A fines de 2023 un grupo de siete jóvenes argentinos, oriundos de seis provincias distintas de nuestro país, se consagraron ganadores del hackatón NASA International Space Apps Challenge, una competencia de prestigio mundial. Allí presentaron su aplicación, Ainoken, que consiste en un mapa 3D de la Luna donde se muestran los eventos de los lunamotos, detectados a partir de instrumentos que fueron dejados durante las misiones Apolo. A través de un mail se enteraron del glorioso triunfo, y supieron que tienen la posibilidad de asistir a la ceremonia de premiación en Estados Unidos el próximo 4 de junio. Mientras recaudan fondos para poder viajar, trabajan en los avances de otro de sus prometedores proyectos, RoverTito, el primer rover lunar de América Latina. En diálogo con Infobae, cuentan de dónde viene su pasión por el espacio, y el deseo de inspirar a las nuevas generaciones.
Tomás Liendro tiene 27 años, es ingeniero mecánico y el líder del equipo. Nacido en Santa Cruz, actualmente vive en Villa Carlos Paz, Córdoba, junto a su pareja -que cumple el rol de mentora-, Sol Maldonado Betanzo, de 28, ingeniera electrónica, oriunda de Comodoro Rivadavia, Chubut. Dolores Avalis, de 26, es diseñadora industrial, oriunda de Villa Mercedes, San Luis, y erradicada en San Carlos de Bariloche, Río Negro. Fabián Burgos, de 25, es ingeniero electrónico y nació en Sunchales, Santa Fe, pero también vive en Bariloche. Lautaro Mendieta, de 28, es ingeniero en telecomunicaciones, porteño de nacimiento, se instaló en Viale, Entre Ríos. Juan Manuel Losarcos, de 27, es geólogo, oriundo de Santa Rosa, La Pampa, y está cursando su doctorado en Geología Planetaria en Illinois, Chicago. Santiago Núñez es ingeniero electrónico y analista programador universitario, comoderense y residente de su ciudad.
Todos ellos forman parte del proyecto que ganó, y aunque trabajan codo a codo hace casi dos años, todavía varios de ellos no se conocen personalmente. “No tenemos ni una sola foto todos juntos, porque como esto nació en pandemia, todo fue a través de meets, lo que nos permitió ser un equipo federal, y que no hubiera barreras geográficas”, expresa Sol. El día de la premiación en Estados Unidos, cuando visiten la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) será la primera vez que estarán reunidos frente a frente, y sueñan con ese momento.
Aunque tienen distintas formaciones profesionales, cada uno aportó sus conocimientos, y tienen en común una inmensa motivación. Con tan solo una hora de charla con ellos se percibe el respeto que los caracteriza y la admiración que sienten como colegas por los logros que han alcanzado. Por más numerosa que sea la conversación, ninguno quiere interrumpir al otro, quieren darle lugar a que todos participen, y ninguno busca protagonismo, sino brindar servicio. “Desde muy chiquito me gustaba la electrónica, es algo que se mantuvo siempre en mi vida y después con el paso de los años me fui formando, pero recién cuando entré a este equipo empecé a estar más inmerso en el diseño espacial”, explica Fabián sobre sus inicios. Algo similar dice Dolores, que cuenta que cuando era niña le encantaba dibujar, armar y desarmar cosas. para indagar cómo funcionaban.
“Este concurso me hizo descubrir nuevas aficiones, porque sino me hubiera sumado, realmente no me habría dado cuenta de que me gusta mucho la configuración física, y hoy en día estoy trabajando en eso, en la parte satelital”, explica la diseñadora industrial. A su vez, todos coinciden en que todo lo relacionado al espacio siempre les generó curiosidad, pero lo veían como algo “muy lejano”, sin imaginar que podría ser su campo de estudio en el futuro. “Como la mayoría, más que en un documental o en una película de ciencia ficción, nos parecía imposible llegar al espacio, pero cuando uno trabaja con gente que le gusta lo que hace, que está apasionada, las oportunidades aparecen, y esto fue posible gracias a que se juntaron un par de chicos convencidos de podían hacer un proyecto de alta tecnología, y demostraron que los profesionales argentinos tenemos una capacidad increíble, y que simplemente necesitamos trabajar en conjunto”, sentencia Juan Manuel, conectado a la charla desde Chicago.
