Facundo era un perro de 20 años. Pasó semanas en un rincón del canil, inmóvil. Por las noches lloraba. Había crecido en el calor de un hogar, que lo adoptó siendo un cachorro y creció rodeado de amor, pero la mujer que fue su tutora falleció luego de una enfermedad y sus hijos no quisieron hacerse cargo de él. Sin más, golpearon la puerta del refugio Ángeles de Cuatro Patas, en Mendoza, y ahí lo dejaron.
Desde ese día, el pekinés cayó en un estado de tristeza incomparable y muy doloroso para las voluntarias que no sabían qué hacer por él. En poco menos de dos meses comenzaron a fallarle los órganos. Una de las chicas que colabora en el lugar se lo llevó a su casa para animarlo. Por la noche cerró los ojos y se quedó dormido para siempre.
“Como ese caso, son muchos los perros que nos dejan en la puerta atados, a otros los dejan diciendo a secas: ‘No lo queremos porque está viejo. Si no lo pueden tener, lo dejamos en la calle’... A veces, ni mediamos palabras, tomamos al perro, cerramos la puerta y adiós... Hay casos en los que los vemos tirados en la calle, abandonados porque están enfermos y porque se hacen grandes”, cuenta Beatriz Méndez, coordinadora del refugio mendocino ubicado al pie de un cerro que se inició dando cobijo a 10 canes y hoy tiene 187.
Desde hace 11 años, la mujer reparte sus días entre los rescatados, el trabajo en su estudio contable y la familia. Busca que cada uno de esos animales tenga una segunda oportunidad y concientiza en la localidad de Las Heras sobre la importancia de adoptar a un perro geronte. Muchas veces, hasta ofrecen a colaborarles con la comida para que no signifiquen gastos.
Este refugio es uno de los más conocidos de la zona y en 2021 pidió ir de vista José Luis Espert y llegó acompañado del entonces diputado Javier Milei. El actual presidente les había prometido ayuda y compartió en sus redes unas fotos del lugar que hace unas semanas sufrió las consecuencias del viento zonda, que voló parte de los techos.
“Compartió un pedido que hicimos cuando teníamos que operar a unas perras y nos llegaron las donaciones suficientes para poder pagar a veterinaria”, cuenta la mujer y dice que pese a las necesidades que puedan tener lo que pide es que los adopten.
Amor incondicional
El 90 por ciento de los habitantes del refugio son perros gerontes y ciegos. “Nos encargamos de rescatar a perros en esas condiciones (algunos muy viejitos, sarnosos o con alguna otra enfermedad) porque son lo que, lamentablemente, muchos descartan. Y aunque hay gente que no los quiere adoptar porque piensan en el trabajo que les darán, en los gastos, los cuidados especiales, hay también personas de buen corazón que los adopta”, señala y cuenta que todos los meses les realizan análisis para controlar las enfermedades que tienen.
Este refugio nació en el departamento de las Heras y era coordinado por otra mujer. Un día llegó Beatriz, que ya se dedicaba a cuidar a los perros de su zona. Comenzó como voluntaria e iba todos los domingos, pero al adentrarse más en la situación en la que los perritos estaban se comprometió con el lugar aunque hubo otro motivo que la hizo entregarse de lleno a esta causa.
“Cuando llegué la primera vez estaba atravesando por una depresión, y ni sabía lo que era ni de qué se trataba, pero así fue. Al llegar y verlos cómo estaban, hacinados por el poco espacio, me di cuenta de que lo que me pasaba a mí no era nada. Yo ni siquiera sabía qué era lo que tenía ni que lo causaba, pero al ver la forma en la que estaban viviendo, algunos enfermos y saber que estaban sufriendo de verdad, me dije: ¡Bueno, tengo que hacer algo!... Empecé a ir más seguido, traté de hacerme tiempo entre mi trabajo y mi familia, y un día se me dio por empezar a preguntar por algún lugar grande para trasladarlos y estuvieran más cómodos, así nos prestaron este lugar. Luego iniciamos el recorrido y trasladamos a los 80 perros. Empezamos todo de cero, armamos los caniles con ayuda de la gente. Al poco tiempo, la dueña original dejó de ir y de un día para el otro tuve que hacerme cargo”, revive el inicio del nuevo espacio ubicado en Godoy Cruz, en una zona alejada, con calle de ripio, que limita, de un lado, con un barrio humilde y del otro, con un descampado.
Emocionada, asegura: “Siempre me dicen que yo los rescaté a ellos, y no... ¡Ellos fueron los que me rescataron a mí! Cuando comencé con esta tarea en casa tenía dos perros, ahora tengo diez. Los ocho ‘colados’ son del refugio, pero por sus distintas necesidades me lo llevé a casa”.
Como en toda historia siempre hay un ser que lo modifica todo. “Ella fue Esperanza, una perra muy viejita a la que encontramos tirada en el medio de la nada, un día de invierno y que estaba nevando. La habían dejado tirada para que se muriera de frío. A partir de ahí decidimos que íbamos a empezar a rescatar a perros ciegos y enfermos porque son los más rechazados, los más vulnerables y porque en los demás refugios, aunque tratan siempre de encargarse de todo tipo de perros, suelen optar por los más jóvenes”, explica.
La ubicación no les colabora ya que están expuestos a las inclemencias del clima durante gran parte del año. ”Hace no mucho el viento Zonda voló hasta un portón pesado y las chapas del techo. Fue un caos, pero logramos contener a todos los perros”, recuerda la mujer.
Al principio, compraban el alimento con dinero de sus bolsillos, pero la situación económica los llevó a idear otras opciones. “Hacemos rifas, ferias, tenemos socios y recibimos donaciones de la gente comprometida. Hay un local de comidas que cada dos meses hacen una cena de beneficio. Además, cuando es necesario, el grupo reducido pone plata de su bolsillo. Estamos bastante ahorcados por los gastos”, admite.
Emocionada por el recorrido de la labor, pide: “Anímense a adoptar perros viejos. Merecen tener una familia. Yo, al principio, también pensaba que requería mucho trabajo, pero no es así. Una vez que lo adoptan, con un colchón, su comida o medicación, él es feliz. No es necesario que los regalen ni tiren por ahí. Y si alguien tiene a su perro enfermo y no puede con la comida, lo ayudamos; o si lo pueden adoptar y no comprar el alimento especial, también los ayudamos”.
La visita de Milei
“Después de la pandemia, por esos días, nos visitó Javier Milei junto al diputado José Luis Espert. Parece que le gustan los perros, por cómo los trató”, recuerda.
El encuentro se dio por intermedio de un amigo del refugio, que era concejal de la municipalidad de Godoy Cruz, y a través de él llegó Espert quien a su vez llevó a Milei, entonces diputado.
“Yo como tengo cero interés en la política no sabía nada, de nada, realmente, no sabía quienes irían y no los conocía. Cada vez que alguien quiere venir, lo recibimos con los brazos abiertos, sobre todo, porque apreciamos que se interesen a nuestro trabajo y en los perros. Ese día, el presidente vino pensando no estar media hora, pero se quedó bastante más tiempo con los perros”.