María Noel Giménez, más conocida por el nombre de su emprendimiento, Noe al volante, descubrió hace ocho años que lo que hizo como un hobby durante gran parte de su vida, podía ser una oportunidad laboral. Siempre era la que se ofrecía para enseñarle a manejar a sus amigas, primas, tías, conocidas, y todas le resaltaban su paciencia y amorosidad a la hora de enfrentar los miedos al volante. Es madre de dos hijos, y en un momento de vulnerabilidad y preocupación por no llegar a cubrir todos los gastos, tuvo que reinventarse. Empezó con recomendaciones de boca en boca, y al escuchar los relatos de las mujeres cuando se subían al auto, decidió especializarse en la temática, para ofrecerles más herramientas. Hoy no solo es instructora de manejo, sino que además es psicoeducadora en salud mental y coach ontológico. “Me di cuenta que había otra manera de ayudarlas, que se puede abordarlo desde una perspectiva emocional, porque tener miedo a conducir es un 80% de bloqueo emocional y un 20% de técnica”, expresa en diálogo con Infobae.
Noel atiende el llamado de este medio desde Montevideo, durante su primer viaje a Uruguay, donde la recibieron con mucho entusiasmo para que brindara un taller. “Nunca me hubiese imaginado que me iban a escribir desde Barcelona, Nueva York, Andalucía, ni que iba a poder trabajar online con chicas de lugares tan lejanos; me llegaban muchas consultas de Uruguay, y como es cerca, pensé en lanzarme a ver qué pasaba: puse una fecha y se llenó, superamos la capacidad del lugar y ya me dieron otra fecha para abril”, dice con asombro y alegría. Incluso surgieron propuestas para abrir una autoescuela en el país vecino, y sus futuras alumnas le aseguran que no existe otra persona que brinde el mismo servicio desde el enfoque humanístico.
Tocar fondo
Se percibe en su voz mucho entusiasmo, y una fuerza de voluntad arrasadora, características de su personalidad, que -nunca mejor dicho- fueron “el motor” que la impulsó a arrancar una nueva etapa. Tenía 14 cuando conoció al futuro padre de sus hijos, y a los 20 se casaron. Fueron pareja durante 26 años, y con sinceridad confiesa que jamás imaginó que esa historia tendría un final. “Desde chica fui muy Susanita, soñaba estar con la misma persona toda la vida, ser mamá, y fui muy estructurada en eso”, cuenta. A los 26 fue madre de su primogénito, y en ese entonces trabajaba en relación de dependencia en un banco.
“Me tomé la licencia, y mientras estaba buscando guarderías para cuando me tuviera que reincorporar, pero cuando nació sentí que era muy chiquito, que no quería dejar a mi bebé de menos de tres meses en una guardería, y renuncié a mi trabajo, convencida que de alguna manera me las iba a rebuscar”, rememora. El papá de su hijo trabajaba, y con su sueldo más los extras que ella empezó a generar, podían mantenerse. “Primero vendía ropa, después traía cosas de China, hablaba con vendedores chinos a la madrugada, traía cosas de afuera y las revendía, hasta que no pudimos traer más porque había que pagar un impuesto del 35% y se volvió muy poco rentable”, explica.
La vocación emprendedora la acompañó en todo momento, y no hubo un mes que no se las rebuscara con alguna nueva idea. Más adelante fue madre por segunda vez, y siguió trabajando de forma independiente en ventas. Cuando sus hijos tenían 5 y 11 años, se separó de su compañero de toda la vida. “Me derrumbé a nivel personal, me impactó mucho el duelo por la separación, y además lo que yo ganaba no me alcanzaba para mantenerme, así que tenía la imperiosa necesidad de ingresar más dinero, para poder cubrir los gastos de mi casa y el colegio de los chicos”, manifiesta. Se acuerda que su hijo mayor, Valentín, fue quien le dijo: “Mamá, no podés seguir así, tenés que levantarte y volver a empezar, Mía te necesita”, en referencia a su hermanita, y ese pedido la movilizó hasta lo más profundo de su alma.
