En algunas ocasiones, se ha tratado de explicar la incertidumbre, sorpresa, acción psicológica y otras tantas cosas que experimenta un comandante militar en una acción de guerra con las experiencias de un jugador de póker.
Ahora bien, durante el conflicto por Malvinas en 1982, el problema (uno de los tantos) que tuvieron los mandos argentinos fue que las cartas de póker que se les dieron para ese peligroso juego bélico estaban todas marcadas.
Una carta marcada implica que el contrincante puede saber el contenido de la carta y, con ello, adecuar su juego a lo que el otro tiene. Es una ventaja considerable ese tipo de trampas.
¿Porqué puede decirse que los argentinos jugaban con cartas marcadas? Es simple, porque los británicos supieron, siempre (incluso desde mucho antes del 2 de abril de 1982), que es lo que los argentinos tenían y, peor, que estaban decididos a hacer.
¿Cómo lo supieron? La respuesta no son los espías a lo James Bond, ni los infiltrados, ni nada que se le parezca. Sino que los británicos interceptaban y descifraban sin ningún tipo de problemas los mensajes secretos argentinos que se emitían por radio. Que eran la enorme mayoría, dado lo inmenso tanto del Teatro de Operaciones como del propio país.
Los amigos suizos de Crypto AG.
Para empezar esta historia, debe quedar claro que cualquier mensaje de radio, en principio, puede interceptarse por quien esté lo suficientemente cerca y conozca las frecuencias de comunicaciones. Por ello, desde un principio del uso de la radio, quienes no querían ser “escuchados” comenzaron a utilizar métodos que imposibilitaran a quien intentara “meterse” entender el mensaje. Esto no fue sino aplicar métodos que ya utilizaban los ejércitos y gobiernos de la antigüedad, para evitar que si un mensajero fuera capturado, su mensaje se revelara.
Los métodos se fueron sofisticando con el tiempo y quien vio la maravillosa “El Código Enigma” (la película de 2014) ya tiene una idea de los esfuerzos de los países para proteger sus comunicaciones… y los de sus enemigos por descifrarlas.
Pero la idea básica es hacer que el mensaje llegue de un punto a otro y que, si alguien lo intercepta, no lo entienda.
Argentina, como país (para enviar cables diplomáticos, por ejemplo), había confiado, desde mucho antes de la guerra de 1982, en las máquinas cifradoras de la firma suiza Crypto AG. Las comunicaciones militares de alto nivel, de la Armada, parte de Ejército y de la Fuerza Aérea también utilizaban máquinas de esta empresa, que tenía una reputación intachable y que utilizaban muchísimos países del mundo occidental.
Lo que nadie sabía en ese momento es que los verdaderos dueños de Crypto AG eran la CIA (la inteligencia estadounidense) y los servicios secretos de Alemania Occidental que, llevaban a cabo la operación “Thesaurus” (más tarde conocida como “Rubicon”) que “pinchaban” a cada máquina vendida. Ser los dueños de Crypto AG fue un éxito doble: las ventas eran millonarias y los secretos no existían.
Interceptando y descifrando mensajes.
Para leer un mensaje hay que hacer dos cosas: interceptarlo primero y, si está en clave, descifrarlo después.
Para interceptar mensajes, los británicos se apoyaron (antes de la guerra) en sus propios medios de inteligencia, como los que contenía el buque “polar” HMS Endurance (muchas veces invitado amigablemente a Mar del Plata), la estación interceptora en la Isla Ascensión y otros pero, principalmente, en la ayuda que proporcionaba el UKUSA, un acuerdo de cooperación firmado en 1946 que involucra a Australia, Canadá, Nueva Zelanda, el Reino Unido y los Estados Unidos y que hacía que, finalmente, los medios de inteligencia de señales (SIGINT por sus siglas en inglés) de todos esos países estuvieran a su disposición.
Comenzadas las hostilidades, claro, desplegaron unidades de guerra electrónica, tanto en los buques como en tierra, una vez producido el desembarco. Y, hay que agregar, cierta ayuda también vino de estaciones de escucha en Chile y de satélites norteamericanos, que reorientaron sus antenas para el hemisferio sur.
Para descifrar mensajes, gran parte de la tarea se hacía en las oficinas del GCHQ (Cuartel General de las Comunicaciones del Gobierno), ubicado en Cheltenham, en el Reino Unido. La tarea, como se dijo, no fue difícil ya que se partía de la base que se conocían los equipos Crypto argentinos y las claves de estos, ya que CIA (por el acuerdo UKUSA antes citado) compartía con los servicios de inteligencia británicos toda la información.
Leyendo las mentes argentinas.
El esfuerzo de escuchar y descifrar comunicaciones argentinas no comenzó el 2 de abril (desembarco argentino en Malvinas), sino mucho antes.
