“Buscá un lugar para que nos sentemos, hija”, dice, y sigue los pasos de esa hija que la escoltó todo el tiempo que pasaron en un hall vacío de sillas y repleto de angustias y determinación. La hija busca, encuentra, y entonces Victoria se desploma sobre un sillón y lo que viene inmediatamente después es acomodar algunos estudios médicos para que queden todos guardados en un mismo sobre, revolver la cartera hasta que aparezcan los pañuelitos de papel y largarse a llorar. Un llanto silencioso y no demasiado largo.
“Esto es una carrera contra el tiempo y no quiero que le pase nada a mi hermano, ¿llegamos o no llegamos?”, le dice Victoria a Infobae en un pasillo del Instituto de Oncología “Ángel H. Roffo”, que depende de la UBA, atiende a unos 110.000 pacientes al año y es un centro de referencia en su especialidad no sólo en la Argentina sino en la región. Sentada en el sillón en el que se refugió después de que le ofrecieran un turno para una primera consulta con un especialista en tumores gástricos para fines de agosto, nombra la palabra que activa la sensación de que cualquier demora puede ser peligrosa: “A mi hermano le diagnosticaron cáncer”.
Victoria es jujeña, vive en Lanús y cobra 1.800 pesos por cada hora que pasa limpiando casas. Su hermano, Mario, trabaja en un ingenio azucarero, tiene 45 años y vive en Jujuy. “Apenas lo diagnosticaron empezó a buscar dónde atenderse allá, pero igual queríamos aunque sea hacer una consulta acá porque a mí en dos de mis trabajos me recomendaron mucho este lugar”, explica. Su escenario, el de tener que esperar unos cinco meses para acceder a esa primera consulta, no es sólo suyo.
Esta semana, el área del Roffo que otorga turnos para esas primeras consultas de pacientes que acaban de ser diagnosticados como casos oncológicos ofrecía que esos turnos fueran para mediados de julio en el servicio de Urología y para fines de agosto en Gastroenterología. En el caso de Hematología -pacientes con diagnóstico de leucemia, por ejemplo- directamente no hay disponibilidad porque la agenda a la que tienen acceso quienes otorgan turnos es a seis meses y ya está completa.
“Tratamos de recibir a todos los pacientes y a todos también tratamos de explicarles nuestras limitaciones respecto de lo que nos pueda estar pasando en cuanto a la disponibilidad. Estamos en un escenario de demanda que no para de crecer y eso impacta en la demora para conseguir un turno”, describe Roxana Del Águila, directora general del Instituto Roffo desde hace dos años y especialista en dermato-oncología.
“Vienen muchos pacientes que antes tenían su prepaga o una obra social que los atendía en otros centros y se dieron de baja porque ya no pueden pagar, y todo eso implica mayor demanda en nuestro instituto. Es algo que está impactando en todo el sistema público de salud, porque cierta demora siempre hemos tenido, pero no tanta”, suma la directora del centro especializado, y describe un escenario que se replica en otros centros sanitarios.
Federico López Ponsati es uno de los trabajadores del área de turnos que administra esas primeras consultas con distintos especialistas. “A partir de enero empezó a estallar la demanda, a la par de los aumentos de las prepagas. La gente por un lado entiende cuando le explicamos lo que está pasando, pero por otro lado ves que se angustia, que siente que no tiene ese tiempo que falta para poder tener la consulta. Muchas veces nos dicen ‘no llego’ o ‘no llega’ si están gestionando el turno para un familiar, y aunque hay servicios que todavía no tienen gran demora, el crecimiento de la demanda es notorio: hace no mucho yo daba turno para alguien con diagnóstico mamario para no más de dos o tres semanas, y ahora pueden ser dos meses”, describe a Infobae.
“Nos piden por favor que busquemos si hay algún turno antes, nos dicen que sienten que es urgente porque acaban de diagnosticarles cáncer. Más de una vez tuvimos que tomarnos un ratito para seguir trabajando porque hay situaciones de mucha angustia. Finalmente, suelen entender, aunque con una especie de resignación, porque les hablamos de lo que está pasando, no es que simplemente le decís al paciente ‘no hay turno hasta agosto’. Y les insistimos mucho con que si vienen por una segunda opinión, no dejen de avanzar con lo que ya tienen previsto sabiendo que pueden después llegar al turno en el Roffo incluso con el tratamiento ya empezado”, suma.
