“Embajador ¿cuándo hacemos el saludo protocolar del presidente de los Estados Unidos al presidente (Duhalde) de la Argentina?”, preguntó el canciller Carlos Ruckauf a James Walsh. La respuesta diplomática fue simple y directa: “¿Para qué canciller? El presidente Bush acaba de saludar la semana pasada al presidente (Adolfo) Rodríguez Saá. Deme unos días por favor.” El diálogo parecía de ciencia ficción y fue rescatado para la historia por Ceferino Reato en su libro “Doce Noches”. En menos de una semana, tras la renuncia de Fernando de la Rúa, además, habían pasado por la presidencia de la Nación Ramón Puerta y Eduardo Caamaño.
Apenas dos semanas antes -- martes 18 de diciembre al mediodía para ser más precisos—el presidente constitucional Fernando De la Rúa y el líder radical Raúl Alfonsín habían tenido un fugaz encuentro en la Casa de Gobierno. En esos instantes Alfonsín alcanzó a decirle: “Fernando, no nos puede volver a pasar lo mismo que en 1989″, haciendo referencia a su fracasada gestión que lo obligó a renunciar medio año antes de finalizar de período y De la Rúa padecía una crisis que ponía a su gestión al final del camino. Otro anticipo en medio de una Argentina que ardía por los cuatro puntos cardinales.
Horas más tarde el senador nacional Eduardo Alberto Duhalde diría públicamente: “El Presidente cambia o debemos cambiar al Presidente… a De la Rúa le queda muy poca cuerda en el carretel”, y el 19 de diciembre a la noche De la Rúa declaraba el Estado de Sitio “en todo el territorio nacional” durante un discurso escrito que leyó por teleprónter. La respuesta de la ciudadanía fue salir a la calle en abierto desafío hacia la Plaza de Mayo, lo mismo que al edificio donde vivía el Ministro de Economía. En una reseña íntima de esos días, De la Rúa escribiría que el 20, mientras se desarrollaban dramáticos incidentes entre la Policía y los manifestantes frente a la Casa de Gobierno, “el senador Carlos Maestro salió del domicilio de Alfonsín con la recomendación de mi renuncia ese jueves a las 17 horas. Era la respuesta de mi partido al llamado a la unidad (un gobierno de coalición) que acababa de formular, igual al del PJ por medio del diputado Humberto Roggero. “Ante la violencia y la falta de apoyo renuncié. Mi renunciamiento sirvió para restablecer el orden gravemente alterado en una zona del Obelisco. Me retiré en helicóptero a Olivos de donde volví al día siguiente. El 21, “recibí a Felipe González y derogue el Estado de Sitio.”
No se puede dejar de revelar que De la Rúa, sobre las horas finales de su gestión, se permitió anotar que “No hubo ninguna expresión de apoyo de Alfonsín. Difícil saber qué le pasó a Alfonsín para apoyar el golpe civil, qué compromisos lo movieron, qué ideas lo cruzaron para quedar él, en nombre de la República, señalado con participación en el golpe que para peor iba contra su correligionario y amigo, presidente por la Alianza que juntos formamos; y unirse a Duhalde que motorizaba gente al centro de la ciudad con graves consecuencias”.
El gobernador de San Luis Adolfo Rodríguez Saá contará que “en esas horas invitamos a los gobernadores y a las personalidades del país para la inauguración de un aeropuerto internacional en Merlo. Ese mismo día, el país estaba en una enorme crisis: tipo seis de la tarde el presidente De la Rúa anuncia su renuncia al cargo. Bueno, después de inaugurar el aeropuerto, el misionero Ramón Puerta se hizo cargo de la presidencia provisional del país y los gobernadores tratamos el tema. Teníamos la mayoría en la Asamblea Legislativa y nos pedían que asumiésemos el cargo. Y discutimos eso”. El viernes 21 de diciembre, durante una reunión en el Congreso, le proponen a Rodríguez Saá que se haga cargo del gobierno. “¿Me van a acompañar?” preguntó a los presentes (gobernadores, legisladores y autoridades partidarias) y “me dijeron que sí; entonces ahí le dije a Néstor (Kirchner): “¿Me vas a acompañar de jefe de Gabinete?” y me dijo que sí. Lo mismo le preguntó al senador salteño senador Juan Carlos Romero: “¿Me vas a acompañar como canciller? Sí. Y se sorprendieron cuando yo renuncié a seguir siendo gobernador para ejercer la presidencia. Yo consideraba que era una misión patriótica, que, aunque fuera muy corta, era tan importante que debía dedicar toda mi diligencia y capacidad en el tema”. Los dos horas más tarde declinaron los ofrecimientos y Adolfo Rodríguez Saá asumió como Presidente de la Nación el 23 de diciembre de 2001.
