La Guerra de Malvinas y una gran frustración profesional

En el octavo episodio del podcast Medio siglo de periodismo Alberto Amato cuenta la cobertura del conflicto bélico que no fue. La espera en Comodoro Rivadavia luego de una promesa que hicieron los militares para viajar a las islas

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[El podcast “Medio siglo de periodismo” puede escucharse clickeando acá]

“La experiencia profesional más frustrante de mi vida”. Eso fue la Guerra de Malvinas para Alberto Amato. El periodista, que desde hace 50 años trabaja de manera ininterrumpida en distintas redacciones, no logró lo que quería. No pudo ir a las islas Malvinas. Estuvo cerca, pero no consiguió lo que deseaba. Sobre aquella situación habla Amato en el nuevo episodio del podcast “Medio siglo de periodismo”.

La frustración de Amato tiene dos patas. La primera fue haber sabido que algo iba a pasar en Malvinas antes de que las tropas argentinas llegaran a las islas el 2 de abril de 1982. Amato se había encontrado en marzo de aquel año con el corresponsal del diario británico The Guardian en la Fiesta de la Vendimia que se realiza en Mendoza. Cuando le preguntó al británico por qué estaba allí, su colega le dijo: “Quiero estar cuando Argentina invada las Malvinas”. Amato creyó que el corresponsal estaba equivocado o había bebido mucho vino.

Días después entrevistó al mendocino Alejandro Orfila, quien era secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). El diplomático -que comenzaba a pensar en su retiro- le dijo que no quería dejar el cargo sin “ver flamear la bandera argentina en las Malvinas”. Unos días más tarde se produjo el incidente de los obreros que izaron la bandera argentina en las islas Georgias, cerca de Malvinas. Con aquel hecho, si se quiere, se inició lo que desembocó en el desembarco de tropas argentinas en Puerto Argentino.

Fue entonces cuando Amato habló con las autoridades de la revista Gente, les contó sus conversaciones, ató cabos y les pidió que lo mandaran a Malvinas porque estaba convencido de que sucedería lo que finalmente sucedió el 2 de abril de 1982. Como no lo enviaron a Malvinas, Amato se fue de la revista Gente y pasó a la revista La Semana. Allí estaba Samuel “Chiche” Gelblung como director, quien lo recibió con los brazos abiertos. Y lo mandó lo más cerca de Malvinas que pudo.

Jorge Isaac Anaya, Leopoldo Fortunato
Jorge Isaac Anaya, Leopoldo Fortunato Galtieri y Basilio Lami Dozo. La Junta militar que decidió el desembarco

Estuvo, como otros tantos periodistas, en Comodoro Rivadavia, Chubut. Allí los militares les prometieron que iban a viajar a las islas. Pero nunca sucedió. Es más, los militares les escondieron un hecho informativo que ocurrió allí, donde estaba toda la prensa a la espera de que algo aconteciera.

Alberto Amato recuerda que: “Un día nos citaron a todos los cronistas, a todos los camarógrafos, a todos los reporteros gráficos, porque se iba a conocer la lista de los primeros enviados a Malvinas. Nos reunieron en la oficina de prensa, en ese salón, que creo que era un gimnasio, estaba la oficina de Entel y había equipos de télex y un lugar acondicionado para la situación de guerra que nosotros no usábamos. En general, solo para estas conferencias diarias de prensa en las que no se decía nada. Entonces, cuando a las dos de la tarde nos tuvieron a todos encerrados en ese local y con las puertas cerradas, pasaron los primeros camiones con los heridos que llegaban de las islas…”. Los habían encerrado para que no vieran lo único que había para ver: la llegada de los combatientes heridos desde Malvinas.

En el episodio del podcast Amato hace referencia a cómo los militares escuchaban las conversaciones telefónicas (no había celulares) de los periodistas, cómo los seguían por la ciudad e intentaron prohibirles que entrevistaran al brigadier Basilio Lami Dozo, quien por entonces era nada menos que el jefe de la Fuerza Aérea.

Finalmente Amato no pudo viajar a Malvinas. La estadía en Comodoro Rivadavia fue minúscula frente al tamaño de sus aspiraciones. No siempre la carrera de un periodista tiene éxitos para ser contados, a veces, como en este caso, se cuenta también una frustración que suena a fracaso. Provocada por otros, pero frustración al fin.

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