Escaló el Volcán Lanín con su traje de bombero para concientizar sobre la importancia de su oficio

El Polaco, como quiere ser llamado, asegura que lo fundamental para un bombero es la actividad física. Por eso, además de exponer el cuerpo ante los incendios, lo hace en distintas disciplinas deportivas sumamente exigentes. Cómo llegó a unas de las cumbres más temidas en sólo un día

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Sebastián Karpencopf en el momento de hacer cumbre en el volcán Lanín
Sebastián Karpencopf en el momento de hacer cumbre en el volcán Lanín

No solamente logró cumplir el sueño de todo montañista, aún sin serlo ni ponérselo, sino que lo hizo en un día y con su pesado traje de bombero. El Polaco —apodo por el que Sebastián Karpencopf pide ser llamado— se desafió a sí mismo con ese objetivo cuando buscaba volver a demostrar por qué es importante colaborar con los cuerpos de bomberos voluntarios y además concientizar sobre la importancia que tiene en ese mundo el realizar actividades físicas.

“Cumplí 20 años de bombero voluntario, la actividad mediante la cual hago lo que más me gusta: ayudar”, cuenta. Ayuda y desea que toda la comunidad sepa que adentro de un cuartel no hay solamente un grupo de personas esperando a que suenen las alarmas para salir a sofocar un incendio.

“Todo lo contrario. Se trabaja mucho todo el tiempo, sobre todo para que el equipo esté siempre listo y en condiciones al momento en que suenan las sirenas, por ejemplo”, asegura.

Hace una década, pensó en la manera de mostrar todo lo que debe hacer un bombero y comenzó a participar de extenuantes y exigidas actividades deportivas: corrió maratones (entre ellas, la arriesgada competencia de triatlón Iron Man), participó de diversas competencias y a mediados de diciembre pasado escaló el imponente volcán Lanín, en Neuquén.

Polaco y las distintas actividades que realiza. Siempre, con su traje de bombero
Polaco y las distintas actividades que realiza. Siempre, con su traje de bombero

La historia

“Me conocen como Polaco crossfire bombero”, se presenta y cuenta que está casado hace 17 años, que su esposa tiene lupus, una enfermedad incapacitante que le impide trabajar y realizar muchas actividades. Durante mucho tiempo también concientizó sobre estas dolencias crónicas.

Casi a la par de su ingreso al cuerpo de bomberos, se inició en el deporte amateur. “Por curiosidad y gracias al apoyo de mi familia y entorno puedo competir en un montón de disciplinas”, cuenta el también profesor de full contact, kickboxing y muay thai.

Dice que también tiene la libreta de la Federación de Boxeo y que compitió en carreras de 8k, en varias maratones, en carreras con obstáculos, practicó natación y hasta participó de una competencia para bomberos que se realizó en una torre de 62 pisos, con el equipo estructural completo, en la Costanera Center, Chile, y otras tantas disciplinas como levantamiento olímpico, crossfit, strongman y Iron Man, obteniendo algunos podios.

Cada vez que participó de alguno de esos desafíos, lo hizo con su equipo completo. “Esto lo hago como manera de llevar el mensaje de que realmente los bomberos, que somos voluntarios (aclaro esto porque existen bomberos que tienen salarios, como los de la Policía Federal), no cobramos un peso y para que la gente sepa que los cuarteles se sostienen, entre otras cosas, gracias a la colaboración de los vecinos”.

En ese sentido, agradece: “Tengo la suerte de pertenecer al cuartel de Villa Ballester, que recibe bastante ayuda, pero a muchos eso no les sucede y son los mismos bomberos quienes tienen que, además de prestar su tiempo, conseguir material para trabajar. Por eso, en cada evento del que participo llevo el mensaje en representación de todos los bomberos voluntarios de Argentina para que todos conozca cuál es nuestro trabajo”.

Pensando en todos ellos fue que en diciembre de 2022 se impuso un desafío físico y mental.

“Estaba en Junín de los Andes, en una de las tantas capacitaciones y competencias que se hacen, y allí conocí a nuevos compañeros, pero hubo algo que me deleitó”, define al hablar sobre el día que vio por primera vez al gigante sagrado, el Pillañzegüñ, en voz mapuche.

El Lanín es un estratovolcán que se considera activo y ubicado en el sur de Argentina y Chile. Forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico y se le detectó actividad en febrero de 2017, luego de movimientos sísmicos en su interior. Antes, se dice, que pudo haber tenido actividad aproximadamente en el año 540 y que su última erupción, se estima, ocurrió hace 1600 años.

Fue el explorador español Basilio Villarino quien lo avistó en 1782 y describió como el Cerro Imperial y contó que los lugareños lo llamaban Yajaunaujén. Además, el cráter que pudo dejar la última erupción, que no es visible, podría estar sepultado debajo del glaciar que se encuentra en la cima de la montaña. Además de tener un valor cultural para la comunidad mapuche, es de gran atractivo turístico y uno de los grandes desafíos para los amantes de la actividad en alta montaña.

