En Villa General Belgrano, Córdoba, todos los años celebran la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa durante Semana Santa. De entrada libre y gratuita, desde el 28 de marzo hasta el 2 de abril tendrá lugar la edición 54, y toda la comunidad se está preparando para recibir a los miles de visitantes que se acercarán para degustar las exquisiteces dulces de influencia germana, tales como el strudel, la selva negra, el estreusel, y un sinfín de variedades de tortas. El momento más esperado por las familias es la tradición del huevo de pascuas gigante, que está hecho de forma artesanal y pesa 70 kilos. Los más chicos son los encargados de darle los primeros golpes con martillos pequeños, y luego de romperlo se reparte entre todos los presentes.
Recorrer las calles del centro de Villa General Belgrano es una invitación a teletransportarse a un paisaje de cuento, por la estética del casco histórico, con fachadas de locales gastronómicos que combinan madera y piedra, y la icónica Torre del Reloj como protagonista. “Hay ordenanzas que regulan cómo tiene ser la arquitectura, cómo tienen que ser las vidrieras, los carteles de los comercios, que tienen que ser tallados a mano, para mantener la impronta del lugar. Y esa uniformidad es la que nos caracteriza como destino; algunos nos dicen que se parece un poco a la Patagonia en lo edilicio, pero con el clima de las sierras de Córdoba”, cuenta Gabriela Cachayú, secretaria de Turismo de la localidad.
Tiempo atrás fue ella misma quien se enamoró de esos paisajes, cuando después de vivir 40 años en Buenos Aires decidió mudarse a la localidad, junto a su marido y sus dos hijas. Contadora de profesión, se reinventó y estudió turismo. Abrió una posada con su esposo, y fue testigo del crecimiento de la población, que en 2009 no alcanzaba los 10.000 habitantes, y actualmente supera ampliamente esa cifra. “Todavía no están los datos del último censo, pero calculamos que somos entre 12.000 y 14.000 residentes; estuve vinculada muchos años con la actividad turística, y cuando recibí la propuesta de formar parte de la secretaría de turismo me descolocó, pero acepté porque sentí que era una oportunidad de devolverle al pueblo un poco de todo lo que le dio a mi familia”, expresa la ahora funcionaria municipal.
De aquel momento ya pasaron casi cinco años, y sigue al frente de una gran cantidad de proyectos. Si algo no falta en Villa General Belgrano son las fiestas, de diversas temáticas. Cada mes hay alguna propuesta, y eso se debe a la actitud activa de los vecinos, que siempre están dispuestos a proponer ideas, y son grandes anfitriones. El desafío era superar la estacionalidad, y para eso crearon diferentes festividades a lo largo del año. “Nos caracteriza la herencia cultural alemana y austríaca, porque la localidad fue fundada por inmigrantes de esos países, y tuvo mucho que ver el hundimiento del buque alemán Graf Spee, el acorazado que venía de Alemania y se hundió en el Río de la Plata: muchos de esos marineros vinieron a Córdoba y una gran parte se instaló acá; así se creó la fusión de las costumbres alemanas y las criollas, de las que todavía hay vestigios”, explica Cachayú. Justamente, una de las tradiciones bien constituidas que surgen de aquellas raíces germanas es la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa, que nació en la década de 1970 para homenajear la gastronomía centroeuropea.
Tortas, pintura y estatuas vivientes
Aunque se celebra hace 54 años, todavía sigue ocurriendo que algunos turistas llegan al destino sin saber bien cuál sería la auténtica masa vienesa. En realidad no se trata de una sola receta, sino más bien de un conjunto de preparaciones que se engloban en la categoría, y la más conocida posiblemente sea la famosa torta selva negra, con el licor de cereza como distintivo. “A veces la gente se imagina que hacemos solamente masitas secas, o algún panificado, por el nombre de la fiesta, pero se hace una gran variedad de tortas para degustar con chocolate caliente o café”, indica Gabriela. Los participantes llevan hechas sus delicatessen y las exhiben en los diferentes puestos que se emplazan en el Salón de Eventos y Convenciones.
“Siempre tratamos de que los precios sean un poco más económicos de lo que saldría tomarse un café con una torta en una confitería, para que todos puedan probar diferentes platos”, sostiene la mujer. A diferencia de otras fiestas regionales, en este caso el mobiliario está incluido en la propuesta, distribuido con mesas, sillas y sillones para que todo aquel que quiera sentarse a disfrutar de la agenda de espectáculos. “No está permitido que lleven reposeras porque ya brindamos nosotros los asientos, y al ser de entrada gratuita, pueden ingresar y pasar todo el día si quieren”, comenta. Desde las 16 hasta las 22, cada jornada está llena de opciones: una de las actividades más coloridas es el concurso de pintura de huevos de pascua gigantes, donde diferentes artistas trabajan sobre cada pieza ornamental -las esculturas no son comestibles- y los asistentes dejan su voto diariamente para que en el cierre de la fiesta se conozca el ganador.
