Seguramente nos hubiéramos encontrado en un bar. Comiendo algo rico ꟷdulce para ella, salado para míꟷ, esta nota podría haber sido una excusa para vernos y charlar. Seguramente hubiéramos compartido decenas de predicciones negativas sobre lo que pasa y se viene, y nos despediríamos con un abrazo apretado. Largo. En un afán por darnos fuerzas mutuas.
Pero Luciana Peker ya no vive en Buenos Aires, ni en Argentina. Peker ꟷperiodista y escritora especializada en género, columnista en Infobae, en radios, en tele, ganadora de premios y becas y demás etcéterasꟷ se fue del país podrida de recibir amenazas y de que no lleguen a nada sus denuncias frente a cada intimidación, preocupada por la plata que nunca alcanza cuando sos jefa de hogar y mamá de dos, con miedo a mayor precarización, a mayor violencia. Luciana Peker se exilió a poco de asumir la presidencia Javier Milei, obligada a buscar protección en otros lados.
Por eso esta vez quedó trunca la salida golosa y el abrazo apretado y, en cambio, conversamos por WhatsApp sobre su nuevo libro. “¿El amor es o se hace?”, publicado por Academia Antártica, se propone colar en agenda las relaciones amorosas, pensar formas de reencontrarnos en el terreno del amor una vez que atravesamos el terreno de la deconstrucción.
- ¿Qué significa deconstruir el amor?
- Tiene que ver con un proceso, que es social y cultural, de entender que al amor tal y cual lo aprendimos hay que quitarle algunos mandatos. Los que nos enseñaron a las mujeres: a bajar la cabeza, a ser sumisas, a dar nuestro tiempo, a aceptar la violencia, a tolerar la frustración. Por ejemplo, si una mujer se casaba con un violador, con el avenimiento se le daba la absolución al violador. Eso implicaba la aceptación de la violación dentro del amor, la aceptación de la violencia. Todo eso fue cambiando. Los cambios normativos lo reflejan. Fácticamente el amor se deconstruyó en la Argentina.
- ¿Por qué hizo falta y sigue haciendo falta deconstruir el amor?
- Es importante quitarle al amor elementos que nos dañan. Mucho más a las mujeres, pero también a los varones que tenían que ser los proveedores económicos, que no podían separarse, que no podían elegir el amor, etcétera. A las mujeres los componentes del mandato amoroso nos sometían a cambio de afectividad o de la supuesta seguridad para las mujeres. El lugar más seguro del mundo era la casa, pero después las cifras de feminicidio demuestran que el 60% de las mujeres mueren asesinadas en su propia casa y en manos de quienes creían que las querían, sus parejas o ex parejas. Todo eso demuestra que hay una necesidad imperiosa de vida o muerte de cambiar la estructura del amor. Deconstruirlo sin destruirlo, sino proponiendo una renovación del amor.
- ¿Es un proceso en contra de los varones?
- Lo que es a favor de las mujeres en principio no es en contra de los varones. Sí puede ser en contra de los violentos y de los violadores, pero por supuesto que no todos los varones son violentos ni violadores. Y por supuesto que interpelar sobre las relaciones que generan dominación, opresión y sufrimiento para las mujeres no es en contra de los varones sino que es algo imprescindible para hacer.
- ¿Deconstruir el amor romántico heterosexual es estar en contra del amor romántico per se?
- Si por amor romántico entendemos bailar un bolero, que tu novio te regale un peluche, bombones, o que te diga algo lindo… por supuesto que esos gestos de ternura, de cariño o seducción nos gustan o nos pueden gustar a algunas. Lo que está mal es que alguien te diga ‘sos tan linda que no quiero que te vea otro, entonces no vayas a estudiar inglés’. Algo que he visto muchas veces en chicas jóvenes. Eso no es amor, eso es violencia, control, posesión. En cambio, la ternura, el afecto, forman parte de elecciones individuales y de algo que no está mal.
- En el libro planteas que los varones tienen una enseñanza histórica del fracaso, del rechazo y de volver a intentarlo; y otra, más moderna, para que se vayan de donde les va mal. ¿Crees que es importante que las mujeres recibamos una enseñanza emocional diferente?
