La misteriosa Princesa Irene: pianista, hermana de la Reina Sofía y alejada de los lujos, cerró su fundación solidaria

Sus sobrinos nietos -los hijos del rey Felipe VI- la llaman “Tía Pecu” por su peculiaridad: no se casó, no tuvo hijos y durante casi cuatro décadas, invirtió toda su energía en tratar de ayudar a los demás a través de la fundación Mundo en Armonía, a la que a los 81 años puso fin

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Irene de Grecia en una de sus últimas apariciones públicas (Getty)
Irene de Grecia en una de sus últimas apariciones públicas (Getty)

Nunca le gustaron ni la ostentación ni los lujos. Y, a lo largo de sus 81 años de vida, tampoco fue muy adepta a posar para las fotos. Es por eso que, para muchos, la Princesa Irene de Grecia representa el costado más misterioso de la realeza europea. La hermana menor de la Reina Sofía reside actualmente junto a ella en el Palacio de la Zarzuela. Y sus sobrinos nietos la llaman la “Tía Pecu”, justamente, por su peculiaridad. Es que no se casó ni tuvo hijos como su familia esperaba, jamás habló de sus amoríos, se dedicó a la escritura y trabajó como concertista de piano, abrazó la cultura hindú y el vegetarianismo y, durante casi cuatro décadas, se dedicó de manera exclusiva a la solidaridad.

Sin embargo, en los últimos tiempos, los rumores sobre el estado de salud de “la princesa rebelde”, como la definió la escritora Eva Celada en su biografía, daban cuenta de su fuerte deterioro cognitivo. Y aunque esta información nunca fue confirmada por la casa real española, sorprendió que en las horas previas al comienzo del nuevo año, Irene anunciara el cierre de la fundación que había creado en 1986 con el objetivo de lograr el bienestar moral, espiritual y material de todos los seres vivos, sin discriminación alguna de nacionalidad, religión o ideología política, y a la que le había donado la indemnización de 900.000 euros que había recibido del gobierno griego en 1993 por la expropiación de sus bienes.

“Después de un período de 37 años, las actividades de Mundo en Armonía cesarán a finales de 2023. Nuestra organización dejará de funcionar después del 31 de diciembre. Gracias por su solidaridad y apoyo, y por todos estos años de amistad y cooperación. Siempre estaremos agradecidos. Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2024. Con nuestros mejores deseos”, rezaba el escueto comunicado con el que la princesa dio a conocer su decisión.

Irene de Grecia en una salida con la Reina Sofía, el Rey Felipe VI, la Reina Letizia y las princesas Leonor y Sofía de Borbón
Irene de Grecia en una salida con la Reina Sofía, el Rey Felipe VI, la Reina Letizia y las princesas Leonor y Sofía de Borbón

Cabe señalar que la última aparición pública de Irene había tenido lugar el pasado 27 de diciembre, cuando estuvo presente junto a su hermana en la función solidaria que la orquesta de La Música del Reciclaje ofreció en el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío. Y, una semana antes, había asistido junto a Alexia de Grecia al cumpleaños número 60 de su sobrina, la Infanta Elena, en el restaurante madrileño Pabú, donde se reunió gran parte de la familia incluidos el Rey Felipe VI, la Reina Letizia, el Rey emérito Juan Carlos I y la Infanta Cristina. Así que nada hacía imaginar que iba a tomar la determinación de dar por finalizado su trabajo al frente de la organización por la que había sido capaz, entre otras cosas, de embarcarse en un avión con destino a la India junto a un centenar de animales.

“Algunas me llamarán ‘la loca de las vacas’, pero si vieran lo que una vaca de leche supone para estas gentes todos alabarían mis locuras”, había dicho Irene en aquel momento para justificar su accionar. Corría el año 1987 y, tras enterarse de que la Unión Europea planeaba sacrificar a cuatro millones de mamíferos de esta especie para limitar la producción de leche, la princesa no lo dudó. Ella había vivido en Mandrás junto con su madre, la Reina Federica de Grecia, así que se propuso salvar la mayor cantidad de ejemplares posibles trasladándolos al país en el que son considerados “sagrados”.

