A 42 años del conflicto de Malvinas, la guerra está por cobrarse una nueva víctima: de no prosperar gestiones que están llevando a cabo desde el municipio de Vicente López y una asociación de fundadores y pioneros de dicha localidad, el Aviso ARA Alférez Sobral, que sufrió un durísimo ataque con misiles la noche del 2 de mayo de 1982 cuando iba en misión de rescate de dos pilotos eyectados, seguirá el irremediable camino del desguace.
Ocho muertos, su puente destruido, con sus sistemas de navegación inutilizados a raíz del impacto de dos misiles lanzados desde un helicóptero británico, espera en Mar del Plata su destino final. En el camino quedaron sendos proyectos de transformarlo en un museo y en una reliquia de la guerra del Atlántico Sur.
Construido en 1944 en Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina y bautizado con el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, que hizo historia en la Antártida.
Oscar Fasano, presidente de la Asociación de Fundadores y Pioneros de Vicente López, explicó a Infobae la intención de que la Armada donase el buque y exhibirlo en el puerto de Olivos -ideal por su calado- para que pueda ser visitado por la comunidad.
De acuerdo a fuentes navales consultadas, en los últimos años Santa Cruz, Chubut, Entre Ríos y Santa Fe mostraron interés en contar con el buque, pero no pudo ser por un tema específicamente económico. La Armada no se opone a la donación, pero para evitar que el barco se hunda cuando fuera remolcado, es preciso ponerlo en condiciones. Esa puesta a punto y el traslado están valuados en unos 250 mil dólares.
En la Armada explicaron que todo lo que se pudo donar del buque, ya se donó, como su campana, un cañón y hasta el mobiliario.
Las gestiones que dicha asociación entonces había iniciado con la Armada se interrumpieron con la pandemia y, cuando se las retomaron, lo hicieron junto al centro de veteranos de guerra local. Las nuevas autoridades de la Armada les explicaron los pasos a cumplimentar y les aclararon que la donación solo era posible realizarla de Estado a Estado.
Por tal motivo se contactaron con la intendencia de Vicente López. Como se estaba en plena campaña electoral, debieron dejar pasar las elecciones y le llevaron la iniciativa a Soledad Martínez, a cargo del ejecutivo municipal, quien se mostró proclive a la donación.
Fasano contó que para obtener ese monto, se han contactado a un grupo de empresas privadas que están interesadas en colaborar para traer al Sobral. Fasano asegura que solo resta esperar la respuesta de la Armada. De acuerdo a una disposición de la Armada de 2020, establece que los distintos buques que están fuera de servicio, en caso de no ser donados, irán a subasta pública y enajenados.
El ataque
El 27 de abril de 2019 Infobae entrevistó al vicealmirante Eduardo Alberto Fondevila Sancet -guardiamarina en 1982- y al capitán de navío retirado Sergio Bazán, en ese momento teniente de navío. Ambos integraban la tripulación del buque.
El 27 de marzo habían ordenado que el Aviso Alférez Sobral partiese hacia el sur. Las órdenes que recibió el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca era situarse en un punto entre el continente y las islas y estar preparados para misiones de búsqueda y rescate.
En la noche del 1° de mayo, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, teniente Eduardo de Ibáñez y el primer teniente Mario González, debieron eyectarse. Se le ordenó al Sobral ir en la búsqueda de los pilotos, a un punto establecido a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.
Debían dirigirse a un punto situado a 90 millas al norte de Malvinas, muy cerca de la flota británica.
Luego de un reabastecimiento en Puerto Deseado, el buque llegó al lugar asignado casi a la medianoche del 2 de mayo. Al llegar, fue sobrevolado por un helicóptero británico Sea King que luego se alejó. La dotación fue a cubrir los puestos de combate, esperando un ataque.
Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y desde el buque se abrió fuego con el modesto armamento: un cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara.
Había mar gruesa y el buque navegaba lentamente. Todos se prepararon para un ataque. Cuando divisaron luces pensaron que eran bengalas que habían arrojado los pilotos que iban a rescatar. Pero eran proyectiles.