Mientras los miraba, deleitado, Polaco indagó a sus compañeros: “¿Lo subieron?”. Le dijeron que no. “Algunos habían ido a la base a tomar mate, otros lo miraban de lejos. Me sorprendió porque es como que nosotros, en Buenos Aires, ¡no conociéramos el Obelisco!”, dice sorprendido.

“Le dije a uno: ¿por qué no subirlo?... Y lo empecé a pensar, seguí entrenando y me puse en contacto con el guía”, recuerda.

Polaco muestra orgulloso la bandera que mandó a estampar para desplegar en la cumbre
Polaco muestra orgulloso la bandera que mandó a estampar para desplegar en la cumbre

El ascenso al Lanín

A los 3000 metros de altura en la montaña, el viento no perdona. En sólo cinco segundos puede cambiar la suerte de un montañista que a veces se deja engañar por el cielo despejado y se anima a seguir subiendo. Pero, cuando comienza a soplar fuerte llega a superar los 30 km/h. Pero allí fue.

En la madrugada del 19 de diciembre de 2023, comenzó la travesía para ascender los 3.776 msnm, estipulado para ser realizado en dos días y una noche (porque el Parque Nacional Lanín no permite dormir dos noches ni en el refugio Caja —que fue construido por un club de andinistas y es de uso público—, ni en los domos que pertenecen a una empresa privada) porque buscarían de esa manera mitigar el impacto en la montaña.

¡Un día! ¿Ese era su desafío? ¡No solamente! Él lo quería hacer en ese lapso, sí, pero vistiendo su uniforme completo, que pesa más de 20 kg y no con la ropa típica de alta montaña. “Tenía calzas térmicas, los crampones, todo lo necesario, pero llevaba el traje, que era lo importante”, cuenta. También, llevó dos banderas.

“Fue exigente, pero como antes había corrido los 42 k de Buenos Aires y también el Ushuaia Trail me sentía en condiciones”, recuerda y cuenta que este desafío no hubiera sido posible sin el apoyo del experimentado guía de Junín de los Andes y gran conocedor de los sinuosos caminos del Lanín.

“En un momento me dice que no me veía bien y que teníamos que bajar porque hacer todo el ascenso en un día era mucho... Dudé un rato, pero si no hay dificultades, me quedo en casa”, recuerda el pensamiento que tuvo el hombre acostumbrado a lidiar todos los días con lo impensado para otras mentes. Siguió: la cima la logró en 11 horas de ascenso casi sin parar.

Al bajar llegó al refugio de las Fuerzas Armadas, ubicado a 2315 msnm. “Dejé allí una de las banderas que llevé, la que estaba firmada por mis compañeros bomberos. La dejé con un fibrón porque la idea es que otro bombero que ascienda, o que al menos llegue al refugio, estampe su firma”, dice. A él le dejaron mensajes de aliento y buenos deseos para el ascenso.

Sebastián Karpencopf al terminar la media maratón en casi dos horas (Franco Fafasuli)
Sebastián Karpencopf al terminar la media maratón en casi dos horas (Franco Fafasuli)

Cómo colaborar con los bomberos

“La mejor manera es alcanzarle un vaso de agua al bombero que acaba de terminar con su trabajo porque se pasa mucho calor”, pide. “Sé que muchas veces, los vecinos se acercan con gaseosas o las medialunas que quedaron, o cosas así, se les agradece, pero si eso pudiera cambiarse con una fruta y una botella de agua sería mejor para la salud del bombero. Debemos cuidarnos porque estamos todo el tiempo expuestos”, admite.

En ese tono, cuenta: “Cada vez que me ven en maratones o participando de alguna competencia con el traje, la gente se sorprende. Es caluroso. Por ejemplo, si hace 30°, con el traje se sienten 40°... Imaginate que en un incendio, en un departamento, con televisor, heladera, camas y cortinas ardiendo, ¡la temperatura es de 500°! Y debemos entrar y salir varias veces, entonces, correr una maratón con ese traje es un entrenamiento porque la realidad pide más”, compara.

Por eso es que también hace un llamado: “Cuando pasamos a pedir colaboraciones en dinero es porque, lamentablemente, hace falta, porque no tenemos subsidios estatales. La gente lo niega, pero no nos lo niegan a nosotros sino a la comunidad porque es necesario para arreglar el camión, por ejemplo. Para comprar lo necesario para que el cuartel y todos los elementos funcionen”, explica.

En el caso del cuartel del que forma parte, resalta que cuenta con IOMA como obra social. “No todos los bomberos tienen la suerte que tenemos en mi cuartel de poder contar con eso. Muchos viven de changas, como yo, por años, y tenerlo esa cobertura de salud es importante aunque haya que cumplir horas mensuales para mantenerla”, dice sobre una de las grandes deudas que aún tiene el Estado con los bomberos voluntarios del país.

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