Gustavo Almirón es contador de profesión, su esposa Rocío Telechea, bioquímica, y Andrés Valenzuela, abogado. En su tiempo libre los tres son voluntarios de un proyecto que no deja de crecer desde el 6 de agosto de 2023, el día en que subieron por primera vez a patrullar el Puente General Manuel Belgrano, estructura que atraviesa el Río Paraná y une la capital de la provincia de Corrientes con Resistencia, Chaco. Lo que más los impactó fue una estremecedora estadística. Cada semana una persona intenta quitarse la vida en ese lugar. Desde hace cinco años trabajan en la prevención del suicidio, primero como oradores en la iglesia evangélica a la que pertenecen, y luego como peregrinos del puente. Empezaron siendo 100, y hoy son 500 voluntarios que se dividen en turnos para brindar asistencia las 24 horas. “Llevamos 60 vidas rescatadas, y muchos de ellos ya se han sumado para ayudar a otros que están pasando por lo mismo”, expresa Almirón en diálogo con Infobae, y profundiza en una compleja problemática a través de su testimonio.
La organización del grupo
De punta a punta, se organizan en duplas y recorren a pie las 17 cuadras ida, y lo mismo a la vuelta, todos los días. Los identifica una remera blanca que dice “24/7 oramos por tu milagro”, y siempre llevan colgada una bandera argentina, que flamea con el viento. Fue justamente ese detalle el que llamó la atención de varios usuarios de Twitter, y más de una vez se viralizaron videos y mensajes que giraban en torno a la incógnita de quiénes eran y por qué estaban ahí. “Dos personas se quedan abajo orando, atentos a alguna actitud particular, porque muchas veces podemos detectar alguna situación antes de que suban, y al mismo tiempo arriba patrullan otros dos; mantenemos ese sistema porque nos permite que mientras uno de nosotros asiste a quien lo necesite, el otro pueda avisar a las autoridades correspondientes en caso de necesitar primeros auxilios o de su intervención”, explica Andrés, que actualmente forma parte de la iniciativa, pero hace casi dos décadas enfrentó el el peor momento de su vida.
“Sufrí un abuso cuando tenía cinco años, con un arma de fuego. Me apuntó un hombre a la cabeza y me dijo si yo hablaba iba a perder a mi mamá y mi papá, así que lo callé, porque a esa edad no dimensioné lo que me estaba pasando, y a los 15 años intenté quitarme la vida consumiendo pastillas; después siguieron varios episodios más, porque no sabía cómo seguir y no quería vivir más”, confiesa con absoluta transparencia. Recibió ayuda psicológica y psiquiátrica, y requirió de tiempo para recuperase poco a poco. “A los 22 logré sanar, y para mí fue muy importante encontrar un camino en la fe; siempre digo que Dios llegó justo a tiempo para salir adelante, y gracias a eso hoy yo estoy ayudando a otros, contándoles mi propia experiencia”, expresa.
Gustavo, pastor de la iglesia Casa de Dios, cuenta que así como en su momento conocieron la historia de Andrés, cada vez recibían más pedidos de oración de familiares que estaban preocupados por otros casos cercanos. “Tuvimos un caso que conmocionó a toda la ciudad, porque era un chico del barrio y lo conocíamos todos, estaba en estado depresivo y se quitó la vida en una plaza a dos cuadras de la iglesia, y más adelante el hijo de una señora intentó quitarse la vida; vimos de cerca la problemática y al investigar más supimos que tan solo en 2022 se suicidaron 61 personas en Corrientes, y que había al menos un intento por semana en la capital”, explica.
Patrullar y escuchar
Los números que trae a colación Almirón son el reflejo de una realidad que se replica a nivel nacional. Según el último informe de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud, que depende del Ministerio de Salud de la Nación, en Argentina muere una persona cada tres horas por suicidio. En jóvenes y adolescentes las curvas de los últimos años son ascendentes, como la cuarta causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años. En 2021 se registraron 2.865 muertes por suicidio -80% corresponde a varones y el 20% a mujeres-, lo que representa aún más fallecimientos que los ocurridos ese mismo año debido a enfermedades como el Alzheimer, trastornos metabólicos, desnutrición, apendicitis y malformaciones congénitas.
