A pocos meses de que la Justicia de Italia haya dado el visto bueno a la extradición del ex capellán militar de San Rafael y sacerdote Franco Reverberi Boschi, acusado por cometer crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar, el ministro de Justicia italiano, Carlo Nordio, no autorizó el proceso.
Reverberi Boschi, conocido como el “cura tano”, había huido a Italia en 2011, cuando se realizó en Mendoza el primer juicio por delitos de lesa humanidad y los testimonios de sobrevivientes y familiares comenzaron a señalar su presencia en sesiones de tortura y el papel que jugó -utilizando su condición de sacerdote- para intentar convencer a los detenidos-desaparecidos para que dieran información a sus secuestradores. Fue capellán auxiliar del Escuadrón de Exploración de Montaña VIII de San Rafael durante la dictadura y se lo acusa, entre otros crímenes, del asesinato del militante del ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) José Berón, desaparecido a fines de 1976 luego de estar detenido clandestinamente en “La Casa Departamental”.
Tras una década de eludir a la Justicia, en octubre de 2023, la Cámara de Casación de Italia rechazó el recurso de apelación contra la extradición, presentado por su defensa y aceptó los argumentos del Estado argentino para realizar el pedido. De esta manera, solo faltaba la autorización de Nordio, quien debía ponerlo a disposición de las autoridades argentinas para concretar el traslado. Sin embargo, el ministro decidió no autorizar el proceso, de acuerdo con la información a la que pudo acceder EFE.
Así, el titular de la cartera de Justicia puso trabas a un proceso que comenzó en 2013 y que parecía haber culminado durante la gestión de Alberto Fernández, puesto que en los últimos años fue impulsado desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Tras la decisión del ministro, Jorge Ithurburu, de la ONG 24 de marzo, expresó: “Estamos muy decepcionados. El ministro ha cambiado de idea, pero el juicio se había ganado dos veces en el Tribunal Supremo, que emitió una sentencia ejemplar que recogía todos los motivos por los que debía ser extraditado”.
Reverberi nació en Sorbolo en 1937, pero llegó con su familia a la Argentina cuando era un niño y vivió durante más de 40 años en San Rafael, aquí fue parte del centro clandestino de tortura “La Casa Departamental”, un caso único en la red de centros clandestinos de detención y tortura que la dictadura montó a lo largo y lo ancho del territorio argentino.
Funcionó en la sede de los tribunales provinciales de San Rafael, donde el ejército disponía de tres celdas y otras dependencias donde retenía y torturaba a los detenidos.
Sobre el papel que jugaba “el cura tano” en ese lugar no quedan dudas. Ya durante el primer juicio por crímenes de lesa humanidad realizado en Mendoza, varios sobrevivientes del centro clandestino declararon que solía presenciar las sesiones de tortura, donde los golpeaban y los sometían a la picana y el submarino.
Se lo identificaba como un integrante más del grupo represivo, al punto que, si bien en ocasiones aparecía vestido con el hábito religioso, en otras lo veían enfundado en un uniforme de fajina del ejército y con una pistola enfundada en una sobaquera. Además del arma, también portaba La Biblia, que mostraba a los detenidos cuando les decía que debían arrepentirse de ser “subversivos” y colaborar con sus interrogadores para alcanzar un “alivio espiritual”.
En el juicio de 2010 uno de los sobrevivientes de “La Casa Departamental”, Mario Bracamonte, militante de la Juventud Peronista, relató cómo la noche del 9 de julio de 1976, “el cura tano” presenció cuando, después de torturarlo a él y a otros detenidos, los hicieron limpiar la sangre arrastrándose desnudos por el piso de la sala de torturas con una temperatura bajo cero. En ese momento, contó Bracamonte en el tribunal, levantó la cabeza para mirar al cura y recibió la patada de un oficial. “¿Qué mirás, negro?”, le gritó.
El propio Bracamonte y otros sobrevivientes reconocieron a Reverberi Boschi como el cura de la sala de torturas: no podían equivocarse porque lo conocían como párroco de la iglesia de su ciudad, a la que asistían desde chicos.