“Muchos acá dicen que caminamos para conectar dos puntos. Pero yo tengo mi teoría, que es otra. Yo siento que vinimos para buscar a nuestros compañeros desaparecidos. Los llevamos con nosotros hasta la Plaza. Eso es lo que pienso yo”. Gonzalo Montes camina con su pechera azul de La Cámpora. Casi no durmió. Se levantó en su casa de Burzaco, conurbano sur, a eso de las 3.30 y a las 4 estaba arriba de un micro, junto a otras 60 personas. Ahora el sol le pega en la nuca transpirada como un chicotazo. Van tres horas de marcha y faltan por lo menos dos.
Gonzalo sostiene una cinta que enmarca el espacio por el que caminan los militantes, para que no se desarme, como las cuerdas de un ring de boxeo. Dentro de ese rectángulo móvil gigante van unas 35 mil personas, la mayoría de la agrupación kirchnerista, pero también de otras organizaciones, llegaron de todo el país.
“Yo soy de familia peronista, mi papá era obrero y puso la foto de Perón en el living de casa”, cuenta Gonzalo mientras da pasos lentos entre banderas blancas, gente saltando, jóvenes que baten el parche de bombos con la cara de Hebe de Bonafini, dirigentes políticos, referentes sociales, personas en la vereda que los aplauden, o les sacan fotos, alguno desde un balcón que los repudia y otro que les pone los dedos en V.
Cinco horas así, cortando la ciudad de Buenos Aires, siempre un poco reacia a la liturgia justicialista, de norte a sur, la columna de La Cámpora y otras agrupaciones kirchneristas fue como un gusano blanco de casi dos kilómetros de extensión. Surcó las avenidas Libertador, Bullrich, Santa Fe y 9 de Julio, que se corporizó a eso de a las 9 de la mañana en la puerta de la ex ESMA con el objetivo, quizá como dice Gonzalo, de invocar la memoria de los detenidos desaparecidos, la fuerza de lo que los sobrevive allí donde, además, hace exactamente 20 años, el por entonces presidente Néstor Kirchner pidió perdón en nombre del Estado y descolgó, por deshonroso, los cuadros de Videla y Bignone.
Iris no había nacido cuando aquella tarde de 2004 Kirchner, además, recuperó el predio de la ESMA y puso en marcha la construcción del espacio por la memoria. Pero ayer en la unidad básica de San Andrés de Giles, agarró cartulina azul y blanca y armó un cartel que levantó los casi 15 kilómetros de marcha, con la leyenda “Bajando un cuadro formaste miles”. La referencia es obvia.
Ella, que se siente peronista “desde 2018″, participa por primera vez de la marcha del 24 de marzo. “Siempre trabajé, yo no tenía ni feriados, pero ahora pude venir. Es muy emocionante e importante, hay que defender el legado que dejó Kirchner”, comenta. Admite que la frase la sacó de Google. “Me puse a buscar buenas frases y esta es la que más me gustó. Además no tenía cartulina para algo más largo”, ríe.
También ríe unos metros más allá Máximo Kirchner. Se cruza con Juan Grabois y se abrazan. Unos metros más adelante caminan Wado de Pedro, Luana Volnovich y Mayra Mendoza, referentes de La Cámpora, jóvenes de hace 20 años. Los siguen los de la vieja guardia, Oscar Parrilli, Juliana Di Tullio y Amado Boudou (con la camiseta azul de Maradona del Mundial de 1994), entre otros.
La marcha hace gala de su organización. No sólo por el corralito que sostiene junto a miles de otros brazos Gonzalo. También hay 350 militantes, médicos o enfermeros, que caminan a la par para atender posibles bajones de presión, torceduras de tobillo o mareos producto del calor. Y 150 del área de Ambientalismo popular, que se encargan de que ni uno de los miles tire las botellas o los residuos a la calle: recogen todo en pequeñas bolsas y cada tanto depositan en bolsones que sostienen cartoneros de las cooperativas.
El clima de la marcha combina momentos de silencio con ebulliciones descontroladas en la entonación de clásicos de movilizaciones populares. Esta vez el hit fue “Traigan al gorila de Milei / para que vea / que este pueblo no cambia de idea lleva la bandera de Evita y Perón”, con la música de Clemente. Pero cuando la vanguardia de la columna llega al túnel de Libertador el ánimo toca su cénit. Desde el puente cuelgan enormes banderas con las leyendas “Nunca Más” y una dedicada a Kirchner: “Cuando bajaste los cuadros todo empezó a cambiar”.
La marcha se frena. Unos muchachos encienden latas de humo azul y blanco. Los motoqueros oficiales de La Cámpora, que van abriendo camino, revientan las bocinas. El túnel es volcán en erupción. Se canta por Cristina, se canta contra la dictadura y también contra el gobierno.
Cuando la multitud sale a la luz nuevamente empiezan a llegar las noticias del video que hizo circular Casa Rosada donde se plantea la memoria completa. “No lo vi”, comenta Máximo Kirchner a Infobae, envuelto en una campera oscura de Racing Club, a pesar del calorazo. “Me comentaron pero no quiero hablar sin verlo. Era previsible que bajaran esa línea. Si algo tenemos que entender es que lo que dicen lo hacen, no hay tanta distancia entre la palabra y la acción política, como sí nos pasó a nosotros entre 2021 y 2023″, dice el diputado, y advierte que “el daño del presente, que conmueve a cualquier argentino, sucede ahora pero su daño es más grande hacia el futuro”.
Unos metros más allá, Wado de Pedro opina parecido: “Hay que seguir difundiendo los valores de humanidad, de empatía, de Justicia, de respeto a la Constitución, apelando a las nuevas generaciones, hablando de lo que pasó y cómo fue ese proceso, para no repetirlo. Hoy tenemos en el Ejecutivo a dos personas que reivindican los crímenes de la dictadura”.
En la esquina de Libertador y Bullrich, la movilización dobla hacia Santa Fe. Allí se suma Susana, jubilada de 80 años, vecina de Palermo. “Es absolutamente especial esta marcha. De los momentos más difíciles después que yo recuerde de la dictadura. Este modelo genera pobreza y violencia. Hay como una locura de fin de mundo”, dice mientras camina y aplaude.
Un militante advierte a Infobae: “Libertador no es tan hostil como Santa Fe, ahora vas a ver”. En efecto, cerca de Plaza Italia un sector de la marcha recibe un par de huevazos lanzados desde algún balcón y otros, más afortunados, sienten el impacto de bombitas de agua. Nada desordena la marcha. La orden explícita de los referentes es no entrar en ninguna provocación. “Esta marcha es pacífica para mostrarle a la sociedad que hay otro modo”, comenta la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza, de jogging azul y remera negra.
Cinco horas, 24 mil pasos, casi 16 kilómetros después, la marcha que viene de la ex ESMA encara por Diagonal Norte. Esta vez el cálculo del tiempo que toma el recorrido salió bien y la columna entra justo a tiempo para la lectura del documento de Madres y Abuelas.
Máximo, que nunca se sacó el buzo de Racing, salta bajo el sol abrasador del centro porteño junto a Mendoza. Gonzalo Montes agita una bandera. “Llegamos, los trajimos con nosotros”, sonríe. Los miles de jóvenes que van detrás cantan que a pesar de las bombas, de los fusilamientos, de los compañeros muertos y de los desaparecidos, no los han vencido.
Fotos: Adrián Escandar