Una app y un robot
Después de haberse consagrado en el OpenSpace 2020/21, gracias al diseño de RoverTito, un robot autónomo de dos kilos que lleva seis motores y cámaras que sirven para identificar el entorno y planificar qué camino debe tomar en la Luna, en la edición 2023 volvieron a presentarse, y lograron consagrarse como uno de los 10 equipos ganadores entre 57.000 personas y 8715 equipos de todo el mundo. Esta vez participaron 5.556 proyectos, todos enfocados en crear soluciones innovadoras.
Ellos desarrollaron lo que bautizaron como Ainoken, un mapa interactivo de terremotos lunares (moonquakes) a través de una aplicación web que permite monitorear la actividad sísmica en superficie lunar, basada en datos de sismógrafos de la NASA. “Incorporamos mapas detallados y una sección de colaboración para futuras misiones, incluso integramos un chatbot con inteligencia artificial para responder preguntas sobre la exploración lunar, un simulador lunar y la posibilidad de utilizar realidad aumentada”, cuentan entusiasmados.
Hoy tienen un nombre propio, que eligieron para identificarse en la competencia: Spacebee Technologies. La traducción literal serían las palabras “espacio y abeja”, y de ahí se desencadena un concepto que representa la misión que tienen en mente. “La idea es mandar una especie de pequeña unidad, como si una abeja fuese al espacio, y a futuro va a trabajar en conjunto, tipo enjambre, con un montón de otros Roberts que estén dando vuelta en la Luna, o sea que va a implicar después interconexión y trabajo colaborativo; nos gusta imaginar al RoverTito como un primer elemento de algo mucho más grande”, detalla Tomás.
La particularidad y el gran atractivo para los jóvenes interesados en la temática es que durante la experiencia pueden acceder a datos abiertos que proveé la NASA y sus agencias espaciales, además de recibir consejos de tutores que ya están en ejercicio de la profesión. “Fue increíble recibir consejos de ellos, de gente que ya trabaja en la NASA, otros también de JAXA, la agencia espacial japonesa, que leyeran y vieran nuestras ideas, un feedback muy interesante que nos hizo crecer en cada instancia”, acota Santiago. Y resaltan que el único requisito de la competencia era ser menor a 25 años. “En ese momento todos teníamos menos de 25, y la condición es para incentivar a los jóvenes a que sean partícipes de este tipo de tecnología, que en general se asocia a que requiere mucha experiencia y mucha inversión inicial; este tipo de concursos patea el tablero y nos enseña que no tiene que ser así, y realmente fue un antes y un después en nuestras vidas”, argumenta el líder del equipo.
La primera vez que compitieron fueron 48 horas muy intensas, ya que una de las características del hackatón es la carrera contra el tiempo, para en el correr de dos días presentar el trabajo. El objetivo de desarrollar tecnología que asista a los humanos en las próximas misiones del espacio implica mucha investigación previa, y los siete integrantes se ayudaron entre sí para analizar la información y tomar decisiones. Prácticamente hasta el último minuto en que cerraba la entrega, estuvieron editando el video explicativo que enviaron, y retocando los escritos.
“Fue una forma increíble de pasar la pandemia, y de pronto a escuchar a mi familia hablando de la Luna, que antes era impensable, que yo me dedicara a geología espacial, eso nos motivó a seguir; nos hizo dar cuenta de que tiene un impacto en la comunidad, más allá de la robótica”, destaca Juan Manuel. Con absoluta honestidad confiesan que tuvieron que leer varias veces el email de la NASA para corroborar que habían ganado el certamen. “Encima no podíamos difundirlo hasta diciembre de 2023, porque ahí recién se anuncian los ganadores, y fue muy duro porque lo queríamos gritar a los cuatro vientos”, explican, y confiesan que unos pocos familiares fueron los guardianes del secreto, y fue una verdadera fiesta cuando se hizo oficial.
Esa alegría la siguen teniendo a flor de piel, y nunca dejaron de trabajar en el rover lunar. Aunque cada uno tiene sus estudios en curso y sus respectivos trabajos, en su tiempo libre se dedican a perfeccionarlo, con la convicción de que valdrá la pena, porque será un aporte profesional y educativo. “La luna es un punto estratégico para acceder al espacio profundo, está a tres días de la Tierra, hay oportunidad de lanzamiento todos los días, y se puede realizar con sistemas de lanzamiento que ya existen; así que tiene sentido desarrollar más a RoverTito, estudiar el ambiente lunar y lograr que llegue a la Luna con la bandera argentina”, indican.
