La santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa se convirtió hoy en la primera santa argentina. Mama Antula, así la apodaron sus fieles en Santiago del Estero, dejó mucho rastro de su vida de evangelizadora en Argentina hasta su muerte en 1799.
María Antonia arrancó como beata de los jesuitas de la Compañía de Jesús. Allí, conoció todo el trabajo de ejercicios espirituales que realizaba esta orden con los indígenas en territorio argentino.
Mama Antula peregrina por Argentina
En 1773 por decisión del papa Clemente XIV, los jesuitas fueron expulsados de América. Sin embargo, Mama Antula nunca más abandonaría los ejercicios espirituales que difundió a cada lugar de la Argentina que visitaba.
Su provincia le quedaba chica. Entonces, la mujer beata se lanza a los caminos para seguir con su tarea evangelizadora. Llega a Córdoba primero y luego a Buenos Aires. Iba con su cruz en el pecho, su ropa muy parecida a los hábitos de las monjas, pese a que no lo era, y caminaba con sus sandalias gastadas.
Al llegar a Buenos Aires, toma por el Camino Real del Oeste (lo que hoy sería la Avenida Rivadavia) y reza por primera vez en la ciudad en la Iglesia de la Piedad (Bartolomé Mitre 1525). Sus restos descansan en ese templo por su pedido expreso.
Ya en la aldea colonial sus ejercicios espirituales se empiezan a ser populares tanto entre las esposas de las clases altas como entre las esclavas. También, entre los hombres que habitaban la ciudad. Todos querían participar de sus retiros.
Fue así que, le ceden unos terrenos para que construya la Santa Casa de Retiros Espirituales San Ignacio de Loyola, en Avenida Independencia al 1100. El lugar se mantiene en pie desde su inauguración el 7 de abril de 1795 hasta la actualidad y es una de las edificaciones coloniales más antiguas de Buenos Aires.
El lugar está ubicado en Independencia entre Lima y Salta y mantiene las mismas funciones desde finales de siglo XVIII. Dan misa los domingos en la capilla más grande (tiene dos) y se realizan ejercicios espirituales igual como los que lideraba Mama Antula a finales de 1700.
Esta fue una de las primeras construcciones de Buenos Aires que se hicieron con ladrillos cocidos. Para lograrlo, se hicieron traer maderas más duras de Formosa y Paraguay para lograr que el horno levantara mayor temperatura.
El espíritu de Mama Antula en la Santa Casa
Muchos objetos dentro de la Casa colonial remiten al legado de la santa argentina. Infobae realizó la visita guiada a la que concurrieron decenas de personas, apenas una semana antes de la canonización de María Antonia.
Apenas se ingresa a La Casa de los Retiros Espirituales se ven los arcos de la construcción del siglo XVIII ideados por Mama Antula. Enseguida se ingresa a una sala en la que aparece una imagen de Jesús Nazareno cargando la cruz vestido como marca la tradición de rojo. Es el que en la actualidad se usa para el Vía Crucis de Semana Santa que recorre la Avenida de Mayo y culmina en la Catedral de Buenos Aires. “Mama Antula era de la idea de sacar a Dios a la calle. Llevar la evangelización a dónde estaba la gente –afirma Graciela Ojea del Río, historiadora y guía de la casa de la Avenida Independencia-. Por eso, tenía altares portátiles que sacaba de este edificio para recorrer Buenos Aires”.
El edificio cuenta con 95 celdas de dos camas cada una. Allí, en ese espacio ascético dormían las personas que llegaban a los retiros liderados por Mama Antula guiada por las enseñanzas de San Ignacio de Loyola.
“Mama Antula fue la primera que hizo este tipo de ejercicios espirituales con mezclas de clases sociales. Antes se reservaban turnos una semana para las damas patricias y otras jornadas para las esclavas –explica Ojea del Río-. Hasta que un día estaba de paso la Virreina del Alto Perú que iba camino a España. Iba a enfrentar cargos por corrupción a España. Así, requirió el asesoramiento espiritual de María Antonia. La única fecha disponible era las que iban a concurrir mujeres pobres, pero la funcionaria aceptó igual. Luego, otras mujeres adineradas siguieron el mismo camino”.
