La angustia y el miedo que embarga a los padres de Fernando Báez Sosa, a cuatro años del brutal asesinato en Villa Gesell

A casi un año de la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores, Graciela y Silvino, así como sus abogados defensores, están a la expectativa de lo que dictamine la Sala II del Tribunal de Casación Penal bonaerense, que dilata el fallo de confirmación o modificación de las condenas tras la presentación de las apelaciones. Qué esperan y a qué le temen

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Graciela Sosa y Silvino Báez,
Graciela Sosa y Silvino Báez, juntos y conmovidos, en el acto que conmemoraba los tres años de la muerte de su hijo Fernando (Ezequiel Acuña)

Graciela y Silvino no hablan de su hijo. No saben por qué ni cómo llegaron a conciliar ese acuerdo. Es un convenio tácito, un tratado de convivencia implícito. En la casa de Fernando Báez Sosa, su nombre, su historia, su causa es tabú. Abundan las fotos, los homenajes, los altares, pero la presencia está silenciada. Entre ellos no hablan de él. A otros sí. Pero cuando están solos, cuando las cámaras y los micrófonos se apagan, callan. No abordan el tema. Lo esquivan. Es un mecanismo de defensa, una estrategia para subsistir, para seguir, para no claudicar. La causa de la muerte los necesita alertas, expectantes. Porque no está todo terminado. Falta que el Tribunal de Casación Penal bonaerense resuelva las apelaciones. De algo tienen miedo.

Graciela empezó terapia. Pasaron casi cuatro años y un juicio de consumo masivo para que sintiera la necesidad de confesarle a un psicólogo que no puede dormir por las noches, que se siente rendida, que perdió las ganas y que entiende que la única solución para que su vida mejore es terminarla. Dice que aún no aprende a procesar la pérdida, que así como le cuesta conciliar el sueño también le cuesta levantarse de la cama, que se detiene ante la habitación de su hijo -que permanece intacta tal como él la dejó- y no sabe cómo recomponerse, que no logra despegarse de esa madrugada de febrero de 2020, que su vida quedó congelada ahí, que no encuentra motivos ni razones, que hay días que no quisiera estar viva. “Le dije al psicólogo que mi única solución es la muerte”, juró, entre lágrimas, en el programa Mañanísima de El Trece. Su reflexión surge a partir de un miedo: que la justicia, esa que anhela y la que la desvela, nunca llegue del todo.

El lunes 6 de febrero de 2023 -tras trece audiencias y 87 testigos, a tres años y diecisiete días del hecho- el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores había condenado a Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli, Luciano, Lucas y Ciro Pertossi como culpables del asesinato de Fernando Báez Sosa, cometido el 18 de enero de 2020 frente a la discoteca Le Brique en Villa Gesell. El delito que les cabe es de homicidio doblemente agravado por su comisión por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas en concurso ideal con lesiones leves. En tanto, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi recibieron penas de 15 años de cárcel como partícipes secundarios del mismo delito.

¿Será verdad que hay jueces
¿Será verdad que hay jueces que quieren aliviar la pena de los condenados? ¿Será verdad que hay en marcha un entramado para fogonear otra vez la canallesca idea de un asesinato ‘sin querer matar’?”, se preguntó Fernando Burlando (Ezequiel Acuña)

La conformidad de Graciela y Silvino con el fallo de los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lazzari fue parcial. “Queremos perpetua para todos. No nos abandonen. Todavía falta. Vamos por todo”, pidió el padre esa tarde al salir del Palacio de los Tribunales de Dolores. Prometieron no bajar los brazos: son los mismos que ahora les cuesta mantenerse de pie. Sus abogados recurrieron la sentencia porque consideran que todos, los ocho imputados, merecen la misma pena: perpetua. Los representantes del Ministerio Público Fiscal en el juicio también apelaron la sentencia en primera instancia: coincidieron que a los tres acusados que recibieron la pena de quince años de cárcel les corresponde prisión perpetua.

Hugo Tomei, letrado defensor de los condenados, hizo su presentación veinte días después del veredicto en un expediente de 140 páginas. En su apelación exige la absolución de los tres partícipes secundarios y una pena inferior a los seis años a los cinco condenados a prisión perpetua porque sostiene que la carátula del crimen merecía la definición de “homicidio en riña o agresión tumultuosa”. A cuatro años del asesinato, a casi uno del dictamen, la respuesta la tienen los jueces de la Sala II del Tribunal de Casación Penal bonaerense. María Florencia Budiño, Fernando Mancini y Mario Kohan tienen la facultad para ratificar o modificar la sentencia en primera instancia, luego de analizar las apelaciones de los fiscales, de los abogados representantes de los padres de la víctima y de los condenados.