La campaña para viajar
Actualmente cuentan con un prototipo, pero construir un robot que pueda soportar las condiciones del espacio tiene un costo elevado. “Se requieren de componentes espaciales, y nosotros estamos intentando hacerlo súper lowcost, y reducir el tamaño y el peso del rover, porque mientras más pequeño y más liviano sale menos dinero y más posibilidades de que llegue a la Luna”, comenta Sol. Por eso, se concentran en ajustar el modelo terrestre, que les permite testear las funcionalidades básicas, y serán las mismas que luego podrán replicar en el modelo de vuelo cuando cuenten con los fondos necesarios.
“Nosotros seguimos haciendo mejoras en todo lo que es el diseño, para que cuando tengamos la posibilidad de empezar a construirlo, se vuelva una realidad”, agrega. Pero eso no es todo, porque actualmente están en plena campaña para recaudar el dinero necesario para que todos puedan decir presente en el evento de premiación de la NASA, que dura cuatro días la primera semana de junio. “Queremos llevar este material a Estados Unidos y mostrarlo, generar redes de contactos para futuras colaboraciones de exploración espacial, y por qué no soñar que una misión tripulada lleve los primeros rover en alguno de los vehículos espaciales de la NASA”, proyecta Tomás.
Hicieron cuentas y estiman que entre pasajes y estadía requerirán un mínimo de 3.500 dólares por persona. “Estuvimos hablando con mucha gente, para ver quién podría apoyarnos, desde algunos privados y también entes municipales, y si todo sale bien, con la ayuda de algunos organismos podríamos cubrir cuatro pasajes, pero faltarían dos más, es decir, 7.000 dólares, una cifra bastante elevada”, revela la mentora del equipo. Con mucho respeto, confiesan que todavía no pidieron ayuda a través de las redes sociales, porque no quisieran tener que recurrir a la solidaridad ciudadana. “Sabemos cómo está todo hoy, y primero queremos tocar todas las puertas posibles para encontrar sponsors, estamos en esa búsqueda para todo el que nos quiera ayudar”, indican, y ofrecen como medio de contacto su cuenta de Instagram, @spacebeetech.
Tienen muchas ganas de contribuir a nivel nacional en la organización de futuras sedes para generar actividades y potenciar la temática que tanto los apasionó. “Queremos generar una comunidad en las distintas localidades, para devolverle a la ciudadanía y a la población todo el apoyo que nos han brindado, más allá de lo económico, cuando nos dicen que somos un orgullo para el país nosotros nos sentimos muy agradecidos, y queremos que nuestra sociedad tenga una perspectiva de desarrollo tecnológico, que realmente levante la cabeza y pueda ser reconocida a nivel mundial, sentirse partícipe y protagonista de lo que está ocurriendo en el mundo”, expresa Tomás.
Quien los espera con los brazos abiertos es su compañero Juan Manuel, que al estar cursando su doctorado en Geología Planetaria en University of Illinois, Chicago, ya está en el lugar de los hechos. “Para mí era algo impensado complementar mi formación en Estados Unidos, y no lo podría haber hecho sin estas competencias que nos dieron reconocimiento global, y eso se lo debo a la educación privilegiada que tenemos en Argentina; realmente yo creo que el día de mañana Argentina puede desarrollar tecnología a la par de la NASA, porque tenemos la capacidad para hacerlo, solo hay que congregar más gente interesada y hacer algo más multidisciplinario, porque todos los saberes de distintas áreas son valiosos”, manifiesta.
No se trata solamente de palabras, porque aquella afirmación tiene como sustento el ejemplo del grupo, que en medio de la pandemia, donde la tendencia era aislarse y separarse espacialmente, ellos unieron fuerzas, y los sostuvo el valor compartido del compromiso. Todos pasaron por distintas situaciones personales a lo largo de dos años, se hicieron amigos y se acompañaron en cada etapa de sus vidas, desde mudanzas, cambios de trabajo, dudas profesionales, cortes de luz que les impedían avanzar, hasta hechos de la rutina cotidiana donde necesitaron palabras de aliento. Nada de eso los detuvo. Este proyecto espacial fue su “cable a tierra”, y los mantuvo con los objetivos en órbita. “En nuestro país hay mucha voluntad para que las cosas ocurran, es cuestión de animarse a dar un salto de fe, de confiar en que podemos trabajar en equipo, que ese el camino para que nuestra generación y las futuras sueñen alto y sepan que se puede llegar muy lejos, incluso hasta la Luna”, concluyen.