Matías Sergo bien podría ser el hijo del viento. Con una velocidad inusual, acalambrado, invadido por las emociones y los ojos vidriosos, cumplió con el objetivo que se impuso cuando dejó el campamento base Plaza de Mulas, (a 2660 msnm de distancia), enfiló para hacerse, otra vez, de la cumbre del techo de América y conquistó la cima del Aconcagua a pura garra y con el corazón contento.
La odisea fue el lunes 19 de febrero. Aún emocionado por su propia hazaña, el licenciado en Educación Física oriundo de Mendoza, cuenta que logró bajar el tiempo en 12 minutos para hacer el desnivel de 9 km que lo distanciaba de la meta. Así, dejó en segundo lugar al estadounidense Tyler Andrews, que en 2022 marcó el hito de hacer ese tramo en 3 horas 24 minutos.
Llegó con su amigo Serafín. Pero se sintió todo el tiempo acompañado. “Sentí una energía muy linda y eso me dio mucha fuerza”, dice sobre los momentos en los que se cruzaba con otros andinistas que lo alentaban, filmaban y hasta pedían fotos. En el mundo de las alturas, Sergo es conocido por sus hazañas en la montaña y en el campamento base, a más de 4 mil metros, ya había corrido la noticia de la hazaña que buscaba concretar. A él le gusta romper récords, de otros y los propios, sobre todo.
Pero, como se dice en la montaña, la cima es sólo la mitad del camino. El regreso, a toda velocidad, también fue récord: el ascenso y descenso al campamento le llevó 4 horas 36 minutos, y cubrió 7 kilómetros. “Perdí tiempo porque me acalambré los aductores y antes de bajar tuve que elongar”, le cuenta a Infobae desde el campamento Plaza de Mulas, en medio del Aconcagua, el hombre de 33 años.
El hijo del viento
El Aconcagua es una montaña ubicada en el departamento Las Heras, en la provincia de Mendoza, conforma la Cordillera Principal, en Los Andes. Tiene una altitud de 6960,8 msnm y es el pico más eminente de los hemisferios meridional y occidental, el más alto luego de los Himalayas, en Asia, y la cima más elevada en América.
Su cumbre es el sueño de todo andinista y amante de la alta montaña. Si bien técnicamente las dificultades no son mayores, sí incide en el resultado de la travesía la altura. Para una persona que ya ha experimentado caminar en la altura (más allá de los 4 mil metros) y que no está aclimatada, le será necesario hacer un proceso de aclimatación que no será menor a siete días y este tramo último tramo requiere entre tres y cinco días de caminata muy duros.
Aunque en 2011 logró conquistar esta cumbre por primera vez, y le siguieron 29 más, esta fue especial. Matías se dedica, además de su profesión de preparador físico, a ser porter en el Aconcagua o la persona que acompaña y lleva los bultos de los andinistas poco experimentados que aspiran a su propia cumbre.
”La mayoría de mis alumnos son montañistas, así que me encargo de preparar a gente para que pueda cumplir sus sueños de subir alguna montaña”, cuenta.
Su expedición inició a las 9.00 de la mañana en el campo base de la ruta “normal”, ubicado a 4,300 metros de altura y la distancia cubierta en la subida fue de 9 kilómetros hasta la cima; el descenso fue de 7 kilómetros, logrado en un desnivel cercano a los 2700 metros, lo que convierte a la experiencia en una hazaña casi única por la exigencia física a esa altura y con tal pendiente, además del frío y el viento a ese nivel.
Conocedor de cada inclemencia y toda eventualidad que pudiera suceder, llegó hasta allí con la meta clara: lograr una marca única en atravesar el tramo más dificultoso del techo americano.
“Tenía en mente romper el récord”, asegura sin más y revive: “Las veces que he intentado hacer un récord en Aconcagua, fue pensándolo desde abajo e intentar batirlo, pero esta vez pensé que existía la posibilidad de no alcanzarlo, a diferencia de otros momentos en que sí estaba seguro de poder lograrlo. Por ejemplo, el 360 o Cumbre Argentina, sí estaba seguro de poder romper las marcas establecidas por otros andinistas, también tenía en mente batir el número de cumbres en una temporada, pero, la verdad, sabía que romper el tiempo de ascenso estaba muy difícil, pero por suerte salió bien”.
Lograr esta marca no fue suerte. Desde 2011 se prepara de cara a cada cumbre. “Para poder afrontar este desafío, básicamente, me entreno todo el año”, asevera y cuenta que su entrenamiento está dividido en dos partes. “La específica de montaña y la parte más complementaria, que tiene que ver con las actividades que que me ayudan a estar en buena forma como el gimnasio, el trote y la bici, las tres son mis actividades principales para lograr el acondicionamiento físico. Y, considero que el estar porteando en Aconcagua (trasladando bultos de entre 20 a 50 kilogramos desde el campamento base hasta los campamentos de altura) hacen la diferencia”.
