En julio tendrá lugar la Robocop 2024, la competencia conocida como “el Mundial de la Robótica”, a la que asisten equipos de más de 45 países y se evalúa a más de 3500 robots. En esta ocasión la sede será la ciudad de Eindhoven, al sur de los Países Bajos, considerada la capital europea de la tecnología. Desde la provincia de Salta, la dupla conformada por María Virginia Viollaz, de 16 años, y Diego Salinas , de 17, se prepara para asistir a la convocatoria en la categoría junior de robots de rescate. La joven ya había ganado el primer lugar en la liga nacional a fines de 2023, y ese triunfo le valió la clasificación para viajar al exterior con su prototipo. Luego se sumó su compañero, y juntos crearon un nuevo modelo, que incorpora cámaras de video con procesamiento integrado para reconocimiento de objetos. “Tenemos el honor de representar a nuestra Argentina, queremos llevar la mejor versión, y esperamos poder reunir los fondos necesarios para cumplir ese sueño”, expresa la estudiante en diálogo con Infobae.
La dupla se conoció en Instituto de Innovación y Tecnología Aplicada (IITA), y pasaron todo el verano abocados a perfeccionar el robot y llegar lo más preparados posibles al gran día. Aún en vacaciones, le dedicaron su tiempo al proyecto que comenzó en abril, convencidos de que dentro de cuatro meses podrán representar a nuestro país y se esforzarán para resolver los desafíos que les presenten los jurados a lo largo de tres días consecutivos. Además conocen las experiencias de grupos que ya han viajado años anteriores, que regresaron con premios y conocimientos valiosos, -obtuvieron el segundo lugar a nivel mundial en la categoría junior de robótica simulada y varios de los integrantes recibieron menciones especiales- gracias al intercambio cultural que genera el contacto con equipos de diferentes continentes, y tecnologías de vanguardia.
“Empecé cuando era muy chica, a los 8 años. Siempre me gustó, y mis padres dan cursos en el instituto, así que me han inculcado también la pasión por todo esto”, cuenta María, y recuerda los primeros cursos que tomó, donde descubrió cómo funciona la lógica de programación, desde lo más simple hasta avanzar a idiomas más complejos. “Una de las cosas que hice fue un robot chico que bailaba, y mucho después aprendí lenguajes de programación de Arduino, también Python y diseño 3D”, explica. Diego, por su parte, comenzó a los 7 de manera autodidacta, y cuando sus padres supieron de su interés, lo anotaron en un curso de videojuegos.
“Me ponía a programar solo en mi casa, es algo que me encanta, y cuando entré a robótica en el instituto después de la pandemia, participé de varias competiciones donde nos enseñaron nuevas tecnologías; y lo que más me interesó fue la incorporación de las cámaras de video a los robots, porque básicamente utilizan inteligencia artificial a la hora de aprender a reconocer objetos, y hoy en día estoy tratando de aportar mis conocimientos a este proyecto”, sostiene el joven de 17. En su caso una de las primeras tareas que se propuso hacer por su cuenta fue la creación de chatbots y aplicaciones web. “Tengo facilidad para aprender los idiomas, y nunca dejé de programar desde que empecé”, comenta.
La Roboliga, cuna de sueños
Cecilia Budeguer, coordinadora de IITA, también conversó con este medio, y explicó la importancia de la participación en el evento y el camino que se transita para obtener una vacante a nivel internacional. “María compitió de forma individual en la Roboliga 2023, obtuvo el primer puesto con su robot de rescate, y así clasificó para representar a nuestro país en el mundial, pero en la Robocup uno de los requisitos en que se presenten en equipos; así que comenzamos una selección entre los alumnos más destacados y perseverantes, y Diego quedó seleccionado porque vimos que tenía mucha dedicación y esmero; consideramos que se merecía el lugar y que podía aportar un valor significativo al equipo porque ya había trabajado con las cámaras”, indica.
Desde ese momento, María y Diego trabajaron a la par, y decidieron preparar un modelo nuevo, que en vez de utilizar sensores tuviera incorporado un sistema de reconocimiento visual. El objetivo es construir y programar un robot capaz de moverse en un circuito que simula un escenario de rescate real, con una zona de peligro donde hay víctimas heridas que debe rescatar en forma autónoma y trasladarlas a una zona segura de evacuación, al mismo tiempo que debe detectar si hay personas fallecidas. “Las pelotitas negras representan a las víctimas fallecidas, y las plateadas a las víctimas vivas, entonces ahora nuestro robot tiene una camarita para identificar cuál es cuál a medida que recorre la zona”, explican los estudiantes.
