Aunque no se sabe con exactitud, se estima que los últimos rastros físicos de la Capilla Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, la primera del partido de Pinamar, se perdieron de vista en algún punto de la década de 1930. Construida en 1917 por Domingo Repetto, un inmigrante italiano que veraneaba en Ostende cuando recién comenzaba a desarrollarse esa localidad, el templo religioso desapareció con el paso de los años producto del abandono, de los temporales de viento y del avance de la arena. Quedó sepultado bajo un médano, en una zona donde en la actualidad hay una vivienda privada, sobre la calle Madero. Solo existen algunas fotos del lugar.
Justamente, esas imágenes fueron las que usó Vicente Bianchi Repetto, uno de los nietos de Domingo, para llevar adelante una iniciativa: recrear la capilla edificada por su abuelo.
Se ubica casi enfrente de donde estaba la original, entre las calles De Metz y Perú, y la obra está muy cerca de finalizar. Allí y en el domicilio donde vacaciona junto a su esposa Carmen, Vicente dialogó con Infobae, rememoró la vida de su abuelo y reveló cómo surgió la idea de la recreación arquitectónica.
La historia de Domingo Repetto
Nació en 1859 en Génova y desembarcó en Argentina cuando tenía 24 años. “Vino sin un peso, pero como buen italiano y genovés, enseguida empezó a trabajar. Y muchísimo. Siempre en el rubro de la construcción”, contó Vicente sobre su abuelo.
A los pocos años, Domingo se hizo de una buena posición económica. Conoció a María Delfino. Se casaron en 1890 y de esa unión surgieron diez hijos, cuatro varones y seis mujeres. “Sucedió algo bastante interesante porque el primero lo tuvo poco después del casamiento, creo que en 1891, y después pasaron casi diez años en los que no pudieron tener más hijos. Recién a partir de 1900 tuvieron a los demás”, mencionó el nieto antes de continuar.
Domingo supo de la existencia de Ostende en 1913. “No sé cómo se enteró, pero vino y le gustó muchísimo. Le hacía acordar a Génova, a la playa en Cavi di Lavagna, y con la nostalgia que tenía de su tierra, decidió venir acá y construir”.
Ostende es una de las localidades más antiguas de la costa atlántica bonaerense. Se concibió a partir de un proyecto que encabezaron el belga Fernando Robette y el italiano Agustín Poli, quienes llegaron en 1908 con el plan de hacer una ciudad gemela a la Ostende de Bélgica. Se trataba de una propuesta ambiciosa para la época: en esos años, Mar del Plata era el único balneario de grandes dimensiones que se estaba desarrollando.
Hoy, la localidad se caracteriza por sus playas extensas e ideales para practicar surf, rodeadas por una barrera de médanos y bosques de tamariscos y acacias. Se particulariza por su espíritu apacible y alejado de la movida nocturna, que la convierte en un destino ideal para aquellos viajeros que priorizan la serenidad. Y, sobre todo, se distingue por su valor histórico y cultural, heredado de aquellos inmigrantes de principios de siglo XX que soñaron con una villa balnearia con aires europeos.
Claro, la Ostende del presente es muy distinta a la de aquellos tiempos, cuando apenas iniciaba su desarrollo urbanístico. En esa época ya estaban la Rambla Sur y el Hotel Termas (hoy llamado Viejo Hotel Ostende), pero no mucho más.
“Para la familia era bastante sacrificio venir hasta aquí. Imagínese usted, venir a un lugar donde no había árboles en verano y donde el techo era de chapa, con el calor que hacía. No había luz eléctrica, no había entretenimiento, no había nada. Lo único el mar”, repasó Vicente.
Y siguió: “Mi mamá siempre recordaba que, para ellos, venir a Ostende era salir de Constitución y tomarse el tren hasta la estación Juancho. Después, desde ahí tenían que subirse a una volanta y venir por los médanos. Había que pedir permiso para pasar por el campo, abrir la tranquera y cerrarla para que no se vayan los animales. Llegar acá era una odisea”.
El origen y la desaparición de la capilla
Embelesado con la localidad, Domingo decidió hacer una casa de veraneo para su familia. El hombre, que era católico practicante, también sintió la necesidad de tener una capilla y la proyectó al lado de su vivienda. Empezó la obra en 1913. “No sabemos bien cuándo la terminó, pero estimamos que en 1917″, señaló Vicente.
Para entonces ya había ocurrido el primero de los hechos “desgraciados” que atentaron contra el plan para Ostende que habían puesto en marcha Robette y Poli: “La Primera Guerra Mundial hizo que a mucha gente ya no le interesara venir acá”.
Otra cosa fue un error en las construcciones que desarrollaron la localidad: “No se fijó la arena y con el viento que hay en estas playas el médano se mueve, hace presión sobre las paredes y destruye todo. En Ostende se plantaron acacias, que duran muy poco, y no tamariscos u otras que se agarran bien de los médanos e impiden que se mueva. Entonces, ¿quién iba a querer construir en un lugar así?”.