“Fue el último día que lloré”, sentencia. En ese resurgir pensó en seguir el consejo de sus amigas, que le decían que tenía que dar clases de manejo. “Tenía mi auto, que fue catártico para mi en todo el proceso, primero porque siempre me gustó manejar, por la independencia que me daba poder llevar a los chicos de aquí para allá, entregar mercadería, y era mi cable a tierra hacer varios kilómetros, sacarme toda la angustia adentro del auto y recuperar fuerzas para seguir”, confiesa. Asegura que tenía “50.000 trabajos” cuando surgió la oportunidad de tener su primera alumna, y ese fue el inicio de una rutina que mantiene hasta la actualidad.
“Empecé con chicas que sabían manejar, la mayoría incluso con registro y su auto propio, pero que les daba miedo, entonces lo que hacía era acompañarlas para que lo vayan superando, les corregía algunas cuestiones técnicas también, y sobre todo, las empecé a escuchar”, indica. Llegó un momento que pasaba ocho horas por día arriba del auto, con ocho chicas distintas, y pasó a ser su ingreso económico principal. Todas le contaban problemáticas similares, relacionadas a la amaxofobia, -el miedo a conducir-, ansiedades, creencias autoimpuestas, pensamientos catastróficos, mandatos y prejuicios. “Ellas me compartían sus historias de vida, muchas fuertísimas, con traumas heavys, y yo pensaba: ‘Las tengo que ayudar a poder abordar esto’, y empecé a estudiar coaching, primero para aplicarlo para mí, porque quería tener esas herramientas para sanar y abordar mi vida desde otro lugar; y después me di cuenta que se podía aplicar en las clases”, señala.
Durante tres años se formó como psicoeducadora en salud mental, y desarrolló su propio método para fusionar dentro del auto los conocimientos técnicos necesarios y las herramientas emocionales para dejar atrás ciertos temores. “Todos tenemos un grado de ansiedad, mayor o menor, pero el tema es identificar qué es lo que nos detona esos estados, para poder trabajarlos, y sobrellevarlos lo mejor posible, porque muchas veces nos limita a poder avanzar con cosas que queremos o necesitamos hacer”, sostiene. Son muchos los motivos que sus alumnas le comentan, desde el miedo a chocar, a perder el control del vehículo, a tener accidentes de tránsito, a salir a las autopistas y las rutas, pero también hay otros que están relacionados con vivencias personales.
“Algunas no manejan porque su papá era alcohólico, salía a manejar borracho, y eso les quedó muy marcado; otras sufrieron acoso sexual, e incluso una violación dentro del auto; chicas que perdieron a toda su familia en un choque; traumas por un episodio postraumático, que piensan que la historia se va a repetir; mujeres que en su familia les enseñaron a todos los varones y a ellas no; mujeres que fueron maltratadas desde chiquitas, que les hicieron creer que no sirven para nada, con infancias muy duras y autoestima baja; muchas mujeres que llegan en situaciones vulnerables, recién separadas, viudas, o señoras muy grandes que lo tienen como asignatura pendiente; todos esos diversos motivos hay que trabajarlos, y en una autoescuela no está contemplado”, explica.
Le ha pasado más de una vez quedarse atónita al escuchar a víctimas de violencia de género, que le dicen que quieren aprender a manejar para poder huir lejos y que no las encuentren. “Más de una vez me involucré, las he ayudado a salir de ese círculo, porque no puedo quedarme de brazos cruzados, me siento en el compromiso de hacer algo para que sus vidas mejoren, porque sé lo que es la vulnerabilidad y la sensación de abandono y vacío total”, expresa. Son tantas las experiencias que conoció en los últimos ocho años, que las compiló en el libro Noe al volante, historias que inspiran, próximo a salir en la venta este año.
Superar miedos
En su mayoría, las clientas de Noel son mujeres, pero también da clases a hombres. “Trabajo con muchos adolescentes, que me llaman mucho las mamás, y en 10 clases lo sacan, porque tienen la mente sana, no vienen con malas experiencias, y también me pasa que me contactan esposas, y me dicen: ‘Enseñale a mi marido’, porque por una cuestión de machismo y patriarcado, generalmente los hombres no dicen que tienen miedo; sin embargo, a partir de que estoy difundiendo mi trabajo en las redes sociales, han aparecido más hombres, diría que son un 3% del total de los alumnos”, asegura. En su cuenta de Instagram y en TikTok -en ambas con el usuario @noealvolante- comparte videos con algunos fragmentos de las lecciones de manejo.