El primer plazo para expedirse ya venció en diciembre. El siguiente, según las instrucciones del Código Procesal Penal bonaerense, finaliza en junio. Los abogados de los padres sabían desde octubre que los jueces iban a tomarse un plazo extra: presumen que la respuesta estará antes de mayo. Mientras, Hugo Tomei espera en silencio y los ocho rugbiers, en la alcaidía número tres de Melchor Romero, en La Plata. Viven en parejas en cuatro calabozos, aislados del resto de la población carcelaria, en el pabellón número seis. Cumplen una rutina de 21 horas diarias de encierro con ejercicios físicos y tareas en la cocina de la unidad. Cortan el pasto, hacen trabajos de jardinería, salen al patio, se cocinan, limpian el pabellón, miran televisión y reciben visitas periódicas de sus familiares.

Los ocho condenados por la
Los ocho condenados por la muerte de Fernando Báez Sosa: cinco recibieron la pena de prisión perpetua y tres una condena de quince años de cárcel

Graciela y Silvino también esperan. El tiempo les parece espeso. La dilación en el dictamen les produce un resquemor. Hay algo -perciben- que huele mal. Parieron un temor. En diálogo con Infobae, la madre dice confiar: “Esperamos que el fallo de casación de la Plata pronto pueda definir sobre el asesinato de nuestro hijo. Nos gustaría que sea una justicia ejemplar y le den perpetua a todos los que asesinaron injustamente a Fernando. Siempre hemos confiado en la Justicia y confiamos que pronto llegará el fallo”.

La espera, confiesa, le instaló un sentimiento de desesperación y angustia. Elige ser prudente y optimista: anhela que el fallo -la confirmación y la ampliación de las prisiones perpetuas- le entregue una dosis de paz y calma. Aún no lo alcanza. Fernando Burlando, su abogado, escribió unas líneas donde resume la sensación que comparte con sus defendidos. Habla de un miedo nuevo. “Al dolor, la indignación y la angustia que significa ese recuerdo, debemos agregarlo algo con lo que no contábamos: el miedo. Nos acorrala ahora el medio que se genera por los rumores que desde hace unas semanas corren en ciertos ambientes judiciales. Es el miedo a la injusticia. El miedo a que la justicia se vea avasallada. El miedo a ver hecha realidad la peor de las pesadillas que significa ver a los asesinos en libertad. El miedo de que sean beneficiados por erróneas interpretaciones de todo lo visto, oído y probado durante el juicio. Tenemos miedo de que esas versiones tengan asidero y un correlato con la verdad”.

“Tenemos miedo de la decisión de jueces que, de ser así, pareciera que han visto otro juicio, evaluando otras pruebas y conociendo otra realidad. Como a los padres de Fernando, nos angustia y nos paraliza la idea de que después de toda la contundente prueba que existe sobre el asesinato que conmovió y conmueve a la sociedad, todavía se intente minimizarle llevando ese homicidio planeado y ejecutado con saña y perversidad, al sencillo terreno de un hecho prácticamente ‘accidental’. Nos aterra la idea de que se cambie la mirada que la justicia tiene sobre el crimen. Nos aterra que se vayan a desvirtuar los crudos testimonios de quienes intentaron ayudar a Fernando, salvarle la vida, evitar su masacre”.

María Florencia Budiño, Fernando Mancini
María Florencia Budiño, Fernando Mancini y Mario Kohan, jueces de la Sala II del Tribunal de Casación Penal bonaerense, deben evaluar las apelaciones presentadas tras la sentencia en primera instancia (Nacho Amiconi)

Nos angustia ver que algún juez pretenda aliviar la pena de los condenados, tomando como argumento algunas de las irrealidades que la defensa intentó mostrar. Por estos días particularmente tristes nos sentimos plenamente hermanados en ese dolor con los padres de Fernando que enfrentan esos rumores. Y nos preguntamos si tienen asidero o si solo son producto de maniobras perversas para desacreditar a una justicia que con impecable desempeño condenó a los asesinos”.

“¿Será verdad que hay jueces que quieren aliviar la pena de los condenados? ¿Será verdad que hay en marcha un entramado para fogonear otra vez la canallesca idea de un asesinato ‘sin querer matar’?”, pregunta Burlando. Es el miedo que impide que Graciela y Silvino tengan un poco de paz. “Para que quede marcado un antes y un después, y pueda servir para otra familia en el día de mañana. Que sea perpetua para todos. Lo que pasó con Fernando sigue pasando día a día. Pienso que si la Justicia es fuerte se puede calmar tanta injusticia de tantas muertes de chicos jóvenes”, dice la mujer, mientras piensa en el crimen de Tomás Tello, un joven también atacado por un grupo de personas, también asesinado en verano en un balneario de la costa atlántica.

Este jueves 18 de enero, a las ocho de la noche y a cuatro años del brutal asesinato, se celebrará un acto en homenaje a la memoria de Fernando. La convocatoria es en las escalinatas frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en avenida Figueroa Alcorta 2263. Se realizará una oración interreligiosa por la paz, la justicia y la no violencia. Aunque haya días en los que le cueste dormir o le cueste levantarse, aunque haya días en los que se siente desganada o desmotivada, aunque haya días en los que no quiera vivir, Graciela también dice que “siempre lucharé por Fernando y siempre acompañaré a esas madres que perdieron a sus hijos. A ellas les diría que luchen como puedan. Es difícil, pero hay que luchar para conseguir la justicia como sea”.

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