Julieta Lanteri, la pionera de las luchas feministas que logró votar en 1911 y tuvo una extraña muerte

Fue una mujer que se propuso ir a contramano con las rígidas convenciones sociales de principios del siglo XX. Bregó por los derechos femeninos y fue médica, formó un partido polítio y fue candidata a diputada. Hoy, hace 92 años, murió en circunstancias sospechosas

Durante toda su vida, Julieta Lanteri debió batallar los derechos de las mujeres

A las tres de la tarde del martes 23 de febrero de 1932 esa mujer valiente, enérgica y perseverante que, según su amiga la periodista Adelia di Carlo poseía un alma de niña siempre fresca y soñadora, caminaba por Diagonal Norte y Suipacha. Estaba en los últimos preparativos de un congreso feminista que organizaba para el día siguiente, pero la fatalidad para algunos o intereses oscuros para otros, trocarían sus planes.

Todo había sido arduo y cuesta arriba para Giulia Maddalena Angela Lantieri, nacida en el Piamonte el 22 de marzo de 1873. A los 6 años, junto a sus padres y su hermana menor Regina, vino al país. Luego de vivir un tiempo en la avenida Santa Fe al 1100 de Buenos Aires, la familia se radicó en la ciudad de La Plata. Allí Julieta cursó el bachillerato en el Colegio Nacional.

El primer inconveniente que debió sortear fue cuando quiso estudiar medicina. Luego de chocar una y otra vez contra una pared en la facultad en la Universidad de Buenos Aires por ser mujer y extranjera, gracias al doctor Leopoldo Montes de Oca fue aceptada. Egresó el 11 de abril de 1907 con un promedio de 8 con la tesis “Contribución al estudio del deciduoma maligno”. Su doctorado fue sobre Moral obstétrica. En 1898 se había graduado en Farmacia.

Creó un partido político para que las mujeres dejasen de quedar marginadas en la política

Cuando quiso anotarse como profesora adjunta, la rechazaron por ser extranjera. No bajó los brazos, tramitó la carta de ciudadanía y la sometieron a largos trámites y obstáculos burocráticos. Recién el 15 de julio de 1911 la obtuvo, en parte gracias a la ayuda de su esposo, Alberto Renshaw.

Con Renshaw, un descendiente de norteamericanos, se había casado el 6 de junio de 1910 solo por civil. Ella aceptó adosar a su nombre el apellido del marido pero sin la preposición “de”. “No admito amos ni quiero ser patrona. Todos somos iguales”, decía. Él, 13 años menor, la acompañó en todas sus luchas pero al tiempo se separaron. Hay fuentes que señalan que tuvieron hijos pero según Ana María Mena, autora de la biografía “Paloma blanca - Biografía de Julieta Lanteri”, no tuvo descendencia y su única compañía fue su hermana.

Fue profesora de Ciencias Naturales en la Escuela Normal 3, había hecho las prácticas en el Hospital Ramos Mejía y abrió un consultorio en Avenida de Mayo 981.

Histórico. Lanteri se incribió en el padrón y logró votar en las elecciones municipales de 1911 (Archivo General de la Nación)

Precursora de las luchas por derechos de las mujeres en el país, fue la responsable del primer congreso feminista internacional en América del Sur, que se hizo en Buenos Aires en 1910, aprovechando la ebullición en la ciudad por los festejos por el centenario de la Revolución de Mayo. Se presentaron los trabajos “la educación social de las mujeres” y “La acción de los gobiernos contra la trata de blancas”. Además, fue la organizadora del primer congreso internacional del Niño. En tal sentido, en 1912, fundó y presidió la Liga para los Derechos de la Mujer y del Niño.

Cuatro años antes había formado parte de la creación del primer centro feminista que, por las críticas que recibió, cambiaron el “feminista” por el de Juana Manuela Gorriti. En 1919 el centro pasó a denominarse Asociación Pro Derechos de la Mujer e inició una fuerte campaña de presión a la clase política. Le solicitó al Congreso sancionar para la mujer todos los derechos que gozaban los hombres. Exigieron a todos los partidos políticos que explicaran su postura frente al reclamo de las mujeres. Lograron que el diputado Rogelio Araya presentase un proyecto con las reivindicaciones: aumento de sueldo a las empleadas y maestras; la pronta sanción de “casas para obreros”, proyecto presentado por Herrera Vegas; abaratamiento de artículos de primera necesidad; ampliación del proyecto que creaba colonias de vacaciones “para chicos débiles” y que estén ubicadas cerca del mar.

