Vivian es profesora de educación física, muchos la conocen como la “Profe Vivian”, y desde hace tres años viaja sola en una Kangoo que fue equipando de a poco. A sus 62 años, fin de semana por medio organiza escapadas cortas, y cada tres meses elige un destino para quedarse durante todo un mes. El próximo será la provincia de Catamarca, una de las pocas que le falta conocer. Cada vez está más cerca de cumplir su sueño de recorrer toda la Argentina, a bordo de “la nave”, como bautizó a su mini motorhome. En diálogo con Infobae, cuenta su historia, el motivo por el que decidió enfrentar su mayor miedo, y la gran cantidad de mensajes que recibe desde que comenzó la aventura sobre ruedas. “Muchas mujeres me dicen que quieren hacer lo mismo, pero que no se animan, y yo les digo: ‘Señora, usted puede, y si tiene más de 60, más todavía, porque la vida se nos va’”, expresa.
Desde Mar del Plata, que está en pleno festejo por su aniversario 150, Vivian charla con este medio. Nació en Buenos Aires, pero vivió durante 25 años en San Bernardo, partido de la Costa, y después se mudó a La Feliz. “Vine porque mis dos hijos estaban estudiando acá, y me quedé porque me encantó; realmente es como dice el slogan, ‘lo tiene todo’, y las distancias son cortas, lo más lejos queda a media hora”, comenta. Se conoce la ciudad balnearia de punta a punta, y la ha pedaleado completa en sus salidas en bicicleta, con tramos de hasta 100 kilómetros por día.
La pasión por viajar la tuvo siempre, y lo ha hecho de muchas maneras: en bici, como mochilera, con carpa, en auto, y alguna vez también viajó en avión a lugares más lejanos. “Soy hija de alemanes, entonces fui a Europa una sola vez, a visitar Alemania, Austria y Suiza, pero como mochilera anduve mucho, me encanta el trekking, ir avanzando con los bastones, y subí bastantes montañas; llegué hasta Plaza de Mulas en el Aconcagua, al volcán Villarrica en Chile, Los Gigantes en Córdoba, y la Patagonia la conozco toda, inclusive hice la Carretera Austral de Chile”, enumera. Cuando rememora todo lo que ha hecho, siente que todas las modalidades fueron acorde a diferentes a etapas, y que su querida furgoneta resulta la combinación perfecta para su presente.
“Es lo más burgués que he hecho, para mí es un lujo, porque llueve, granice o nieve, y yo tengo un techo sobre mi cabeza, y como me encanta parar en medio de las montañas, mejor imposible”, indica. La idea de transformar las escapadas ocasionales en un estilo de vida a tiempo completo surgió en plena cuarentena por la pandemia de coronavirus. “Estuve muy mal, tuve ataques de pánico que fueron terribles, y a veces, cuando es algo psicológico, lo desdramatizan y la gente piensa que no es tan malo, pero no es así; yo no me sentía bien, se me murió gente muy querida y encima eran jóvenes. Ahí empecé a maquinar, a decirme a mí misma: ‘A penas abran las puertas, yo me voy a viajar’”, explica, con absoluta sinceridad.
Las vidas no vividas
Tal como se muestra en sus videos, Vivian es transparente, muy genuina, dispuesta a abrir su corazón para que otros comprendan que hay diferentes maneras de vivir. Hace 15 años que está en pareja, y se acuerda del momento en que le dijo a su novio que se sentaran frente a frente para tener una conversación seria sobre el futuro. “Le dije: ‘Cuando empiecen a abrir un poco lo de los viajes, yo voy a vender mi auto y me voy a comprar un furgón, porque mi sueño es recorrer toda la Argentina durante un año; si vos querés venir o no, es problema tuyo, yo tengo 59 años y la vida se me pasa’”, relata. Esas palabras venían de lo más profundo de su alma, y de una reflexión sobre sus proyectos.
“Ya me había jubilado como docente, y si bien sigo dando clases de ritmos porque amo bailar, resolví vencer los miedos y hacer lo que tenía ganas de hacer. Creo que por eso la mayoría del público que me sigue son mujeres de mi edad, que no se animan a manejar, a dormir debajo de un árbol en cualquier lado, a subir una montaña con el auto, y esas vidas no vividas eran mi mayor miedo antes de hacer esto”, comenta. Después de aquella charla con su pareja, ambos pusieron las cartas sobre la mesa sobre las metas que cada uno tiene para los próximos años, y acordaron acompañarse mutuamente, pero sin necesidad de vivir ese sueño a la par.
