El video se viralizó por todas las redes sociales. Tiene todos los condimentos. Es un unboxing (una persona que abre un paquete de regalo sorpresa). El hombre mira la cámara, manejada por su hija. Está en una cocina de una casa familiar tradicional de Buenos Aires. Atrás se ve la heladera con los stickers del delivery y un repasador que se seca colgado de la manija del horno.
El video avanza con la velocidad que requieren las redes sociales actuales y en pocos segundos llegaremos al nudo de la historia. Se nota que la hija que filma sabe lo que va a generar el regalo. De fondo se escucha la versión de La Mosca de Muchachos, el tema que todos cantamos durante el Mundial de Qatar. El regalo son unas cartas intervenidas de Mazo Argento sobre la Scaloneta.
La foto de Malvinas
El hombre pasa las cartas hasta que llega el momento en que se reconoce en uno de los dibujos. “Los pibes de Malvinas”, dice debajo de la imagen. Daniel Sarti, veterano de la guerra de 1982, se ve en esa imagen. Allí está, con la barba crecida y la cara manchada luego de haber pasado unos 20 días en la trinchera frente a una de las playas de la isla. Entonces, Daniel llora.
Las imágenes llegaron a miles de personas que se emocionaron junto a Sarti. Pero detrás del clip esta la historia del joven Daniel. “Había hecho la conscripción en el Regimiento 3 de Tablada. Me habían dado de baja en noviembre de 1981 –relata Daniel en diálogo con Infobae-. Me había tomado el verano para empezar a estudiar al año siguiente Ciencias Económicas. Pero no pudo ser”.
A Sarti, Malvinas le cambió la vida para siempre. También recuerda a un amigo que era jugador de fútbol y tras su vuelta de la guerra nunca más pudo entrar a una cancha. “Se le cortó la carrera”.
Rumbo a la guerra
La mañana del 2 de abril, el joven iba rumbo al trabajo y como siempre pasaba por el puesto de revistas para ver las tapas de los diarios. Allí vio la noticia de la recuperación de Malvinas. Entonces, Daniel sabía que lo iban a convocar. Todavía estaba en la reserva militar con la figura de “bajo bandera”. Volví a casa y esperé a mi papá que volvía de trabajar, porque era sereno en un garaje –recuerda el veterano-. Lo saludé y le dije que no se preocupara que yo iba a volver. Con una pierna menos, pero iba a estar acá en la casa de regreso”.
Un par de días después, un jeep militar paró frente a la casa de los Sarti. Había llegado el momento.
Daniel tenía una novia que a su vuelta de la guerra seria su esposa. Toda su familia lo fue a despedir al Regimiento. Como en esas películas clásicas de Hollywood, Sarti saludó a sus padres y besó a su chica antes de entrar al cuartel. Allí, enseguida le dieron la ropa y el resto del material de campaña y lo subieron a un avión rumbo a las islas.
El joven soldado entró al cuartel el 9 de abril y el 11 ya estaba en Malvinas esperando la llegada de flota inglesa. Una noche se había acostado pensando qué hacer el fin de semana con su novia y al día siguiente ya estaba empuñando un FAL en una isla rocosa helada a miles de kilómetros de su casa.
En Malvinas, las sensaciones estaban a flor de piel. El grupo del Regimiento 3 de Tablada quedó unido para siempre. “Es tan grande la adrenalina que vivís todo el tiempo que te apoyas mucho en tus compañeros. Hoy nos seguimos viendo y recordando todo lo que vivimos en las islas”, explica Sarti.
Daniel se emociona al recordar a un compañero que todos toman como un ejemplo. Se trata de Julio Rubén Cao. Su historia es de las más trágicas de la guerra. CAo se presentó para ir como voluntario a las islas el 12 de abril. “Le dijimos que era una locura que su esposa estaba embarazada. Que lo mejor sería que se quede en el regimiento de guardia”, recuerda Sarti.
El compañero ejemplo
No hubo caso. “Soy docente. Cómo voy a mirar a mis alumnos a la cara si no voy a defender la soberanía de la patria a las Malvinas”, dijo Cao antes de subir al avión que lo transportó al Atlántico Sur. El maestro murió el último día de combate de la guerra, el 14 de junio, un par de horas antes de la rendición. Cayó en la batalla de Monte Longdon que definió el destino de la guerra de Malvinas y acorraló a los soldados argentinos en Puerto Argentino.