El banco de una plaza o una esquina eran lugares desde donde Lanteri hablaba a la gente y abogaba por los derechos de la mujer

No estaba sola. Trabajaba codo a codo con personalidades como Elvira Rawson de Dellepiane, Petrona Eyle, Sara Justo, Alicia Moreau, Ernestina y Elvira López, Emilia Salza, María Teresa de Basaldúa y Alicia B. de Guillot, entre otras.

En julio de 1920 presentaron proyecto de derogación de todo artículo de ley que colocase a la mujer en inferioridad de condiciones. También reclamaron por bibliotecas para barrios, hogares maternales e instalación de salas-dormitorios para niños vendedores de diarios. Pidieron por cantinas escolares para los niños pobres que asistían a las escuelas, creación de un hogar para hijas de obreras, entre otros. La ley de Derechos Civiles aprobada en 1926 tiene la base de un petitorio elevado por el Centro Feminista, quince años atrás.

Daría la nota en la política. La idea se le había ocurrido el último domingo de carnaval cuando decidió que votaría en las elecciones. Saltó de la cama, se sentó en el escritorio y le tomó diez minutos redactar un manifiesto. Lo mandó imprimir y distribuyó copias en los principales diarios. Se sentía feliz y percibía que el ambiente de la Argentina del Centenario estaba preparado para reclamar igualdad de derechos para las mujeres. Quería demostrar a la sociedad que las mujeres también se interesaban en la cosa pública.

Aprovechó que la municipalidad porteña había convocado a los ciudadanos a actualizar los datos en la confección del padrón y en 1911 se anotó al ver que los requisitos para hacerlo era ser ciudadano mayor de edad, residente en la ciudad, que tuviese comercio o industria o una profesión liberal y que pagase impuestos. Nada aclaraba sobre el sexo. Lanteri cumplía con todos los requisitos. Como no quisieron anotarla, recurrió a la justicia y le dieron la razón.

Fue candidata a diputada nacional y bregó por los derechos de la mujer y de los niños, promoviendo la apertura de comedores y albergues (Caras y Caretas)

El domingo 26 de noviembre de 1911 votó en la mesa instalada en el atrio de la parroquia San Juan Evangelista, en el barrio de La Boca. El presidente de mesa era el profesor e historiador Adolfo Saldías. “Los derechos no se mendigan, se conquistan”, repetía.

Fue noticia en todos los diarios. Cuando el padrón electoral se confeccionaba sobre la base del militar, solicitó su ingreso en la Armada, que le fue denegado.

En 1919 se postuló como candidata a diputada nacional con una plataforma en la que hacía hincapié en la licencia por maternidad, el subsidio por hijo, igualdad entre hijos legítimos e ilegítimos, la prohibición de la venta de alcohol y la abolición de la pena de muerte. Cualquier esquina céntrica o un banco de plaza eran ideales para ella para ser escuchada y reclamar.

El día de las elecciones se dedicaba a recorrer los lugares donde se votaba. Los presidentes de mesa se levantaban para saludarla, los hombres la abrazaban y las mujeres la felicitaban y le escribían.

El dirigente socialista Juan B. Justo la incluyó en la lista de candidatos a diputados en las elecciones de 1920 y cuatro años después fue segunda en cantidad de votos, detrás de Alfredo Palacios.

Vivía sola. No sabía cocinar y se las arreglaba consumiendo pan, leche, huevos y frutas. No le tenía temor a la soledad ni a la inseguridad. Estaba acostumbrada a regresar a medianoche luego de un largo día de trabajo, y no se sorprendía por los robos que sufría –en una oportunidad le llevaron hasta las sábanas- pero le inquietaban las amenazas anónimas de muerte que recibía.

Lanteri, que tenía los títulos de médica y farmacéutica, vivía sola y no le temía ni a la soledad o a la inseguridad (Archivo General de la Nación)

Temía un final trágico, así se lo hizo saber a sus allegados. Cuando ese martes 23 de febrero caminaba por el centro porteño, un automóvil estacionado dio marcha atrás y la atropelló, muchos creen que en forma deliberada. Fue internada con fractura de cráneo en el Hospital Rawson, donde murió el 25, a los 58 años.

Las sospechas sobre su muerte se multiplicaron, más cuando se conoció la identidad del conductor. Se llamaba David Klapenbach, pertenecía a la ultraderechista Liga Patriótica Argentina y tenía prontuario.

La periodista di Carlo denunció las aristas oscuras del caso. En el informe policial, el nombre de Klapenbach estaba borroneado y siempre la policía insistió en la tesis del accidente de tránsito.

La casa de Di Carlo fue revisada por policías de civil, revolvieron todo y robaron documentación. El caso de su muerte terminó archivado pero no pudieron ocultar la lucha y los logros de esta mujer fuerte y enérgica con alma de niña soñadora.