“Nosotros no convivimos, cada uno vive en su casa, pero compartimos muchas cosas, como lo deportivo, que nos encanta a los dos, y hemos hecho viajes también, por más que a mí me gusta mucho más que a él, y como él no está jubilado, no puede irse en cualquier momento de viaje. No necesariamente tenemos que soñar ni querer lo mismo, él también tiene sus propios sueños, pero a esta edad yo no podía dejar pasar mi sueño, tenía que seguir adelante sin que nada me frenara”, sentencia. Acordaron que en enero, el mes que su novio tiene de vacaciones, irían juntos de aventura, y el resto del año, Vivian se iría a recorrer unos días y volvería.
Para su entorno no fue una sorpresa que ella quisiera dedicar el mayor tiempo posible a los viajes, pero sí que lo hiciera sola. “Me decían que estaba loca, que cómo iba a hacer cuando se me pinchara una rueda o tuviera algún problema en la ruta, y yo les aseguro que siempre que necesité cambiar una goma apareció alguien para ayudarme, que uno dice ‘viajo solo’, pero nunca está realmente solo, las solidaridad viajera es algo increíble”, sostiene. Para poder comprarse la Kangoo tuvo que vender su auto, que se lo ofreció a uno de sus hijos y aceptó comprárselo.
“Además, antes tenía una camioneta vieja que compramos con mi novio, se llamaba ‘La Picarona’, y salíamos con carpa para recorrer, pero siempre tenía problemas mecánicos, y cuando íbamos juntos todo bárbaro, porque él arreglaba la camioneta en el camino si hacía falta, pero cuando yo salía sola lo único que tenía era una linga, la soga para que otro auto me tire y me lleve, así que le vendí mi parte a mi novio, y con la venta del auto y eso, me compré mi nave”, remata. Había un concepto que quería erradicar de su diccionario: “postergar”, y realmente nada se interpuso a su fuerza de voluntad. Con cautela, hizo una prueba piloto en la playa más cercana a su casa, y esa experiencia fue clave.
“La primera vez tiré un colchón, llevé una cocinita y me quedé a dormir a la playa, total si tenía miedo, me volvía. Siempre les aconsejo a las mujeres que prueben con la plaza del barrio, con algo cerquita, como ir a la casa de una amiga y dormir en la puerta, porque es así como te vas animando”, sugiere. Esa noche hizo una lista de todo lo que le faltó y todo lo que le sobró, para afinar el criterio de qué sería necesario en caso de estar lejos de su casa. “La aislé, porque en verano casi que te podés hacer un huevo frito del calor que hace, y en invierno te morís de frío, así que eso fue fundamental, y después mandé hacer una camita para aprovechar el espacio”, detalla.
Más adelante siguieron los accesorios y herramientas viajeras, como dos tipos de ducha que no requieren electricidad, una bacha improvisada con bidones de agua, contenedores para guardar ropa, elementos de cocina, una heladerita plegable para guardar mercadería, entre otros. Cada uno de los arreglos y pequeñas refacciones que hizo están registradas en su canal de YouTube, @viviandelmar, y también comparte contenido en su Instagram, @laprofevivian, y en Facebook “La Profe Vivian”. “Antes de todo esto yo no sabía editar, así que me puse a hacer cursos gratuitos en Mar del Plata y aprendí un poco, por lo menos yo veo un progreso cuando comparo con los primeros que hice, que era para mostrar mis coreografías y las presentaciones en los teatros”, cuenta. Desde que empezó a viajar los suscriptores subieron de a miles, y decidió concentrarse en esa temática.
Mujeres rodanteras
Para poder viajar los fines de semana, Vivian dejó uno de los trabajos que tenía, y se quedó solo con las clases de baile que da los martes, miércoles y jueves. “Así tengo todos los findes largos libres, y muchas veces llevo la bicicleta en la Kangoo y me voy a Arenas Verdes, me pedaleo todo por allá, o a Necochea, a Tandil, a Azul, hago mucho esas salidas cortas”, detalla con entusiasmo. Su profesión le permite cierta flexibilidad, y mantener un equilibrio entre sus pasiones. “Amo ser profesora, desde chica yo era la que me paraba arriba de la mesa del colegio y organizaba todo, y el profesorado me dio más herramientas; hoy no hay muchas profes de mi edad dando clases, pero tengo muchas alumnas de sesenta que vienen y aprenden bachata, reggaeton, rock, disco y merengue”, cuenta.