Los campamentos de altura son tres (Canadá, Nido y Cólera , que están a 5000, 5.500 y 6000 metros respectivamente). “Mi trabajo es, básicamente, trasladar la carga el equipo de los clientes, por eso, creo que portear primero me permite estar aclimatado 100% a la altura, y eso es algo fundamental. Quizás a veces terminó muy cansado de portear. Ahora estamos terminando la temporada (que va de noviembre a marzo), pero psicológicamente eso también me termina fortaleciendo un montón porque tengo más certidumbre de lo que va a suceder en el camino que incertidumbres. Creo que es una buena preparación”.
La mentalidad es clave en la montaña, sobre todo cuando el clima puede poner en jaque días de esfuerzo, pero además ese equilibrio es lo que hace que el último tramo lleve a un final victorioso colmado de emociones.
“Y... las sensaciones son todo.. La primera sensación que tuve fue, en todo momento, el apoyo incondicional de todas las personas que me rodeaban, de todas, todas. Como tengo un par de récord acá, algunos ya me conocían y sabían que iba a intentarlo. Sentí una energía muy linda y realmente fue muy placentero que mis propios compañeros me hicieran videos mientras pasaba por los campamentos o me sacaran fotos... ¡Fue increíble! Después, fue la sensación que tuve en la cumbre... ¡Uf! ¡Increíble! —suspira—. Como te decía al principio, este era un récord que estaba muy fino y yo estaba muy con lo justo; entonces, mi sensación era eso: saber que era muy difícil batirlo, pero lo logré y me emocioné muchísimo al ver la marca en el reloj y saber que lo había bajado 12 minutos... Me dije: ‘¡Wow!’... ¡No lo podía creer! Y me emocioné, rompí en llanto, fue algo único”.
Allí compartió las emociones con Serafín Zerpa. “Es un gran amigo y todo eso hizo de esto algo increíble. Después tuve un calambre que me hizo bajar mucho el ritmo y perdí tiempo. Creo que me hizo ir más lento los últimos 40 minutos y antes de bajar, mi guía me hizo masajes en el aductor y pude elongar para bajar. Ya sabía que tenía tiempo de sobra para poder bajar también el récord desde la cumbres a Mulas, que estaba en 4 horas 52 minutos y lo bajé a 4 horas y 36 minutos. El recibimiento de todos los chicos fue genial: los porters, los chicos en el campamento, los guías, los guardaparques, la Patrulla de Rescate... ¡Fue un lujo!”.
Al finalizar, lamenta que esta temporada hubo pérdidas de andinistas en la montaña que tanto ama. “Es muy triste saber que muchos vienen y quedan acá. Por eso, me animo a aconsejar que la gente venga preparada, que tenga experiencia en la montaña y si no la tiene, que busque guías capacitados para poder ascender a la montaña. La experiencia necesaria mínima es haber ascendido entre 5.500 y 6000 msnm como para pensar en hacer el Aconcagua, por todo lo que conlleva. Hay que ir experimentando lo que uno siente en la altura y poder ir anticipándose a situaciones que pueden llegar a pasar: frío extremo, mal de altura, deshidratación, insolación, congelamientos... Hay un montón de cuestiones que influyen y hacen que pasen estas tragedias. Después está el tiempo, que es el factor que no podemos predecir porque a veces la meteorología nos da una mano, pero sinceramente la montaña es la que dispone. Nosotros podemos estar muy preparados, pero a veces la montaña no nos abre las puertas”, cierra.
Para completar esta asombrosa aventura, los montañistas menos avezados pueden demorar hasta 20 días, el tiempo permitido por el Parque Nacional Aconcagua para estar allí arriba. “Lo que lleva mucho tiempo es la aclimatación a la altura —reitera—, por eso en ésos 20 días la persona tiene el tiempo para poder hacer la aproximación, llegar al campo base y desde ahí serán otros tres, cinco, siete o días desde el campamento base Plaza de Mulas, dependiendo siempre de las condiciones climáticas. La montaña es la que manda siempre”, explica.
Hombre récord
Según la revista especializada en montañismo, Matías Sergo tuvo otro récord en 2018 al ascender por la ruta 360°, en Aconcagua, desde la localidad de Penitentes, ingresando por la quebrada de Vacas rumbo a la cumbre y descendiendo por la ruta normal de Horcones. Llegó a Penitentes en 27 horas 2 minutos, exactamente 58 minutos antes que el ecuatoriano Nicolás Miranda, en 2017.
Durante el 10 y el 11 de febrero de 2020, rompió su propia marca al realizar la misma ruta en un total de 25 horas 23 minutos 58 segundos., o sea que fue una hora 38 minutos más rápido. “En la misma temporada hizo cumbre en Aconcagua desde el capo base Plaza Argentina cruzando el Glaciar de los Polacos en solitario en menos de 11 horas”, cita Cumbres Mountain.
En esa temporada, batió otros récords y además realizó 13 cumbres en la misma temporada. Con este último ascenso, logró la cumbre número 30 en el Aconcagua desde los campos bases, ida y vuelta, y un total de 36 en su espectacular carrera.