Roberto Perdía: del asesinato del padre Mugica al Tren de la Victoria de Montoneros

El ex jefe montonero, fallecido el 20 de marzo, conoció a Mario Firmenich en 1966 en una misión rural en Santa Fe organizada por el padre Carlos Mugica. Las acusaciones de Julio Bárbaro sobre el crimen del cura y la defensa que esgrimió Perdía

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Roberto Perdía, uno de los
Roberto Perdía, uno de los tres jefes de Montoneros, murió el 20 de marzo de 2024

El abogado Roberto Cirilo Perdía —“Carlos” y “Pelado Carlos” fueron sus nombres de guerra— era uno de los tres “comandantes” montoneros que lograron sobrevivir a la lucha guerrillera y la persecución de la dictadura junto con Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja.

La última referencia que tuve de Perdía me la dio, en forma indirecta, el ex legislador y funcionario peronista Julio Bárbaro, devenido en prolífico escritor y lúcido analista.

“Todos teníamos conciencia de que los ‘montos’ estaban en decadencia y dispuestos a matar para encuadrar. Lo matan a Mugica para encuadrar a los disidentes, así como habían matado a Rucci para encuadrar a Perón”, afirmó Bárbaro, amigo del padre Carlos Mugica y muy crítico de la violencia de los montoneros luego del retorno del peronismo al gobierno, en 1973.

En una entrevista cuando investigaba para mi último libro, Padre Mugica, Bárbaro se manifestó convencido de que Montoneros asesinó al cura, uno de los personajes más famosos de su época, el 11 de mayo de 1974 en la puerta de la iglesia en la que acababa de dar la santa misa.

“Lo digo porque lo sé. Dos de ellos me dijeron hasta cómo fue. Estaban viendo en la televisión que el cura les estaba haciendo mucho despelote con la JP Lealtad (una división de Montoneros), se paró uno y les dijo que no se preocuparan, que a eso lo arreglaba él”, afirmó.

—Fue así como te lo digo. Me lo contaron así. Y el ejecutor vive —agregó.

Roberto Perdía, Raúl Clemente Yaguer
Roberto Perdía, Raúl Clemente Yaguer (n° 4 de Montoneros) y Mario Firmenich

—¿Sí? ¿Algún jefe? —le pregunté con referencia a alguno de los tres ex “comandantes” del llamado Ejército Montonero.

Uno de los tres —me contestó en alusión a Firmenich, Perdía y Fernando Vaca Narvaja, quienes, sin embargo, siempre desmintieron que los montoneros hubieran sido los autores.

Pero, Bárbaro insistió: “Nunca se dudó de la autoría. No los dejaron estar en el velatorio, echaron a sus enviados. La gente tenía clara conciencia de que habían sido ellos”.

“Cuando matan a Mugica, lo que quieren es impedir la fractura —interpretó—. El surgimiento de la JP Lealtad, que ya había surgido, porque Mugica los mataba a ellos. Entonces tuvieron que inventar que fueron los otros. La Triple A se convirtió en un depósito de muertos que ellos no quieren asumir”.

“La irracionalidad los conducía. Habían inventado un relato que no era verdad. ¡Y después Vaca Narvaja dice que la Contraofensiva fue exitosa! Vos lo lees y no podes creerlo”, agregó.

Perdía, fallecido el 20 de marzo a los 82 años, siempre negó que Montoneros hubiera matado al padre Mugica. Sostenía, como sus ex compañeros, la autoría de la Triple A, el escuadrón de ultraderecha con vértice en José López Rega, influyente ministro de Bienestar Social y secretario privado del presidente Juan Domingo Perón.

“Son acusaciones absolutamente rídiculas y fuera de lugar, con un montón de pruebas en contra”, afirmó al Colectivo Audiovisual Resistencia Cultural, frente a acusaciones similares.

Los Setenta fueron tiempos vertiginosos: por eso, conviene recordar que, cuando el padre Mugica fue asesinado a balazos, el presidente era Perón, quien acababa de pelearse públicamente con los montoneros en el acto por el 1° de Mayo. Mugica fue uno de los que aquel día se quedó en la Plaza de Mayo vivando a Perón.

El 1° de mayo de
El 1° de mayo de 1974, Perón echó a los montoneros de la Plaza de Mayo

Es que el cura estaba peleado con los montoneros, en especial con el jefe de ese poderoso grupo guerrillero, Firmenich, desde que los montoneros mataron al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, el 23 de septiembre de 1973.

Desde el principio, Mugica acusó a los montoneros de ese asesinato, que nunca fue reconocido públicamente por el grupo encabezado por Firmenich y Perdía. Los acusó en una charla con jóvenes de Chivilcoy de “guerrilla antipueblo” y de haberse convertido en una nueva “burocracia”, casi una mala palabra en la época porque aludía a grupos que solo defendían sus propios intereses en contra de los deseos populares. Una casta, en lenguaje contemporáneo.

Casi un mes antes, a finales de agosto, el cura, por si no le sobraran enemigos, había discutido fuertemente con López Rega, quien incluso lo había amenazado de muerte, según algunos testimonios.

Perdía nació en Rancagua, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Había dejado la militancia en la juventud de la Democracia Cristiana convencido de que el cambio venía por el peronismo cuando en 1965 aterrizó en la ciudad de Reconquista, en el empobrecido norte de la provincia de Santa Fe.

Allí se vinculó rápidamente con los grupos que orbitaban alrededor de algunos sacerdotes progresistas, sensibles frente a las penurias de los más pobres, como los hacheros que se habían quedado sin trabajo luego del abandono del lugar de La Forestal, una mega empresa británica que había terminado prácticamente en la zona con el quebracho colorado.

Al año siguiente, Perdía fue uno de los militantes locales que visitó la misión rural organizada por el padre Mugica en Tartagal al que concurrieron, entre otros jóvenes católicos, Firmenich y Carlos Ramus, otro de los fundadores de Montoneros, que sería acribillado en un tiroteo en 1970.

Fue el momento de mayor proximidad de Mugica con la idea de que la situación en el país no daba para más y que, por lo tanto, había llegado la hora de las armas, como describo en mi libro.

Padre Mugica, el nuevo libro
Padre Mugica, el nuevo libro de Ceferino Reato

Pero, luego se fue desentendiendo de esa idea, aunque con algunas recaídas, hasta que, en 1973, con el levantamiento de la proscripción del peronismo y el retorno de Perón a la Argentina y al poder, reclamó a sus ex discípulos montoneros que abandonar las armas.

Claro que Firmenich, Perdía y tantos otros no le hicieron caso. Estaban embalados en “el Tren de la Victoria”, la lucha armada que abriría paso a la revolución socialista; el mismo tren que Perdía invocaría luego, ya durante la dictadura, mientras recorría Europa buscando voluntarios entre quienes habían escapado del horror para regresar en el marco de la Contraofensiva militar, otra alocada iniciativa de la guerrilla que terminó en un sonoro fracaso, en 1978 y 1979.

Una frase famosa: “el Tren de la Victoria”, con la cual Perdía nos regaló la mejor imagen de todo un rumbo tan arrogante como equivocado, extraviado, por la cual se derramó mucha sangre, propia y ajena.

*Periodista y escritor, extraído de su último libro Padre Mugica.

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