El crecimiento demográfico que Pinamar experimentó durante la pandemia acompañó una amplitud de la oferta gastronómica y entre las nuevas propuestas sobresalen los cafés de especialidad, que no existían antes del COVID y que ahora cada vez ganan más espacio y atraen muchos turistas.
Este verano hizo su estreno uno nuevo: se llama Negra Baker y es el primero orgánico y vegano.
Con un local ubicado en Domingo Faustino Sarmiento 275, en la localidad de Ostende, se trata de un emprendimiento de Carla Bogado -o Lali, como es conocida en su entorno- que surgió como respuesta a “una demanda que no estaba cubierta” en el partido costero, según explica ella.
La propuesta se distingue por el uso del aceite de oliva, del azúcar y de los tipos de harina (de mijo, de quinoa, de algarroba blanca o de sorgo) orgánicos certificados en todos los productos de pastelería y de cocina. La materia prima se consigue directamente a través de productores del país. Por ejemplo, la harina de algarroba blanca llega desde Santiago del Estero.
En temporada, el local funciona de 8 a 22 y ofrece mucho más que una cafetería tradicional. La carta incluye desde flat white, té y kombucha hasta limonada con menta y cedrón, vinos y tragos orgánicos, entre otras bebidas.
Para comer, hay tartas, ensaladas y bruschettas, que pueden servirse con pan clásico, de trigo sarraceno o keto elaborado con harina de almendras y huevos. “La gente ama el avocado toast, que viene con pan de campo de masa madre, sin levadura ni químicos, natural, fermentado, como corresponde; huevo de campo, palta, rúcula, lechuga morada y brotes verdes”, agrega Lali en diálogo con Infobae. Los precios oscilan entre los $3.200 y $6.000.
A la hora de elegir los dulces, las cookies son las favoritas de los clientes. En el menú también se pueden encontrar tostados en pan de campo de masa madre con jamón natural y queso orgánico. “Porque mi hijo come tostado de jamón y queso, y entiendo que a los niños les encanta. No puedo no poner el jamón, lo comen todos los niños del mundo”, comenta la emprendedora y remarca que trabaja en la transición de la carta a una sin gluten.
“Es algo que quiero lograr también. Ahora, por ejemplo, tengo dos productos nada más de pastelería con gluten: las cookies y las tortas de chocolate. Después, el resto es todo sin gluten. Me parece que es súper inclusivo que todos puedan comer sin lactosa y que nadie se quede afuera. Eso es como un poco el concepto que quise armar y siempre desde el orgánico”, destaca.
Lali recomienda la tarta de verdura con verduras y mozzarella a base de almendras: “Comés eso y sentís como tu cuerpo se te nutre y no te cae pesado y podés seguir tu día activo, bien feliz. Es riquísimo”. Y subraya: “Todo eso lo puedo hacer porque estoy trabajando con una licenciada en Nutrición”. En ese sentido, señala que detrás de la elaboración de los platos de cocina y de las opciones de pastelería están Carolina Ficosecco y Pura Colombo, respectivamente.
La emprendedora cuenta que se volcó a la alimentación saludable hace una década, aproximadamente. Recuerda que en aquella época “no había muchas opciones como ahora”. Un punto de inflexión se dio durante el embarazo de su hijo León, que hoy tiene 8 años. “Me empecé a preguntar: ¿Qué es lo que le voy a dar de comer a mi hijo cuando lo traiga a este mundo?”.
“Ahí empecé a leer las etiquetas en los mercados y, a veces, me titilaban los ojos de los nervios. Porque si vos te ponés a leer las etiquetas de lo que comés... El ultraprocesado te termina llevando a la ruina”.
La mujer pertenece a una familia de gastronómicos y a lo largo de varios años trabajó en distintos bares, aunque siempre en la labor de servicio, nunca en la cocina. “Yo de chica cantaba y bailaba, era todo lo que hacía. Nunca me imaginé que iba a terminar cocinando porque no era algo que me apasionaba”, repasa su historia durante la charla con este medio.
Con el tiempo, comenzó a estudiar la carrera de traductor público, pero a los tres años decidió que no era lo suyo y la abandonó. “Me di cuenta que era feliz en gastronomía”.
Lali se mudó a Pinamar desde la Ciudad de Buenos Aires en busca de un nuevo rumbo para su vida. Llegó en marzo de 2022. Se compró un horno y empezó a cocinar desde su casa, para vender online. Participó de la feria Sabe la Tierra y el verano pasado llevó su propuesta a un chiringuito en la playa. Luego de eso, le surgió la posibilidad de instalarse en el local de Ostende. Vendió una propiedad familiar en Cariló y equipó el lugar, que finalmente abrió sus puertas a mediados de diciembre pasado.
Dice que no es cocinera y tampoco pastelera. Se define como una “valiente”. También comenta que se nutrió de conocimientos mirando tutoriales en Instagram y YouTube, con recetas a las que luego les aplicó su impronta y personalidad. Además, menciona que “la parte más difícil de la pastelería es lograr que las cosas salgan siempre iguales”.
En su primera temporada, indica que hay “poco” movimiento: “El otro día una clienta me dijo algo que nadie te lo dice: ‘Empezar en un momento de crisis está bueno, porque después de acá es todo para arriba’”. También revela que está agotada por el ritmo frenético de trabajo. “Pero muy contenta y muy agradecida. Lo que más me motiva es la devolución de la gente. Todos vuelven y eso es lo importante”, acota.
“Nadie me regaló nada, todo fue fruto de mi esfuerzo. Después de tanto sacrificio, creo que el premio y la recompensa viene por ese lado. Si trabajás y son constante la magia sucede en algún momento. Es como medio naif el mensaje, pero la verdad que, por lo menos en mi experiencia, fue un poco así”, expresa.
Por último, cuenta que su deseo ahora es abrir otro local: “Me encanta el Mar de Ostende, es divino. Esta va a ser la casa central siempre. Pero apunto a expandirme un poquito”.
Fotos: Manuela Luján