El viernes 18 de enero de 1974, el presidente Perón y el líder panameño Omar Torrijos Herrera firmaron en Buenos Aires una larga Declaración Conjunta en la que Panamá reafirmaba “su total apoyo” a la reclamación argentina de las Islas Malvinas y la Argentina reconocía al Estado panameño “las legítimas demandas referidas al Canal de Panamá y la recuperación de su territorio actualmente denominado Zona del Canal de Panamá”. “La Argentina en el despegue” titulaba el artículo del diario Il Popolo, órgano oficial de la gobernante democracia cristiana italiana, que reprodujo Mayoría el sábado 19 de enero, en el que se afirma que Perón “ha vuelto al Gobierno como un sabio de la política empeñado especialmente en no repetir ninguno de los errores que se le reprocharon alguna vez, con razón o sin ella: hoy Perón aparece como el hombre de gran equilibrio nacional comprometido en el respeto de las opiniones ajenas y en la convivencia pacífica. Todo esto le ha asegurado a Perón el apoyo y la cooperación de numerosos sectores no peronistas también”.
Ese sábado 19 comenzaba el Festival de Cosquín y por primera vez en 14 años los ganadores serían elegidos por el voto popular. Algunos de los que participarían son ya parte de la historia del folklore argentino: Eduardo Falú, Los Fronterizos, Los Huanca Hua, Los de Salta y Ramona Galarza. Por la noche los argentinos que se quedaron en sus casas para ver televisión optaron por Canal 9 y su Alta Comedia, en la que dieron Fedra con la que participación de Nélida Lobato, Víctor Laplace, María de los Ángeles Medrano, Oscar Ferrigno y la presentación de Silvio Soldán. Como siempre, a las 0.30, Canal 13 (Canal 2 lo repetía en directo) presentaba su Noticiero relatado por Horacio Galloso. En esos momentos el PRT-ERP ya había iniciado el ataque a la Guarnición Militar de Azul, pero nada salió al aire en esa edición. Menos de tres meses antes el presidente argentino se sumergía en el vendaval de violencia que se abatía sobre el país: el 23 de septiembre de 1973 gano ampliamente la contienda presidencial con el 62% de los votos; al día siguiente el gobierno interino de Raúl Lastiri con el aval de Perón dicto el decreto 1454 declarando fuera de la ley al PRT-ERP; el mismo día 24 un enviado especial del mandatario electo viajo a Chile para ofrecer su solidaridad y apoyo a la Junta Militar que presidia el general Augusto Pinochet y, al día siguiente, 25 de septiembre, José Ignacio Rucci, el secretario general de la CGT moría acribillado a balazos por un comando de Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Los terrenos de la Guarnición Ejército de Azul estaban ocupados por los cuarteles de dos unidades: el Grupo de Artillería Blindado 1 (GA Bl 1) y el Regimiento de Caballería de Tiradores Blindados 10 “Húsares de Pueyrredón” (RC Tir Bl 10).
Mucho se ha escrito sobre el ataque de la compañía “Héroes de Trelew” del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) a la unidad de tanques más importante del Ejército argentino y menos se ha hablado del porqué del asalto a la guarnición castrense. La cuestión se asienta sobre dos miradas diferentes que manifiestan el delirio subversivo de iniciar una “guerra popular prolongada” contra el Estado Nacional que se entiende luego de repasar el fracaso de las gestiones de Mario Roberto Santucho y sus adláteres por conseguir el apoyo del comandante Fidel Castro a tamaño objetivo.
Ya en 1970, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en su V° Congreso (donde funda el ERP) afirmó: “En Tucumán, el sector de vanguardia lo constituyen los obreros azucareros, directamente ligados al proletariado rural y, a través de éste al campesinado pobre” y agregó: “la situación geográfica de Tucumán hace que el eje estratégico de la lucha armada pase por allí en sus formas iniciales de la guerrilla rural”. Luego continúa: " En la primera etapa, la lucha armada se reducirá a Tucumán, pero posteriormente se irá extendiendo por todo el Norte hasta llegar a enlazar geográficamente áreas cercanas a regiones urbanas como Córdoba, Rosario, Santiago del Estero, Catamarca, Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, etc”. Tras algunos intentos frustrados, en 1972, se inició el reconocimiento del SE de Tucumán, a cargo de Ramón Rosa Jiménez (a) “El Zurdo” (a) “Ricardo” y un equipo, con la misión de estudiar las condiciones para instalar una unidad de monte que abriera un frente rural e iniciar la guerra de guerrillas. Con el tiempo se incorporaron bolivianos, chilenos y hasta el sueco Dag Arne Runing (a) “Julio”, profesor de Historia, que llegó al grado de “teniente”.
