Jésica Balma quizás tenía su destino marcado mucho antes de saberlo. Hasta casi sus 30 años deambuló por varios empleos que le dejaban un buen sueldo pero no la hacían feliz. “Trabajaba en comercio exterior y ganaba buena plata, pero no estaba contenta con lo que hacía en la oficina –comienza a relatar en diálogo con Infobae la chica-. En mis ratos libres estudiaba filosofía y hacía cursos de diseño de indumentaria que era lo que más me interesaba”.
Pese a sus intentos por hacer otra cosa de su vida, hay una historia familiar que une a Jésica con el mundo de la confección de ropa. Sus papás se conocieron trabajando en una mítica fábrica textil del conurbano bonaerense.
La herencia textil
Ramos Mejía, década del 60. San Marco era un polo textil importante del oeste del conurbano. Cientos de personas se acercaban a comprar primero los llamados pantalones de gimnasia que luego se convertirían en los joggings. En ese galpón que está coronado con un león alado se conocieron los padres de Jésica. La mujer trabajaba de modelista y él en el sector de hilandería.
La pareja abandona San Marcos en los 70 para construir su proyecto propio. Los Balma fundaron un taller textil pequeño en el que fabrican guardapolvos. En la década del 80, la mamá de Jésica vuelve a ser convocada por San Marco. La necesitaban para armar los moldes de la colección de joggings que se impusieron por esos años.
Llegaron los 90 y el menemismo terminó con lo poco que quedaba de la industria nacional. Desde ese momento, la mamá de Jésica empezó a trabajar como modelista en forma autónoma.
“Había estudiado en un terciario diseño de indumentaria. Cuando me echan de mi trabajo en comercio exterior, el último que tuve en relación de dependencia en 2017, uso esa indemnización y me pongo a trabajar con mi mamá. Teníamos bastantes clientes que tercerizaban el armado de los moldes”, recuerda Balma.
En busca del deseo perdido
Jésica cuenta al detalle la importancia de conocer los secretos de la confección de moldes. “Podés hacer un dibujo con un diseño muy lindo, pero si no tenés un buen molde no vas a poder confeccionar la prenda – explica la joven-. Es como pasar el dibujo a plano para luego convertirlo en un objeto en tres dimensiones como por ejemplo una remera. Pero eso tiene, sus claves en cuanto a proporciones para que calce bien en el cuerpo”.
Jésica ya tenía claro que se iba a dedicar a la confección de ropa. Todavía no sabía bien de qué manera exacta. Mientras trabajaba con su mamá, hizo algunas prendas para amigas actrices y algunos trabajos de estilismo para marcas chicas. “Mis viejos no querían que me meta en este mercado. Ellos lo habían pasado mal y no querían que pase por lo mismo”, cuenta Jésica.
La chica admite que la industria textil muestra quizás el lado más salvaje del capitalismo. “Cuando Karl Marx critica el sistema lo hace desde las fábricas de hilados que habían surgido durante la primera etapa de la revolución industrial a mediados del siglo XIX”, explica Balma.
Llega el verano del 2018. Esos momentos bisagras en los que muchas veces solo queda o huir hacia adelante o salir del laberinto por arriba, título de un poema de Leopoldo Marechal. “Ese año trabajé de niñera para mi hermana porque me costaba llegar a fin de mes. Me estaba quedando sin plata”, recuerda Jésica.
En ese momento de zozobra llega una amiga salvadora que le pide un jogging de colores porque no encontraba nada especial en las casas de deportes tradicionales. Las dos chicas van a Once a comprar las telas. “Quería que tuviera cinco tonos diferentes. Lo mínimo que te venden es un metro. Así que tenía para hacer como 20 pantalones”, cuenta la creadora de Balma.
Tenía que ponerse a vender esos joggings que le iban a sobrar del que iba a hacer a pedido. Así, en el mismo local de Once en el que compró las telas hizo una posteo en Instagram en el que ofrecía su producto. Recibió 50 pedidos en un día. Y luego una segunda publicación, tuvo otros 50.
Con marca propia
“Creo que llegué en un momento justo. Un producto que faltaba porque además se da en el contexto de la explosión de la música urbana. Y estos artistas suelen usar este tipo de ropa”, explica la chica.
