“Habrá sido entre las Fiestas”, dice el artista y docente Carlos Caco Sugliano (43), que a pesar del esfuerzo no recuerda la fecha con precisión. Ese día, le escribió un funcionario de Turismo de Pinamar. Él creyó que lo iban a convocar para un trabajo: “A veces me llaman para pintar en algún evento en vivo y pensé que me iba a comentar algo de eso”. Pero no fue así. “Me dijo: ‘Ganaste el concurso de pintura’”.
En ese momento, Sugliano se enteró de que había sido seleccionado para participar del festival de arte callejero The Crystal Ship, uno de los más prestigiosos del mundo, que tiene lugar en la ciudad de Oostende, Bélgica.
La oportunidad para Caco (seudónimo con el que firma sus obras) surgió en el marco de un “acuerdo de hermanamiento” firmado en 2023 entre las autoridades de la ciudad europea y Pinamar -en representación de la localidad de Ostende- con el fin de intercambiar conocimientos y llevar a cabo distintas acciones en materia histórico-cultural, ambiental, deportiva y turística.
“No lo podía creer. Creo que tuve mucha suerte. Me siento un afortunado porque los que conocemos de pintura... Estuve investigando a dónde voy a ir a parar y yo no tengo ninguna manera de caer en ese lugar si no fuera porque justo vivo en Ostende. Ahí están los mejores muralistas de todo el mundo, los tipos más grosos contemporáneos. Yo entro de casualidad por una puertita de atrás”, revela con humildad el artista, que recibe a Infobae en el taller de pintura donde da clases: allí cuenta su historia.
Caco nació en 1980 y tuvo una infancia nómade. Vivió en Capital Federal, en Bolivia y hasta un año en la Antártida, ya que su padre era topógrafo militar y el trabajo los llevó hacia esos lares. También residió un tiempo en El Chaltén. A Pinamar llegó en 1994, en plena adolescencia. Para entonces, ya se había sumergido en el mundo del arte.
“A los 10 años tuve una enfermedad, estuve un año en cama. En esa época no había PlayStation, no había nada como para entretenerse, solo una hora de dibujitos por día. Así que le empecé a meter a la escritura y al dibujo. Dibujaba y escribía, dibujaba y escribía. Hasta que empecé a tomar un contacto más serio, más íntimo con la pintura. Después, me la pasaba dibujando y jugando al fútbol”, rememora.
Ya instalado en Pinamar, cuenta que un profesor del secundario lo motivó a seguir estudiando arte, mientras otros le advertían que no le convenía por la salida laboral. Volvió a mudarse a la Ciudad de Buenos Aires. Sin un rumbo claro -”no había internet y no sabía dónde estudiar”-, empezó la carrera de Diseño Gráfico en la UBA hasta que una docente lo orientó y lo impulsó a anotarse en Bellas Artes en la Escuela Nacional Belgrano. “Después fui al taller de José Eidelman y en seis meses aprendí más que en toda mi vida, realmente me abrió la cabeza mal”, agrega.
Caco cuenta que, cuando se había marchado de Pinamar, sabía que regresaría a vivir. Lo cumplió tras formar su familia: junto a su esposa se mudaron después de que el primero de los tres hijos que tienen en común cumpliera un año.
El artista luego empezó a trabajar como docente de chicos de Primaria. Y con el tiempo construyó un taller en el frente de su casa, donde ahora da clases particulares para adultos.
“Che, Caco, esto es para vos”
Sobre el concurso se enteró a través de una colega de la escuela San Antonio, que le envió un mensaje con el link de la convocatoria. “Había que presentar una biografía y el currículum artístico. También fotos de los murales. Mi mujer -que le pone pilas-, una amiga y otro amigo que es fotógrafo me ayudaron”, repasa Sugliano al tiempo que cuenta: “Yo no soy muralista”.
Y amplía: “Me considero como alguien que ama el arte en todos sus aspectos. Desde chico que pinto, dibujo, pero me encanta la música, la literatura, el cine. Creo que cuando uno es sensible a una rama del arte se sensibiliza con todas. Yo en la que me especializo, y en la que profundicé, es la pintura y el dibujo (...) Los murales que hice son encargos, no tengo una composición propia”.