Sarti combatió en la primera línea de trincheras en Sapper Hill, al sur de Puerto Argentino. “Era el sitio en el que los ingleses intentaron desembarcar por primera vez. Pasamos unos 20 días en la trinchera, con mucho hambre y frío”, sostiene Daniel.
La noche del 1° de mayo, Daniel y sus compañeros detectaron movimiento en la playa que estaba bajando la ladera de Sapper Hill. Eran barcazas inglesas que intentaban desembarcar en Malvinas. Enseguida, dieron aviso a la artillería cercana. “Con fuego cruzado, logramos hacerlos retroceder y frustramos el ataque”, explica Sarti.
Al otro día, como premio, le permitieron darse un baño en los galpones de Puerto Argentino. Los soldados bajaron cansados, con la barba crecida y la cara tiznada por el hollín. Llevaban unas 3 semanas en el frente de batalla comiendo mal, con frío y los pies húmedos. “Antes de pasar por la ducha lo vemos al fotógrafo y le digo sacá acá. Sabía que la imagen iba a estar buena. Y yo le había dicho a mi novia que esté atenta a los diarios por si aparecía una foto mía. Y esta era la oportunidad”, cuenta Sarti.
El día de la foto
Entonces, el reportero tomó la foto. Y en la imagen se ve eso. Cuatro pibes de Malvinas, de esos que se describe en la canción del Mundial de Qatar. Sarti aparece sonriendo junto a sus tres compañeros y con un rosario en el pecho. Tiene la barba crecida y está algo despeinado. “La imagen fue antes de entrar a ducharnos. Ni tuvimos tiempo de afeitarnos”, relata el veterano.
Mientras tanto en Buenos Aires, su novia Gladys Guerriero cada tanto compraba alguna revista para informarse sobre la guerra. El 9 de mayo compró la Gente y ahí lo vio a Daniel con el rosario en el pecho y la sonrisa en el rostro. La barba crecida pero vivo. “Igual, ella no tenía ninguna noticia mía. Sabía que me habían sacado la foto, pero no si había sobrevivido días después de que me tomaron la imagen junto a mis compañeros”. dice Daniel.
Llegó la rendición y los soldados argentinos fueron escondidos por la dictadura militar. “De Malvinas llegamos a puerto Madryn en barco. Ahí, todos los vecinos rompieron el cerco y se acercaron a traernos pan y comida. Ese día, fue el 19 de junio, se conoce como el momento en que las panaderías de la ciudad se quedaron sin pan. Todo fue para nosotros”, recuerda Sarti. Tanto es así, que el veterano regresa todos los años para ese día al puerto patagónico para agradecer el recibimiento tras la derrota en la guerra.
De vuelta a casa
De allí, Sarti y sus compañeros fueron trasladados a Buenos Aires en micros. Llegaron a Buenos Aires de noche para evitar los recibimientos. “Mi papá y mi novia rompieron la ligustrina que tapaba el alambrado para verme -recuerda Daniel-. Mi viejo decía ‘cómo no voy a poder ver a mi hijo después de tanto tiempo’”. Tras el regreso, el veterano estuvo a punto de perder un pie por el congelamiento en la trinchera. Se recuperó a tiempo y logró salvar su extremidad.
Al poco tiempo Daniel y Gladys se casaron. Tuvieron una hija, Natalia, que se convirtió en la sobrina de todos los compañeros de Sarti del regimiento de Malvinas. “Somos familia. Y así lo vivimos”.
Sarti nunca volvió a Malvinas. Afirma que no soporta tener que presentar su pasaporte para pisar suelo argentino. Sin embargo, admite que va a intentar soportar el momento para volver a las islas en el 2025. “Se lo prometí a un compañero y también tengo que hacerlo por los héroes que quedaron allá”, se emociona.
Entonces, fue Natalia que se topó con la imagen de su papá en las cartas de la Scaloneta. Quedó impactada y decidió que era momento de homenajear a Daniel. Ese pibe de Malvinas al que millones le cantamos mientras gritábamos los goles de Lionel Messi en Qatar.