La idea de redoblar la apuesta y apostar por la innovación surgió a raíz de la información que recopilaron sus compañeros el año pasado, cuando fueron a Francia y vieron que otros grupos más avanzados lo habían sumado a sus prototipos. “Una de las cuestiones más interesantes de viajar es que conocen nuevas posibilidades y las traen para aplicarlas acá, y la liga nacional cumple un rol clave, porque es el primer paso: es una competencia abierta y gratuita a la que se puede anotar cualquier estudiante de toda la Argentina, de todas las provincias, y el que gana el primer lugar pasa al Mundial”, detalla la coordinadora, y hace hincapié en que a veces por desconocimiento de esta oportunidad, muchos jóvenes se pierden de la experiencia. Generalmente la Roboliga tiene lugar en Buenos Aires en el mes de noviembre o diciembre, y aquellos que clasifican se convierten en los mejores del país, listos para llevar la bandera celeste y blanca al mundo.
“Hoy Argentina compite solo en la categoría Junior porque no tiene un equipo universitario de robótica, y se está tratando de motivar a los universitarios para que creen sus equipos, así como estudiantes de universidades de otros países compiten con robots que juegan al fútbol y con robots asistentes del hogar”, indica Cecilia. Con más razón, se sienten orgullosos de haberse presentado en la competencia nacional, donde pudieron poner a prueba el prototipo en una pista similar a la que habrá en el mundial, solo que con mayor complejidad y desafíos que les comunicarán en el mismo momento.
La particularidad de la Robocup es que no fomenta el espíritu competitivo, sino el aprendizaje y la colaboración mutua de distintas áreas de la robótica y ciencias afines, como la mecatrónica, informática, electrónica, mecánica e inteligencia artificial. “No es como un torneo donde el alumno lleva las cosas hechas y solo demuestra en lo que estuvo trabajando, sino que tienen que ser capaces de resolver en base a los cambios que les propongan, porque realmente no saben con qué circuito se van a encontrar, solo llevan un programa de base y el robot construido, pero al estar allá pueden pedirles que modifiquen la estructura y les dan el mismo lapso de tiempo a todos los equipos para ver cómo lo implementan”, aclara la coordinadora.
Primero puede haber rampas bajas en el recorrido, pero a medida que los días avanzan, la dificultad aumenta y el robot cada vez debe superar consignas más complejas, como mayor altura o diferente posición de las víctimas. “Se destaca con premios muchas veces a los equipos que suben su códigos y los dejan libres para que todos los participantes los puedan ver, o los integrantes de equipos que son solidarios y le ofrecen ayuda a otro competidor para resolver un problema, porque apuestan al ‘hacer en comunidad’, por más que estén en una competencia; y eso le cuesta mucho a los universitarios, que son mucho más competitivos, y el año pasado les remarcaron que más allá de programar un robot para meter goles en la categoría de fútbol, también hay que diseñarlos para que festejen cuando ganan, o que se enojen cuando no logra el objetivo, para hacerlo más divertido y humano”, señala Cecilia.
La previa al mundial
Todos los días los jóvenes asisten al instituto para afinar los detalles de su robot, y cuentan que una de las dificultades que tuvieron al principio fue la cantidad de tiempo que les llevó programar, sobre todo porque cuando una línea de código fallaba, había que recomenzar. “Otro problema que tuvimos fue entrenar a la cámara para sepa detectar a las víctimas, porque tiene un almacenamiento donde guarda datos y registra cómo son las pelotitas; con las víctimas fallecidas no hubo inconveniente porque al ser de color negro resaltan en la pista blanca, pero las víctimas con vida, que son de color plateado, sí se nos complicó porque generan cierto reflejo y un mínimo efecto de iluminación hacía que a la cámara le costara identificar la forma del objeto”, explica Diego.
Como no pueden predecir cuál va a ser el recorrido definitivo que tendrá que hacer el prototipo, cambian los escenarios en la zona de rescate durante la semana, para que la cámara obtenga la mayor información posible desde ahora hasta el momento de viajar. “Ya hemos solucionado varias cuestiones, y vamos a seguir trabajando en el diseño 3D para presentar en la competencia”, dice María con entusiasmo. En cada presentación frente a los expertos tendrán que explicar su proyecto en inglés, por lo que también han practicado para desenvolverse lo mejor posible. “Si bien no es una obligación o un requisito tener un nivel avanzado de inglés, todas las consignas y las instrucciones nos las dan en ese idioma, así que es importante poder comunicarnos bien”, asegura la joven.
