“¿Cómo explicar el abuso? Imaginate que un día entrás a tu casa y todo está bañado por una sustancia que no conocés. Parecida al aceite. Parecida a algo que no podés ni siquiera describir. Empezás a ver tus cosas pegajosas, sucias. Tratás de limpiarlo pero todo lo que conocés, no lo limpia. El agua se resbala y hace peor el pegote. Las manos se te llenan de esa baba espesa y cada segundo en que pasás intentando limpiar parece empeorar la situación. Y en el medio, las preguntas.”
Agustina Castells leyó el fallo del juez y automáticamente se largó a escribir. Se le vino a la cabeza la dimensión desconocida de su infancia: imágenes oscuras y preguntas que, hasta ahora, no habían tenido respuesta, alrededor de un secreto y la sombra amenazante de su abuelo, el hombre que entre los 4 y los 12 años abusó sistemáticamente de ella.
La resolución judicial, firmada por Gabriel Vitale, titular de juzgado de Lomas de Zamora, declaró “responsable” a Humberto Aroldo Bello por el delito de abuso sexual. “¿Por qué tenés vos que arreglar esto? ¿Por dónde se empieza?”, redacta Agustina.
Es el monólogo interno de la víctima que, finalmente, consiguió arreglarlo. Con el aporte de declaraciones testimoniales y pericias psiquiátricas a la víctima y al acusado, Vitale llegó a la conclusión de que Bello fue autor de los delitos de “abuso deshonesto agravado en concurso real con corrupción de menores agravada” y “abuso sexual gravemente ultrajante agravado en concurso con corrupción de menores agravada”.
Pero como en el momento que se abrió la causa el delito ya estaba prescripto por el paso del tiempo, el magistrado decidió avanzar con un juicio igual en honor a la verdad. Aunque no irá a la cárcel, Bello, de 86 años, figura desde ahora en los registros públicos oficiales como violador.
Hace dos años, Agustina, de 35, se sintió entera como para afrontar el desgaste que implicaba exponerse con una denuncia judicial por los abusos de su abuelo. Cargaba con eso desde los 12 años, cuando empezó a sentir que su hermana, cuatro años menor, podía llegar a pasar por el mismo desastre.
Entonces le empezó a decir a su mejor amiga que tenía un secreto hasta que un día se lo contó. “Empezó a decir que el abuelo tenía como una especie de adicción. No me acuerdo la frase exacta pero decía que el abuelo la manoseaba, que ese era su gran secreto que no me podía contar. Después ella me pidió que no se lo cuente a nadie”, declaró en la Justicia su mejor amiga.
La amenaza, que transmitía Agustina, venía de su abuelo. Le decía que si ella hablaba le pasaría algo malo a sus padres, que sus papás se pondrían tristes de enterarse y que tampoco tenía sentido decirlo, porque a ella le gustaba lo que hacían juntos.
Pero su amiga avisó en su casa y los padres de ella inmediatamente alertaron a la mamá de Agustina, quien, a pesar de que se trataba de su propio padre, acompañó a su hija y nunca dudó de qué lado ponerse. “Al instante mis padres me creyeron, me separaron de mi abusador, se separó la familia y me sostuvieron y me preguntaron si yo quería hacer la denuncia, pero decidí no hacerlo”, cuenta Castells, lingüista y docente en una escuela secundaria, en una charla con Infobae donde revela su historia por primera vez.
“Era muy complicado y sentí que no iba a poder afrontar todo lo que me estaba pasando en la familia, exponerme al proceso era mucho”, explica.
Cuando su mamá se enteró del abuso, 23 años atrás, corrió a la casa de su padre y lo increpó. Lejos de negarlo, Bello aceptó su responsabilidad.
“Yo, en estupor absoluto, fui a la casa de mis progenitores. Estaban los dos. Yo enfurecida lo increpo a él y le digo ‘¿qué hiciste?’. El me dice ‘yo no hice nada, yo no hice nada’. Mi vieja me pregunta qué pasa y yo le digo ‘tu marido abusó de su nieta’. Ella se queda con cara de estupor. Le empiezo a gritar a mi papá, pidiéndole que diga la verdad. El me responde ‘yo hice lo que me pareció normal, lo mismo que me hicieron a mi, me violaron a los seis años’. Me responde que para él era todo normal”, remarcó la madre en su declaración en el juicio.