La Iglesia prepara un museo en un espacio reservado dentro de la Santa Casa de la Avenida Independencia. Cuando esté abierto a las visitas se podrán ver muchas reliquias y objetos que fueron usados por Mama Antula durante su trabajo evangelizador en Argentina, lo que la llevó a su próxima canonización del 11 de febrero.
Está la celda 8 en la que murió Mama Antula. Allí se preserva el crucifijo que solía llevar colgado en su pecho. Está gastado, pero se nota en forma nítida la forma de Jesús en la cruz. También aparece el arcón que María Antonia usaba para guardar sus efectos personales durante sus recorridos para evangelizar por Argentina. La mujer viajaba con la cabeza cubierta con una especie de hábito parecido al de las monjas y descalza. Así entraba a las ciudades coloniales. Al poco tiempo todos querían verla y participar de sus ejercicios espirituales.
Las reliquias de la santa
Hay otros objetos, que todavía no están expuestos. Textos con la firma de Mama Antula, huesos de sus restos y algunas piezas de hierro de sus objetos más queridos.
La casa de ejercicios espirituales de la Avenida Independencia está dividida en tres espacios: el de las beatas, el del capellán y el de los retiros. Hay, además 4 patios coloniales, uno con un aljibe original que juntaba el agua de lluvia, y otro con un árbol de magnolias de más de 200 años.
Relatos sobre Mama Antula
En uno de los patios hay una antigua cruz de madera, atrás del aljibe. Está en ese mismo lugar desde los años en los que Mama Antula recorría el edificio y lideraba los ejercicios espirituales inspirados en San Ignacio de Loyola. Ojea del Río cuenta que esa cruz tiene una historia que la relaciona directamente con María Antonia. “Una tarde uno de los asistentes a los retiros se volvió loco e intentó atacar con un cuchillo a las otras personas. Las beatas llamaron a los granaderos para que intervinieran. Mientras tanto, Mama Antula se aferró a esta cruz y desde allí lo convenció para que se rindiera”, explica la historiadora. Los que vieron la situación quedaron impactados. Luego, salieron de la Santa Casa y se lo contaron a sus vecinos. Así, agrandaron aún más la figura de la futura santa argentina.
Durante la visita una mujer de unos 75 años y pelo corto se acerca a la cruz y se arrodilla con una mano sobre la madera de más de 200 años y otra sobre su pecho. Musita unas palabras y mira al cielo. La santa ya tiene sus fieles.
En la capilla más grande del edificio hay otros objetos que refieren directamente a María Antonia. En una de las paredes laterales hay un pequeño hueso de la santa dentro de una cajita. Apenas la historiadora que guía la visita avisa de la reliquia, las decenas de asistentes se agolpan para tocarla. Para hacer un pedido o un agradecimiento a Mama Antula.
En otro lateral de la capilla hay una figura de San Cayetano, el santo italiano que es venerado en Argentina como patrono del trabajo. En el siglo XIX, las beatas de se convirtieron en monjas y fundaron la orden Sociedad Hijas del Divino Salvador. En esa época se hicieron de unas tierras en la zona de liniers donde fundaron una iglesia y un colegio de San Cayetano. El mismo lugar al que todos los 7 de agosto miles de personas peregrinan para pedir o agradecer.
Otra reliquia de Mama Antula que no pudo ser vista en la visita en la que participó Infobae, es el tronco que se recuperó de su tumba. María Antonia fue enterrada en la iglesia de La Piedad, allí donde rezó por primera vez al llegar a Buenos Aires. Cuando se hizo una ampliación del templo en el siglo XIX no encontraban el lugar en el que había sido enterrada (ella pidió que lo hagan sin lápida). “La historia cuenta que una nena se acercó y señaló el lugar. Cavaron y hallaron sus restos. Y el tronco que acompañaba su cuerpo”, relata Ojea del Río.
Así, con la canonización se revaloriza la vida de María Antonia, una mujer que a finales del siglo XVIII decidió mantener vivas las enseñanzas jesuitas sobre los ejercicios espirituales pese a las prohibiciones que pesaban sobre la orden de San Ignacio de Loyola. Ahora, más de 200 años después, Mama Antula tiene su momento estelar en El Vaticano.