Fu-Manchú, el último mago de la dinastía Bamberg que vivió en la Argentina donde montaba espectáculos extravagantes

La Argentina tuvo su propio Fu Manchú, el séptimo de una dinastía de magos provenientes no del Lejano Oriente, sino de Europa. La dinastía Bamberg. David Tobias “Theodore” Bamberg nació en Derby, Inglaterra, un 19 de febrero de 1904 en el seno de una familia holandesa. En 1929 llegó a nuestro suelo en medio de una gira, donde decidió quedarse y convertirse en el máximo referente de la magia.

David era el primogénito de Okito, nombre artístico del ilusionista holandés Tobías “Theo” Leendert Bamberg (1875-1963) y Lilian Poole, hija de un empresario del espectáculo. Nació mientras Okito estaba de gira por Rusia, cumpliendo contratos. Su abuelo “Papa Bamberg”, Mago real de la Corte holandesa, lo cuidó durante sus primeros meses de vida.

Quien se remonte a sus antepasados “mágicos”, se encontrará con el nombre del primer mago de los Bamberg: Jasper, de principios del siglo XVIII, un alquimista, un brujo que se dedicaba a “materializar” muertos. Su hijo Eliaser fue conocido como Le Diable Boiteux (El Diablo cojo) quien tenía una pierna de madera, a causa de una fractura. Era celebrado por la manipulación de objetos, como cartas, monedas, etc. Elasier vivió 76 años y tuvo tiempo de formar en estas artes a su hijo David Leendert, muy hábil también en la magia de manipulación. Su maestría fue reconocida al convertirse en Mago de la Corte en 1834 hasta su muerte a los 83 años. David Leendert tuvo cuatro hijos y el mayor, Tobías fue el que lo igualó en el dominio de la manipulación, además de ser un hombre políglota y con un profundo sentido del humor. Por sus habilidades también fue nombrado Mago de la Corte, hasta su muerte a los 58 años. La quinta generación corresponde a David Tobías alias Papa Bamberg, que a los 23 ya era Mago Real de la Corte holandesa, la sexta a su hijo mayor Okito, con quien hizo una larga gira por el sudeste asiático en 1907. Y llegamos al gran mago argentino por adopción, David Tobías II, alias Fu-Manchú.

Los nuevos contratos de Okito llevaron a que la familia se mudara a Nueva York. Con tan solo cinco años David hizo sus primeros trucos frente a un público. Fue en una reunión de la Sociedad Estadounidense de Magos, donde estaba su presidente, el gran Houdini, que fue invitado para que oficiara de asistente. La tierna anécdota acompañó a David durante toda su vida. Qué mago no soñaría tener como asistente al célebre ilusionista y escapista.

Al igual que en las casas de familias de artistas, de intelectuales, músicos, en la casa de los Bamberg había reuniones de magos de primer nivel. Okito se juntaba con el mismo Houdini, mientras el pequeño David, deslumbrado, escuchaba cada conversación y absorbía todo como una esponja.

En su casa, su papá tenía un estudio donde ensayaba horas y a pesar de que tenía prohibido entrar y tocar todo como chico travieso y curioso que era, lograba infiltrarse con firmes intenciones de convertirse en mago él también. De a poco, se fue ganando la confianza de su padre para que le enseñara sus primeros abracadabras.

A los 11, el niño regresó a Inglaterra y quedó bajo los cuidados de un tío ya que sus padres salían de gira y desaparecían, como en los mejores trucos, durante años. La vocación de los Bamberg era tan fuerte que David creció viendo magia en un teatro, el Egyptian Hall. En su país de origen completó sus estudios de magia profesional y regresó a Estados Unidos con el nombre de Syko, el psíquico, que le había sugerido Houdini. En sus primeros espectáculos hizo sombras chinescas, que era una tradición familiar y trabajó con telepáticos. Adivinaba número y palabras. En una oportunidad alguien le recomendó que se cambiara de nombre por uno más llamativo. Entonces, eligió Fu- Manchú, el un super villano chino que odiaba a los blancos y civilización occidental, cuyas novelas, escritas por Sax Rohmer, le encantaban.

Mientras trabajaba como asistente del Profesor Seward, un astrólogo de Atlantic City, en un acto de telepatía conoció a su primera mujer, Hilda Seagle, con quien contrajo matrimonio el 2 de noviembre de 1923. Acumuló experiencia en clubes nocturnos durante el período de la Ley Seca y tiempo después comenzó a viajar junto a su padre Okito en una gira por Europa hasta que se topó en Viena con Maurice Raymond, más conocido como Gran Raymond, un ilusionista que lo trajo para este hemisferio. Lo contrató para hacer una gira por América del Sur.