Especializada en las emociones, aclara que no todas las personas sienten temor al conducir, y que no hay que demonizar al miedo en sí mismo. “Todos los seres humanos tenemos miedo, es una emoción que nos aborda todos en algún momento, un mecanismo de autodefensa que tenemos para poder sobrevivir, una alerta que nos da el cerebro, y está bien tener miedo, se vuelve malo cuando te limita a hacer algo, y no hay que olvidarse que genera también síntomas fisiológicos, como sudoración, opresión de pecho, falta de aire, y hasta ataques de pánico”, indica. En la primera clase suele analizar la situación general de la persona, y encaminar el proceso hacia el reconocimiento de los pensamientos anticipatorios, para saber porqué ocurren.
“El miedo aparece por algo, por una situación, por una persona, por un momento, por una circunstancia, hay que detectar qué es lo que lo genera, y una vez que lo reconocemos, empezar a aceptarlo, aprender a conocerse para saber dónde atacar”, argumenta. Poco a poco, encuentro tras encuentro, acompaña en el proceso a cada persona, y con mucho orgullo cuenta que quienes la elijen, no se dan por vencidas. “El 95% de las chicas que vienen tienen registro y auto, pero han tenido malas experiencias, ya sea en autoescuelas o en la vida”, revela.
Salvo durante la pandemia, que tuvo que hacer una pausa obligatoria y dedicarse a los talleres online, la demanda fue en aumento. Tuvo que formar un equipo junto a tres chicas, Marisa, Silvana, y María Rosa, para poder brindar más horarios. “Nunca me iba a imaginar que saber conducir me iba a abrir tantas posibilidades laborales”, dice con gratitud. Además de convertirse en su proyecto a tiempo completo, siente un gran orgullo por todos los logros que presencia día tras día. “Me emociona muchísimo verlas egresadas con el objetivo cumplido, saber cómo llegaron y cómo se van, ver cómo se han descubierto a ellas mismas, que todo lo van a lograr desde el amor propio, que salen a la vida y ya no hay vuelta atrás, realmente es un viaje de ida”, proyecta.
Uno de sus sueños es tener una autoescuela, porque por el momento, aunque tiene reservas cubiertas incluso por los próximos dos meses, sigue trabajando de manera independiente. “Soy yo solita con mi auto, y otro autito más, sumado a que dos de las chicas que enseñan, y están capacitadas por mí, tienen autos con doble comando”, describe. Las alumnas aprenden a manejar manual, y en caso de que luego quieran una clase extra con sus propios autos con caja automática, organizan otra hora de manejo. “Vienen a puntos de encuentro, desde donde comenzamos, y la primera vez siempre la hacemos con mi auto, para analizar la situación, y después sí pasamos a los autos de las alumnas, en caso de que tengan”, explica.
El principal impedimento para tener varias sucursales y montar un local físico es económico. “Para tener autoescuela te piden hasta lo que no tenés, de base dos autos casi cero kilómetro, y obviamente no tengo acceso a esos vehículos; por eso estoy en búsqueda de sponsors que puedan ayudarme, porque quiero seguir creciendo, y formar muchas ‘Noe al volante’, me encantaría que haya mujeres que puedan brindar este servicio, contener y ayudar”, remarca. Su único requisito para contratar personal sería que “tengan empatía y calidez humana”, y el resto de los conocimientos podría enseñárselos mediante capacitaciones.
Llegó a punto donde necesita expandirse, porque sola no da abasto. Ya tiene un plan, pero faltan los recursos. “Mi disponibilidad horaria es cada vez menor, tengo reservado clases conmigo hasta fines de abril, y siempre aclaro que las tres chicas también son psicoeducadoras, tienen el mismo criterio y van por la misma metodología y pedagogía de enseñanza; ellas tienen más horarios libres porque trabajan full time. Yo empecé a grabar como panelista en un programa de Ciudad Magazine, Emprendidos, que se estrena en marzo, y con los talleres de coaching y manejo particulares que sigo dando, por ahora estoy a agenda llena”, indica. Siguen tomando reservas, pero depende con quién elijan las clases, comenzarían dentro de un mes o dos.