Uno de los desafíos paralelos a la competencia, llamado Super team, consiste en unir a dos equipos de países y continentes diferentes para que conformen un nuevo grupo e interactúen para resolver una tarea. “Generalmente mezclan a los que no hablan el mismo idioma, para ver qué estrategias utilizan los estudiantes a la hora de trabajar con tecnologías y robots distintos, sin compartir el mismo lenguaje, y es una categoría que también se premia, porque pone en juego una sumatoria de habilidades sociales y operativas”, describe Cecilia.
Hay otro gran obstáculo por vencer en la previa al evento, y se trata de los impedimentos económicos. Si bien tienen la oportunidad de que la dupla salteña viaje por primera vez al exterior para acudir al Mundial, los gastos no están cubiertos. “Haber ganado el podio en la Roboliga nos habilitó a tener una vacante en los Países Bajos, pero corre por nuestra cuenta la gestión de los fondos, y en menos de un mes ya tenemos que confirmar la inscripción, que cuesta 1000 dólares”, revela la coordinadora. Y agrega: “En los años anteriores hemos tenido aportes importantes del Gobierno de Salta y de empresas mineras, públicas y privadas, y esta vez estamos en cero, no tenemos ni para los pasajes ni para la estadía”.
Hicieron un cálculo y el número asusta: en total necesitan 15.000 dólares para poder viajar. “Estamos en tratativas para conseguir más apoyo, y nosotros creemos que tanto a nivel nacional como provincial se deben apoyar este tipo de iniciativas, haya o no haya crisis, porque la educación hace que un país salga adelante, y tenemos que hacer que nuestro país crezca a nivel tecnológico; no podemos enseñarle cosas viejas a los chicos porque eso hace que vayamos para atrás y no para adelante”, sostiene, entre la desesperación y la impotencia. “Ni siquiera hemos pedido dinero, sino que nos contacten con las empresas que podrían colaborar, porque hay compañías muy grandes de minería y tecnología que podrían aportar, porque nuestros alumnos son sus futuros empleados”, remarca.
El año pasado una mujer se acercó a uno de los estudiantes para decirle que apoyaba su proyecto, y que quería hacer una donación. Ese gesto conmovió a los jóvenes que asisten al instituto, y siguen esforzándose para llevar a nuestro país a las competencias del mundo. “Era una mujer humilde, bastante grande, que abrió su monedero y le dio 300 pesos a uno de los chicos, y eso nos llegó al alma, por lo que significa, que todavía hay personas que no están dispuestas a renunciar; que este tipo de viajes realmente es una oportunidad para todos los alumnos que quieren estudiar robótica, programación, o alguna carrera similar, y no podemos dejar de apostar a la educación nunca”, sentencia.
María y Diego están de acuerdo con la coordinadora, han grabado videos para solicitar colaboración y los han compartido en las redes sociales, porque están seguros de que la posibilidad de ir a un Mundial y codearse con jóvenes de tantas nacionalidades no es algo que solo pase en las películas. “Como argentinos también podemos vivirlo y podemos hacer brillar a nuestro país”, sostiene la dupla. En las cuentas de Facebook de IITA Salta, y de la Fundación Innovar, se encuentran publicados los datos para realizar aportes ciudadanos, y se extiende la convocatoria a todas las empresas que deseen ayudarlos a alcanzar la meta antes de que alcancen la fecha límite: a fines de marzo deben confirmar la inscripción, y la Robocup 2024 será del 15 al 22 de julio.
“Nosotros queremos decirle a todo el que le interese este tipo de temáticas, que las siga, porque es un camino que para nuestro futuro siempre va a servir”, destaca María. Y continúa: “La tecnología en sí ya es algo muy importante, así que no bajen los brazos, si surgen desafíos busquen la solución, no dejen de disfrutarlo, si pueden sigan, porque siempre va a haber nuevas cosas que aprender y enseñar en este ámbito que sigue desarrollándose”. Diego motiva a los chicos de su edad a que fomenten su perseverancia, y que busquen lo que les apasiona. “Les recomiendo que tengan un poco más de curiosidad, porque eso es lo nos permite acceder a nuevos conocimientos y se viene una nueva era de inteligencia artificial, y todos vamos a tener al menos un mínimo conocimiento para poder progresar con el uso de esa tecnología”, proyecta.