David se enamoró de Buenos Aires. Al término de la gira decidió quedarse con su mujer e independizarse de la compañía de Gran Raymond. Se presentó en cabarets y clubes pequeños, hasta consiguió respaldo económico. Al principio apostó por las sombras chinescas pero no dieron mucho resultado. Ya no sorprendían tanto. Se vivía un momento de gran transición en el mundo del espectáculo con la llegada del cine sonoro. Por lo que quienes hacían teatro de variedades se sintieron amenazados.

Un promotor llamado Walter Gaulke le propuso hacer un espectáculo de magia similar al de un ilusionista llamado Dante, que había estado en la ciudad con mucha aceptación. Su debut en un teatro, con el nombre de Fu Manchú fue en el viejo Teatro San Martín un 1ro de marzo de 1929. La función anunciaba “Okito presenta a Fu-Manchú”, y aseguraba misterio, emoción, intriga y alegría y un vestuario original chino “de la casta más elevada”.

En 1928 tuvo un hijo llamado Robert, pero su madre se lo llevó a Estados Unidos cuando descubrió que Fu-Manchú la engañaba con una bailarina.

Mientras que todos sus antepasados practicaban la “magia” en silencio, David rompió los esquemas y no dudó en hablar al público con un gran sentido del humor, tan propio de los ingleses. Con su espectáculo Bazar de Magia, sus funciones se hicieron famosas en el mundo entero. Eran extraordinarias. Estaba acompañado en sus números por actores, acróbatas y magos de primer nivel. El original espectáculo incluía el número Bazar de Magia que se trataba de un negocio de magia, atendido por Fu Manchú, donde llegaban clientes que pedían efectos mágicos. El nombre Bazar de magia, estaba inspirado en una tienda de magia argentina llamada El bazar yankee.

El éxito rotundo de este espectáculo se debía a la calidad, elenco importante, libretos humorísticos bien desarrollados, magia clásica, música que acompañaba los climas y un vestuario lujoso. Todo eso dio a lugar a que Fu-Manchú saliera de gira por Sudamérica y más tarde por Europa, África y Estados Unidos, donde tuvo que modificar su nombre como Fu Chan por una cuestión de derechos de autor. De tanto viajar, y permanencia en diferentes países, David dominaba varios idiomas con fluidez, como el alemán, francés y español. La crítica de los diarios de la época lo llenaban de elogios en 1935: “El más grande espectáculo de magia jamás visto en España”.

Su innegable talento lo llevó a la pantalla grande mexicana en los años 40. Era un hombre que disfrutaba aventurarse en nuevos proyectos. Filmó seis películas donde ponía en práctica su arte y sus títulos eran tenebrosos “El As negro”, “La mujer sin cabeza”, “El Museo del Crimen”. Si las primeras tres fueron taquilleras, las últimas fueron un fracaso comercial por lo que puso fin a esa etapa.

David Bamberg se retiró de los escenarios a mediados de los 60 para concentrarse en la docencia. Tuvo un club de magia donde transmitió todo su conocimiento. El Centro Mágico Fu-Manchú y su Escuela de Magia funcionaban en Riobamba 143, donde además, vendía productos para magos. Tras su muerte, el 19 de agosto de 1974, su mujer Lola, quedó a cargo del negocio. Y con su muerte se terminó la Dinastía de magos Bamberg, ya que su hijo Robert fue profesor universitario en Estados Unidos y no tuvo relación con la magia ni con su padre.

En la actualidad existe un lugar llamado Bazar de Magia, en honor a aquel espectáculo, en el centro porteño, que aloja el Museo Argentino de Magia. Su alma mater es Martín Pacheco, un mago aficionado que atesora el legado de muchos magos argentinos.

Hoy se celebra el Día Internacional del Mago, un arte de 4 mil años de antigüedad. Su etimología remonta al antiguo persa (magi) y al latín (magus). Según información de unos papiros el primer mago que existió era originario de Egipto, conocido como Dedi. Entre los tipos de magia más difundidos, hoy por hoy se conocen la magia de salón, ilusionismo, escapismo, mentalismo y magia infantil.

Y a quien se recuerda hoy es a Don Bosco, el santo patrono de los magos, nacido en Italia, quien hizo ilusionismo y malabares para divertir y educar a los jóvenes. En la Argentina, Fu-Manchú es recordado como el padre de la magia y si bien fue última generación de una dinastía, dejó una huella imborrable entre muchos magos y fans.