Noel brinda packs de dos, cuatro, seis, ocho y diez clases, cada uno con un valor diferente, para que cada alumna pueda ajustarlo a su necesidad. “Algunas contratan dos clases porque no saben estacionar, entonces son dos clases exclusivamente de estacionamiento, otras de cuatro porque manejan bastante en ciudad, pero no se animan a salir a la ruta, y ahí hacemos específicamente acompañamiento en ruta, y sino directamente las que no tienen ningún conocimiento de nada y empiezan de cero”, ejemplifica. Cada una abona una seña del 50% del total, y un día antes las instructoras se comunican para definir el punto de encuentro en el barrio porteño de Villa del Parque.
Mucho más que una clase
Más allá de pasar un buen momento, divertirse, y hasta reírse de los miedos, la emprendedora fue testigo de cómo aprender a manejar puede ser una herramienta de trabajo en muchos casos. “Una vez me pasó que una señora de 50, María, me contrató para 10 clases, abonó la seña, y cuando faltaban pocos días me dijo que quería suspender porque la habían echado de su trabajo, después de 25 años como empleada, que no sabía si la iban a indemnizar, y como madre de dos hijos tenía que tomar todos los recaudos posibles, y ajustarse al máximo para pasar ese momento”, relata. Entre suspiros, Noel admite que se sintió identificada y que no iba a permitir que esa mujer renuncie a la posibilidad de empoderarse.
“Le dije: ‘Venite igual, yo te voy a enseñar’, y le armé un plan de todas las posibilidades laborales que ella podía tener si aprendía a manejar; hizo sus 10 clases, obtuvo su registro, y nos mantuvimos en contacto, hasta que a los cuatro meses me llamó para pagarme el 50% restante, y contarme que la habían indemnizado, se había comprado un auto y hoy tiene una agencia de remises, que se dedica exclusivamente al traslado de mascotas y abuelitos jubilados que necesiten alguien de confianza que los lleve a cobrar su jubilación y a los médicos”, revela. Como ese ejemplo, tiene cientos más, de personas a las que realmente les significó un cambio de vida, además de poder salir a pasear o llevar al colegio a sus hijos.
“Te puede servir en una emergencia, cuando alguien que sabe manejar se descompensa y no hay nadie más que maneje, podés salvar una vida, como también puede ser un ingreso extra, con unas pocas horas por día como chofer, se puede hacer la diferencia”, sostiene. Según su experiencia, el cerebro necesita 21 días para adquirir el hábito de la conducción y unos 60 días para hacerlo un estilo de vida. “La clave es sostener el proceso, y algunos son muy autoexigentes y tienen miedo a ser evaluados, a rendir el examen, a la frustración, entonces a la primera que se equivocan, abandonan; hay que aceptar que uno tiene derecho a equivocarse, que los errores son fundamentales para aprender y que nos pasa a todos”, remarca.
El próximo 12, 13 y 14 de abril estará con su stand en la “Expo Holística y Bienestar”, que tendrá lugar en el predio de Costa Salguero. Convencida de que cada ser humano experimenta en algún momento de su vida un “quiebre emocional”, lo interpreta como una posibilidad para redireccionar las riendas a futuro, y a veces es necesario “un sacudón” para despertar. “Todas estamos a tiempo”, sentencia.
Está feliz por las decisiones que tomó, de haber podido ser una madre presente para sus hijos, que hoy tienen 14 y 19, y siguen siendo sus pilares absolutos. “Resurgí de las cenizas, y gracias a mis miedos yo estoy donde estoy, porque me hice amiga, salí adelante en medio de la incertidumbre, con mensajes que me inspiraron a ser mejor; encontré mi felicidad de una manera muy distinta a la que me había imaginado, con gente que me dice ‘no sabés todo lo que generaste en nosotras’, y para mí eso es oro, me alimenta el alma, me da energías para saber que estoy haciendo las cosas bien”, concluye, con una sonrisa, y mucho más para dar.