En Rosario dio clases a la gorra, y siempre que asiste a encuentros rodanteros también despliega su faceta docente. “Hay un grupo de Facebook que se llama ‘Mujeres rodanteras audaces’, que viajan solas, con mascotas, hijos o amigas,. y cuando fui a uno de sus encuentros yo no lo podía creer: muchas de ellas se meten abajo de un camión y cambian la correa de distribución, o sea que yo era un pollito mojado, y me encantó cuando vi todo lo que se puede hacer”, describe. La idea de “tejer redes” la motivó aún más, porque muchas le recomendaron lugares a dónde ir, aplicaciones útiles para descubrir lugares seguros donde dormir, y consejos sobre el equipamiento de la furgoneta.
“Les conté que en mayo me voy para Catamarca, y ya me escribieron seis diciéndome que me están esperando, y los hombres no suelen hacer esas cosas, porque les da miedo decir que tienen miedo, o les da vergüenza; en cambio las mujeres hacemos redes y nos arreglamos entre nosotras”, manifiesta. Antes de estar de novia, estuvo casada durante 25 años, y también compartía el amor por los viajes con el padre de sus hijos, pero conoce muchos casos donde las parejas no tienen en común la pasión viajera. “Es tremendo cuando a uno de los dos no le gusta que el otro viaje, se vuelve un gran impedimento, y por eso en la ruta hay más mujeres viajando con amigas que con sus maridos, como así también se están lanzando muchos hombres a viajar solos”, comenta.
Hasta el momento elige no plotear su vehículo, porque pasa más desapercibida durante las estadías, y aunque siempre le está haciendo alguna que otra mejora, cree que es el tamaño ideal. “No me veía en una motorhome enorme para mí sola, porque después hay que cargar el tanque, y no es como esta Kangoo del 2018, que en sí es casi como un auto común que pasa bastante inadvertido en las ciudades, y al ser relativamente nueva, me da menos problemas mecánicos”, explica. También se prepara para ir a un encuentro de mini campers el 23, 24, y 25 de febrero, que será en el Camping Municipal La Rosita de Castelli, Provincia de Buenos Aires.
“A los sesenta y pico me da la salud para hacer este tipo de vida, en cambio para ir en un micro sentada mirando por la ventana, tengo tiempo. A esta edad hay que superar los miedos y salir, porque una vez que hiciste 200 kilómetros ya está, los miedos desaparecieron”, remarca. El año pasado se fue a recorrer la provincia de Jujuy, más precisamente rumbo a el Cerro del Hornocal, y estuvo a 5000 metros de altura. “Subí todas las montañas con la nave, hice todo el camino de las yungas jujeñas, fui parando en cada pueblito una noche para aclimatarme, y salió todo bárbaro, hice todo sola”, comenta con alegría. En enero hizo algo similar, pero acompañada de su novio, por todo el norte de la provincia de Neuquén.
“Solo me falta conocer Catamarca, La Rioja y San Juan, si bien siempre hay lugares por conocer, porque no se puede conocer todos los rincones, he recorrido muchísimo, y de países limítrofes anduve por Uruguay, Brasil y Paraguay; Bolivia no fui nunca”, detalla. Esta pasión que siente la heredó también uno de sus hijos, viajero como ella. “Es igual que yo, viaja con una camioneta, es instructor de surf y músico, entonces viene los veranos para dar clases en una escuela de surf en Mar del Plata y en invierno abrió otra escuelita en Portugal; ahora está en Costa Rica, viajó por todo el mundo dando clases y tocando música en restaurantes, en el tren, en cualquier lado y de eso vive”, revela.