Rodríguez Saá recordó que en el mismo cónclave peronista “se discutieron dos cosas: el corto período a su gestión y la convocatoria a elecciones con Ley de Lemas. Yo estaba de acuerdo en los 60 días para convocar a elecciones. Consideraba que había que convocar lo antes posible porque las medidas que había que tomar eran todas medidas difíciles, complicadas, que requerían de una gran legitimidad”. Lo que pocos cuentan es que Duhalde estuvo presente en esa reunión en el Congreso pero no aceptaba ser candidato. Entendía que había que completar el mandato de De la Rúa. La gestión de Rodríguez Saá fue muy corta, apenas una semana y su tarea trastabillo con grandes inconvenientes. La cuestión de la suspensión del pago de la deuda externa fue una. El jueves 26 de diciembre mantuvo en Olivos una reunión clave: “Fue cuando los empresarios me pidieron devaluar, me pidieron la pesificación asimétrica. Y yo les contesté que no, que esa no era la tarea mía, que era un presidente por un corto período de dos meses. Que eso lo tenía que decidir el presidente legítimo que eligiera el pueblo argentino en la próxima elección. Que mientras que yo fuera presidente se iba a mantener la convertibilidad”.
Varios de los empresarios estaban urgidos por deudas en dólares y presionaban por pesificar y devaluar. En otras palabras “licuar todo”. Luego la reunión pareció reeditar escenas arrancadas de un film de Federico Fellini. Tras discutir pasaron a un quincho que los albergó mientras sonaba una orquesta de tango y unas sensuales bailarinas se contorneaban entre ellas, hasta que en un momento sacaron a bailar a Alberto Rodríguez Saá y a Bobby Lusquiños. Mientras se servían empanadas y asado, corría el vino tinto. También se hablo de jugar al bridge en Olivos una vez a la semana y uno de los comensales comento a su vecino de mesa: “Mirá estos tipos, llevan tres días en el gobierno y ya se instalaron como si llevaran cuarenta años”. Cuando la fiesta terminó, los dueños de casa y sus colaboradores hicieron una reunión de evaluación. Como me comentaría años más tarde José María “Tati” Vernet, Adolfo Rodríguez Saá se mostró conforme: “A mí me pareció que los empresarios hicieron ‘click’ con nosotros”. Vernet, en ese momento Canciller y Ministro de Defensa, más realista, dijo que le pareció que no. “No hicieron click, hicieron clack-clack” moviendo las manos como si amartillara una pistola Glock.
El domingo 30 de diciembre se hizo una reunión de gobernadores en la residencia presidencial de Chapadmalal a la que con distintas excusas faltaron varios. Cuando el presidente llegó estaban todas las luces cortadas. En la casa no había nada, ni agua. A la mañana siguiente había una pequeña manifestación porque pedían que se abrieran los hoteles del complejo. Ante la manifestación algunos de los presentes temerosos salieron del complejo presidencial en un camión de transporte cerrado. Para hacer más cómoda la trayectoria tiraron unos colchones sobre la caja y Antonio Cafiero alcanzo a gritar: “¿Cómo, también nos van a culear?”
El mismo domingo 30 de diciembre de 2001 el gobernador bonaerense Carlos Federico Ruckauf lo llamó a su amigo Eduardo Alberto Duhalde, en ese momento senador nacional. El diálogo telefónico no fue largo pero el mensaje que le dio era contundente: “Eduardo, preparate, porque el único que puede hacerse cargo de esta anarquía sos vos.” Quedaban pocas horas para el fin de 2001 y la crisis parecía imparable. En diez días habían pasado por el despacho presidencial de la Casa de Gobierno Fernando de la Rúa, el senador Ramón Puerta, el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá y el diputado nacional Eduardo Camaño. Como si no bastara el mensaje de Ruckauf, el misionero Puerta le dijo a Duhalde que no iba a poder decir que no, simplemente, “porque no hay otro que le junte la cabeza a todo el mundo”. De esta manera le estaba adelantando que Rodríguez Saá se iba al no verse apoyado por sus colegas gobernadores y, entre las pocas soluciones que se imaginaban en esas horas, una era entregar el gobierno a Julio Nazareno, presidente de la Corte Suprema de la Nación.