“Otro concurso clásico es el de las estatuas vivientes barrocas, en diferentes puntos del centro, y se complementa con la propuesta musical, con violinistas que van a los diferentes restaurantes a tocar valses vieneses”, detalla la secretaria de turismo. Para los amantes de la repostería, habrá una masterclass en vivo dictada por la cocinera Chantal Abad, que enseñará una de las recetas típicas y brindará todos los tips para que el resultado sea un verdadero manjar. Mientras los turistas recorren las calles durante los seis días del fin de semana súper extra large, es común que se crucen con personas que luzcan trajes tradicionales alemanes, y demostraciones de bailes típicos, como parte de la experiencia.
De forma gratuita también son días de recorridos por el pueblo, desde el clásico city tour, hasta un paseo por la reserva “Pozo Verde”, jornadas de astroturismo, avistaje de aves, caminata bajo las estrellas, y ascenso al Cerro de la Virgen y el Pico Alemán. Simplemente hay que inscribirse en la Oficina de Turismo para poder participar. “Eso lo hacemos en casi todas las fiestas, todas de entrada libre y gratuita, que empiezan en verano, cuando hacemos el Summerfest, una fiesta de cerveza de un total de 12 días, seis en enero y seis en febrero; después le sumamos 12 noches temáticas de sábados con música al aire libre; le sigue la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa; después en mayo la la carrera de montaña Valhöll Argentina, que quedamos seleccionados como uno de los 25 destinos de todo el mundo para este training, que se corre en Francia en Chamonix y en Argentina el único punto donde se hace es en Villa General Belgrano; vamos a estar recibiendo más de 3000 extranjeros de 45 países diferentes”, enumera Gabriela.
En julio el cronograma continúa con la Fiesta del Chocolate Alpino, que dura cuatro fines de semana y se caracteriza por un gran fondue de chocolate donde se pueden sumergir frutas de estación, una tradición que se mantiene hace 40 años, y en octubre celebran la Fiesta Nacional de la Cerveza, que lleva 60 ediciones, y lo definen como “el Oktoberfest estilo argentino”. La capacidad hotelera es de 7.600 plazas, por lo que la localidad está preparada para recibir multitudes durante todo el año. “A pesar de que estamos en constante movimiento, se respira otro tempo, otra forma de vivir, y vienen mucho de países limítrofes, sobre todo de Uruguay, Paraguay, Brasil, y Chile”, asegura.
El huevo de Pascua gigante
Juan Ferrari es un trabajador incansable desde siempre, y lo evidencia su propia historia de vida. Es un hombre de muy bajo perfil, simpático y lleno de energía. Hoy es el dueño de la emblemática chocolatería Capilla Vieja, pero hubo un recorrido previo para convertirse en un ícono de la ciudad. En 1980 creó junto a su esposa un emprendimiento, que nació “de forma insólita”, como él mismo describe, y se mantiene hasta la actualidad. “Mi mujer era nacida y criada acá, y yo había venido de Buenos Aires para trabajar en la construcción de la central nuclear, un muy buen trabajo, pero cuando el plazo se estaba terminando todos nos preguntábamos qué podíamos hacer; algunos se volvieron para tratar de conseguir empleo en Atucha, y yo ya desde ese entonces sentía que este pueblo es muy especial, es extraordinario, diferente, y decía: ‘De acá no me pienso mover, algo tengo que inventar’”, relata. Risueño, confiesa que su compañera de vida lo inventó antes que él.
“Un día volví del trabajo y me encontré un alfajor de maicena arriba de la mesa, me lo comí y me pareció muy bueno, superior al que yo compraba en el kiosco de la central, y cuando llegó mi mujer muy sonriente me dijo que había hecho cinco docenas y había vendido cuatro en dos kioscos”, revela. Con humor, rememora que se preguntó que habría pasado con los 11 alfajores restantes, porque las cuentas no cerraban. “Se ve que mis hijas y la familia se comieron el resto, porque sobrevivió solo uno, pero gracias a ese éxito inicial descubrimos que podía ser una solución, y como me quedaba un año de trabajo nos podíamos organizar para comprar materia prima, empezar a producir y ofrecerlos en los comercios”, explica.
De repente, el living era un depósito de harina, margarina y dulce de leche. La casa era una fábrica, y tuvieron una rápida aceptación de la comunidad. A los dos años empezaron a hacer chocolate, y se convirtió en el aspecto más importante del negocio. “Seguimos haciendo alfajores y mermeladas, pero el 80% de las ventas son de bombonería, y en estas fechas, de huevos de pascua”, cuenta. Parece ayer cuando abrieron su primer local, diminuto, de seis metros cuadrados, y la gente hacía fila en la vereda porque no entraban todos adentro. En 1983, durante una de las ediciones de la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa pusieron por primera vez su puesto en el evento, y se mantienen firmes en 2024, 41 años después.