Pero este fue solo uno de los tantos trabajos solidarios que realizó a lo largo de estas casi cuatro décadas. Desde la fundación, Irene también ha luchado contra las adicciones y ha impulsado la inclusión de personas con capacidades diferentes, entre otras acciones. Uno de sus últimos proyectos, sin ir más lejos, consistió en ayudar a la Cruz Roja a paliar los efectos del terremoto que devastó Marruecos en el mes de septiembre del año pasado.

La Reina Sofía junto a su hermana Irene de Grecia
La Reina Sofía junto a su hermana Irene de Grecia

Sin embargo, la realidad es que la princesa venía dándole batalla a sus problemas de salud desde el año 2002, cuando le diagnosticaron cáncer de mama. A pesar de la absoluta discreción con la que se manejó el tema en ese momento, se supo que tuvo que afrontar un largo tratamiento de quimioterapia que le permitió derrotar a la enfermedad. Y que, desde entonces, la Reina Sofía fue la encargada de ocuparse de acompañarla a sus controles médicos y velar por su bienestar. Y es que, así como Irene se convirtió en su bastión desde que se instaló en España y la ayudó a sobrellevar sus conflictos matrimoniales, ella se volvió su sostén incondicional cuando comenzaron sus problemas físicos.

Nacida el 11 de mayo de 1942 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, adonde su familia se había ido a refugiar para escapar del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, Irene de Grecia y Dinamarca fue la tercera hija de Pablo de Grecia y Federica de Hannover. Sofía había nacido en 1938 y su hermano, el fallecido Rey Constantino II de Grecia, en 1940. Desde muy chica se interesó por la música y aprendió a tocar el piano con la maestra Gina Bachauer, quien la incentivó para convertirse en una concertista profesional. Así que en 1969 debutó en el Royal Festival Hall de Gran Bretaña interpretando el Concierto N°2 de Bach, actuación por la que fue ovacionada.

Lo cierto es que, tras la muerte de su padre y la coronación de su hermano en 1964, en 1973 se abolió la monarquía griega e Irene se mudó junto con su madre a la India, donde se interesó por el budismo, se olvidó de las joyas y los protocolos y empezó a buscar el camino para ayudar a lograr la paz mundial. Así las cosas, en 1981, luego del fallecimiento de Federica, se trasladó a Madrid para instalarse junto a su hermana en el palacio real y comenzar su labor filantrópica. Pero siempre vivió como la sombra de Sofía. Y fue recién en 2018 que, gracias a un decreto real, logró obtener la nacionalidad española.

Irene de Grecia en una foto de su juventud
Irene de Grecia en una foto de su juventud

Si de amores se trata, podría decirse que la suerte no ha estado del lado de Irene. “No me pregunte por mis relaciones, implican a terceras personas y no deseo perjudicar a nadie”, le había respondido en una entrevista a su biógrafa. Se dice que todo estaba dispuesto para que se casara con Harald de Noruega y que hasta la habían mandado a aprender el idioma de ese país para que estuviera lista para el matrimonio. Sin embargo, el actual Rey noruego decidió contraer enlace con Sonia Haraldsen. También se comenta que estuvo enamorada de su primo, Mauricio de Hesse, pero que éste prefirió casarse con la princesa Tatiana de Sayn-Wittgenstein-Berleburg. Y que tuvo un romance con el príncipe Miguel de Orléans, conde de Évreux, quien finalmente se unió a Béatrice Marie Pasquier de Franclieu.

Otros nombres con los que se relacionó a la princesa griega fueron Gonzalo de Borbón, primo del Rey Juan Carlos I, el ex sacerdote, escritor y director musical Jesús Aguirre, el embajador Guido Brunner y el presidente del Banco Central Hispano Alfonso Escámez. Sin embargo, por uno u otro motivo, Irene nunca llegó al altar. “Es imposible vivir conmigo”, llegó a decir. Y decidió que su misión en el mundo tenía que ver con el trabajo solidario que siguió realizando hasta hace apenas unos pocos días, cuando ya no pudo seguir adelante.

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