Jorge Remes Lenicov contará que “aquella noche del 30 de diciembre de 2001 atendí el teléfono sin saber que aquel llamado cambiaría mi vida —y la del país—. La Argentina se consumía en las llamas de la peor crisis de la historia en democracia y la voz de Eduardo Duhalde pronunció una frase inolvidable: «Voy a ser presidente y quiero que seas mi ministro de Economía». Recuerdo que después de escuchar la propuesta de Duhalde le respondí: «Sí, por supuesto». Entonces, antes de cortar, él me dijo: «Perfecto. Te espero en casa mañana temprano».
El 31 de diciembre Alfonsín y Duhalde dialogaron telefónicamente con franqueza. Se discutía el período presidencial para completar la gestión del ex presidente De la Rúa. --”Si no aceptas, vas a ser responsable de una matanza”, le advirtió el expresidente radical.
--”No soy suicida, don Raúl”, replicó el caudillo bonaerense, desde su fortín de Lomas de Zamora.
--”Ah, no sabía que tenía un amigo cobarde”, respondió Alfonsín.
--”Pensá un poco, Eduardo, qué pasaría si asume la Corte”, le dijo y lo terminó de convencer.
Al otro día fui a su departamento en Lomas de Zamora y estuve con él hasta la noche. A la mañana tuvimos una reunión con Alfonsín y Sourrouille, en la que me pide: «Jorge, ¿por qué no les explicás a Raúl y a Juan lo que pensás hacer?». Entonces les cuento que vamos a salir de la convertibilidad, que vamos a tomar precauciones para evitar una salida explosiva del corralito, que vamos devaluar, a comenzar con un tipo de cambio fijo al principio para tantear el mercado para ver qué reacción hay. Al terminar, Alfonsín le dice a Sourrouille: «Juan, ¿usted qué opina?». «Que me parece muy bien, presidente», le contestó (seguía llamándolo «presidente»). Ahí los cuatro nos levantamos, nos dimos la mano y cerramos el pacto: la convertibilidad tenía las horas contadas. El exministro contó que ya había recibido, meses antes de la crisis, un ofrecimiento para sumarse al Gobierno. Le habían propuesto que fuera al Banco Central. “Cuando pregunté si era para salir de la convertibilidad, me dijeron que no. Entonces, respondí que no había nada que hablar”, sumó.
Para el Centro de Estudios Nueva Mayoría la situación que se vivía era “la más grave en lo económico y social de la historia argentina y una de las más difíciles desde el punto de vista político, como lo confirma la sucesión de cinco presidentes en diez días”. Al asumir como presidente, el 2 de enero de 2002, Duhalde estaba sostenido por una heterogénea alianza parlamentaria y de gobernadores que no tenía una visión unificada sobre todo lo que había que hacer. Incluso el propio gabinete era heterogéneo: algunos pensaban que se podía administrar como en tiempos de bonanza, mientras que otros se oponían a determinadas medidas. Con ponderada sobriedad Remes Lenicov consideró que “había que construir una economía «normal», definida como aquella que dispone de todos los instrumentos de la política económica, mantiene los equilibrios macroeconómicos (grandes agregados y precios relativos), cuenta con un sector público austero y eficaz con capacidad para distribuir el ingreso y promover políticas para mejorar la competitividad y el empleo, y sostener un tipo de cambio competitivo y flexible. Además, había que atender la problemática social, para lo cual nuestra responsabilidad era la de conseguir los fondos y restablecer las relaciones financieras con el mundo”. El 2 de enero de 2002, con el apoyo de 262 votos a favor, 21 contrarios y 18 abstenciones, el senador nacional bonaerense Eduardo Alberto Duhalde asumió la presidencia de la Nación. En el mismo acto la Asamblea Legislativa le impuso completar el mandato de Fernando De la Rúa. “No tiene ninguna chance de éxito” aseguraba la revista Newsweek. Junto con Raúl Alfonsín constituyó un gobierno de coalición. “No había otra salida que apoyar a Duhalde. El país se incendiaba”, dijo Federico Storani.
El 6 de enero de 2002 Remes Lenicov anuncia el fin de la convertibilidad. Cuando dejó el poder el 25 de mayo de 2003, seis meses antes en manos de Néstor Kirchner, Duhalde abandonó Olivos con el 58 % de aprobación. Hay que decir que tuvo presiones para que considerara presentar su candidatura en las elecciones presidenciales pero no acepto. El mismo día que entregó la banda y el bastón a Kirchner viajó a Brasil en el avión del presidente Luiz Inacio “Lula” da Silva.