Al mes de asumir Héctor J. Cámpora su período de 49 días como Presidente de la Nación, el PRT-ERP había decidido que iba a crear un foco guerrillero en el monte tucumano y solo había que esperar el momento propicio. En mis libros Nadie fue y Volver a matar se publicaron varios informes de la época, realizados por la Inteligencia Militar argentina, rescatados del olvido, que abonan la certeza de que las organizaciones armadas intentaban tomar el poder por la violencia. De acuerdo a las fechas en que se realizaron esos informes nadie se podía hacer el distraído: Lanusse, Cámpora, Lastiri y también Perón los leyeron, o tenían la obligación de leerlos. En junio de 1973, Santucho mandó a algunos elementos al mando de Lionel Mac Donald (a) “capitán Raúl” o “Nicasio” a examinar la zona imaginando a Tucumán como una suerte de Vietnam y a su tropa como el vietcong. Una vez afincado en el terreno y comenzadas las operaciones se intentaría declarar una “zona liberada” y así buscar reconocimiento internacional como “grupo beligerante”, como bien observó Blanca Rina Santucho en Nosotros los Santucho “no pensaron en las condiciones históricas que atravesaban”. Para realizar sus planes tenían dinero como resultado de los secuestros extorsivos; tampoco le faltaba gente, aunque no fuera apta como para sobrellevar la lucha en la selva contra tropas profesionales. Solo carecía de las armas necesarias como para enfrentar al Ejército, de allí, entonces los intentos de asaltar los arsenales militares. Dada la endeblez profesional de sus oficiales y tropa, llegamos ahora al pedido de ayuda a Castro para capacitar a sus efectivos. El “face to face” de Castro y Santucho se dio en ocasión del refugio que Cuba le dio a varios jefes terroristas tras la huída del penal de Rawson en agosto de 1972. Los detalles me los dio (grabados) Alejandro “Lucas” Ferreyra Beltrán uno de los que asalto el avión de Austral que los conduciría a Chile y de allí en Cubana de Aviación a La Habana: “Fidel lo recibe a Robi y yo creo que Fidel se va de la entrevista desilusionado de Robi. Charlan mucho de Perú, de la importancia que tenía para Cuba romper el bloqueo; ese es uno de los temas clave. Para llegar, luego, a qué iba a hacer el ERP frente a (Héctor) Cámpora. Fidel tenía mucha expectativa desde el punto de vista económico de lo que podía significar la relación con Argentina, salir del bloqueo. Esta era la obsesión Fidel. Y que nosotros con la actividad armada no fuéramos a dificultar eso. Yo creo que Santucho tenía definida la posición de ninguna tregua, más o menos. Cuando se va Fidel, tuvimos una conversación en la que Robi me cuenta que se había quedado preocupado porque lo había notado a Fidel disconforme con la conversación con él. Y ahí ya había claramente como dos posiciones: Fidel y Manuel “Barbarroja” Piñeiro (jefe del Departamento Américas y coordinador de todas las guerrillas), digamos, más inclinado con el apoyo al peronismo. Ahí vuelcan su apoyo, definen, el apoyo más a los “Montos”, el apoyo al peronismo… y Arnaldo Ochoa un poco y otra gente que estaba más de acuerdo con Robi, como que esto (la salida electoral) era una buena nueva trampa, digamos, una nueva trampa.”
En su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP, de Tucumán a la Tablada Arnol Juan Kremer, cuyo nombre de guerra es “Luis Mattini”, relató que con la precisa instrucción de Mario Roberto Santucho y el Buró Político del PRT viajó a fines de 1973 secretamente a La Habana para mantener encuentros al más alto nivel y “discutir las perspectivas para América Latina y en particular para Argentina después de la apertura que había representado el camporismo. El temario propuesto constaba de varios puntos de los cuales los más importantes eran: las relaciones de Cuba con Argentina; perspectivas de la guerrilla rural ante el próximo golpe de estado o derechización del gobierno y pedido de ayuda militar para ese evento. La política de Cuba hacia las fuerzas armadas de los distintos países latinoamericanos y el desarrollo de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR)” (una multinacional de bandas terroristas del Cono Sur). Tenía, además, la orden precisa de Santucho de no plantear “el tema rural” si no se lograba una entrevista con el propio Fidel Castro. Mattini llegó a Cuba con la impresión que en el Partido Comunista Cubano y en especial dentro del Departamento América que comandaba el comandante Manuel Piñeiro Losada, “Barbarroja”, “sobrestimaba las posibilidades del peronismo de lanzar al país hacia una política independiente de largo alcance” y que “predominaban las simpatías por el peronismo” y en cambio en las estructuras militares cubanas “existiría mayor preponderancia pro PRT-ERP, por la consecuencia militar del ERP”. Cuenta Mattini que dada la importancia del temario a tratar el que debió haberla llevado adelante era el propio Santucho, con el que había tratado brevemente en 1972, durante la estadía del comandante del PRT-ERP tras su fuga del Penal de Rawson. Como hemos visto, habría entonces que aclarar que la conversación de Castro con Santucho no fue satisfactoria y que por lo tanto él no quiso exponerse.
