Esta mañana, a los 96 años, falleció Schejne María (Sara) Laskier de Rus, sobreviviente del Holocausto y activa participante de la organización Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora.
Su historia, marcada por la resistencia y el dolor, encapsula la perseverancia humana frente a la adversidad y el compromiso con la memoria histórica. “Lucho por no olvidar” fue una frase que Sara pronunció en múltiples ocasiones y describe la lucha permanente que definió su vida tras haber sobrevivido al campo de exterminio de Auschwitz y enfrentarse luego a la desaparición de su hijo durante la dictadura militar argentina.
Nacida en Lodz, Polonia en 1927, Sara vivió una infancia marcada por la tranquilidad y el aprendizaje hasta la irrupción del régimen nazi. Hija de Jacobo y Carola Laskier, con tan solo 12 años presenció la ocupación de su país y el inicio de un calvario que la llevaría a trabajar en una fábrica de sombreros en el gueto de Lodz, lugar donde se vio forzada a ver morir a su hermano, un deseo de infancia inesperadamente cumplido en el escenario más trágico.
Fue en el gueto donde, a sus 14 años, Sara rescató a su madre de ser enviada a las cámaras de gas y trabajó como esclava en una fábrica de aviones, manteniendo la esperanza incluso en medio del horror.
Bernardo Rus -ya fallecido- fue aquel hombre que conoció mediante su padre y se convertiría en el amor de su vida, aunque su romance solo pudo florecer tras la liberación y su posterior llegada de forma clandestina a Argentina, después de atravesar la frontera con Paraguay.
Se estableció en el país donde, junto a su esposo, reconstruyó su vida y formó una familia, una vida que nuevamente se vio marcada por el terror cuando su hijo Daniel desapareció durante la dictadura militar.
“Se fue Sara Rus. Se fue Sarenka. Se fue con ella su optimismo a toda prueba. Se fue con ella esa sonrisa que nos iluminaba a su paso. Se fueron su seducción y elegancia. Quedan en nuestro recuerdo sus dos tragedias. La de Auschwitz primero y la de la desaparición de Daniel, su hijo mayor, después, secuestrado y asesinado durante la dictadura”, recordó la psicóloga Diana Wang acerca de su amiga.
En 2008, Rus recibió el premio Azucena Villaflor, entregado por el gobierno nacional y fue declarada ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, en 2010.
“Nunca calló. Nunca se amilanó. Nunca se dio por vencida. Su voz, su palabra, su memoria y más que nada su presencia quedan guardados en cada uno de nosotros. Otra estrella que se apaga, la lloramos con dolor”, agregó la también escritora, autora del libro Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires.
No habrá velatorio y será enterrada mañana, junto a su marido, en el cementerio de La Tablada.