Mi vida, mi oficio: el rosarino de 23 años que vende videos eróticos, gana 8 mil dólares por mes y sueña con hacer porno en Miami

Guido Mistraletti trabaja en la venta de contenido para adultos en las redes sociales, donde asume el seudónimo “Only Rulo”. Dejó su trabajo formal cuando descubrió que había triplicado su sueldo con la comercialización de fotos y videos íntimos. Los beneficios, las contras y las curiosidades del mundo del erotismo en línea en la voz de un profesional

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Mi vida, mi oficio - Actor de contenido para adultos

Todo cambió cuando alguien le dijo que tenía potencial para “Only fans”. Lo había visto en TikTok. Se había viralizado. No sabe bien la razón de la difusión de sus videos: pudo haber sido el repartidor sexy que mostraba su cuerpo tonificado encima de una moto. Sus publicaciones acreditaban eso. Eran tiempos de pandemia, cuarentena y aislamiento obligatorio. Ganaba poco menos de cien mil pesos por mes cuando su equivalente eran 500 dólares. Ya había sido community manager, ya había trabajado como empleado en un cotillón, en una fiambrería, en un estacionamiento, en una casa de comidas rápidas. Nunca había tenido un empleo en blanco. La propuesta le generó curiosidad.

Le preguntó todo. Recibió ideas, tips y trucos como respuesta. Empezó a investigar, a indagar en qué debía hacer, cómo lo tenía que hacer y cuánto dinero iba a percibir por eso. En simultáneo a su exploración, cambió de trabajo. Lo contrataron como personal de la Isla de los Inventos, un espacio recreativo y cultural de Rosario, su ciudad. Su sueldo era el mismo pero ya estaba en blanco. Había estudiado dos años nutrición. Había entrenado rugby. Había soñado con ser deportista profesional. Nunca imaginó que viviría de vender contenidos para adultos.

Guido Mistraletti tiene 23 años
Guido Mistraletti tiene 23 años y vive en el barrio porteño de Núñez. Se mudó de Rosario, su ciudad natal, para estar más cerca de los principales componentes de la industria

La historia de Guido Mistraletti es un fiel reflejo del consumo moderno. Tiene 23 años. Le dicen “Rulo”. Vende contenidos eróticos bajo el seudónimo “Only Rulo” y es conocido en el mundo de la pornografía amateur. Cuando lo vieron con pasta para incursionar en la industria, tuvo un interés ambiguo, supeditado a la ecuación costo beneficio. La investigación y las recomendaciones lo llevaron a lanzarse. “Al principio subía solo fotos en Twitter, por donde se difunde el contenido más explícito. Eran fotos donde mostraba los abdominales, estaba tapado por una toalla o si me animaba a mostrar algo más no ponía la cara. Era simple: tenía miedo”, reconoce.

Subía fotos de manera esporádica. No había dejado su trabajo formal. Una vez, subió una foto, alguien lo contactó y le preguntó si no tenía más imágenes para enviarle. “Todos empiezan así. Un seguidor te pregunta si no tenés algo más explícito. Le podés decir ‘degenerado, andá para allá’ o ‘sí, tengo, sale tanta plata…’”, cuenta. Él le puso precio a ese porfolio privado. No recuerda cuánto fue, pero estima que habrá sido una transferencia de cuatro mil pesos.

"Un día fui y les
"Un día fui y les dije a mi familia en la mesa: 'Ahora soy vendedor de contenidos'. Se me cagaron de risa. Al principio fue medio raro. No les gustó. Pero cuando vieron que me iba bien, que viajaba, que estaba motivado, lo aceptaron", cuenta

Advirtió que, efectivamente, tenía potencial para vender contenido casero. Había monetizado su erotismo. Durante los primeros seis meses no cosechó ingresos. Su popularidad empezó a crecer y con él, los pedidos de fotos íntimas. Decidió dedicarse a la venta de contenidos para adultos cuando descubrió que había triplicado su sueldo: de 500 dólares pasó a cobrar 1.500. “Quise renunciar cuando ganaba el doble pero no animé porque era mi primer trabajo en blanco, lo había buscado tanto que no quería dejarlo por algo que no sabía si iba a funcionar. La hice bien por suerte”, recuerda.