Además, durante el período 2010-2019 en nuestro país se produjeron 31.847 muertes por suicidios, según el último Boletín Epidemiológico Nacional (BEN), lo que implica 3.185 muertes por año, y ocho fallecimientos por día. A nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se suicidan más de 700.000 personas. “Desde 2018 en adelante pensamos la manera de darle batalla a esas cifras, y empezamos a orar las 24 horas en la iglesia, a puertas abiertas, porque la necesidad era mucha; a su vez nos dividimos en grupos de tres personas en turnos de dos horas y pusimos un teléfono para atender en todo momento, que fuimos difundiendo en lugares públicos, y la gente empezó a contactarse”, revela Gustavo.
La mayor cantidad de llamados llegaban de madrugada, con personas que les contaban los problemas que estaban atravesando, la sensación de soledad absoluta y un sinfín de pedidos de ayuda para situaciones de diversa índole. Durante la pandemia mantuvieron esa línea abierta, y siguieron con la oración todos los días, a través de la virtualidad. “Cuando cumplimos el objetivo de estar durante cinco años brindando ayuda de manera constante, mi esposa me dijo: ‘Tenemos que hacer algo más que estar orando acá dentro de la iglesia’, porque por más que servía, y era una compañía a través del teléfono, hacía falta más, y ahí se nos ocurrió lo que nosotros le llamamos ‘el altar puente’ y empezamos el domingo 6 de agosto a patrullar”, indica.
Así llueva o haya ola de calor, desde ese día se mantienen firmes en las caminatas, y al principio cuando los veían con la bandera argentina les preguntaban si pertenecían a algún partido político, desconcertados por su presencia constante. “En pleno año electoral, era lo primero que pensaban, hasta que se supo lo que hacemos gracias a la difusión de los medios, y algunos nos bautizaron como ‘los ángeles del puente’, un sobrenombre que nos gustó mucho porque creemos que representa la misión que tratamos de cumplir”, sostiene. Hace hincapié en que el equipo de voluntarios recibió capacitaciones de psicólogos y psiquiatras, que les brindaron recomendaciones y técnicas para ese primer acercamiento, y las diferentes posibilidades con las que se pueden encontrar.
“A veces alcanza simplemente con escucharlos, y contarles nuestra propia vivencia, que hemos salido de eso, que todos hemos tenido circunstancias similares, y los profesionales que nos capacitaron nos ayudaron a entender que nosotros estamos para hacer contacto, identificar y pedir ayuda, porque no tenemos las herramientas ni la formación psicológica para dar un tratamiento definitivo; nuestra función es detectar, y después hay una parte muy importante que es si la persona acepta o no la ayuda”, manifiesta Andrés. Y agrega: “También tenemos un entrenamiento espiritual y bíblico, porque a Jesús también le pasó que Judas, uno de sus discípulos, se quitó la vida, así que hay que seguir aprendiendo, dando nuestro mejor esfuerzo para tratar de ayudar”.
En estos casi ocho meses de labor, aseguran que la mayor cantidad de incidentes se produce a la hora de la siesta, y que hay algunos criterios comunes que empezaron a repetirse durante las intervenciones. En principio, el 70% de los casos son jóvenes de 16 a 35 años, y la gran mayoría padece problemas de adicción. “El otro 30% son las personas de 35 en adelante que tienen problemas familiares, económicos, que sufren la presión de llevar adelante a una familia y no saber cómo seguir; por eso no es solamente lograr que se baje del puente, sino ayudarlo a afrontar el después”, enfatizan los voluntarios.
Consideran fundamental ofrecerles otros círculos sociales que puedan motivarlos, como grupos de emprendedores para aquellos que están en búsqueda laboral, capacitaciones de diferentes empresas que colaboran con la fundación de la iglesia, y terapias familiares para los que atraviesan conflictos en sus casas. “El conflicto muchas veces es familiar, ya sea que surja por el consumo de drogas, problemas matrimoniales o financieros, y por eso los seguimos visitando, para que se sientan acompañados y sepan que no están solos, que siempre hay salidas sanas por delante”, expresa el pastor Almirón.
Actuar y tender la mano
Los más de 60 intentos de suicidios que presenciaron en los últimos siete meses pusieron a prueba su fe más de una vez, y revalidan su compromiso cuando repasan las historias de cada una de las personas que hoy están en proceso de recuperación. “Enfrente, en la costanera, hay unos unos edificios muy lindos, y uno de los chicos notó que había una mujer joven en un balcón, que entraba y salía con cierto nerviosismo, y al rato la vieron caminando en el puente; la reconocieron porque tenía la misma ropa, y decidieron abordarla para ofrecerle ayuda, que al principio rechazó de manera contundente”, relata Gustavo.
