A principios de febrero de 1975, en Atenas, lejos de Buenos Aires donde había pasado gran parte de su juventud, Aristóteles Onassis presentía que estaba próximo su final. Un llamado telefónico a Nueva York, le avisó a Jacqueline “Jackie” Kennedy que su marido se había derrumbado con un fuerte dolor en el pecho. No estaban juntos, ya se hallaban en pleno proceso de separación. De todas formas, ella viajó a la capital griega y lo mismo hizo Cristina Onassis que se encontraba esquiando en Gstaadt (Suiza). Los médicos aconsejaron una urgente internación en el Hospital Norteamericano de París. Él se resistió, pero lo convencieron.
En un vuelo particular de su compañía aérea, Olympic Airways, fue llevado a París. Su médico personal Jean Caroli se sentó a su lado. Cuando estaban por aterrizar “Ari” se volvió hacia él y le preguntó: “Profesor, ¿conoce el significado de la palabra griega thanatos....muerte? Usted sabe que nunca saldré vivo del hospital. Bien, tiene que practicarme el thanatos. No quiero sufrir. Prefiero estar muerto.” El domingo 16 de febrero le extirparon la vesícula. A pesar de que su vocero dijo que se recuperaba bien, lo cierto es que día a día decaía. Mientras, “Jackie” Onassis se fue unos días a Nueva York. Ni “Ari” ni Cristina hicieron nada por disuadirla. La despreciaban. A su anterior amor, una llorosa María Callas, se le permitió visitarlo pero ya Onassis no reconocía a nadie. El sábado 15 de marzo murió. Atrás quedaban sus anécdotas afuera y adentro del yate “Christina”. Sus diálogos con el empresario naviero Alberto Dodero, Winston Churchill, el rey Faruk y John Fitzerald Kennedy. El inventario agrega a Eva Perón con quien “Ari” sostenía que, con la intermediación de Dodero, había mantenido un corto romance. Pero era falso y Onassis lo contaba para darse corte. En la lista también están Marilyn Monroe y Greta Garbo.
Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que, a pesar de la lejanía, Onassis nunca olvidó a la Argentina. Poco después de su casamiento con la viuda de Kennedy en la isla de Skorpios, visitó la embajada argentina en Atenas. En la ocasión lo atendió el diplomático Héctor Tejerina a quien “Ari” le dijo que necesitaba una constancia del uso del pasaporte argentino. También pidió un poder para sus abogados en Buenos Aires, los doctores Larrechea e Ismael “Bruno Cachilo” Quijano, porque había un problema que se le había presentado. Estaba preocupado. Relató al funcionario diplomático que al parecer a un fiscal federal argentino conocido como “Zapi” o “Roque” no le había caído bien su casamiento con Jacqueline Kennedy y había dicho textualmente en un salón del Jockey Club de Buenos Aires, “a ese turquito le quito la ciudadanía argentina”. Como era de esperar el juez desestimó la causa.
“Cachilo” Quijano fue ministro de Justicia del presidente Alejandro A. Lanusse, además de un reconocido abogado del foro porteño. En una ocasión, su intervención salvó de un gran disgusto a Alfredo Fortabat con Amalia Lacroze. Los entretelones de ese “incidente” formarían una novela apasionante por los actores que intervinieron: desde una gran dama, hasta un diplomático extranjero. “Cachilo” Bruno Quijano siempre relataba, en mesa de amigos, que con Onassis se juntaba en Nueva York y generalmente comían en el Club 21, donde “Ari” se hacía servir el whisky más caro en un vaso lleno de hielo, dejando un agujero en el medio para que se esparciera. Una noche saliendo del “twentyone” a Quijano se le ocurrió abrir la ventana de la limousine. Rápidamente, el magnate griego inclinó su cuerpo, levantó los vidrios y mirándolo fijo sólo le dijo “no... it’s for security”.
Onassis había nacido en Esmirna de donde huyo y se instalo en Buenos Aires en 1923. Dos años más tarde obtuvo la doble nacionalidad mientras realizó los trabajos más insospechados. Desde limpiavidrios a telefonista. En los años 30 se inició en la industria naval y, a la edad de veinticinco años, ganó su primer millón de dólares. En 1932, Aristóteles era ya un hombre de negocios que contaba con buques, petroleros y balleneros, por lo cual crea su empresa a nivel mundial con una oficina en la ciudad de Nueva York. En 1957, fundó Olympic Airways (hoy Olympic Airlines), la primera línea aérea de bandera griega. El 28 de diciembre de 1946 se casó con Athina Mary Livanos, hija del magnate naviero, con quien tuvo dos hijos nacidos en Nueva York, Alexander (1948-1973) y Christina (1950-1988).
Luego vendría su apasionado romance con la reina de la ópera la griega María Callas. La relación terminó abruptamente y poco más tarde Onassis decidió casarse con Jacqueline Kennedy, viuda del expresidente de EE. UU. John F. Kennedy, el 20 de octubre de 1968. Jacqueline insistió en casarse para no escandalizar a sus hijos de corta edad, a lo que el magnate accedió. Se estableció un acta matrimonial secreta que declaraba que en caso de muerte del marido o divorcio, Jacqueline Kennedy recibiría la tercera parte de su fortuna y bienes.
“Es la unión perfecta. Mi padre adora los apellidos y Jackie adora el dinero” fue la definición que dio Alexander sobre el casamiento de su padre. Para muchos fue una boda que ofendió al mundo, según la revista Vanity Fair. Los trámites de la unión matrimonial los hizo el senador Edward “Ted” Kennedy porque ya para esa época su hermano Bob había sido asesinado, hecho que la llevaría a Jackie decir: “Odio este país. Desprecio a los Estados Unidos y no quiero que mis hijos sigan viviendo aquí. Si están matando a los Kennedy, mis hijos son el blanco número uno. Quiero marcharme de este país”
Durante el encuentro con Tejerina en la Embajada Argentina, Onassis relató que sus abogados patrocinantes le recomendaron, para su defensa, presentar en el proceso la documentación donde constaba su permanente uso del pasaporte argentino. En el momento se libró un acta de varias páginas, haciendo constar las entradas y salidas de los países. Después se extendió el testimonio consular. Luego de un par de días, Onassis volvió a la embajada a retirar la documentación y pagar los aranceles. Pocos días después de estas gestiones, visitó Atenas la fragata ARA Libertad, y Onassis puso a disposición de su comandante dos aviones de Olympic para el caso de que los cadetes quisieran conocer Rhodas, Corfú y Creta. El día que llegó la fragata envió un par de helicópteros que arrojaron flores sobre la cubierta y también dispuso de intérpretes y expertos para visitar los sitios arqueológicos de Atenas. Tejerina conto que siempre Onassis y su cuñado, Nicolás Konialidis, presidente de Olympic, tuvieron una excelente disposición para ayudar a los ciudadanos argentinos gratuitamente y, particularmente, en temas de repatriación. Cuando murió el “turquito” Onassis, la noticia salió en la tapa de los principales diarios del mundo. Del fiscal federal nadie se acuerda.