Tal es así que, el 3 de abril de 1982 en el parlamento británico, Edward Rolands (quien había ocupado cargos en el Foreign Office, el Ministerio de Relaciones Exteriores británico) dijo claramente: “Diré una infidencia. En lo que hace a leer la mente del enemigo, estamos leyendo sus telegramas desde hace años”. Obviamente, esto llevó a los argentinos a cambiar todas las claves de sus sistemas de comunicaciones, hacer doble encriptación, cambiar procedimientos… lo cual fue de ningún uso por seguir las máquinas de Crypto “pinchadas”. Del lado británico, el buen Edwards no quedó bien parado: no era una infidencia para revelar en ese momento.
En el plano militar, para el 28 de marzo de 1982, los británicos habían descifrado comunicaciones secretas dirigidas al submarino Santa Fe, que se dirigía a Malvinas. Pero, dadas las distancias y tiempos, tampoco mucho pudieron hacer al respecto.
Los ejemplos de las cartas marcadas son variados y, debe decirse, en cada una de las situaciones de la guerra aparece esta ventaja de leer la “mente del enemigo”.
Por ejemplo, al emitir por radio (el 23 de abril) el submarino Santa Fe un mensaje dirigido a su comando, el mismo fue interceptado por el HMS Endurance, descifrado en el Reino Unido y, al volver al Teatro de Operaciones (24 horas después), se tomó conciencia que el submarino argentino se dirigía hacia las Georgias, lo que hizo que se hiciera una operación de vigilancia que terminó con el submarino argentino atacado y dañado.
Peor aún, la posición e intenciones del Grupo de Tareas que lideraba el ARA General Belgrano fue obtenida también descifrando comunicaciones argentinas, lo que posibilitó que el submarino británico HMS Conqueror lo hundiera.
También eran interceptadas y descifradas las comunicaciones entre las islas y el continente, haciendo que los ingleses supieran cuantas bajas existían, como estaba la moral de las tropas, que se necesitaba allí, etc.
Los ejemplos son múltiples
Ahora bien, los encargados de las comunicaciones argentinas, a todo nivel, no eran inocentes y sabían, muy bien, que estaban frente a los líderes mundiales en “robar” mensajes.
La disciplina en las comunicaciones siempre fue muy buena. Según el Mayor británico D J Thorp, encargado de una célula de guerra electrónica embarcada en el HMS Intrepid: “En comparación con el oficial de comunicaciones británico promedio, los oficiales argentinos eran extremadamente profesionales. Su hábil uso de nombres y palabras en clave fue de altísimo nivel y mejor que el de muchos otros “operadores profesionales” que tuve que escuchar” y, hay que agregar, las claves en los equipos se cambiaban constantemente, aún más de lo que sugerían las experiencias pasadas.
Pero no había nada que hacer, con cartas marcadas del mazo de Crypto AG, es imposible hacer un buen juego.
Sin embargo, no todos los equipos eran de Crypto AG (especialmente en el Ejército y la Fuerza Aérea) y ello permitió ciertos éxitos en mantener el velo de comunicaciones, así como, en ocasiones, se utilizaron operadores de radio que hablaban entre si en guaraní: hasta lo que se conoce, ninguno de esos mensajes pudo ser jamás descifrado.
La guerra termina. Y Crypto AG sigue haciendo negocios.
Al finalizar el conflicto, a los mandos argentinos les quedó claro que las máquinas de Crypto AG no fueron totalmente seguras, en tanto de otra forma no podría explicarse la clarividencia británica (las cartas marcadas) y la infidencia de Edward Rowlands.
Un representante de Crypto fue llamado a Buenos Aires a dar explicaciones, convenciendo a todos que los servicios de inteligencia de Estados Unidos y el Reino Unido seguramente habían descifrado un sistema de voz cuya seguridad era menor pero que el sistema CAG 500 (el más caro de todos y que los argentinos tenían en cantidad) seguía siendo “indescifrable”.
Así las cosas, durante años los argentinos siguieron comprando sistemas a Crypto, dando tanto dinero como información a la CIA, al MI6 británico y a tantos otros.
Lo cierto es que Argentina peleó la guerra de Malvinas con sus comunicaciones interceptadas y descifradas casi en tiempo real (tardaba entre 12 y 24 horas en traducirse y descifrarse un mensaje argentino, según el Commander Robert Denton Green, oficial de inteligencia en los cuarteles de la flota británica en Northwood).
Una desventaja más que apreciable para las fuerzas propias la cual, vale decir, hacía que la guerra fuera imposible de ser ganada, conclusión a la que llega la historia oficial del CGHQ británico.
Las cartas marcadas proporcionaron casi el 90 % de la inteligencia británica durante el conflicto.