostil. Durante el exilio, el otrora emperador francés dictó sus memorias a uno de sus acompañantes, que oficiaba como secretario.
A los padecimientos del confinamiento se sumaron las enfermedades. Sufría dolores en el costado derecho y una permanente pesadez estomacal. Finalmente se trataba de un cáncer de estómago que derivó en su muerte, el 5 de mayo de 1821. Más allá de esto, algunos investigadores abonan la teoría de un supuesto envenenamiento por arsénico, debido a un examen realizado sobre unos cabellos de Napoleón, hallados en un sobre tras su muerte.
Además de estas fantásticas historias que tiene este famoso islote, posee una exquisita variedad de café, muy destacada según la opinión de los residentes. En definitiva Santa Elena, es una isla que reúne una variedad de actividades e historias que la hacen atractiva para planificar un viaje y conocerla.