- Los varones aprenden a manejar el rechazo y la frustración, y creo que es un aprendizaje saludable. En cambio, para las mujeres el rechazo y la frustración es una bomba mucho más potente. Creo que las mujeres pueden re-aprender a cualquier edad y pueden renacer, reinventarse y que eso es algo bueno. En muchos casos los libros y la narrativa feminista ayuda. Una puede aprender a irse de lo que le hace mal y a quedarse con lo que le hace bien. Creo que habría que generar otras formas de educación emocional y una de esas es aprender de la frustración y que la propia valoración no depende ni de la mirada ni de la aceptación de los demás.
- ¿Alcanza con fomentar el “amor propio”?
- Hay algo del amor propio, de la autoestima, que es bueno. Es importante esa idea de quererse una misma para que los demás te puedan querer y que si los demás no te quieren, eso no implica que una no se tenga que querer. Pero creo también que la idea exacerbada de ‘ámate a ti misma’ se ha pasado de rosca, porque entonces si vos estás mal por una frustración amorosa ¿eso implica que no te querés lo suficiente? Me parece que no solo son las mujeres las que tienen que cambiar y quererse más, sino que también la sociedad y los varones tienen que tener maneras de querer que no lastimen sistemáticamente a las mujeres. Un varón puede perfectamente no querer a una mujer y una mujer tener que bancárselo, pero cuando vemos una sociedad con lazos que están muy basados en la crueldad hacia las mujeres hay que interpelar a que los lazos sean menos nocivos.
- ¿De qué manera se construyen alternativas post deconstrucción del amor?
- En la Argentina hay muy pocos varones queriendo comprometerse con mujeres que tengan alguna demanda de mayor igualdad, de cumplir sus deseos. Hay un problema y es que los varones están retrocediendo. Pero creo que la forma de avanzar no es quedarse calladas para que los varones vuelvan a ser los dueños del asunto y a querer jugar el juego amoroso, sino seguir interpelando para que haya realmente vínculos de más felicidad y reparo. Por supuesto también se pueden abrir las relaciones a que no sean todas heterosexuales, sino bisexuales, gay, lesbianas, etcétera y que eso diversifica no solo con quién tener sexo o amor sino las maneras en las que tener sexo y amor.
- ¿El “problema” del amor es especialmente heterosexual?
- Creo que las relaciones heterosexuales mantienen más clásicamente la dominación de las mujeres. La amorosidad LGTBQ abre los valores de la seducción a cómo habla alguien, a qué hace, a qué lee, a qué escribe, a qué piensa, de qué trabaja, qué acciones hace. En cambio, la seducción heterosexual está cada vez más chata. Por otro lado, noto que ha permeado la idea del descarte amoroso, la idea de la crueldad o incluso de situaciones de violencia en relaciones que pueden ser entre personas gays o lesbianas, por lo tanto no es que exista un paraíso en contra de otra situación. Pero sí creo que la diversidad de miradas, de familias, de relaciones, abrió posibilidades; y en cambio los vínculos heterosexuales se han cerrado a modelos más clásicos o más despectivos para con las mujeres.
- ¿Qué pasa con la monogamia después de años de luchas feministas?
- La escritora española Brigitte Vasallo dice que no solamente es importante sacar la idea de monogamia en el sentido de fidelidad que le damos, sino que la pareja es el más importante de los vínculos. Es decir, también están las amigas y los amores pueden ser más libres. Lo central es salirse de la idea de pareja convencional, aunque no creo que el amor libre tenga que ser sí o sí no monogámico. No me parece que la salida de la monogamia tenga que ser una condición sine qua non para cualquier pareja que se construya después del auge del feminismo. Y a la vez creo que puede haber lazos como la vecindad, la amistad, la familia, que pueden ser jerarquizados para ocupar lugares afectivos, que no todos tienen que ser ocupados por las parejas.
- En el libro hablas de la importancia de “buscar una amorosidad más justa”. ¿Qué sería?
- La palabra ‘justa’ puede no ser equivalente a que las dos personas hagan exactamente lo mismo, no refiere a simetría absoluta, pero sí a que no sean relaciones basadas en la desigualdad. Las fórmulas generales no existen, pero creo que no se puede bajar los brazos a pensar que el amor sea algo que hace bien, que cuida, que protege, que da satisfacción. Que las mujeres no tengan que sentir que se resignan a esa injusticia que termina pagándose con salud mental y física.