Tres años después, ya gana entre seis mil y ocho dólares por mes. Trabaja de lunes a sábado entre seis y diez horas por día. Antes vivía en Rosario, ahora se mudó a un departamento en el barrio porteño de Núñez. Su cuerpo es su capital. “Mi rutina de trabajo es pensar un video, grabarlo y después ver cómo difundirlo: cuándo, cómo y por dónde lanzarlo. En cada red social tengo un empleado que se encarga de hacer la difusión para que la gente lo vea. Es como un community manager, pero yo les digo asistentes. Hoy tengo siete empleados, que ganan 100 dólares por día, salvo los que ganan por porcentaje, que depende de cuánto vendan. Soy una pequeña empresa”, dice.

Gana entre seis mil y
Gana entre seis mil y ocho mil dólares por mes y tiene siete empleados a su cargo que se encargan de la difusión de sus contenidos

El 80% de su público es homosexual. El consumo de las mujeres es bajo. “Los hombres son los que pagan. Hombre hetero paga mujer, el hombre gay paga hombre. A mí me parece absurdo que me paguen, pero aprovecho”, sostiene Guido. Nunca le dio vergüenza mostrarse porque -dice- es muy seguro de su cuerpo. Reprueba el patrón social que dice que “es plata fácil”, pero reconoce que es un sector que moviliza mucho dinero. Gana más dinero cuando le piden videos personalizados y videollamadas. También hace videos explícitos: “Empecé a hacerlos cuando me relacioné con gente que ya estaba metida en la escena. Me hice amigo de una chica que era conocida, pegué buena onda y me hizo conocer con todo el mundo. Fue fácil”.

No consume viagra y todas las escenas de sexo son con preservativos en un ambiente respetuoso. “No vas a hacer nada que el otro no quiera -define-. Sos tu propio jefe y trabajás con gente que también es su propio jefe. Lo hablás antes: ‘¿Hacemos esto?’. ‘Sí, hagamos eso’. No hay muchos problemas”. Reconoce que es un medio que tiene sus propias complicaciones. “Hay mucha competencia y mucha gente con plata. Cada uno hace su jugada para que le vaya mejor, pero todos quieren ganar más que el otro. Los que estamos metidos en el ambiente sabemos quiénes somos”, dice. Como la movida se concentra en la ciudad de Buenos Aires, tuvo que mudarse de Rosario para entablar conexiones y para ver de cerca los hilos del negocio.

El 80% de su público
El 80% de su público es homosexual. Lo más caro que vende son los videos personalizados y las videollamadas

El trabajo lo aisló de su entorno. Perdió amistades y se refugió en el calor de su familia, que recién terminó de aceptar su cambio laboral cuando constató la felicidad y el entusiasmo de Guido. “La gente habla mucho sin saber. Te critican porque tenés plata y no saben cómo la conseguiste. Te terminás aislando de muchas personas. Me alejé de muchos amigos. Me quedé solo con uno”, remarca. Aprendió, con el tiempo, a escuchar las opiniones y los comentarios de su círculo íntimo. Hay una parte fea en su trabajo y obedece a su exposición. “Así como hay mucha gente que te idolatra y te aplaude, hay muchos que te tiran hate y te bardean sin sentido. Es lo que le pasa a cualquiera que tiene muchos seguidores. Esa es la parte fea. Pero yo estoy seguro de lo que hago y no me incomoda. Lo blanqueé con mi familia, con mis amigos y los demás no me importan”.

El trabajo, también, le devuelve varios dividendos. “Me gusta la libertad de poder hacer lo que quiera. Soy mi propio jefe. Hago lo que quiero, con quien quiero y donde quiero. Si quisiera vacaciones, las podría tomar hoy. Pero desconectarte te complica bastante. Las redes sociales son de mucha constancia. Si te fuiste una semana, no vas a tener los mismos ‘me gusta’ que antes”, dice. Su idea es no interrumpir. Su motor -considera- es la plata. Planea trabajar con la comercialización de videos eróticos al menos hasta los treinta años. Su meca es Miami, sede de las principales productoras de contenidos para adultos. Hacia allí proyecta.

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