Para los Repetto, sin embargo, el hecho que empezó a alejarlos de Ostende fue otro: la muerte de María Delfino, en julio de 1921.
“Mi mamá, que es la cuarta hija, siempre me decía que mi abuelo quedó viudo con nueve hijos menores de edad. Eso, aparte de desavenencias con su hijo mayor por la manera de tratar los negocios y demás, lo llevó (a Domingo) a morir muy pronto”, recordó Vicente.
Domingo falleció en 1925, a los 65 años. Desde entonces, la familia dejó de veranear en Ostende. Como consecuencia, la capilla quedó a su suerte, sin nadie que la cuidara, a merced del clima hostil. La arena la fue cubriendo poco a poco. Mientras, “al verse el lugar abandonado, la gente se llevó las puertas y todo lo que había adentro”.
Vicente y su familia regresaron a Ostende en la década del 50. Compraron un terreno y edificaron en Pinamar, donde unos años atrás ya había empezado el proyecto de diseño urbano del arquitecto Jorge Bunge.
“Yo era chico. Me acuerdo que visitábamos las ruinas (lo que había quedado de su lugar en Ostende), le decíamos así”, rememoró el nieto, y contó que su madre y sus tías atravesaban esos momentos con angustia: sentían tristeza al ver lo que había quedado de su antigua casa y también algo de culpa por el abandono.
Desde entonces, Vicente visita Pinamar todos los años.
La idea de la recreación arquitectónica
Fue hace cuatro o cinco años. “Con mi señora decidimos que podíamos hacer una recreación. No decimos exactamente que es una réplica, porque no lo es, ya que no tenemos los planos originales”. ¿Qué los motivó a hacerlo? “La nostalgia. Hacer lo que lo que los abuelos quisieron hacer y no pudieron. Resucitar todo eso. Es un viejo anhelo que teníamos hace mucho tiempo”.
La capilla está situada casi enfrente de donde quedó sepultada la original. La propiedad de Repetto abarcaba toda una manzana. “Pero después, cuando hubo sucesión, se fue dividiendo y entonces los terrenos se fueron vendiendo y ya no tuvimos más acceso a ese lugar”, contó Vicente.
El lugar de culto se localiza en un terreno en pendiente, lo que los obligó a “hacer un muro para que no se venga el médano”. La obra, que se atrasó por la pandemia de coronavirus, quedó a cargo del arquitecto Ramón Uranga, que se valió de las fotos para, de manera rigurosa, tratar de hacer exactamente todo igual a lo que muestran las imágenes en el exterior (no hay fotografías del interior, por lo que el diseño en ese caso responde a la arquitectura de la época).
Para que la iniciativa se concretara fue fundamental la autorización del Obispado de Mar del Plata y la colaboración de familiares de Domingo Repetto y otras entidades.
La obra sigue en proceso. Por estos días, a la capilla están pintando. Todavía falta colocar el piso de calcáreo y otros detalles. Podría finalizarse en marzo, o tal vez en Semana Santa. No hay fecha de culminación.
Mientras, Vicente y Carmen tratan de recuperar piezas que pertenecían al templo original. “Sabemos que la Virgen y dos asientos originales están en la Capilla Beata Laura Vicuña (también en Ostende). El sagrario está en el Museo de Ostende, hay un acta que lo certifica. Hay cosas que dicen que fueron vendidas en una casa de antigüedades de Pinamar”, comentó la pareja, al tiempo que expresó su satisfacción por la recepción que tuvo la iniciativa en la comunidad.
“Ya se está integrando gente de la zona a colaborar. Hay un grupo de señoras que vienen los jueves y rezan el rosario en la puerta (...) Por suerte hemos tenido muy buena repercusión, muy buena aceptación porque uno por ahí se pone a hacer la capilla y después, si no hay interés, se abandona. Pensamos que la voluntad de Dios era que sí, que está bien que hiciéramos la capilla”, coincidieron.
En ese marco, además, el 27 de noviembre pasado, el Día de Virgen de la Medalla Milagrosa, allí se improvisó una misa encabezada por el padre Marcelo Panebianco, párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Paz de Pinamar. Aquella vez, se reunieron los sacerdotes de la costa.
A Vicente y Carmen les genera “una satisfacción inmensa” observar la obra casi terminada.
“Es un reconocimiento por Domingo Repetto porque fue un muy buen hombre, que dejó un buen pasar económico para sus diez hijos. Que haya quedado abandonado todo lo que había hecho era una tristeza. El abuelo era muy querido por las hijas, por mi mamá. Era muy buen padre y gran religioso”, concluyó el nieto.
Fotos: Manuela Luján y Gentileza familia Bianchi Repetto.