“Acá no podría vivir de eso, pero viajando se ha comprado un auto, una moto, y cuando viene muchas veces nos encontramos en Pinamar para quedarnos a dormir abajo de un árbol con nuestras camionetas; cuando fui a Alemania también me vino a visitar y así nos vamos encontrando por el mundo”, dice con emoción. Incluso el joven le compuso una canción, que suele usar como tema musical en sus videos. “Ando viajando, la profe Vivian en la nave va celebrando; ando viajando, la profe Vivian nuevos paisajes va investigando, mostrándome un video yo te quiero inspirar, para que al mirar afuera te vayas a viajar. Sola o acompañada, lo primero es arrancar”, reza el estribillo en la voz de su hijo. “Y su hermano es re formal, con una pareja, un perro, un gato, todo formal, pero es el que compró mi auto, y gracias a eso yo pude invertir en comprar la Kangoo”, sostiene.
Aprender a viajar
Cuando anticipa que visitará algún lugar, más de una vez le tocan la puerta de la furgoneta para saludarla y decirle: “Soy seguidor tuyo, te veo en las redes”. A veces no sabe ni cómo la reconocen, porque al no tener ploteo, no es tan sencillo, pero los usuarios han llegado a memorizar su patente. Si hay algo que no esperaba era la gran cantidad de repercusiones que tuvo su aventura, y muchos le consultan si monetizó su canal de YouTube. La respuesta es que hasta el momento no lo hizo nunca. “El tema es que tenés que estar todo el tiempo filmando, tener tantas reproducciones por día, y subir un vídeo por semana de tantos minutos, y yo no tengo ganas de andar haciendo lo que YouTube quiere que haga”, confiesa con humor. No considera que el escaso ingreso que podría representarle lo justifique, sobre todo porque disfruta de organizarse de otra manera.
“Obviamente con una jubilación docente no me alcanza para viajar, entonces dividí mi casa, y una parte la alquilo, así con eso tengo otro ingreso para viajar, sumado a mi trabajo con las clases de ritmos; así que en todo caso, lo monetizaré cuando haga falta”, proyecta. Su balance personal va mucho más allá de lo económico, y considera que las experiencias fueron todas positivas. Ya está tan canchera que hasta se animó a viajar desde Mar del Plata hasta Buenos Aires para el cumpleaños 60 de una amiga, que lo festejaba en un salón del barrio porteño de Palermo, y se quedó a dormir a pocas cuadras de ahí. “Fui temprano, recorrí un poco, vi que hay muchos boliches, muchos restaurantes, fui a mirar si era medido el estacionamiento, y di unas cuantas vueltas hasta que logré estacionar en el lugar que quería y cuando terminó la fiesta, a las 4 de la mañana, me tiré adentro a dormir y nadie se dio cuenta”, revela.
Otro de los tips que aprendió es chequear si hay pendiente, para nivelar la camioneta y dormir bien. “Una vez que no pudiste pegar un ojo porque tuviste la cabeza para abajo y los pies para arriba, ya te das cuenta de todos los trucos, de qué lugar puede ser mejor que otro, y así fui enfrentando todo, como el miedo a enfermarme a la ruta, que nunca me enfermé por suerte, y ni lo pienso porque me siento joven”, remarca. Lo que más le gusta de ser viajera es que despierta la curiosidad de otras mujeres, que le escriben para contarle su situación y pedirle consejo. Muchas veces se queda charlando con cada una y les da ánimos para que den el primer paso.
Entre risas, admite que también hunos cuantos pretendientes que tuvo que bloquear en las redes. “Unos cuantos señores que tienen ganas de viajar con alguien y me ven a mí viajando sola, que no quiere decir que una quiera estar con alguien, pero les cuesta entenderlo”, comenta. Y agrega en tono de humorada: “Empecé a mostrarme más en los vídeos con mi novio, y le dije: ‘Tenemos que salir más juntos, porque esto se está desbandando’”. Durante todo enero compartió varios fragmentos de su viaje en pareja, y al regreso empezó a planificar su próximo viaje a Catamarca. “Lo disfruto mucho, no me pesa la soledad porque la palabra para definir mi experiencia actual es ‘libertad’, porque cuando viajo sola hago lo que quiero cuando quiero, si me gusta un lugar y me quiero quedar más días, me quedo, si quiero irme antes, me vuelvo, tomo todas las decisiones yo; y cuando estoy con mi novio elegimos juntos, somos re buenos compañeros y nos organizamos, lo importante es enfrentar los miedos y no dejar pasar la vida”, concluye.