Luis Mattini en La Habana realizó la acostumbrada rutina con la que eran tratados los “revolucionarios”. Vivió en una casa de seguridad, o de protocolo, una de las tantas casas robadas a antiguos moradores que huyeron cuando el castrismo se sacó la máscara democrática); lo pasearon por distintos lugares –incluida alguna fábrica y un centro cultural—para que observe el “avance” de la revolución; visitó algunas sedes diplomáticas de países socialistas (que con seguridad deben haber sido las de Vietnam y Corea del Norte) y “en especial la unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que comandaba el general Arnaldo Ochoa Sánchez (fusilado el 13 de julio de 1989 con cargos falsos, cuando su figura había alcanzado altos niveles de popularidad con el propio Fidel Castro). Mattini, lo mismo que Ferreyra Beltrán, se quedó sorprendido, deslumbrado, por la sobriedad y humildad de Arnaldo Ochoa. Mattini lo dice: “la aspiración de máxima de Santucho y el Buró Político era que el propio general Ochoa fuese instructor de la compañía de monte, tarea para lo cual lo habían apalabrado durante la dictadura de Lanusse y sólo esperaba la aprobación de Fidel”. Para esa época Ochoa venía de fracasar en Venezuela, cuando Castro “exportó” su revolución a ese país; peleó en el Congo y habría de comandar las tropas cubanas que intervinieron en la guerra de Angola, cuando ya abiertamente los cubanos oficiaban de carne de cañón del imperialismo soviético. Posteriormente Ochoa fue declarado “Héroe de la Revolución” y fue el general de división más condecorado de Cuba.
La esperada entrevista con el comandante Fidel Castro se realizó el 4 de enero de 1974 y duró casi ocho horas. Durante la misma el revolucionario cubano llevó la mayor parte de la conversación, relatando los pormenores de su larga marcha hacia el poder desde el asalto al cuartel de Moncada (26 de julio de 1953) hasta enero de 1959 y desde ahí hasta ese momento. Una monserga que nunca se privó de ponderar. Mattini pidió armas e instrucción militar para armar la Compañía de Monte en Tucumán y Fidel, con sutileza, le dijo que no porque Cuba había establecido relaciones diplomáticas con la Argentina y ello “impedía cualquier forma de apoyo militar a una guerrilla opositora al gobierno. En un momento, cuenta Mattini que Castro le dijo: “Admiro la tenacidad de ustedes, componente indispensable de la pasta de los revolucionarios. Pero muchachos, más flexibilidad y astucia”. Fidel también le observó que una guerrilla sólo tiene posibilidades de éxito en determinadas condiciones políticas. En general no es viable la lucha armada contra un gobierno que guarde las formas democráticas, en particular contra un gobierno que, como el peronista, gozaba de indiscutida popularidad. El “Caballo”, nombre con el que el pueblo cubano lo reconocía coloquialmente a Castro volvió a mentir. Porque él consintió y entrenó la primera incursión guerrillera en la Argentina –que integraron oficiales cubanos—durante las presidencias de Guido e Íllia. ¿Acaso era antidemocrático el gobierno de Raúl Leoni en Venezuela, cuando el general Arnaldo Ochoa comandó una expedición que intentaría derrocar el gobierno en 1966? La fuerza incursora libró varios combates donde murieron oficiales y soldados venezolanos.