“Desde chico vine a veranear acá con mi familia. Por razones de trabajo de mi padre, hice los últimos tres años de secundaria en Nueva York. Y mis añoranzas eran de Villa General Belgrano, así que después cuando tuve la oportunidad de volver, y me enamoré de mi esposa, no dudé en que este era mi lugar en el mundo; afortunadamente fuimos creciendo con el emprendimiento con esfuerzo y mucho sacrificio”, dice Juan con orgullo y emoción. Hace ocho años le preguntaron qué atractivo podía sumar a la fiesta, y a él se le ocurrió hacer un huevo de pascuas gigante, de un metro de alto, porque ya había hecho una prueba en un molde y sabía que era posible de elaborar.
La idea tuvo una gran repercusión, y desde ese momento la ceremonia de romper semejante pieza de chocolate se volvió el instante más esperado del domingo de Pascuas. Dos o tres días antes comienzan con la preparación, que consiste en hacer de manera artesanal las dos mitades del huevo, de 33 kilos cada una, colocar las sorpresas que van adentro -caramelos y confites-, unirlas y finalmente decorarlo. “Usamos chocolate con leche, que se pone en un bowl en la máquina, y se va volcando en el molde boca arriba, y se lo va girando de a poco, moviéndolo, inclinándolo con oleadas hacia los costados para que se vaya pegando en los bordes de a poco”, indica. Un mínimo de dos personas participan en esta etapa inicial, atentos a hacerlo cuantas veces sea necesario, hasta que ya no haya excedente y llegue el momento en que el chocolate se haya endurecido lo suficiente como para desmoldar, y entre cuatro lo dan vuelta en una mesada de mármol.
“Se lo deja ahí, y al día siguiente, como tiene su propio peso, cuando se levanta el molde el huevo queda ahí, reluciente sobre el mármol”, asegura. Una vez que están las dos mitades hechas, solo queda el ensamble y la decoración, y el verdadero desafío es el traslado. “Es algo redondo, resbaloso, incómodo de llevar, hay que hacerlo con cuidado; lo ponemos sobre una tabla que tiene una hendidura ovalada para apoyar el huevo, y que de alguna manera quede sostenido ahí, que no se vuelque y sea como una cunita. La tabla tiene manijas para que cada uno lo agarre y lo levantan varios hombres al mismo tiempo, porque son 70 kilos”, detalla Juan.
Después ocurre lo más emocionante, que es el ingreso de esa obra maestra al escenario. “Tenemos un vecino alemán de más de 80 años que es quien trae todos los martillitos hechos a mano para repartírselo a los más chicos, y mientras ellos les dan esos golpecitos simbólicos, él con una maza grande lo rompe, y ahí se le convida a todos los presentes”, explica Gabriela sobre el ritual. Después de la pandemia de coronavirus decidieron dividir los pedazos en bolsitas para entregarlas de la manera más segura e higiénica posible. Además se sortean otros tres huevos de pascua de tres kilos, y la chocolatería de Juan prepara más para entregar a seis instituciones de Córdoba, otra tradición solidaria que se mantiene vigente.
Cuando le preguntan a Juan cuál es el secreto para que sus productos sean tan ricos, él responde que “no hay mejor fórmula que vender la mejor materia prima posible”, y que cuando se trata de chocolate, debe ser chocolate como tal, y hay que conocer la trazabilidad de la producción para saber de dónde viene. Por eso elige los mismos proveedores hace más de cuatro décadas y aunque se jubiló hace algunos años, sigue siendo él quien va personalmente a retirar los pedidos. “No me rindo, yo he vivido toda la vida de esta manera, porque sin duda la vejez tiene un proceso biológico, pero también interviene mucho lo mental, y cuando uno estuvo siempre en la lucha, sabe que lo mejor que puede hacer es seguir activo”, expresa. Viudo desde hace varios años, no tiene dudas de que la fortaleza y creatividad de su esposa forjó la identidad de su negocio, desde los inicios en su casa hasta montar la fábrica y conquistar tanto a lugareños como turistas.
Desde el 28 de marzo hasta el 2 de abril todo el pueblo estará de fiesta, y los eventos no se suspenden por lluvia. El Salón de Eventos y Convenciones cuenta con espacio cubierto suficiente para recibir a los visitantes, aún si el clima no acompaña. El programa completo de los seis días de actividades se encuentra disponible en www.villageneralbelgrano.gob.ar/masavienesa2024, y en cuanto al acceso, para quienes vayan en auto se ingresa a través de la Ruta Nacional 9 por la Autopista Córdoba-Rosario, para los que viajen en avión, el aeropuerto de la ciudad de Córdoba se encuentra a una hora y media de Villa General Belgrano, y otra opción para arribar al destino son las distintas empresas de micros que salen desde la Terminal de Retiro, rumbo a la localidad cordobesa. Los belgranenses los esperarán con las puertas abiertas, listos para desplegar toda su identidad cultural y las exquisiteces de su gastronomía germana.