- Mencionas que los hombres han aceptado algunos cambios (como pagar cuentas a medias, por ejemplo), pero esquivan cualquier negociación o demanda de las mujeres. ¿Se liberaron más ellos que ellas?
- Sí, ellos se liberaron más que ellas. A los varones también los afecta el patriarcado, pero creo que los varones han escuchado muchas de esas cosas y se han liberado de algunos patrones. Por ejemplo, antes un candidato a presidente tenía que mostrarse casado con hijos, no ser infiel, no se le podía encontrar una aventura. Hoy se pueden separar, tener nueva novia, que la ex mujer les diga algo, no ser casados, no tener hijos. Hay una liberación absoluta de los varones en lo público, y también en lo privado: los varones se pueden separar, irse de la casa, pueden abandonar a los hijos… cosas negativas que hoy no tienen ningún costo porque hablan de una liberación muy fuera de la moral tradicional. Si están separados no son los proveedores únicos de los hijos, en general vemos que pueden mostrar sus emociones. Los tenistas Rafa Nadal y Roger Federer se dieron la mano y lloraron juntos; se pueden abrazar como vimos en el Mundial; se pueden cuidar más, lo vemos en el boom de gimnasios, de barberías; en el mundo del espectáculo, vemos varones llorar, contar sus emociones, sus dolores. La mayoría de las mujeres entablan relaciones con varones que les quieren contar lo que les pasa, pueden incluso contar más situaciones de violencia que han vivido. Todo eso está bien, pero lo raro es que los varones hayan tomado de la liberación de mandatos y estereotipos masculinos lo que les queda cómodo, pero les sigue costando aceptar la liberación de los estereotipos en las mujeres o en la diversidad sexual.
- “Los varones están solos porque quieren”, escribís en uno de los capítulos. ¿Las mujeres nunca deseamos estar sueltas/solas/sin pareja?
- Creo que hay una enorme diferencia entre varones y mujeres en el mercado sexual y amoroso. Como dice el filósofo Paul Preciado, los varones tienen más posibilidades de estar en pareja, incluso cuando sufren un rechazo, una frustración o están doloridos. Lo que creo que no les pasa es que ese fracaso implique una imposibilidad para el resto de la vida. Por otro lado, sí hay mujeres que están solas y quieren estar solas, y es un valor que no tiene que ser denostado. No tiene nada de malo. Tampoco es una actitud individualista. Puede ser además una posición legítima: en un mundo donde las mujeres terminan muy bastardeadas, muy quebradas, con una vida laboral que se dificulta mucho con hijos, frente a situaciones de tanta erosión afectiva que terminan limando su salud mental y física, deciden preservarse y eso es absolutamente legítimo.
- ¿Crees que la pandemia hizo todavía más difícil el amor?
- Creo que el mundo en el que vivimos está signado por la pandemia. En algún momento estuvo la ilusión de salir mejores y claramente vemos en lo político, en lo público, en la violencia, en las guerras que salimos peores. A pesar de que parecía que el beso, que el encuentro y la piel se iban a revalorizar, terminó volviéndose una sociedad en donde se exacerbó el individualismo y la crueldad. Los modos de crueldad en las relaciones, de descarte, de que no importa qué le pasa al otro por efecto de lo que yo hago o dejo de hacer, el aislamiento en las personas sin querer dar, sin querer negociar, sin querer juntarse, sin que algún nivel de sacrificio valga la pena, son claros efectos de la pospandemia.
- Aunque los vínculos sexo-afectivos sean uno a una, ¿las soluciones y estrategias son colectivas?
- Sí. Estamos viviendo un momento de regresión política que es muy trágico para las mujeres. Por ejemplo, en Argentina después de la lucha por el aborto legal se quiere proponer derogar la ley. Pero las mujeres colectivamente, juntas, hemos logrado avanzar en nuestros derechos. Tenemos que volver a cuestionar lo público para defender los derechos que conseguimos y soñar con pedir más. Y tenemos que seguir interpelando lo privado para tener vidas más justas, más amorosas y más deseables en la intimidad. Yo creo que es muy difícil la paritaria amorosa y sexual, por eso hay que plantear la equidad amorosa también en el debate público, aunque no se solucione con una ley.