Al ver que estaba angustiada, le insistieron y le preguntaron si necesitaba hablar de algo, y la joven se largó a llorar y les contó que no podía seguir con su matrimonio y no encontraba consuelo para seguir adelante. “Esta problemática afecta a todo tipo de personas, de toda clase social, porque esta muchacha tiene una situación económica muy buena, y aún así, los problemas matrimoniales la desbordaron; no es algo que afecte solamente a las personas con necesidades o carencias”, sentencia Almirón.
Para Andrés, por su parte, resulta un claro ejemplo el caso de Melisa, que hoy forma parte de las actividades que organizan. “Ella hace ocho años estaba del otro lado de la baranda del puente, a punto de saltar al vacío, con un estado depresivo profundo, y ahora es una de las voluntarias que se acerca a otros para hablarles y decirles que se puede salir de eso”, indica. A medida que se dio a conocer el proyecto recibieron cada vez más consultas de personas que desean formar parte y brindar dos horas de su semana al patrullaje. “Nos dicen si pueden sumarse por más que no sean de la iglesia, y por supuesto les decimos que sí, porque se está formando una hermosa comunidad solidaria, con muchos que están dispuestos a aprender las recomendaciones y tender la mano”, asegura el pastor.
En los videos que comparten en sus redes sociales queda en evidencia la entrega y empatía que ofrecen a quienes asisten. A veces han detectado casos cuando la persona ya está sentada del otro lado del barandal, a punto de arrojarse al vacío. A pesar del impacto de esa imagen, desesperante para cualquiera que pase por allí, ellos se concentran en mantener la conversación y comienzan con el operativo de rescate, que incluye asegurarlos con una soga a la baranda, para evitar una caída, y mientras los abrazan a través de los barrotes, le dan indicaciones para que pase las piernas hacia el otro lado y vuelva a suelo firme.
Han recibido mensajes desde otros países, principalmente de Colombia, Venezuela y España, con felicitaciones por el sistema que desplegaron, y también con pedidos de oración. La demanda es tanta que están trabajando en un manual de instrucción que refleje el paso a paso que implementaron, una herramienta que les solicitan muy seguido. “A futuro sería grandioso que lo puedan implementar en cada ciudad, replicar el modelo en otros lugares del país, porque en Corrientes el puente es la problemática más visible, pero en otras provincias pueden ser otros, como los trenes y determinados puntos geográficos”, detallan.
Así como les llegan los halagos y la admiración, también les llegan comentarios negativos, y alguna que otra vez les respondieron de manera contundente. “Hay muchos prejuicios con la religión, pero no dejamos que obstruya nuestra tarea, convencidos de que la fe lo es todo para muchas personas; muchas veces uno no tiene fuerzas físicas, pero las fuerzas espirituales te sacan adelante, y lo más importante es comprometernos y sostener nuestra presencia en el puente, porque a raíz de las repercusiones muchos van directamente a buscarnos, y estar ausente ahí, en esas circunstancias, es un problema”, indica Andrés.
Tienen planes de ampliar el proyecto y crear un centro de rehabilitación para la gran cantidad de chicos que sufren adicciones. “Es una problemática muy dura porque realmente no encuentran la manera de salir del círculo vicioso, y para eso se necesita un enfoque multidisciplinario y un lugar donde contenerlos para que se reinserten a la sociedad de una mejor manera”, dicen con convicción. Mientras suman recorridos por hospitales, por barrio y por zona, continúan con la peregrinación diaria arriba y abajo del Puente General Manuel Belgrano, para brindar contención día tras día.
Para asistencia gratuita a personas en crisis o con riesgo de suicidio está disponible la línea 135 desde Buenos Aires, y desde todo el país al 011-5275-1135 o al 0800-345-1435. A su vez, la línea Salud Mental Responde (0800-333-1665) funciona las 24 horas, los 365 días del año. El grupo de voluntarios de Corrientes ofrece una línea telefónica abierta las 24 horas, 3794-018700, o pueden comunicarse para pedidos de oración desde cualquier provincia y desde cualquier país a sus redes sociales: Facebook “Iglesia Casa de Dios” y en Instagram @casadediosarg.