Rodolfo y Vicky son dos de los más de 350 vendedores ambulantes que hay en Pinamar, pero tienen experiencia laboral de temporada como casi ninguna otra pareja. “Nosotros hace 45 años que trabajamos acá”, dice el hombre mientras está sentado en una silla de plástico y cuenta que tanto tiempo de recorrido sobre la arena le produjo una dificultad para caminar.
“Este verano por ahora viene flojo”, es la evaluación inicial que hace Rodolfo de los primeros días del verano 2024. En su caso, venden choclos, que este año cuestan $2.000, es decir, un 300% más que en la temporada 2023 (costaban $500 en la misma playa que marca el límite entre Pinamar y Ostende).
“Estamos vendiendo unos 60 por día. El año pasado esto explotaba -comenta haciendo un leve gesto con la cabeza hacia donde se ubicaban los veraneantes con sus sombrillas y reposeras- y vendíamos entre 150 y 200 a diario″.
Tras posar para la foto y preguntar dónde se publicará, Rodolfo se queja de la disparada de precios en los últimos 12 meses: “Hoy, a mí la bolsa de 50 choclos me sale $25.000; el año pasado me salía $8.000″.
Mientras la pareja se despedía, a unos metros, un heladero concretaba una venta. Se llama Darío aunque apenas comienza a dialogar con este medio, rápidamente aclara que le dicen Tintín. Luego, menciona que los más demandados son los palitos de agua, los más baratos, que se venden a $2.000. Otro de los más elegidos son los de crema recubiertos en chocolate ($2.500). El resto, los que vienen en taza o cucurucho, tienen un precio de $3.000.
En el verano anterior, los precios de los helados se ubicaban entre los $400 y $800. El primero de los productos es el que más aumentó de aquel tiempo a esta parte, alcanzando un 400% de incremento.
Milagros es parte de una familia que trabaja en temporada hace 25 años. A metros del muelle tienen un puesto de venta de licuados, que se pueden combinar de varios gustos, con leche, jugo o agua: el de medio litro cuesta $3.500 y el de litro, $5.000.
“El año pasado vendíamos a $1.000 el de medio litro y a $1.400 el de casi un litro —recuerda Magalí—. Uno trata de mantener los precios, pero con la variación de los costos es difícil: para que te des una idea, el año pasado pagaba un cajón de banana $5.000 y ahora lo estoy pagando $30.000. O sea, me estoy quedando corta con el cobro, pero tampoco se puede cobrar más. Entonces, hay que aflojar un poco y decir ‘bueno, me quedará un poco menos pero hay que trabajar’”.
Mientras cuenta las dificultades económicas para también administrar una opción de esparcimiento (junto a su familia ofrecen viajes en la banana, que pasaron de valer $4.000 a $10.000), la vendedora analiza: “Es una temporada rara, no tiene aire de verano. El clima tampoco no está ayudando”. Y sigue describiendo su situación: “Tenemos clientes que nos eligen y hasta vienen desde siete y ocho balnearios de distancia. Pero no hay mucho movimiento. Hay que bancar, qué va a hacer”.
Hay carros que son habituales en las playas de otros destinos de la Costa Atlántica, pero aquí no aparecen: los de los panchos. En Pinamar “no está permitido el rubro, es una forma de cuidar al gastronómico que invirtió y licitó un parador”, explican fuentes del Municipio. En los chiringos, los panchos se ofrecen en alrededor de $2.000.
De acuerdo a datos del Municipio, este verano en Pinamar hay 355 vendedores ambulantes con permiso para trabajar en la playa, 18 más que en 2023. Entre los de mayor presencia en horas del mediodía están los que caminan con canastos llenos de sándwiches de milanesa, que vienen completos, con un tamaño como para dos personas y un valor de $7.000.
Ricardo vende pochoclos y bajó a la playa promediando la tarde, su horario laboral más fuerte. Los ofrece en dos tamaños: uno sale $2.500 y el otro, $3.000 (el año pasado costaban $600 y $800, respectivamente). En sintonía con los demás, lamenta que las ventas no son las mejores hasta el momento: “El año pasado vendíamos el doble”.
Al pensar con qué acompañar los mates en la merienda, probablemente la primera idea que surge son los churros. El Topo, la churrería más popular de la costa, estableció un valor de $500 cada uno y de $5.000 la docena para la venta en la playa. Los números son más bajos en los locales ($350 y $4.200).
La empresa protagonizó en los últimos días algunos cruces en X (ex Twitter) con usuarios que les reclamaron que bajasen los precios. En medio de ello, desde la churrería subrayaron que los valores se elevaron un “220% respecto del verano pasado” (costaban $130 cada uno y $1.400 la docena), cuando el dulce de leche, el azúcar, el aceite y el resto de la mercadería que utilizan tuvieron un aumento promedio de “300%”.
“Con un aumento en la materia prima del más del 300% y con un aumento del 220% por parte nuestro, bajamos la renta automáticamente. A eso, sumale que va a venir menos gente, por lo tanto menos ventas, y mayor caída de la rentabilidad”, explicaron ante una crítica.
Por otra parte, la bolsa de una decena de chipacitos cuesta $3.000. En la temporada 2023, lo mismo valía $800, o sea, un 275% menos. “Está difícil, hay poca venta”, lamenta Claudio mientras descansa de una recorrida y se resguardaba del sol debajo del muelle. El vendedor tiene una promoción para seducir clientes: “Te puedo dejar las dos a $2.500 cada una”.
Los balnearios también apuestan a las promociones para atraer comensales. En el caso de Barlovento, ubicado en la localidad de Ostende, un plato del día que tiene como opción los tallarines verdes con salsa magdalena se ofrece a $8.800, pero abonando en efectivo se realiza un 15% de descuento.
En la pizarra del bar de playa de ese lugar, además, se detalla que los clásicos cócteles como la caipirinha, la caipiroska o el mojito se comercializan a $3.200 y los licuados, a $2.500.
Para tener una referencia de los precios en los paradores, la carta de uno del centro de Pinamar muestra que los ñoquis de papa caseros con crema cuestan $10.000; una milanesa napolitana con puré, $13.100; una ensalada Cesar, $11.250; y una hamburguesa gourmet, $10.000. ¿El cubierto? Más de $1.200. Si un cliente desea consumir solo tazas de café, los valores parten desde los $1.700.
En el balneario La Gamba, los platos del día cuestan entre 16 y 22 mil, incluyendo cubierto, entrada, principal, bebida, postre y distintas opciones para cada uno: por ejemplo, un menú puede ser ceviche de salmón y abadejo, pesca del día apanado con puré, helado y agua, gaseosa, agua saborizada, cerveza o una copa de vino. Por otra parte, allí el menú infantil ronda los $11.000.
Fotos: Manuela Luján