Un misil Sea Skua, disparado desde dos helicópteros que habían despegado de los destructores Coventry y Glasgow -uno de ellos debió regresar por fallas- destrozó la lancha que el buque llevaba, y se hundió parcialmente el baño del personal, provocando heridos. Gómez Roca ordenó revisar el sector de proa para verificar posibles daños. Cuando finalizó la revisión, se produjo el segundo ataque.
Todo pasaba en segundos. Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado.
En ese segundo ataque un misil destruyó el puente de comando y el puesto de radio. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera en el puente de mando sólo la dotación indispensable; el resto quedó bajo cubierta.
Bazán, que había sido demorado por el médico para revisarle una herida que había sufrido, salvó su vida porque se dirigía al puente. Allí no vio a nadie con vida y ordenó apagar los incendios. Se convirtió en el comandante de la nave. Está convencido de que la decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas.
En medio de gritos y de alaridos de los heridos, se desató un gran incendio, que pudo ser controlado.
La dotación tenía ocho muertos, empezando por su comandante, el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca. Los otros fueron el guardiamarina Claudio Olivieri; el cabo principal Mario Alancay; el cabo segundo Sergio Medina; el cabo segundo Elvio Tonina; el cabo segundo Ernesto Del Monte; el marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el conscripto Roberto D’Errico.
Comprobaron que las máquinas continuaban funcionando y que no había inundación. Bazán le ordenó a Fondevila conseguir la radio de emergencia, guardada en el cuarto de radio, que se estaba incendiando. Tomado a la escala, subió y se encontró con el cuerpo del cabo Tonina, que estaba colgando porque el piso del puente se había perforado. No pudo continuar porque el humo lo ahogaba. Contuvo el aire y volvió a subir. Corrió los restos del cabo Alancay, totalmente destrozado, y encontró la radio. Durante quince minutos transmitió el SOS en morse, además de pedidos de auxilio en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes eran.
Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón que el jefe de máquinas pudo resolver. No se produjo un nuevo ataque; los ingleses veían las llamas.
Luego de tres largos días de navegación sin saber a ciencia cierta hacia dónde se dirigían, avistaron la costa y un helicóptero de la Fuerza Aérea los sobrevoló en un punto al sur de Río Deseado.
Fueron jornadas marcadas por la incertidumbre. Hubo reiterados incendios, y se debió cortar cables para evitar nuevos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Intuían que si se desataba una tormenta, seguramente el barco no la soportaría. Además, existía la urgencia de tocar tierra para atender a los heridos, ya que las medicinas escaseaban. El panorama era desalentador.
Durante la travesía, transmitieron cada cinco minutos por la red de emergencia “para todas las estaciones que nos escuchan”. Un cabo escuchó en su Spika que un locutor decía “para el señor Gómez Roca, hemos recibido su mensaje”. Sabían que estaban.
De pronto, el teniente de corbeta Casal cayó en la cuenta de que navegaban sin bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Ató la de guerra a la pluma del buque.
Cuando un helicóptero se aproximó le lanzaron dos bengalas, que la nave interpretó que del barco le abrían fuego. Se alejó y regresó muy lentamente. Bajaron una camilla por los heridos. Luego un avión, en vuelos rasantes, les indicó hacia dónde debían dirigirse. Cuando pasaron junto al buque Cabo San Antonio, la tripulación formó en puesto de honores, demostrando que estaban en un buque que seguía navegando.
Una vez en puerto, se reparó el buque y con un puente improvisado fueron a Puerto Belgrano. A los tres meses volvieron a zarpar hacia Ushuaia. Fue muy emocionante despedirse de los conscriptos que a fin de ese año se fueron de baja.
Los hierros retorcidos del puente de navegación, que se exhiben en el Museo Naval de la Nación, pueden darnos una idea de la magnitud del ataque sufrido. Actualmente, el Aviso Sobral espera la buena noticia de ser trasladado a un puerto, exhibirlo con las huellas del conflicto, y que siga siendo un vivo testimonio de aquellos dramáticos días de la guerra.