Lito tiene 45 años y permaneció internado durante más de 20 años en un hogar para personas con problemas de salud mental severo sin recibir visitas. Los médicos pensaban que sus padres habían muerto y que no tenía familia, pero en febrero de este año su vida cambió por completo al reencontrarse con su mamá y dos de sus diez hermanos, quienes también creían que había fallecido.
Para resguardar el anonimato y los derechos del protagonista de esta historia, decidimos llamarlo con ese nombre ficticio. Lito nació en Balsa Las Perlas, una zona rural ubicada a unos 8 kilómetros de Cipolletti, provincia de Río Negro, e integraba una familia numerosa donde se repetían situaciones de agresiones verbales y físicas. Como consecuencia de ello, Lito generó con sus siete hermanas y cinco hermanos fuertes lazos de confianza porque necesitaban cuidarse mutuamente a pesar de corta edad.
A medida que fueron creciendo, se fueron emancipando y mudando a otras ciudades. Solo Lito y un hermano quedaron en el hogar y permanecían al cuidado de su mamá. Él, particularmente, tuvo problemas de epilepsia desde chico pero no fue correctamente tratado ni diagnosticado ya que sus padres no contaban con las herramientas para hacerlo.
El hecho más grave se registró cuando, durante uno de esos episodios cayó sobre una fogata y sufrió importantes quemaduras. Si bien en otras ocasiones ya había sufrido accidentes domésticos similares, esta vez debió ser trasladado al Hospital de Cipolletti.
Los médicos, al detectar la situación de vulnerabilidad en la cual se encontraba, comenzaron a analizar la mejor alternativa para el paciente y propusieron derivarlo a un centro de cuidados para personas dependientes.
Lito ingresó al Hogar San Agustín de Cipoletti el 5 de diciembre de 2000. Tras riguroso estudios, los profesionales determinaron que tenía epilepsia grave, déficit cognitivo y mental congénito, episodios psicóticos recurrente, trastornos de la psicomotricidad y de conducta, y desajuste sociofamiliar.
Si bien no se conoce con exactitud las circunstancias que rodearon a la información que se le suministró a la familia sobre lo que había sucedido con Lito, todo indica que la familia creyó que había muerto como consecuencia de las lesiones causadas por el fuego tras sufrir una quemadura grave. Por eso, durante más de veinte años no recibió visitas y no tenía familiares que pudieran ayudarlo a tomar decisiones o ejercer sus derechos.
La triste historia de Lito salió a la luz este verano tras una inspección realizada por la Defensoría de Menores e Incapaces de Cipolletti en la residencia donde se encontraba alojado. Al detectar los pormenores de la historia clínica que rodeaba al paciente, dio avisó a la Oficina de Servicio Social del Ministerio Público para que realice un informe de situación y a la Unidad de Derechos Sociales para que tome intervención.
“Al principio no lo creíamos. Pensábamos que se trataba de un error, que nos habíamos equivocado de persona, pero finalmente nos dimos cuenta que no”, comentaron desde el área de Servicio Social.
El informe social indica que Lito solo fue a la escuela durante su primera infancia y que luego concurrió de forma eventual, sin haber aprendido a leer ni a escribir. En los últimos años, incluso, su estado de salud se deterioró considerablemente debido a episodios de convulsiones reiteradas cada vez más intensas. Esto hizo que hoy en día no se exprese verbalmente con fluidez, su discurso esté desorientado y tenga grandes limitaciones en la movilidad. Esto hace que necesite ayuda para higienizarse, alimentarse o tomar la medicación, por ejemplo.
En tanto, el informe del Cuerpo de Investigación Forense concluyó que no se puede esperar una mejoría y que su estado empeorará con el tiempo. Remarcó que Lito es incapaz de realizar una vida autónoma y que requiere seguir internado.
El trabajo en red que desarrolló la Oficina de Servicio Social fue fundamental. Referentes del centro de salud que intervenía en la situación, del área de desarrollo humano, de la oficina de personas con discapacidad y profesionales del área de la salud mental colaboraron para poder contactar a dos de los hermanos de Lito, que a partir de febrero comenzaron a visitarlo con frecuencia.
Sin embargo, la historia tuvo su punto máximo de emoción cuando su mamá pudo reencontrarse con él. Si bien es una persona de edad avanzada y con algunos problemas de salud también pudo visitarlo en el hogar.
Quienes presenciaron el momento, con la emoción a flor de piel, describieron que pudieron reconocerse al instante. Con sólo mirarla, escuchar su voz y tocar sus manos, Lito dijo una única palabra que haría ese reencuentro tan épico como inolvidable: “Mamá”.
Los profesionales que conocen de cerca a Lito y su día a día, confiaron en que se muestra más activo “contento ante las visitas” que le hacen sus hermanos y su madre. A pesar del largo periodo temporal por el cual no se mantuvo contacto, todos comenzaron a regenerar poco a poco ese vínculo familiar.
Desde lo estrictamente judicial, ahora sus familiares se han transformado en curadores. Esto los habilita a evaluar y ayudar a Lito a tomar decisiones respecto a su situación actual y a poder ejercitar los derechos que le asisten.
“Es una historia triste en la que al menos ahora hemos podido comenzar a revincular una familia rota y vulnerable atravesada por problemáticas graves”, remarcó Matías Vidoc, Defensor de Pobres y Ausentes de Cipolletti. Y concluyó: “Una histórica mínima, de esas que muchas veces no salen en las portadas de los diarios, con personas que han sufrido mucho. Espero que nuestro trabajo sirva para que tengan una nueva posibilidad de sanar algunas heridas”.