La inseguridad asola a La Matanza; incluso, procesiones por la Semana Santa debieron ser suspendidas por tiroteos o persecuciones policiales. En este contexto, el obispo de San Justo, el monseñor Eduardo García, reclamó por los hechos delictivos que día a día se viven en el partido más grande del Conurbano bonaerense e instó a las autoridades a tomar medidas al respecto. “La sociedad necesita que se hagan cargo”, aseguró.
“Las noticias duran un día, pero las realidades permanecen. La inseguridad y la muerte bailan una danza macabra en nuestros barrios”, comienza contextualizando García en su descargo, en el que recordó el crimen del colectivero Daniel Barrientos, que fue asesinado por delincuentes que subieron a su unidad para robar a los pasajeros. En los próximos días, se cumplirá un año de este hecho.
De esta manera, se preguntó: “¿Hasta cuándo?”. “En barrios donde el Estado está entregando escrituras y construyendo viviendas no se puede terminar con este flagelo que va desintegrando el tejido social de nuestros barrios”, continuó con su reclamo.
Entre otros hechos delictivos, el monseñor mencionó también “el fusilamiento en San Petersburgo de varios jóvenes y el reparto de armas como regalo de reyes”. “Inseguridad, corrupción, narcotráfico y robo exprés conforman la realidad cotidiana, conviviendo con escenas que estrujan la mirada y el alma como pibitos de ocho años consumiendo pasta base al borde la avenida Crovara”, lamentó.
Ante este escenario, García planteó que la Semana Santa no fue ajena a esta situación, puesto que la procesión del Domingo de Ramos en La Tablada fue interrumpida por un tiroteo o que el vía crucis en Villa Palito tuvo que ser suspendido por una persecución policial.
Otro de los barrios mencionados por el obispo fueron Barrio San José de Villegas, que “sigue siendo el lugar en donde se desangra ‘La Matanza’, o el barrio Puerta de Hierro, que es “ejemplo del fracaso y complicidad de los distintos niveles políticos y judiciales”, de acuerdo con el comunicado difundido por el Obispado de San Justo.
“Las acciones esporádicas no alcanzan. Cuando se revienta un búnker; aparecen cinco nuevos con más fuerza y protección. Cuando se desarma una banda, el aprendizaje del robo se diseminó por muchos otros lugares”, analizó y planteó que “no se trata de decisión seguridad que se limite a agregar más efectivos policiales”, sino que “se necesita una decisión política abarcativa fuerte y sostenida en el tiempo donde las acciones no se dilaten por la burocracia social, policial y judicial empastada”.
Por esto mismo, en su reclamo sostuvo: “Las comunidades buscan levantarse, tiran para adelante, se hacen cargo de sus enfermos, mujeres solas, ancianos en situación de calle, chicos y adolescentes con problemas de salud mental se organizan para curar y cuidar a miles de jóvenes que se desangran por la droga, necesitan que aquellos a los que les corresponde se hagan cargo como el Cireneo o al menos no pongan palos en la rueda a los que quieren seguir trabajando por un futuro distinto”.
El obispo definió el contexto actual que atraviesa la comunidad como un “nuevo calvario con nuevos Herodes que buscan su propio interés unidos a nuevos Pilatos que miran para un costado y se lavan las manos”.
“Si no hay respuestas que abran horizontes, corremos el riesgo que la comunidad, que las familias de todos aquellos que buscan una vida buena y digna decidan hacer justicia por sus propias manos, y que el cansancio de los buenos lleve a una guerra entre hermanos, una guerra entre pobres”, advirtió y cerró su mensaje con una reflexión por la Pascua. “La esperanza de la Pascua nos anima a seguir andando, poniendo luz y buscando caminos”, concluyó.