La tragedia arrasó como una tormenta a Agustina su familia. “Hice un camino personal de terapia, mi familia también, fue un proceso bastante largo y desde un montón de perspectivas siento que pude sanarlo”, dice ahora la víctima.
Pero hace dos años se dio cuenta de que “no era algo completamente sanado”. Y sintió la necesidad de hacer la denuncia. Habló con quien ahora es su abogada, Constanza García, y fueron finalmente a la Justicia. Como su caso ocurrió antes de que se declarara por ley la imprescriptibilidad de los casos de abuso, y como cuando llevó la denuncia a los Tribunales de Lomas de Zamora faltaban seis meses para que pierda vigencia legítima el delito, el fiscal Sebastián Bisquert recibió el expediente, dejó que pase el tiempo y no actuó.
“El y su secretaria claramente tenían la convicción de que no tenía ningún sentido la denuncia. La cajoneó. No sólo eso, sino que hubo una serie de eventos desmoralizantes, como que me citara a una fecha particular y cuando llegué me dijo que yo no tenía que ir, que no me había citado. Pero yo tenía la citación formal, que de hecho la presenté para faltar a mi trabajo. Había una voluntad de que me cansara”, dice sobre la actitud del fiscal, y amplía: “Creo que este accionar es parte de un sistema que cree lo mismo que ella, que no valía la pena”.
Lo mismo pensó su abuela, la esposa del violador. Lo relató su propia hija ante la Justicia: “Yo mantuve un tiempo más relación con mi mamá y ella me confesó que él había reconocido el hecho y que yo era una exagerada y que, en realidad, él estaba tranquilo”.
“Hablé mucho en terapia sobre el papel de mi abuela. Hay días en los que me enojo y días en los que siento que el poder devastador de mi abuelo como abusador nos comió a todos”, entiende la víctima.
Cuando Vitale inició la causa motorizada por otra fiscalía, la de José Luis Juárez, citó a Bello a una pericia psiquiátrica. Y el hombre asistió. La perito informó que el hombre comprende la criminalidad de sus actos y que “presenta una personalidad con rasgos narcisistas y psicopáticos, justificando lo sucedido, naturalizando los hechos, sabiendo que realizaba un acto de carácter sexual con un menor quien no puede dar su consentimiento”.
Por todo eso, Vitale entendió que los hechos ocurridos entre 1993 y 2000 “están probados”. “La determinación de la verdad no es únicamente un derecho de las víctimas en este caso, toda vez que el derecho a la verdad es un derecho de carácter colectivo”, citó el juez en su resolución. Tan probados parecen los hechos que al comunicarse la resolución, Bello fue notificado y el hombre dio su consentimiento.
“Fue tan largo el proceso que me cuesta caer que está pasando finalmente. Que haya llegado esta reivindicación fue un alivio personal, familiar, después de tanto tiempo. Y a la vez fue darme cuenta de la cantidad de elementos de privilegio que me trajeron hasta acá: una familia que me creyó, psicólogas que me sostuvieron, una abogada con valor humano y capacidad jurídica, Vitale, que tuvo la voluntad de que suceda, dentro de un sistema que lo negó durante mucho tiempo”, comenta Agustina.
En su fallo, el juez de Lomas también declaró responsable al Estado argentino “ante la omisión de cumplimiento de las obligaciones asumidas respecto de la prevención, investigación y sanción de delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes”.
“Es importante. Hay que pensar en cómo hacer que los jueces tengan más herramientas. Me encantaría que otras víctimas también tengan justicia, no porque sean valientes y denuncien, sino porque la tienen que te tener. Y me encantaría que los jueces no tengan que ser valientes como Vitale para que suceda sino porque tiene que suceder”, dice Agustina.
Ella sabe que hay otras víctimas de su abuelo pero no quiere hablar con de eso. Sabe lo difícil que es. “No me gusta instar a nadie que no esté preparado. Ojalá que si leen esto sientan que se habilita un espacio para denunciarlo. Eso me encantaría. Me haría feliz por ellas”.