Dicen que se murió de tristeza. Mejor dicho, que se dejó morir angustiado por la culpa de haber abandonado a su único hijo por una mujer que nunca lo valoró. Enrique Santos Discépolo falleció el 23 de diciembre de 1951, a los 50 años de edad, de un ataque cardíaco. Dejó como legado piezas icónicas del tango de oro argentino, como el siempre vigente Cambalache, Yira, Yira, Uno o Cafetín de Buenos Aires. Sin embargo, de haberla convertido en letra y música, su vida habría sido la más melancólica y atrapante de sus obras.
El compositor era un hombre muy talentoso, aunque no muy agraciado. Y lo definían como un tipo de principios. Hasta que el amor lo atravesó como una daga y terminó perdiendo el dominio de sí mismo. La mujer que lo sedujo hasta hacerlo perder la razón fue Ana Luciano Divis, conocida por todos con su nombre artístico de Tania. Había nacido en Toledo, España, donde se había casado con su primer marido, el bailarín Antonio Fernández Rodríguez, y había dado a luz a su única hija, Ana. Sin embargo, segura de que no había llegado a este mundo para ocupar el rol de esposa y madre sino para convertirse en una verdadera celebridad, después de una primera visita a la Argentina que tuvo lugar en el año 1923 en el marco de una gira, decidió dejar a su niña al cuidado de la familia y regresar a la tierra del 2x4 junto a su esposo dispuesta a triunfar.
La Gallega, como le decían por estos pagos, supo cómo hacerse notar. No tardó mucho en olvidarse de su marido y, con su mirada misteriosa y su inigualable voz, comenzó a deslumbrar al público local con tangos como Fumando espero o A la luz del candil, primero en la orquesta de Roberto Firpo y luego en la de Osvaldo Fresedo. Hasta que logró desembarcar en el mítico cabaret Follies Bergère, donde siempre con su boquilla en mano comenzó a hacer su propia versión de Esta noche me emborracho.
Así fue como, involuntariamente, José Razzano terminó haciendo de celestino para la mítica pareja del tango. Es que el ex compañero de Carlos Gardel quería que Discepolín escuchara su tema en la boca de “una tal Tania”. Y, aunque por razones ideológicas el compositor no visitaba este tipo de locales nocturnos, decidió ir y, automáticamente, cayó rendido a los pies de esta mujer que lo desairó desde el primer día.
“Francamente, al principio lo veía poca cosa para mí… para lo engrupida que estaba. Yo picaba alto: adoraba las joyas y las pieles, y me aseguraba de que el candidato tuviera un buen auto. Eso de encontrar a un muchacho bueno no figuraba en mi vocabulario”, había confesado la cantante, que falleció el 17 de febrero de 1999 con algo más de 100 años, en una de sus últimas entrevistas. Sin embargo, el hombre no se dio por vencido y, de inmediato, le mandó flores para tratar de ganarse su amor.
La relación entre Enrique Santos y Tania fue muy turbulenta. Ella sentía que no encajaba en los círculos de intelectuales que solía frecuentar el compositor. Llegaba manejando su propio Buick, en una época en la que las mujeres no conducían, y se mostraba descarada como pocas, al punto de que muchos de sus amigos terminaban sintiendo pena por Discépolo. “Si me vieran desnudo, la entenderían a la pobre”, cuentan que les decía él, quizá para tratar de justificarla, mientras descargaba su dolor escribiendo tangos.
Después de haber convivido durante más de una década en un departamento porteño que alquilaban “a medias”, en 1941 ambos se mudaron a una casa en la zona de La Lucila. No tenían intenciones de casarse, pero sí de lograr una vida de pareja más tradicional, por decirlo de alguna manera. Pero la Gallega, a la que Alfonsina Storni había convencido de que ese “flaco fané y descangayado” era el hombre de su vida, no pudo con su genio. Y, en medio de las habladurías que daban cuenta de sus andanzas, la crisis se convirtió en una constante en el seno del hogar.
Años más tarde, Discepolín viajó a México donde conoció a la bella actriz Raquel Díaz de León. Y, tal vez en un intento de olvidar a la española que le quitaba el sueño y la tranquilidad, comenzó con ella una relación que parecía ser mucho más sana. Si llegó a enamorarse o no, solo él lo supo. Pero al poco tiempo, la mujer que había sabido seducir entre otros al cantautor Agustín Lara, quedó embarazada. Y, cuando Tania se enteró, no lo resistió y viajó hasta tierra azteca para obligar al compositor a volver con ella. Cuenta la leyenda que hasta lo amenazó con suicidarse si no lo hacía...
Enrique Luis Discépolo Díaz de León, el único hijo del creador de Canción desesperada, nació el 21 de abril de 1947. Pero su padre no lo conoció, ya que había abandonado a su madre con seis meses de embarazo. En México, fue anotado con el apellido de su progenitor y, tal como acreditaron luego los colegas del compositor, Tita Merello y Luis Sandrini viajaron especialmente para oficiar de testigos de la paternidad y convertirse en sus padrinos. Discepolín, en cambio, le empezó a mandar partidas de dinero e intentó compensar su ausencia con sentidas cartas, pero decidió quedarse junto a Tania hasta el final de sus días.
La Gallega había perdido a su hija de apenas 27 años, quien también se había dedicado a la música bajo el nombre de Choly Mur, en un accidente automovilístico, así que Enrique Santos era toda la familia que tenía. Y, vaya a saber por qué, antes de morir el compositor firmó un testamento por el que le dejaba el 80 por ciento de su patrimonio y los derechos de sus obras a su compañera y, solo el 20 restante, a su hermana Otilia. “Permanezco soltero y no tengo ni reconozco descendencia natural”, decía el documento que rubricó con su firma y que no le permitió partir en paz.
Durante años, la justicia argentina le negó al hijo de Discepolín la posibilidad de cotejar su identidad mediante un ADN. Él se hizo cargo de su madre, quien finalmente murió el 10 de agosto de 2015. Y su situación económica se tornó cada vez más apremiante. Sin embargo, mediante una gestión del periodista Fernando Cerolini, por esa fecha logró contactarse con el abogado Marcos Córdoba, quien tuvo la astucia de cambiar la estrategia. Así que, en lugar de pedir que fuera reconocido como heredero del compositor, algo que ya estaba confirmado en México, se limitó a exigir que lo incluyeran en la sucesión y lo consiguió.
Pero parece que no hay tango con final feliz. Enrique Luis visitó la tierra de su padre por última vez en diciembre 2016, cuando le anunciaron que le iba a salir un dictamen favorable con un embargo de SADAIC. Iba a tener derecho a cobrar regalías por las obras de su padre hasta el año 2022, cuando se cumplieran sesenta años más uno del fallecimiento del compositor. Pero murió el 28 de mayo de 2017, un mes antes de recibir un solo peso.