Desde ese momento, no paró un segundo en cuanto a la construcción de Balma como marca. Su plan era crear talles inclusivos que alcanzaran a todas las personas. “Los joggings son unisex y hago hasta talle 5. Pero si una persona necesita algo más grande me pasa las medidas y lo hacemos a pedido”, dice Jésica.
La particularidad de Balma es que sólo podés elegir un color del modelo. “Vos elegís negro, por ejemplo. Y en 20 días te llega el producto con el agregado de otros cuatro tonos que elijo yo. Parece una locura pero eso sucedía y los clientes seguían llamando”.
La pandemia de coronavirus expandió el negocio. “Un poco todos los emprendedores chicos crecimos porque nuestros costos no eran tan altos. No teníamos empleados a cargo, por ejemplo. Y también, puede ser que el jogging encajaba perfecto en la vida de cuarentena”, sostiene la emprendedora.
Hasta ahora, luego de 5 años de vida, Balma siempre creció. Tiene local propio en una galería y vende cada vez más pantalones. Sus padres, finalmente, aceptaron que trabaje en la industria textil. “Mi papá se enoja cuando sabe la forma en la que confecciono la ropa a pedido. Él está acostumbrado al trabajo en serie con muy pocos talles. Pero eso dejaría a muchas personas afuera. Las fábricas de ropa en general trabajan con un modelo hegemónico que no tienen en cuenta a muchas personas”.
La quitamanchas
Al mismo tiempo que difunde sus diseños, Jésica usa su Instagram para dar recomendaciones de prendas. En ese sentido, se convirtió en una influencer de las manchas con miles de seguidores. En general sus videos duran menos de un minuto. En los clips explica cómo sacar una mancha de vino tinto o de qué manera purgar el lavarropas para mantenerlo en mejor estado.
Las imágenes son reales y recuerdan a esos vendedores que probaban productos en vivo sobre un tren o un colectivo. Así, la chica mancha con vino una prenda para ofrecer la solución al problema.
Uno de los videos que más se viralizó de Balma fue el que explicó cómo quitar una mancha de sangre. Para explicarlo usó las manchas que puede producir la menstruación. La chica hace los videos en lenguaje inclusivo y con este clip recibió muchos mensajes de aprobación pero otros de odio e insultos. “Fue un momento complicado y decidí empezar a borrar textos con insultos. Para mí lo más importante es cuidar a la comunidad”, sostiene Balma.
De a poco, Jésica aprendió que Balma sea un trabajo más. Que no ocupe todo su tiempo. “Cada actividad tiene que tener su momento. Mi idea no es estar todo el día pensando en mi marca. Darme tiempo para hacer otras cosas”, sostiene.
También, intenta despegarse del personaje que muestra en las redes. “Yo no soy esa chica que aparece en los clips aconsejando como sacar la mancha de una prenda. O en realidad no soy solo eso –explica Jésica-. Pero es muy difícil porque para mucha gente soy cercana aunque no me dé cuenta. Después vienen a mi local y me abrazan como si me conocieran de toda la vida. Y a veces, eso me produce un impacto. Por eso trato de separar las cosas”.
Jésica lleva múltiples tatuajes en su cuerpo. Tiene dibujos hasta en su cara. Ella dice que de todos, sólo uno puede estar relacionado con su destino de emprendedora. Es la carta mago del tarot. “Significa la o él que crea de la nada”. Esta imagen representa también la imaginación, originalidad y grandes habilidades. Es una carta muy positiva, que nos indica energía, salud y una gran fuerza de voluntad. Para que todo te vaya bien, debes seguir su consejo, que es utilizar todo el poder y los conocimientos de los que dispones para cumplir tus objetivos. Es un recordatorio de que tenemos el poder para cambiar nuestro destino y hacer que nuestras vidas sean diferentes. Así, avanza Jésica en el mundo de las redes sociales y de la industria textil. Cada tanto, vuelve a mirar el dibujo impreso para siempre en su cuerpo para mantener la confianza en su creatividad. Ya sea en un clip para Instagram o en nuevos diseños de Balma.