Roberto Cirilo Perdía, ex integrante de la conducción de Montoneros, murió este martes a los 82 años. Durante la década del 70 del siglo pasado había llegado a ocupar el tercer lugar del mando de esa organización político militar de origen peronista, por detrás de Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja.
Perdía había nacido el 9 de julio de 1941 en Rancagua, en el partido bonaerense de Pergamino, en el seno de una familia católica propietaria de un pequeño campo en la zona. Dos de sus tíos era religiosos, los curas pasionalistas Marcos y Mateo Perdía, este último presidente durante casi una década de la Confederación Latinoamericana de Religiosos. Fue esa formación católica, en el marco de la doctrina social de la Iglesia, la que lo llevó tempranamente a la militancia política, en la que se inició a los 15, cuando cursaba sus estudios secundarios y Juan Domingo Perón acababa de ser derrocado.
Como muchos otros futuros dirigentes de Montoneros, no venía de una familia con tradición peronista, sino que llegó al peronismo desde una militancia social cristiana. Se recibió de abogado en la Universidad Católica Argentina, donde fue presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho y también cursó dos años de la carrera de Sociología. A la vez, trabajaba en un banco, donde también hizo sus primeras experiencias sindicales como delegado de sus compañeros.
Para entonces Perdía ya estaba vinculado con los trabajadores agrarios del norte argentina debido a que desde 1966 venía ejerciendo su defensa en conflictos laborales. Trabajaba con los hacheros de Santa Fe y el Chaco y fue el promotor de la creación de un sindicato que los nucleara. El siguiente paso fue tratar de organizarlos para la lucha política. “Alrededor de 1969 empezamos a conformar las estructuras más clandestinas, más militares, con vistas a construir una organización político-militar”, explicó una vez.
Su primera vinculación con una de las incipientes organizaciones armadas de la resistencia peronista data de los tiempos de la dictadura de Juan Carlos Onganía, cuando se incorporó a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), el grupo fundado en 1968 por Enviar El Kadri, cuyo primer intento de guerrilla rural, en Taco Ralo, provincia de Salta, fue abortado cuando apenas estaba en la etapa de preparación.
“En el 70 me caso con mi compañera y vamos para Salta porque había caído un grupo de gente en Taco Ralo. La conducción de la FAP me encomienda la tarea de que me haga cargo de la reconstrucción de la Fuerza en Salta y Tucumán”, contó hace unos años en una entrevista con Andrés Klipphan publicada en Infobae.
Poco después, a raíz de una crisis interna, un número importante de militantes de las Fuerzas Armadas Peronistas se incorporó a otra organización político-militar naciente, Montoneros, que había hecho su primera aparición pública con una acción de altísimo impacto: el secuestro y la ejecución de Pedro eugenio Aramburu.
Poco después se convirtió en uno de los máximos dirigentes de la organización, tras las muertes de Fernando Abal Medina, Gustavo Ramus y Sabino Navarro. Ocupó el tercer lugar en la conducción de Montoneros, detrás de Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja.
Poco antes de la primera vuelta de Perón a la Argentina, en noviembre de 1972, los tres dirigentes se reunieron con el líder justicialista en un hotel de Roma. Eran los tiempos en que Perón alentaba las acciones de las “formaciones especiales”, como llamaba a las organizaciones armadas peronistas.
De ese encuentro, “El Pelado” -como se lo llamó siempre a Perdía- relató en una ocasión una anécdota. Cuando se reunieron con Perón en la habitación del hotel, José López Rega estaba de pie, detrás del general, y no mostraba la más mínima intención de irse. Solo se fue después de que Perón se lo ordenara dos veces.
Tras la asunción de Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973, Montoneros le encargó a Perdía la organización del “Operativo Dorrego”, una serie de acciones solidarias conjuntas entre soldados del Ejército con militantes de la Juventud Peronista. Por el lado del Ejército, el encargado de la coordinación era el general Albano Harguindeguy. La intención de Montoneros era la de hacer proselitismo dentro del Ejército, la del Ejército fue hacer inteligencia sobre Montoneros.
Cuando Montoneros pasó a la clandestinidad en 1974, durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, Perdía -igual que el resto de los máximos dirigentes Montoneros- dejó de mostrarse públicamente, aunque seguía en el país.
Sólo después del golpe de 1976 salió de la Argentina y se radicó en Madrid, desde donde fue uno de los organizadores de la trágica “Contraofensiva” de Montoneros en 1979, que terminó con la detención, la desaparición y el asesinato de muchos de los militantes que volvían al país para retomar la lucha contra la dictadura.
Luego de recuperada la democracia, fue uno de los jefes de las organizaciones guerrilleras que el gobierno se propuso llevar a juicio en el marco de la “teoría de los dos demonios”, en un proceso que sería espejo del juicio a las juntas militares. Además de Perdía, el decreto ordenaba juzgar a los dirigentes de Montoneros Mario E. Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Ricardo Obregón Cano, Rodolfo Galimberti y Héctor Pardo, y al dirigente del PRT-ERP. Enrique Gorriarán Merlo. Solo Firmenich y Obregón Cano fueron juzgados, mientras que Perdía se mantuvo en la clandestinidad hasta que fue indultado por Carlos Menem en diciembre de 1989.
Años más tarde, en junio de 2003, fue detenido junto a Fernando Vaca Narvaja por orden del juez Claudio Bonadio, en el marco de una causa por la “Contraofensiva”, donde se lo responsabilizaba por la desaparición de los militantes que retornaron al país para retomar la lucha armada contra la dictadura. Estuvo detenido hasta agosto, cuando fue liberado luego de que el proceso quedara interrumpido.
En los últimos años, Perdía integraba la Asociación Gremial de Abogados de la República Argentina, desde donde defendió en diversas causas a militantes de organizaciones sociales, y era uno de los conductores de la Organización Libres del Pueblo (OLP).
Desde allí sostenía: “Esta democracia, este Estado, se está muriendo. Este modelo se cae. Faltaran diez, quince o treinta años años, pero este modelo capitalista asentado en la modernidad va a desaparecer y aparecerá otro. Mi apuesta es esa, y mientras tenga vida voy a luchar por eso”.
En una entrevista con Infobae tiempo atrás, el ex guerrillero se refirió a la “Operación Primicia”, el ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29 de Formosa, ocurrido en octubre de 1975, durante el gobierno de Isabel Perón, en el que murieron 12 montoneros y 12 defensores del cuartel, de los cuales 10 eran conscriptos.
Consideró que fue “la acción militar más importante que se hizo en la Argentina”. “No por el volumen, sino por la complejidad que tenía. Un avión, más de mil kilómetros, ir y volver. Una complejidad muy grande que terminó con muchas dificultades”, dijo al respecto.
Al ser consultado por si tenía algún arrepentimiento por el hecho, Perdía respondió: “Cada uno de los hechos merecería un análisis particular. Para mí la palabra no es arrepentimiento. Sí hay un dolor de todo eso y es un dolor colectivo, de la sociedad. Y fundamentalmente un dolor mucho, mucho más profundo en el sentido que aquellos sueños de miles de compañeros no se pudieron realizar”.