Darío vive en Moreno, tiene 68 años, fue obrero de la construcción desde los 15 y ahora, que el cuerpo da para menos, hace algunas changas. “Pero todavía puedo caminar mucho, así que voy buscando el lugar en el que me solucionen esto”. “Esto” es un cáncer de próstata diagnosticado a principios de este año. A fin de 2023 dejó de tener obra social y pagó algunas consultas particulares hasta que un primo le recomendó que se atendiera en el Instituto Roffo. “Me dijeron que el turno sería para mediados de julio y yo tengo miedo de que esto empeore, de que avance rápido”, dice, y mueve mucho las manos, curtidas y grandes.
“La chica que me atendió, me atendió bien, me dijo que si se liberan turnos antes me van a llamar, yo le pedí por favor que lo hagan, pero no hay nada seguro y mientras tanto hay que esperar o seguir buscando”, suma Darío.
A su alrededor, el Roffo da cuenta en sus pasillos y en sus jardines de cuál es su especialidad: hay pañuelos en cabezas a las que la quimioterapia dejó sin pelo, hay frazadas para abrigar a algún paciente inmunosuprimido aunque sea un día de otoño de los que se puede andar en remera, hay carteles institucionales que difunden días y horarios del grupo terapéutico que acompaña los duelos.
“El tiempo es un factor muy determinante en el discurso de los pacientes. Ante el diagnóstico, la pregunta que muchas veces se hacen es: ‘¿llego a tratarme? ¿no llego?’. Nosotros tratamos de explicarles qué alternativas pueden activar mientras esperan a que llegue el turno, y es cierto que una vez que un paciente tiene su historia clínica abierta en el hospital, se van evaluando urgencias caso por caso, pero sí vemos que la inquietud por tener el tiempo suficiente surge enseguida”, cuenta López Ponsati, que integra el Colectivo de Trabajadorxs NoDocentes Auto-Organizadxs del Roffo y que también es parte del equipo de Cuidados Paliativos. Habla de una patología cuya instancia de diagnóstico y tratamiento puede resultar tan determinante que ha acuñado la idea de “agarrado a tiempo” como un factor tranquilizador ante un escenario difícil.
Según la directora del instituto, puede haber un “factor estacional” en la demora para conseguir turnos para primeras consultas. “Venimos de época de vacaciones, eso reduce la atención y está empezando a regularizarse. Tal vez se puedan empezar a adelantar algunos turnos para evaluar si esos pacientes siguen su tratamiento en el Roffo o en otro lado”, dice.
La mayor demanda sobre este instituto monovalente que ha sido pionero y que depende de la UBA se da en un marco de escasez de recursos: la propia Universidad de Buenos Aires difundió hace pocos días un petitorio contra el ajuste presupuestario que padece. “Este año nuestro presupuesto es exactamente el mismo que el que tuvimos en 2023″, afirma la directora del Roffo. Lo que ocurrió en el medio, entre enero 2023 y enero 2024, fueron doce meses que acumularon 211% de inflación, y una devaluación que impacta en el costo de los insumos importados que necesita la institución.
“Este presupuesto alcanzaría hasta mayo”, asegura Del Águila. En criollo: el presupuesto que el Ministerio de Educación asignó para todo el año cubre los primeros cinco meses de este 2024. Ante la consulta de Infobae sobre cómo impactará en los pacientes esa escasez, la directora responde: “Nos complicaría muchísimo que no se destraben nuevas partidas pero por ahora estamos cumpliendo los objetivos que nos fuimos poniendo y nos queda confiar en que se modificará esta situación y estarán los recursos disponibles”. Ese ajuste, describe López Ponsati, impacta en lo salarial: “En este último año perdimos casi 50 puntos respecto de la inflación”. Según sostiene, el peor escenario es para los trabajadores de mantenimiento, limpieza y de algunas tareas técnicas que son monotributistas y perciben unos 190.000 pesos mensuales.
¿Cómo se le pide que espere a un paciente que necesita que alguien le diga “agarrado a tiempo”? “Sin duda esa demora que hay en los turnos impacta en los pacientes y también en nosotros, que queremos solucionar cada caso lo antes posible. Es cierto, sí, que no todos los casos representan la misma urgencia, pero siempre tratamos de explicar el escenario y contener a los pacientes que llegan. En cuanto a contenerlos y atenderlos, los trabajadores de la salud no vamos a bajar los brazos”, dice la directora médica de este instituto.
Victoria ya se limpió el llanto de la cara, ya contó su caso para esta crónica y ahora, antes de irse del sillón en el que se sentó a poder angustiarse en paz, abre WhatsApp para mandarle un audio a Mario, su hermano. Le cuenta que hay más demora que la que tenían prevista, que por ahora no pida días en el trabajo para viajar desde Jujuy, que dejó sus datos para que la llamen si se libera un turno antes. Y le dice también: “Hermanito, yo te voy a ayudar acá o a donde sea. No vamos a bajar los brazos”.