Recién en 1998 Fidel Castro reconocería públicamente: “Las condiciones objetivas existían, pero las condiciones subjetivas fallaron”. Pero hicimos un esfuerzo”, sentenció el presidente cubano. Y añadió: “Habríamos cambiado la historia. Habría sido distinto”. A simple vista los dos interlocutores escondieron algo. Mattini no contó que ya para esa época el PRT-ERP planificaba el copamiento de la Guarnición de Azul, buscando armas para su futura Compañía de Monte. Faltaban 15 días para producirse el ataque. En otras palabras, el ERP intuía que Cuba no se las daría. Y por el lado de Castro, como era su costumbre, mintió. A pesar de mantener relaciones diplomáticas y de gozar de un crédito blando argentino –crédito que nunca devolvió-- que le posibilitó renovar el parque automotor y asirse de otras mercaderías y alimentos, Cuba continuó siendo un lugar de entrenamiento y refugio de cuanto terrorista argentino llegara a la isla. Porque lo concreto es que en el momento de producirse la “retirada estratégica” de la conducción del PRT-ERP y Montoneros (1976) el lugar elegido para guarecerse fue Cuba. De allí que la guerra contra el Estado democrático (1973-1976) que declararon las organizaciones armadas tuvo una connotación mayor cual fue la injerencia militar extranjera en una cuestión interna nacional. Según Mattini la operación fue planificada por Santucho y debía ser llevada a cabo en diciembre de 1973 como respuesta del ERP a la asunción presidencial de Perón. Solo razones técnicas la postergaron para el mes siguiente. El objetivo era “el de dar un golpe fuerte a las FFAA, y el objetivo práctico era obtener, al menos, entre seis y ocho toneladas de armamentos” que iba a ser destinado “a la preparación de las guerrillas rurales, para el futuro. Porque semejante cantidad de armamentos no se necesitaba para la guerrilla urbana. Ésta se autoalimentaba, por lo general. Atacábamos comisarías, por ejemplo. No se necesitaba todo ese material”.
El operativo estuvo conformado por tres grupos. “Un grupo central, al mando del jefe del operativo, que era Enrique Gorriarán Merlo, atacaba la zona de tanques. Otro grupo, al mando de Hugo Irurzun, “Capitán Santiago”, se desplaza en profundidad en el cuartel (Irurzun va a ser jede de la Compañía de Monte y más tarde (1980) interviene en el asesinado de Anastasio Somoza en Paraguay. Un tercer grupo, al mando de Jorge “Pinturita” Molina, cuya misión era atacar las casas de los jefes militares y secuestrarlos. Este grupo “tenía autonomía total”. Es decir, independientemente del ataque al cuartel, la misión era llevárselos sin tener en cuenta lo que sucedía con el resto de los atacantes. Este grupo es el que asesina al coronel Camilo Arturo Gay y su esposa y secuestra al coronel Jorge Roberto Ibarzábal y lo mantiene en una “cárcel del pueblo”. El 19 de noviembre de 1974, aproximadamente a las 19 horas, en un control de ruta que se realizaba en las calles Donato Álvarez y San Martín, en la localidad de San Francisco Solano, partido de Quilmes, se observó una caravana integrada por una camioneta Rastrojero, acompañada por un Ford Falcon celeste y un Chevrolet blanco, que trató de evitar la inspección policial. Tras un tiroteo, cuando se revisó el Rastrojero se encontró un armario metálico de 1.65 metros de alto por 65 centímetros de ancho volcado en el piso, con su puerta abierta, en cuyo interior yacía un hombre con sus ojos tapados con cinta adhesiva, con tres impactos de bala realizados a corta distancia. Era el coronel Jorge Ibarzábal que había sido asesinado a quemarropa con un revólver calibre 357 Magnum de Smith & Wesson. El informe policial aseguró que dentro de la camioneta también encontraron una carpa de campaña; elementos de comunicaciones y sanidad; documentación de la organización; una ametralladora Browning calibre 50 y “una cédula a nombre de Gustavo Sergio Dicowsky (”El Polaco”), el autor de los disparos contra el jefe militar”.
Entre los documentos que fueron tomados a la guerrilla en Tucumán se observa uno que trata sobre el proceso de unidad del PRT-ERP con Montoneros, algo que fue tratado seriamente en julio de 1976. Para ese entonces mucha sangre había sido derramada en la Argentina. En 1973 el PRT-ERP afirmaría: “Nadie puede ya dudarlo, la guerra civil revolucionaria se ha generalizado en la Argentina. De un lado el ejército opresor, del otro bando las fuerzas guerrilleras […] con la simpatía y el apoyo cada vez más activo de las masas obreras y populares.” En pocas palabras, la violencia terrorista era un hecho reconocido por el terrorismo y la sociedad, y las FFAA por orden del poder constitucional se hicieron cargo de imponer el orden, aunque ya antes del 24 de marzo de 1976, el general Albano Harguindeguy anotó en su agenda “esto es un lío inarreglable”.