El primero que pintó fue en la vieja terminal de Pinamar. “Como estaba todo grafiteada y no conseguí que me den pintura ni nada, agarré acrílicos que tenía. Hice una foto de mis hijos y mis sobrinas jugando. Después hice una cotorra y arriba, en una parte en la que había como un techito, un perro durmiendo. A partir de eso me empezaron a salir laburos”, detalla Caco.
El siguiente fue en las paredes de un corralón de materiales (también en Pinamar), con una composición a tono con el lugar. “De un lado hice máquinas trabajando y, del otro, a personas trabajando con herramientas. Ese fue complicado porque la pared es de ladrillos huecos y, al no ser recta, cuesta un montón pintar”, señala.
Algo similar le ocurrió al realizar el siguiente, en el Club Atlético San Vicente, que tiene sede en el centro de la ciudad. “Cuando vi la pared me quería matar. En lugar de llevarme una semana, me llevó un mes”, recuerda. Ese fue un trabajo ad honorem.
Posteriormente, lo contactaron desde la cervecería Marea (en Valeria del Mar), donde por pedido del dueño diseñó y dibujó un pulpo.
El quinto y último fue en otro club, uno llamado Nuevo Amanecer (en Ostende). “Me contrataron para que, con total libertad, haga lo que quiera. Como es un club de barrio, hice a Maradona de joven en el potrero, todo embarrado, y de más grande”, con la camiseta de la Selección.
Caco dice que no tiene una obra favorita, sino que lo que le gusta de cada una es el proceso de confección que conlleva. “Eso me encanta y siempre se le digo a mis alumnos”.
Mientras habla, muestra unos cuadros colgados en el taller con formatos de dibujo más pequeños. “Esos los empecé a hacer porque fui papá y me fui quedando sin tiempo para trabajar. Hay que cocinar, llevarlos a la escuela, hacer la vida diaria y ya no tengo varias horas como antes. Entonces, empecé a trabajar en estos formatos cada vez más pequeños para hacer algo más dinámico”, explica.
La charla la concluye mencionando que sus murales son figurativos: “Soy una persona figurativa. Eso quiere decir que me baso en elementos reales, en personas, en objetos, en paisajes, a diferencia de las abstracciones. Siempre lo que más me atrae es la luz. Y la figura humana me encanta. Me gustan mucho los paisajes, pero la figura humana creo que es mi especialidad. Es lo que más me gusta”.
El festival de arte callejero se realizará del próximo 25 de marzo al 6 de abril. A Caco -y al resto de los participantes- le darán un espacio para que pinte un mural. Él ya tiene una idea, que por ahora prefiere no adelantar.
La que tiene a Sugliano es una de las varias acciones en conjunto que llevaron a cabo entre la localidad pinamarense y la ciudad belga. Anteriormente, por ejemplo, intercambiaron conocimientos en los ámbitos de la ecologización, la fijación de dunas y la mejora de la permeabilidad del suelo. En el marco del convenio de hermanamiento, además, hubo visitas institucionales: Laura Maes y Vicky Pettens, directora y jefa del Departamento de RRPP de Oostende, visitaron la Argentina, y Roxana Salpeter, dueña del Viejo Hotel Ostende e integrante de la Asociación Hoteles de Turismo, viajó a Bélgica.
Como parte de la iniciativa, Pinamar también recibió a la periodista Eva Moeraert, quien realizó un podcast sobre datos históricos relevantes entre ciudades. La visita se produjo en julio del año pasado y desde el Municipio adelantaron que es probable que Moeraert regrese el mes que viene.
Juan Ibarguren, intendente de Pinamar, expresó su “orgullo” por el proyecto junto a Oostende: “Nuestra historia en la localidad de Ostende es parte de nuestra identidad como ciudad. Contar con una relación directa con autoridades gubernamentales y otros actores relevantes de la ciudad belga nos nutre culturalmente y nos ayuda a seguir recolectando información sobre nuestro nacimiento”.
“Esperamos que esta relación estrecha entre ciudades siga creciendo y generando oportunidades de intercambio para artistas, estudiantes y profesionales pinamarenses que estén interesados en seguir adquiriendo conocimiento sobre nuestra historia”, finalizó el mandatario municipal.
Fotos: Manuela Luján.