Una década ya pasó desde aquel dramático 29 de marzo que cambió para siempre la vida de Thiago Joel Franco. En ese entonces, él tenía solo cuatro años y, en palabras de su madre, era un niño sano. Estaba en el auto de paseo con su familia cuando ocurrió el impacto por el que hoy aún piden justicia: en el kilómetro 19 de la ruta 226, su vehículo fue chocado de atrás por el ex piloto de Turismo Carretera (TC) Eduardo “Lalo” Ramos, quien conducía alcoholizado y a alta velocidad. Un accidente que le causó a la víctima una triple fractura de cráneo y varias lesiones irreversibles.
Ese menor ahora tiene 14 años y, a pesar de que el tiempo siguió su curso, aún continúa en una lucha diaria por su vida. Lo hace mientras que el responsable del hecho se encuentra en libertad luego de haber cumplido con una pena de dos años y seis meses de prisión en suspenso y una inhabilitación de cuatro años para manejar.
A Rocío Dusek, la mamá del adolescente, todavía se le quiebra la voz cuando hablar de la sentencia. “Él sí pudo recuperar su vida, pero a mi hijo se la arrebató. Le arrebató el futuro”, dijo en diálogo con Infobae.
En la charla no oculta ni su bronca con el fiscal de Mar del Plata, Pablo Cistoldi, a cargo del caso, ni su dolor. Llora al recordar el episodio, pero también al relatar el deterioro evidente y progresivo que sufre su hijo producto de las secuelas del choque, a quien el año pasado le diagnosticaron una epilepsia adquirida por su lesión en el cerebro y se quedó sin poder caminar.
“Es muy difícil poder poner en palabras lo que uno siente como padre al ver el deterioro de un hijo que era sano y que por culpa de la imprudencia de una persona está sufriendo así. Perdió el poder caminar, no tiene una vida social, no puede ir al colegio, está conectado casi las 24 horas del día a una bomba para la alimentación entera”, detalló la madre con respecto a su salud.
Sobre su tratamiento y las ayudas médicas que necesita Joel para poder sobrellevar sus días con un poco de tranquilidad, añadió: “Él está a base de 37 pastillas diarias. Sin ellas no podría estar como está entre nosotros. Además, tiene colocado un estimulador vagal (para ayudarlo a prevenir las crisis convulsivas), y otros implantes en su cabeza. También pasó por varias cirugías”.
Para el joven, cada día es el comienzo de una nueva batalla. Requiere esfuerzo, acompañamiento y, particularmente, ganas. Y aplica tanto para él como para su familia, que desde hace 10 años lo acompaña en la recepción de los diagnósticos, en las internaciones y en el reclamo de justicia constante por el hecho.
“Su deterioro es progresivo y nos genera mucha bronca saber que la persona que le ocasionó esto sí tiene una vida normal. Él sí puede salir a juntarse con amigos, él sí tiene una vida social, él sí sigue manejando como si nada”, repitió Rocío en un intento por contener su llanto.
Y concluyó: “A nosotros nos arrebató la felicidad, nos arrebató el futuro de mi hijo, la salud de mi hijo. A Eduardo Lalo Ramos nunca le importó la vida de mi hijo, ni mucho menos quiso saber qué necesitaba o si estaba bien después de todas las cirugías que pasó. Está gozando de su vida y de su libertad y del poder hacer lo que quiere cuando nosotros no podemos decir ni hacer lo mismo”.
La condena al ex campeón de TC
El ex piloto argentino de automovilismo, Eduardo “Lalo” Ramos, -quien compitió en el Turismo Carretera y se consagró campeón- fue condenado por el hecho a dos años y seis meses de prisión en suspenso en el año 2017.
La condena se dio a conocer luego de que el juez Pedro Hooft convalidara un acuerdo al que habían arribado el fiscal Pablo Cistoldi y la defensa del acusado, Facundo Capparelli.
Además de la prisión no efectiva, el ex corredor también tuvo una inhabilitación absoluta de 4 años para conducir y una serie de reglas de conducta dictadas para que las respete durante el tiempo que dura la condena.